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EN TODO MOMENTO. Por Arlina Cantú. Lectura bíblica: 1 Co. 1:4-9. Texto clave: “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ...
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EN TODO MOMENTO Por Arlina Cantú Lectura bíblica: 1 Co. 1:4-9 Texto clave: “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos”. Ef. 6:18 Todos los niños son amados por Dios desde el momento en que la Biblia dice que de ellos es el reino de los cielos. Y es seguro que los niños que son de Cristo son todavía más gratos al corazón de Dios. El segundo de mis nietos se llama Andrés Germán y es un niño escogido por Dios, salvo por Jesucristo y con una llenura increíble del Espíritu Santo. Desde que abrió sus ojos a la vida ha escuchado de las cosas de Dios. Ha crecido enseñado en las Sagradas Escrituras y ha recibido una abundante medida de fe. Las historias bíblicas que ha escuchado en el transcurso de su niñez le hicieron conocer la mano fuerte y el brazo extendido de Jehová para bendecir a sus hijos, así como la palabra de poder de Jesús para sanar. En algún día, de sus apenas diez años de edad, el Señor le reveló el poder que existe en la oración. Le concedió la maravillosa sencillez de la infancia para creer sin lugar a dudas en que Dios le escucha cuando ora. Y a lo largo de su vida cerca de mí, lo he visto poner en práctica su convicción de fe y su seguridad absoluta en el poder del nombre de Jesús. Es maravilloso observar su sencillez cuando ora para que el Señor quite un dolor de cabeza o cualquier malestar de quienes vivimos con él en la misma casa. Un día, su hermano mayor debía salir de casa a una reunión con sus compañeros de la escuela, y no había coche disponible para llevarlo y traerlo como de costumbre y tuvo que usar el transporte colectivo. Permanecía yo junto a la puerta rogando que mi nieto mayor permaneciera bajo la cobertura del Espíritu Santo, cuando sentí dos pequeñas manos que se posaban en mi espalda. Era Andrés Germán que me preguntaba en voz baja si estaba yo preocupada porque su hermano se había ido a la reunión. Le respondí que estaba pensando en que debíamos orar para que Dios lo cuidara. Esto lo dije sin quitar mi vista de la calle, y al percibir que quitaba sus manos de mi espalda me di la vuelta para buscarlo y mi corazón se estremeció de gratitud al Señor cuando pude contemplarlo de rodillas junto a un sillón de la sala, orando por su hermano. Cuando se levantó de aquel lugar, su carita irradiaba felicidad al decirme que ya podía estar tranquila porque el Señor estaba protegiendo a su hermano. Ese orar por quien sea y en el momento en que se necesite sin sentir vergüenza, me convence de que es un niño bendecido grandemente por la seguridad de caminar de la mano del Señor.

OREMOS PORQUE LOS NIÑOS CRISTIANOS CONOZCAN EL PODER DE LA ORACIÓN. Usado con permiso

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