BORRADO POR AMOR Por Arlina Cantú Lectura bíblica: Mateo 22:15-22 Texto clave: “Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra”. Tito 3:1 El predicador hablaba con poder. Ese poder que sólo puede descender de lo alto cuando se comparte la palabra de Dios. Me había levantado clamando por mi hijo primogénito. Algunos negocios que estaba emprendiendo le obligaban a recordar que sus cuentas con el Departamento de Hacienda no estaban bien y que debería arreglarlas. Cuando se es joven es muy fácil dejar pasar el tiempo sin enmendar los errores pero, tarde o temprano, la vida nos marca un alto y nos hace ver que hemos de pagar las consecuencias de nuestros actos. Eso estaba pasando en la vida de mi hijo. Su juventud le hizo menospreciar la ordenanza de la Palabra sobre sus deberes para con el gobierno y su adeudo de impuestos atrasados era casi impagable. Dios le había concedido en años anteriores ocupar el puesto de Director General en una importante empresa del ramo automotriz y al salir de allí le había permitido tener su propia empresa, pero en todo ese tiempo no había hecho conciencia sobre el pago de sus impuestos y eso generó fricciones entre nosotros cada vez que yo le recordaba que su actitud no era del agrado del Señor. Pasó el tiempo y sus finanzas se derrumbaron. Escasamente tenía para subsistir y mantener a su familia, sin pensar siquiera en dedicar al Señor parte de sus ingresos. Eso ni pensarlo. Cuando Dios le puso en las manos la oportunidad de una concesión industrial tuvo que poner el negocio a nombre de otra persona porque él pensó que la Oficina de Hacienda hubiera ejercido todo su poder para cobrarle hasta el último quinto de lo que le debía. Así transcurrió todo un año. Y vez tras vez hablamos sobre el tema y siempre terminamos disgustados. Yo, por su empecinamiento en no corregir sus errores y saldar su deuda; él, por minimizar su situación y juzgarme de exagerada. Debo mencionar que, dentro de las leyes tributarias del gobierno mexicano existe una que establece que cumplidos cinco años sin que pueda ser localizado el deudor para obligarlo a pagar, queda extinguida la cuenta sin que nadie pueda ejercer acción alguna contra el contribuyente. Empero, los años que vivimos nunca son de balde, siempre podemos adquirir la experiencia que nos deja el sentido común. Así pues, empecé a orar para que el Señor le diera a mi hijo la capacidad de ver que sus hechos no estaban dentro de la legalidad que corresponde a un hijo de Dios.

Y recién había empezado mi clamor cuando escuché al predicador. Era tempranito, me senté ante el televisor, la exposición de la Palabra estaba ya empezada y lo primero que escuché fue: “Él es el Dios del oro y de la plata, él es capaz de borrar la deuda que tu hijo tiene y que angustia tu corazón de madre. Sólo tienes que creer que él puede hacerlo”. Me quedé sorprendida de aquellas palabras y declaré mi fe. Pasaron dos semanas y un día recibí una llamada telefónica, era el Contador Mendoza. Él es un joven que fue mi alumno años atrás y cuando me reencontré con él, lo contraté para que llevara la contabilidad del negocio de mi hijo. Me llamó para darme la mejor de las noticias. Había ido con mi hijo a las oficinas de Hacienda para hacer un convenio de paga y ponerse al corriente y se habían encontrado con que aquel adeudo que considerábamos impagable había caducado a pesar de que no habían transcurrido los cinco años que marca la ley. Por alguna razón desconocida para el empleado, aquella deuda no existía ya, estaba borrada del todo y mi hijo no le debía al gobierno ni un solo centavo. A partir de ese día, su negocio existe legalmente a su nombre, como siempre debió estar. Al enterarme, mi corazón se derramó en lágrimas ante el trono de la gracia. Ahí estaba la respuesta a mi oración y la fortaleza para mi fe. Todo había sido borrado por amor. Gracias sean dadas a Dios. Usado con permiso ObreroFiel.com - Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.