COCHE A LA MEDIDA Por Arlina Cantú Lectura bíblica: Mateo 6:25-34 Texto clave: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Fil. 4:19 En el año de 1974 me convertí de católica, apostólica y romana, en creyente evangélica presbiteriana. Más de seis años tardó mi corazón en enamorarse de Jesús, pero cuando su amor me convenció decidí entregarle mi vida. Si las personas que han nacido en el evangelio batallan para creerle a Dios, los que hemos nacido en hogares no creyentes batallamos mucho más. Cuando la milicia en un credo idólatra se ha prolongado por años, el trato directo con el Dios Todopoderoso se antoja como una cuesta arriba muy difícil de alcanzar. Pero ese Dios maravilloso que dispuso salvarme desde la eternidad, se fue manifestando en mi vida de muy diferentes maneras. Me llevó a la fuente de agua viva y me dejó abrevar en la Palabra para que conociéndole no deseara volverme atrás. Esto no significa que nunca le haya ofendido ni que nunca me haya apartado del camino. Lo importante es que me ha perdonado cada caída por terrible que fuera y me ha tomado de nuevo de su mano vez tras vez. Y en esos primeros años de mi vida cristiana, puso a mi lado diferentes ayos que me fueron llevando de la mano por el camino de las Sagradas Escrituras, preparándome para recibir el mejor regalo, el misterio más grande que quiso depositar en mi corazón: el don maravilloso de la fe. Mi amado esposo sonreía al comentar lo increíble que le resultaba admitir que pudiera yo creer con más firmeza que él y recibir rápidamente lo que pedía, siendo como era una creyente casi recién nacida. Son incontables sus bondades para conmigo, sus respuestas a mis ruegos y su maravillosa misericordia que ha fortalecido mi fe a lo largo de mi vida. Pero en mi memoria es imborrable su primera bendición material que llegó como respuesta a mi oración de fe. En esa época, el coche que yo usaba no se encontraba ya en muy buenas condiciones de funcionamiento. Pasábamos por una temporada extremadamente calurosa y el aire acondicionado había dejado de funcionar. No había recursos para comprar otro coche y decidí orar por uno. Como dato curioso diré que cuando se materializó mi fe, mi esposo mencionaba al testificar que había sido yo muy precisa con el Señor porque aclaré que tal coche debía ser más nuevo que el que tenía, pero sobre todo que debería funcionar perfectamente el aire acondicionado. No pasó mucho tiempo cuando recibimos la visita de un familiar que llegaba de otra ciudad. Cuando vi el coche en que llegó, casi tuve la seguridad de que ese era el coche por el que

había estado orando. Lo sorprendente fue que aquel pariente venía, precisamente, a pedirle a mi esposo que le ayudara a venderlo. Transcurrido un breve tiempo el dueño de aquel coche llamó por teléfono y al saber que no se había presentado ninguna persona interesada, le dijo a mi esposo que si no aparecía ningún comprador que lo dejara para mí. Fue una increíble respuesta de Dios a mi oración. Y no es que las cosas materiales formen el ancla de la fe, sino que la fe se ejercita con el pedir y el recibir, como ha sucedido a lo largo de mi vida. OREMOS POR LAS PERSONA QUE NECESITAN UN COCHE MEJOR. Usado con permiso

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