DESTRONANDO LA DISCONFORMIDAD
Por Yoandys A. López Pérez Usado con permiso Mi abuela solía contarme una historia cuando niño; no sé cuál era el propósito final de su enseñanza, ni lo verídico de la historia. Contaba que hace mucho tiempo, en el lugar donde ella vivía, habitaba también cierto señor llamado Nicomede, muy conocido por su pereza y su deseo de ser servido; torpemente este creía que se lo merecía todo. Su poca paciencia explotó un día, y aseguro que: si sus conciudadanos no le proveían sus necesidades iba a ordenar su propio funeral aunque fuese enterrado vivo. Y así hizo éste. De inmediato comenzó el entierro y sus vecinos, que no deseaban su muerte, le gritaban: - Toma un pedazo de queso fresco. Y ¿cuánto pesa, replicaba Nicomede? - Algunas libras. - Pues que siga el entierro. Otro le decía: - Toma un cordero. - ¿Está arreglado?, responía Nicomede. - No. - Pues que siga el entierro. - Mira, también acepta un saco de maíz despajado. - ¿Está molido? - No. A lo que el perezoso desilusionado ordenaba que continuara el entierro. Esta historia en ocasiones se borra de mi mente por algún tiempo, pero regresa a mi memoria cuando me doy cuenta de que mi actitud está siendo como la de Nicomede. Quizás también esto te ha sucedido. Dios nos ha colmado con sus ricas bendiciones, nos ha dado una vida que no merecemos, una salvación que no podemos alcanzar por nuestras fuerzas, familia y ministerios, regalos TODOS. Pero aún así, osamos preguntarle: - ¿Y lo demás está molido? Cuán terrible y cruel es nuestro egoísmo y cuánto dolor causa a nuestro Padre. Si en algún momento de la historia jugó un papel importante la teoría geocéntrica de la tierra, de esta misma forma nos marcan las ideas antropocéntricas en la sociedad actual. Mientras el hombre sigue pensando ser centro de la atención, no sólo de sus coterráneos sino que pretende convertirse en el centro de la atención del Señor, expresando ingratitud a través de sus exigencias. Y es que para muchos no es suficiente con que nos ame, supla nuestras necesidades y nos guié; además procuramos que también haga nuestro trabajo. Al parecer no basta que sin merecerlo nos perdone, restaure y abra puertas en nuestras vidas; queremos también que actúe por nosotros. Seguimos soñando con los días en que el Señor hacia descender el pan del cielo, aunque hoy no esperamos precisamente maná; mas Dios en su amor sigue mostrándonos que él no pretende librarnos de nuestras responsabilidades.
En sentido general no priorizamos el contar con Dios, mientras nos trazamos metas contando con nuestras fuerzas, y al mismo tiempo, como consecuencia, nos destroza nuestra propia impotencia. ¿Queremos que él nos conceda las peticiones de nuestro corazón? Quizás la solución esté en las palabras del salmista, y de alguna forma también en una actitud un poco más agradecida con nuestro Padre. Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón (Sal. 37:4). El autor es miembro de la agrupación para eclesiástica cubana: Ministerio CRISTIANOS UNIDOS. ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.