HIJOS DEL GRAN PADRE Por Yoandys A. López Pérez Lucas 11:11-13 ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? Ser padre es una experiencia indescriptible, sólo es comprensible cuando se vive, es una tarea ardua, agotadora y en ocasiones cuando se hace bien el trabajo, muy gratificante. Ser padre requiere una gran cantidad de amor y a la vez de disciplina. La Palabra de Dios nos enseña que como padres debemos amar a nuestros hijos y no provocarlos a ira, y también que debemos moldearlos, ser ejemplo y corregirlos. La disciplina para nada muestra la carencia de amor, sino la abundancia del mismo, la Escritura asegura: Proverbios 13:24 El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige. Y Hebreos 12:6 Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. La corrección muestra que somos importantes para el Padre pues cuando nos castiga es para mostrarnos que estamos haciendo mal y dejando pautas para que seamos hombres (mujeres) de bien. De no ser así y nos deja a la ventura no le importamos, ni quienes llegaremos a ser, le seriamos indiferentes. Me entristece el hecho que después de algunos años como cristiano ahora es que comienzo a entender la magnitud del hecho de ser hijo de Dios. Juan Bunyan, quien pasó por la misma experiencia, escribió: “Fue en esa ocasión que las palabras ‘heredero de Dios’ se volvieron tan significativas para mí, que no puedo explicarlas con palabras terrenales. ‘Herederos de Dios.’ El propio Dios es la porción de los santos. Fue eso lo que vi y me llenó de admiración; sin embargo no puedo contar todo lo que vi...Cristo era un Cristo precioso en mi alma, constituía mi gozo; la paz y mi triunfo.” Jesús ya no nos llama solamente siervos, amigos, discípulos también somos sus hermanos e hijos. Ya es hora de comprender que no somos valiosos por lo que hacemos, pues: Lucas 17:9-10 ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos. Si no por lo que somos (sus hijos), muchos y en muchas ocasiones nos percibimos como nada, nos vemos como gusanos que se arrastran por el suelo. Pero no hay nada más antibíblico, aunque no lo merecemos, Dios nos ha hecho sus hijos, llevamos su apellido, le representamos en este mundo, no carecemos de importancia, somos muy valiosos, lo entiende, muy valiosos. Cristo, el perfecto hijo de Dios, no daría su vida por nada, su sacrificio muestra cuán especiales somos para el Altísimo; cuando nos desvalorizamos, estamos haciendo lo mismo con el sacrificio de Jesús. Ser hijo de Dios, tiene esa connotación y trascendencia, el amor y los recursos del Padre están a nuestra disposición, todo el cielo está atento a nuestro clamor, toda la tierra añora nuestro estatus, nada puede cambiar eso.
El mismo Jesús asegura que nuestro Dios supera con creces nuestros padres carnales, su amor llega a tal punto que no nos dejó huérfanos, él nos amó a nosotros, murió por nosotros y hoy a través del Espíritu Santo vive en nosotros. Sabes, eres su hijo, y no hay nada que se iguale con eso. Este escrito es una contribución de la agrupación para eclesiástica cubana: Ministerio CRISTIANOS UNIDOS. ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.