Por un refresco Por Arlina Cantú Lectura: Salmo 136 Cita bíblica: Nuevas son cada mañana tus misericordias. Lamentaciones 3:23 A mediados de 1999, mi hijo mayor alcanzó de Dios la grandiosa oportunidad de ser nombrado Director General de una compañía reconocida internacionalmente y dedicada al giro automotriz, en la Ciudad de México. Tuve la alegría de conocer su elegante despacho, ubicado en el décimo piso de un imponente edificio. Todo allí respiraba elegancia. Los empleados bajo las órdenes de mi hijo, se mostraron todos amables y diligentes en cuanto se enteraron de mi presencia. Las secretarias eran todas sonrisas y nos recibieron a mi nuera y a mí, con tanta amabilidad que en verdad nos hicieron sentir muy a gusto. Cuando mi hijo alcanzó ese importante puesto, le sugerí -por consejo de mi pastor- que siempre tuviera junto a él el Libro de los Proverbios, porque allí encontraría la sabiduría necesaria para cualquier situación que se le presentara en el desempeño de su trabajo. Gracias a Dios porque ninguna dificultad tuvo que enfrentar en el desempeño de sus labores, pero sí fue motivo de gran gozo el comprobar el compañerismo de mi hijo con su Señor manifestado en el precioso cuidado que le brindó durante uno de los sismos que se registran con regularidad en la gran ciudad. Rayaba el mediodía, cuando mi hijo sintió el deseo de tomar un refresco. A pesar de que había en el piso varias de esas máquinas despachadoras de diferentes marcas, y, que en un momento dado, tenía a quién mandar por él, decidió aprovechar la ocasión para despejarse de la carga de trabajo que tenía. Se encaminó hacia el elevador decidido a bajar él mismo a comprarlo, y, fue, precisamente cuando ya estaba abajo, que se registró un gran temblor. Cuenta que se enteró hasta el momento mismo en que la gente salía temerosa de los edificios, de manera que no pasó tan grande susto como sus compañeros que habían quedado arriba. Cuando volvió a su despacho, más de cuatro compañeros estaban todavía lívidos puesto que no habían tenido tiempo de bajar los diez pisos que separaban el piso que ocupaba la oficina con la calle. Y con sonrisas de júbilo, mi hijo reconoció el maravilloso cuidado de parte de Dios para librarlo del mal una vez más. - Oremos por los empleados que laboran en ciudades sísmicas.
Dios de toda bondad, rogamos en esta hora, en el nombre precioso de Jesús, que tomes en tus manos las vidas de todos aquellos empleados que trabajan en ciudades sísmicas, para que no sufran ningún daño. Amén. Usado con permiso. ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.