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AL TOQUE DE LA MANO Por Arlina Cantú Lectura Bíblica: San Juan 16:23-27 Texto para memorizar: “...porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”. Mateo 6:8

Si fuera humana diríamos que es ya anciana. Todo le rechina, trabaja inclinada hacia un lado y de pronto se detiene sin razón aparente. Es mi lavadora. La trajimos a casa hace ya varios años y ha trabajado sin descanso. Sin embargo, como todas las cosas sobre la tierra debe tener un fin. Mi hija y yo siempre sonreímos porque ella asegura que es “mi vicio” por lavar lo que ha desgastado más la lavadora. Son enfoques diferentes. Yo pienso que es mejor lavar un poco cada día que dejar que se amontone la ropa sucia de toda una semana. Y, sí, me gusta mucho lavar. El espacio donde está colocada la lavadora se ha convertido para mí en un lugar especial. Es en donde me encuentro más en calma para conversar con mi Señor. Es el sitio ideal donde entono cantos de alabanza y de gloria para mi Salvador y lo hago con la esperanza de que las vecinas que me escuchen sean edificadas –no tanto por mi voz, que muchas veces se desentona- sino por el contenido de mi adoración. Es como si le hubiera dado a mi lavandería el título de sitio de reunión con Jesús. Esté triste o contenta; llorando o sonriendo, siempre percibo que él me espera ahí. Mi alma se apacienta y mi corazón descansa sabiendo que su presencia me envuelve. Ya hemos decidido comprar una lavadora nueva. Pero a pesar de que la actual está sumamente deteriorada, siento que me he encariñado con ese objeto inanimado que me da la oportunidad de aquietar mi espíritu mientras realizo una labor manual, De pronto, un sábado en que mi hija y yo nos encontrábamos realizando otro tipo de trabajos, aproveché para lavar una ropa que estaba pendiente. Y a medio ciclo de lavado, la lavadora ya no quiso funcionar. ¡No puede ser!, me dije. No me puedo quedar con la ropa sin que esté terminada de lavar. Y en ese momento empecé a orar. Rogué con todo mi corazón para que funcionara de nuevo. Hice trato con el Señor en el silencio de mi alma. Necesitamos tres semanas más para poder adquirir una nueva y deshacernos de ésta. Sé que él proveerá para mi casa como lo ha hecho siempre. Seguí ayudando a mi hija y después de unos minutos, levante la voz y dije: “no se te olvide, Señor, que estoy esperando que la lavadora funcione de nuevo”. Me acerqué al aparato, le impuse mis manos más como si la acariciara que como dándole un mandato ¡y funcionó! ¡trabajó de nuevo y terminó de lavar lo que faltaba!

Grande y Poderoso es el Dios en el que hemos creído. Pareciera que él no se interesa por nuestros objetos materiales, pero comprobé que sí lo hace. Le importa todo lo que pase en nuestra vida y responde al ruego sincero del corazón. OREMOS POR QUIENES TIENEN NECESIDAD DE QUE DIOS SUPLA AQUELLOS OBJETOS MATERIALES DE LOS QUE CARECEN. Usado con permiso

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