EL MEJOR MENSAJE EVANGELÍSTICO Por Rogelio E. Pérez Díaz Se ...

Por Rogelio E. Pérez Díaz. Se ha arraigado en mí la mala costumbre, cuando se efectúa una campaña evangelística, de ver que hay. “detrás de bambalinas” en ...
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EL MEJOR MENSAJE EVANGELÍSTICO Por Rogelio E. Pérez Díaz Se ha arraigado en mí la mala costumbre, cuando se efectúa una campaña evangelística, de ver que hay “detrás de bambalinas” en el mensaje del predicador de turno. Para ello, casi inconscientemente, me pongo en el lugar de las personas invitadas, es decir, aquellos a los que se dirige la prédica. Y he observado algo que me ha dejado atónito: La mayor parte de las campañas son montadas como una obra de teatro, lastradas de falsas apariencias. Desde que “abren las cortinas” del “programa” se respira un ambiente teatral que, a los que estamos al tanto nos salta a la vista. Es un hecho demostrado: desde muy temprano en la vida, aprendemos a hacer diferencia entre lo falso y lo cierto. Casi lo primero que aprende un pequeño es a mentir, a justificarse y a conocer cuando otros lo están haciendo. De la misma forma como nosotros nos damos cuenta de lo artificial del ambiente, también lo constatan los visitantes, esos a los cuales queremos llevarles las buenas nuevas del evangelio. No los subestimemos, porque también eso ellos lo sentirán y, no lo dude, su respuesta primera al mensaje va a ser de rechazo. Usted se ofende cuando está siendo manipulado y engañado ¿por qué va a creer que otras personas disfrutan que se lo hagan a ellos? Piense además que a Dios ha de molestarle mucho tal actitud. Él nos manda, en Éxodo 20:16 “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.” ¿Y es otra cosa que un “falso testimonio” lo que se está presentando acá? También Jesús nos dice, en Mateo 22:39 “…Amarás a tu prójimo como a ti mismo” ¿Acaso se ama al prójimo mintiéndole? Para terminar de sustentar lo que vamos diciendo, hay un refrán muy común en el mundo hispano que hace constar que “de buenas intenciones se ha empedrado el camino del infierno.” Y usted puede tener las mejores intenciones del mundo, puede ser su mensaje lo más veraz posible (y de hecho, el evangelio es de una veracidad más allá de cualquier cuestionamiento), pero, si para adornarlo y hacerlo más llamativo y “digerible” lo convoya con una enorme dosis de teatro, sólo consigue restarle credibilidad. Y cuando esto hace, el prójimo no siente tan solo su insinceridad, al hacerle dudar de su comisión usted está consiguiendo que dude igualmente de Dios. ¡Y eso es la mayor herejía que puede cometer alguien que se dice cristiano! Dé por sentado que no es lo mismo tener una experiencia espiritual que “profesar espiritualidad”. Y eso, en la misma manera que usted lo puede detectar, ha de hacerlo el receptor. No hace falta tener mucha sabiduría para ello. Entienda algo: Dios no quiere que usted pelee su batalla con armas que no le glorifican. Él se basta para pelearla y si le permite a usted participar en la cruzada, pues hágalo al menos dignamente. Si no, mejor le sería quedarse inactivo, a la expectativa. Ser cristiano no es adherirse a un rosario de creencias. Es más que eso: ES UNA MANERA O ESTILO DE VIDA. Pero lo que creemos decide el modo de vida que vivimos. Y vivimos acá en el mundo, en una “casa de cristal”, en el sentido de que estamos “en la mira” del resto de las personas. Somos observados porque los demás quieren constatar si vivimos lo que profesamos (y recuerde que profesar es: ser adepto o partidario de algo, enseñar o ejercer algo, hacer votos respecto a algo). Unos lo hacen porque se sienten atraídos y otros tan solo para pillarnos en un desliz y tener argumentos para criticarnos y atacarnos. Cuando vivimos una vida de apariencia le damos el gusto a los segundos y decepcionamos a los primeros, cuando debiera ser al revés. Definitivamente, quiéranlo o no, todos aprenden de nosotros, por eso debiéramos pensar en el testimonio de vidas realmente cambiadas por la cruz que estamos trasmitiendo al mundo. Para nosotros resulta involuntario el hecho de influir en los demás por la simple observación ajena, casi una invasión a nuestra

privacidad. Pudiéramos decir, para que se tenga una idea al respecto que, y gracias a Dios por ello, los cristianos, de la misma manera que las personalidades públicas, no podemos darnos el lujo de tener vida privada. Nuestra vida, si realmente la hemos entregado a Cristo, no nos pertenece, sino que le pertenece a él, y el que pone las reglas es el propietario. Así pues, debemos vivir a su manera y no a la nuestra y glorificándolo y dando fe de él y no de nosotros, como a veces queremos hacer. Pero no podemos darnos el lujo de quedarnos ahí, tenemos que ir más lejos aún, el asunto no es “resignarse a ser observado”, lo importante es que conduzcamos a la gente al deseo de hacerlo continuamente y en ello es importante la limpieza de nuestro testimonio, porque tenemos que lograr una conexión total entre la fe que decimos profesar y el estilo de vida que estamos mostrando vivir. Dejemos que las personas vean que arrepentirnos, creer y aceptar a Cristo como el que nos ha dado una nueva y abundante vida, son los pies que mueven nuestros pasos y los ojos que nos guían. Y cuando queramos realizar una campaña, cosa esta de la que no soy partidario, porque creo siempre debemos “estar en campaña”, mejor fuera que predicásemos el sermón mudo. Ese, el de nuestro andar diario, es el mejor mensaje evangelístico que podamos predicar. “Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.” (2 Corintios 3:2-3)

Este escrito es una contribución de la agrupación para eclesiástica cubana: Ministerio CRISTIANOS UNIDOS. Puede comunicarse con MCU al correo: [email protected] Usado con permiso ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.