Simplemente, Rogelio

8 jun. 2009 - al Federer más humano, más amateur, más vulnerable y más querible. Lo conocimos en 1998, cuando cayó ante. David Nalbandian en la final ...
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Lunes 8 de junio de 2009

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la columna de Juan Pablo Varsky

Para LA NACION

Simplemente, Rogelio

E

l hombre no sabe qué hacer. Justo él, que siempre sabe qué hacer. Son las 12.08 PM en la Argentina, las 5.08 PM en París. Acaba de meter su último primer saque del partido. Su rival, el “psycho” sueco Robin Soderling, acaba de pegar el último tiro del match, una devolución que no pasa la red. Juego, set, partido y campeonato. 6-1, 7-6, 6-4. Finalmente, el suizo Roger Federer es el campeón de Roland Garros. Se tira al piso, suelta la raqueta, la agarra de nuevo, explota en un llanto. No sabe qué hacer con tanta gloria. Su mujer-manager-peloteadora-madre de su hijo por nacer filma todo desde el palco. Después de la euforia, sigue emocionado. Una lágrima baja desde su ojo izquierdo y se desliza suavemente hasta llegar a la comisura de su labio. Por fin, RF gana RG, diez años después de su primer partido en el Bois de Boulogne. Recuerdan quién había festejado en 1999, ¿no? Sí, el gran Andre Agassi, completando su colección de títulos de Grand Slam sobre el polvo francés contra otro outsider, el ucranio Andrei Medvedev. Antes de entregarle el trofeo, el pelado de Las Vegas le da la bienvenida al club y le dedica un gesto de puños apretados con sonrisa incluida. El destino siempre nos guarda un mensaje en una botella. Luego el tiempo hace su trabajo y nos sorprendemos al descubrirlo. El mismo año en que Agassi llegaba al cielo en París, Federer comenzaba a subir su propia escalera. En 1999, no pudo pasar la primera ronda, derrotado en cuatro sets por un tal Patrick Rafter (¡qué monstruo!). En 2000, lo paró Alex Corretja en octavos. En 2001, mejoró hasta cuartos, pero volvió a frenarlo Corretja, un experto sobre la superficie. En 2002, cayó en primera contra el talentoso marroquí Hicham Arazi, y al año siguiente, ya quinto en el ranking, perdió en su debut contra el peruano Lucho Horna. En 2004, por primera vez llegó a París como número uno del mundo. Pero en su última gran actuación, el tricampeón Guga Kuerten le puso el límite con un triple 6-4 en tercera ronda. Fue el año del Gato en el horóscopo tenístico. Hasta ayer Gastón Gaudio había sido el último campeón de Roland Garros que no se llamara Rafael Nadal. Rafa se encargó de Federer en la semifinal de 2005 y en tres finales consecutivas de 2006 a 2008. La última con un escandaloso marcador de 6-1, 6-3 y 6-0. Pero Nadal no se conformó con dominarlo sobre el polvo de ladrillo. Le interrumpió su hegemonía en Wimbledon con una extraordinaria final que terminó 9-7 en el quinto. También se quedó con la medalla de oro en los Olímpicos de Pekín, otro de los objetivos que el suizo se había trazado el año pasado. Y finalmente le ro-

bó la corona. El título en el US Open no le alcanzó para retener el número uno que conservaba desde febrero de 2004. Admirado desde siempre por su tenis académico, Rogelio comenzó a ser amado en la derrota. Nos interesa ver a los campeones en la adversidad para darnos cuenta de si son grandes de verdad. Si lloran como hombres y saben perder como caballeros, los queremos mucho más. Cuando la máquina se humaniza, nos morimos de amor. Pasa en la vida y pasa en las películas. Las lágrimas derramadas tras aquella final de Wimbledon 08 contra Nadal nos mostraron al Federer más humano, más amateur, más vulnerable y más querible. Lo conocimos en 1998, cuando cayó ante David Nalbandian en la final del US Open Junior. Ese mismo año, jugó y perdió su primer partido de ATP contra otro argentino, Lucas Arnold Ker, en la primera ronda de Gstaad. También tuvo su primer encuentro con Andre Agassi. Fue en Basilea, su lugar en el mundo. Agassi le ganó fácilmente por la primera ronda. Ayer, casi once años más tarde, se reunieron en París. “Siempre recuerdo nuestros grandes partidos”, le dijo Federer en plena premiación. Fueron once: los primeros tres para Andre, los últimos ocho para el suizo, incluida una final de US Open en 2005. Rogelio es el puente glorioso entre la generación de Agassi-Sampras y la de Nadal-Djokovic-Del Potro-Murray. Jugó con todos. A los “viejos” les ganó para llegar al número uno y a los jóvenes deberá ganarles para seguir en la elite. Ya tiene 14 títulos de Grand Slam e iguala la marca de Sampras. El gran Pistol Pete levantó su primer trofeo grande en el US Open de 1990 y cerró su cuenta en 2002, también en Flushing Meadows. El suizo ha llegado al mismo número pero apenas seis años después de su primer festejo en Wimbledon 03. Tiene tiempo para apropiarse del récord, aunque no le será fácil. Los chicos vienen hambrientos. En la semifinal de

El debate abierto sobre el mejor de la historia Soderling no tuvo dudas: dijo que es el mejor de la historia. El debate admite todo tipo de opiniones, porque Roger Federer hizo los méritos suficientes como para habilitar el intercambio de pensamientos sobre ese punto. Desde este espacio, se prefiere respetar la historia del australiano Rod Laver, el último en ganar el verdadero Grand Slam durante 1969.

Rolanga, Juan Martín del Potro descolgó el póster de Federer que tenía en su cabeza. Le faltó el respeto, lo surtió a palazos en los primeros tres sets y estuvo cerca en el quinto (¡maldita doble falta en el punto final del séptimo game!). Para Delpo, RG 09 significa el cambio de pantalla entre “el mejor de los malos” y “el quinto jinete de los buenos”. Hace exactamente un año, el italiano Simone Bolelli lo despedía en segunda ronda y navegaba en el puesto 50. Sólo dos jugadores llegaron por lo menos a los cuartos de final de los últimos tres Grand Slam. Uno es Del Potro y el otro, Federer. En realidad, Roger ha llegado como mínimo a semis de los últimos ¡20! grandes, consecutivamente desde Wimbledon 2004. ¿Es el mejor de la historia, como dijo Soderling, un capo en la ceremonia final? El título sobre el polvo naranja tienta a escribir que sí, pero prefiero respetar al australiano Rod Laver, el último en ganar el verdadero Grand Slam durante 1969. Roland Garros regala sorpresas e impactos en los años terminados con nueve. En 1979 el paraguayo Víctor Pecci se metió en la final ante Bjorn Borg. En 1989, un adolescente llamado Michael Chang le sacó de abajo a Stefan Edberg (de pie, señores) y dio el gran golpe. En 1999, debutó Federer, Medvedev se coló en la final y se consagró Agassi. Y en este 2009, Soderling provocó el resultado tenístico menos esperado de la era abierta: que Nadal perdiera en Rolanga. Sólo el español y su grupo de trabajo sabrán medir el costo de haber jugado el Masters 1000 de Madrid tras ganar Montecarlo y Roma. En particular, esas cuatro horas de la memorable semifinal ante Djokovic. Dolorido de una rodilla, ya desertó de Queen’s y está en duda para Wimbledon. Mientras tanto, el sueco Robin hoy disfruta de ser “el villano bueno”. Sus colegas del circuito no lo quieren mucho, pero se ganó la ovación con su simpático discurso de cierre. Federer lo felicitó, sin agradecerle en público el trabajo sucio de octavos de final. Vaya si debió superar adversidades para quedarse con el título. Acasuso lo complicó con su juego profundo y pesado (¡maldito set point en el 5-2 del tercero!). Haas lo tuvo dos sets arriba y break point para 5-3 en el tercero. Mathieu le robó el primer set. Del Potro lo sometió en los tres primeros sets y lo llevó hasta 3-3 en el quinto. Pero el día de la final estuvo impecable. Sacó como los dioses con 16 aces y ganó el 85% de los puntos con su primer servicio. Su tie break del segundo set va derechito a la videoteca. Quebró en el primer juego del tercero y mantuvo la diferencia hasta el 5-4. En el último cambio de lado, movió las piernas todo el tiempo para no quedar paralizado por los nervios. No pudo evitar el trance. Más humano que nunca, cometió errores de amateur, como esa volea con swing de drive que se fue lejos. Levantó un punto de quiebre, el último obstáculo hacia la gloria. Y en su primer match point, a las 12.08 PM de acá, las 5.08 PM de allá, Roger Federer terminó su obra y ya no supo más qué hacer. [email protected]

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ROGER FEDERER. En el año

2

ATLETICO TUCUMAN. El

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SVETLANA KUSNETZOVA.

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LOS MUNDIALISTAS. Japón, Corea del Sur, Australia y Holanda ya habían competido en Alemania ‘06. Este fin de semana, los cuatro revalidaron sus respectivas credenciales y estarán en Sudáfrica.

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JUAN MARTIN DEL POTRO.

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JENSON BUTTON. ¡Qué

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JULIO CESAR. Señores, el mejor arquero del mundo es brasileño. Ataja en Internazionale y en la selecao. Las saca todas. Brasil metió cuatro en el Centenario, pero la figura fue su excelente goleiro.

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MARIANO ALTUNA. A bordo de su Chevrolet, se quedó con la prueba del Turismo Carretera en Posadas. Hasta la última curva, soportó el asedio de Christian Ledesma. El líder del campeonato sigue siendo Fontana.

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MARCELO BIELSA. De la mano

menos esperado (plena hegemonía de Nadal), completó el álbum con la figurita que le faltaba: Roland Garros. Igualó a Sampras con 14 grandes y ya es uno de los tres mejores de todos los tiempos.

Decano ya está en primera tras una notable progresión. Hace dos años estaba en el Argentino A. Desde la eliminación del Nacional, no había llegado a la máxima categoría. ¡Felicitaciones!

Federer y Safin le dieron consejos cuando no tenía ganas de seguir jugando. Antes de la consagración de Roger, la rusa le ganó la final femenina a la hermana de Marat y es la campeona de Roland Garros.

Sigue siendo el quinto del mundo, pero dejó de ser “el mejor de los malos”. Rompió la barrera de los cuartos de final, despegó el poster de Federer de su cabeza y casi le arruina la fiesta en París.

aburrida está la Fórmula 1! Siempre gana el mismo. Es este inglés con su invencible Brawn. En Turquía, festejó su sexto Gran Premio del año sobre siete carreras disputadas. Será campeón.

del gran Loco Marcelo, Chile va derechito al Mundial. En Asunción, le devolvió la gentileza a su pichón y admirador Tata Martino. La Roja ganó con funcionamiento y autoridad 2-0.

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¿

? LA SELECCION. ¿Adónde va este equipo? ¿Por qué juega tan mal? ¿Gago de ocho? ¿Línea de tres? ¿Agüero de nueve? ¿Por qué Messi no brilla? ¿Por qué el resto lo mira y nada más? ¿Qué pasa, Diego? ¿Estamos todos locos?