Espectáculos
Jueves 8 de abril de 2010
LA NACION/Página 3
TELEVISION/CINE (El termómetro de la TV ) El beso de Ciega a citas Esta noche, en el horario especial de las 23.15, por Canal 7, finalmente Lucía (Muriel Santa Ana) y Marcelo (Rafael Ferro) se darán su primer beso. En crisis por la traición de su novio, Lucía recurrirá a su “amigo” Marcelo en busca de consuelo.
Luciano Castro estará en Malparida El actor que interpretó a Leo en Valientes hará una participación especial en los primeros episodios de la tira que protagonizarán Juana Viale, Gonzalo Heredia y Raúl Taibo, la cual postergó el estreno por El Trece posiblemente hasta el lunes 26.
El complicado comienzo de Attias A pesar de el entusiasmo de su conductora y del elaborado “estudio megagigante” que la rodea, Re. Creo en vos, el nuevo ciclo de El Trece con Emilia Attias, no consiguió pisar fuerte en el rating de la tarde, ya que midió apenas 6,3 puntos.
Un escándalo en medio de Un mundo perfecto El año pasado, el ciclo de Roberto Pettinato estaba en boca de muchos por su mala suerte en el rating. Este año las mediciones mejoraron mucho y, sin embargo, los comentarios siguen. Es que la panelista Josefina Pouso quedó fuera del ciclo en medio de veladas acusaciones de acoso sexual por parte del conductor.
Discreción y delicadeza en un film El actor Louis-Do de Lencquesaing protagoniza esta película sobre las formas de la paternidad Buena ((( El padre de mis hijos (Le père de mes enfants, Francia-Alemania/2009, color; hablada en francés). Dirección y guión: Mia Hansen-Love. Con Louis-Do de Lencquesaing, Chiara Caselli, Alice de Lencquesaing, Michaël Abiteboul, Manelle Driss. Fotografía: Pascal Auffray. Edición: Marion Monnier. Presenta Distribution Company. 110 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.
En una temprana escena del film, el protagonista, un productor independiente de inquebrantable entusiasmo, le comenta a su mujer que un miembro de su equipo se ha quitado la vida una semana atrás. “¿Por qué no me lo contaste antes”, le reclama ella. “Esas cosas pasan”, le responde él con toda naturalidad, como si le dijera: “La vida continúa”. Es el espíritu de Gregoire Canvel, figura inspirada en un modelo real (el productor Hubert Balsan, cuyo compromiso apasionado con el cine más renovador y menos comercial sostuvo las carreras de Youssef Chahine, Elia Suleiman y muchos otros directores), y el que guía El padre de mis hijos: la mirada apunta siempre hacia adelante.
DISTRIBUTION COMPANY
Un padre que lo es para sus hijos, pero también para su otra familia, la del cine
Nada, ni el violento impacto de un hecho doloroso e inesperado que aparentemente dividirá la historia en dos mitades (pero es expuesto con la distancia y el tono mesurado que adopta todo el relato y que excluye cualquier apunte trágico o melodramático), hará que ese espíritu claudique. Tampoco es casual que la película se cierre con el “Qué será será”, de Doris Day.
Al fin, si Canvel vive en un vértigo permanente donde sobran celulares, cigarrillos, corridas, consultas, actores que necesitan contención, banqueros o proveedores que reclaman pagos e intervalos de dulce intimidad que puede compartir con una familia que le pide más tiempo, es porque esa hiperactividad lo hace feliz. Es un hombre lleno de proyectos, amante de su oficio, generoso,
A los 87 años falleció Ricardo Lavié En Alta comedia, una de sus muchas y destacadas apariciones televisivas
ARCHIVO
Adiós a un artista de dos mundos Tuvo el raro mérito de destacarse al mismo tiempo como actor y en la pintura “Detrás del actor siempre está el pintor”, solía decir Ricardo Lavié, cuyos restos descansan desde ayer en el Panteón de Actores de la Chacarita. Falleció a los 87 años, con el corazón eternamente dividido entre esas dos grandes vocaciones, un dilema que debió afrontar más de una vez con la presión de quien debe tomar las decisiones más trascendentes de la vida. “En la pintura encuentro mi mejor ventana para decir qué pienso, qué puedo y debo decir. Y si el teatro constituye el más mínimo obstáculo para mi otra vida, seré pintor. Diré adiós al teatro”, explicó en los años 60 frente a una de esas encrucijadas. Finalmente logró armonizar esos dos mundos y alcanzó el raro mérito de haber sido reconocido con creces
en ambos. De hecho, en el archivo de LA NACION se registra en su caso el atípico hecho de contar con dos carpetas de igual magnitud con sus logros. Una lleva el apellido artístico –Lavié– con el que ganó fama y popularidad. En la otra aparece con su nombre real –Ricardo Machado, con el que nació en esta capital el 5 de octubre de 1923– a través del cual se lució como pintor. Diez años mediaron entre el nacimiento de las dos grandes inclinaciones de su vida, que estuvo siempre rodeada de artistas (su hermano, Rodolfo Machado; su esposa, Noemí Laserre; su hija adoptiva, Estela Molly). En 1947 inició su carrera artística en Radio Splendid, junto a Nené Cascallar. Ese lucimiento en grandes radioteatros le abrió las puertas de otros escenarios, don-
de siempre se lució como un actor vigoroso y convincente. En teatro hizo múltiples comedias y llegó al protagonismo en el San Martín (Barranca Yaco, Un hombre cabal) y el Cervantes (La dama boba); en el cine se destacó en títulos como Captura recomendada, El túnel y La rabona, y en TV paseó su familiar rostro desde Porcelandia y El Rafa hasta Alta comedia, Matrimonios y algo más y Chiquititas, su último papel. La pintura lo atrapó desde 1956, cuando comenzó a estudiar con Emilio Carpanelli y, más tarde, como discípulo de Leopoldo Presas. Fue un elogiado autor de óleos y acrílicos no figurativos, un colorista nato que jugaba poderosamente con los misterios de la imaginación.
Marcelo Stiletano
persuasivo, tan carismático y dispuesto a resolver problemas como a asumir, aun con sus fragilidades, el rol de padre. De sus hijos y de los que integran su otra familia, la del cine. Como Balsan. Es, claro, la figura dominante de la película (fue un gran acierto confiar el personaje a Louis-Do de Lencquesaing), y debe serlo para que después su ausencia lo haga todavía más visible. Y para que Mia Hansen-Love pueda hablar, a un mismo tiempo y con la misma discreción y la misma sutileza, del duelo, de la transmisión de un legado –humano, artístico– que no debe perderse, de un cine independiente sostenido a fuerza de coraje y determinación, y de las formas de la paternidad. Puede haber cierto quiebre entre la primera parte y la segunda, más reflexiva y quizás algo extensa –donde cobran importancia las figuras de Chiara Caselli, la esposa, y de Alice de Lencquesaing, la hija mayor (en la vida y en la ficción) del protagonista–, pero es probable que la tibia emoción que se ha ido filtrando de a poco en este film-homenaje perdure en el ánimo del espectador sensible.
Fernando López