Nueva Cátedra de Psicopatología I
Ciclo: Nociones Introductorias al Psicoanálisis
Ciclo: Nociones introductorias al psicoanálisis Clase n° 5 Prof. Fabián Naparstek
Hoy vamos a retomar el tema del objeto a desde otra perspectiva, que está ligada al amor. Es decir cómo interviene lo que llamamos en psicoanálisis el objeto a, en el amor. Recuerdan que partimos de la idea de objeto a como resto y de la relación del resto con la causa; vimos también la diferencia entre el resto como causa y el resto como desperdicio. Ubicamos la noción del resto como causa del lado del objeto a, tal como Lacan lo ubica en el seminario X. Después eso va a tener muchas derivaciones a lo largo de su enseñanza, especialmente en los diez seminarios subsiguientes; al menos hasta el seminario XX. Por otro lado, vimos la relación entre el objeto a y la angustia, y cómo la angustia tiene que ver con lo que en el campo de lo simbólico no puede ser nombrado, no puede ser significantizado, aquello que Lacan ubica del lado de lo real. Pensando lo real por fuera de lo simbólico, siempre lo real está ligado a la certeza. Ustedes vieron la fórmula lacaniana de lo que retorna en lo real tiene un efecto de certeza. En el caso de la angustia es lo que no engaña, y después Lacan habla de la certidumbre, que no es exactamente lo mismo. No me voy a detener en esto pero ya saben que todo lo que engaña está del lado de lo simbólico e imaginario, que engañe no quiere decir que no sea central para la vida de la gente o que eso no tenga todo su valor; es más, saben que Freud habla de la realidad psíquica y lo que cuenta es la realidad psíquica. En Freud la disyuntiva está entre la realidad objetiva y la realidad psíquica; lo que cuenta es la realidad psíquica pero no por eso Freud le dice a la gente que la castración no existe, eso poco efecto tiene. Si alguien tiene presente la castración en su realidad psíquica, eso va a tener consecuencias en su vida y respecto del síntoma, por ejemplo. 1
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Vamos a avanzar siguiendo esta idea de que puede haber algo que se relacione al sujeto y que no tenga que ver con el Otro del lenguaje. Para Lacan el partenaire del sujeto es el Otro del lenguaje, es decir que la fórmula que ustedes tienen “un significante representa al sujeto para otro significante”, implica la relación del sujeto con el Otro, porque la mínima cadena significante S1 y S2, es lo que nosotros llamamos el Otro. En estos conceptos hay que partir del más llano sentido común, el Otro es lo heterogéneo. Recuerden el esquema Lambda; está el semejante (a) y el gran Otro (A), el semejante es lo uno mismo, la creencia de que en la identificación imaginaria uno se ubica como semejante de esa imagen en el espejo, compañero, hermano, etc.; y el Otro es lo heterogéneo. A veces ese Otro es tan Otro para uno, que uno se queda sin palabras, mientras más ideal es ese Otro, más heterogéneo es a uno mismo. Aparecen así esos personajes que son para uno semi dioses o dioses completos; como una estrella de rock. Y al tenerlo frente a uno por única vez en la vida, uno no supo que decirle, uno se quedó sin palabras. Para hablarle hay que humanizarlo un poco, hacerlo un poco semejante. Freud muestra muy bien cuando trabaja lo cómico, el chiste, el humor, que la caricatura da cierta humanidad. En la caricatura la cuestión es remarcar un rasgo del personaje que está muy elevado en su idealización, ese rasgo remarcado del personaje lo baja a cierta humanidad. Una de las cosas que presenta Freud es que en el amor hay una idealización del objeto amado, es decir que en el amor uno podría hacer intervenir los tres registros, imaginario, simbólico y real. Ustedes ya saben que en el amor interviene algo del Edipo. El Edipo da una orden, “lo que no se puede”; pero además establece un orden, porque saber lo que no se puede nos permite ubicar lo que sí se puede. El Edipo dice “con tu madre no se puede” y ese varoncito buscará en la vida a otra mujer que no es la madre, pero que tiene sus rasgos. El Edipo es un orientador, entre otras cosas. Dentro de lo simbólico, el Edipo orienta. Lean las estructuras de parentesco y van a ver como Levy Strauss identifica que cada miembro de una tribu tiene X cantidad de
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posibilidades a partir de las relaciones de parentesco. El Edipo ubica la cantidad de posibilidades. En un punto, algo que no termina de ordenar el Edipo es por qué alguien elije a una dentro del total de posibilidades. También estuvieron trabajando la identificación imaginaria y vieron cómo en el amor interviene lo imaginario, lo especular, que para amar a los otros es necesario amarse a sí mismo. No queda tan claro cómo interviene lo real en el amor. Fundamentalmente me interesa mostrarles cómo interviene el objeto a en el amor, voy a poner el énfasis en el objeto a y no en el amor, más allá de que luego retomaremos la cuestión del amor. Para eso voy a tomar un caso clínico que no vemos en la materia de psicopatología, “El hombre de los lobos” y no voy a poner en cuestión el diagnóstico. Lo voy a tomar como un neurótico, más allá de si lo fue o no, pero me interesa abordar un rasgo del caso que tiene que ver con la forma en que Freud trabaja los enamoramientos del hombre de los lobos. El planteo que Freud hace es que el hombre de los lobos presenció una escena infantil, la escena en la que ve a los padres manteniendo una relación sexual; eso no implica que lo recuerda sino que Freud lo deduce y, tiene poco sentido si aconteció realmente o no porque lo que importa es la realidad psíquica. Esa escena grabada en el inconsciente determina un punto esencial en el desencadenamiento del amor, para aquellos que son más románticos podríamos decir el flechazo; no lo planteó Freud así, yo les propongo pensarlo así. El objeto definitivo de la pulsión sexual nunca es el primitivo, dice Freud, tan solo es un subrogado suyo. Es decir que Freud parte de que siempre el objeto de la pulsión sexual es un subrogado de uno primero. Uno primero que no existe y no existió. Freud continúa diciendo que el psicoanálisis ha demostrado que cuando el objeto primitivo de un impulso optativo sucumbe a la represión, es reemplazado en muchos casos por una 3
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serie interminable de objetos sustitutivos, ninguno de los cuales satisface por completo. Ello explicaría la inconstancia en la elección de objeto, el hambre de estímulos tan frecuente en la vida erótica de los adultos. El psicoanálisis nos enseña también que aquellos elementos que actúan en lo inconsciente como algo insustituible, suelen exteriorizar su actividad provocando la formación de series inacabables, puesto que ninguno de los subrogados proporciona la satisfacción anhelada. Es interesante esto porque Freud dice que actúan en lo inconsciente, no pone el énfasis en la realidad sino en aquello que actúa en el inconsciente como algo insustituible, que va por el mismo lugar que la experiencia de satisfacción. ¿Qué quiere decirnos Freud con esto? Freud nos habla de la inscripción de eso, encuentra en el inconsciente una inscripción de lo que debe haber sido una primera vivencia de satisfacción. Eso actúa como algo insustituible. En lo cotidiano contamos con los objetos sustitutivos y tienen determinada característica, deducimos por ello que el objeto insustituible habrá tenido esa característica. En efecto, lo insustituible eficaz dentro de lo inconsciente se enuncia mediante el relevo sucesivo de una serie interminable. Doy un ejemplo: A veces uno se encuentra con ciertos hombres que están muy pegados a la madre y eso les impide formar una pareja; ese lazo con la madre muestra que esa madre no hace a lo insustituible eficaz. No es lo mismo lo verdaderamente insustituible, que un hombre diga “no hay como mi madre” y se quede a su lado siempre; que lo insustituible eficaz, ya que le permitiría armar series. Se enuncia, dice Freud, mediante el relevo sucesivo de una serie interminable y cae porque en cada subrogado se echa de menos la satisfacción ansiada. Freud establece que si funciona ese objeto insustituible, eso genera condiciones eróticas, esto es, que cada uno va a tener determinada condición para elegir la serie de subrogados.
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Estas condiciones provienen, en el hombre de los lobos, de la constelación materna. La mujer tenía que mostrársele en la postura que en la escena primordial hemos adscripto a la madre. Desde la pubertad veía el máximo atractivo femenino en unas redondas nalgas opulentas. Efectivamente Freud describe cómo cada vez que el hombre se encontraba con una mujer en la posición de la madre, se enamoraba de esa mujer. Por ejemplo, de la institutriz que encuentra agachada fregando el piso. El encuentro con esa escena desencadena el enamoramiento. Luego, a la que va a ser su mujer, también la encuentra en esa posición, agachada. La escena primaria, que no es recordada, es reemplazada por la segunda escena en la que encontramos a la institutriz. Esa institutriz estaba arrodillada en el suelo tenía a su lado un cubo de agua y una escobilla; y se burlaba del niño o le reprendía. Freud dice entonces que, al ver a la muchacha fregando el suelo, el sujeto se había puesto a orinar frente a ella, quien le dirigió seguramente una broma y una amenaza de castración. La idea de Freud es que para que la vivencia primaria se convierta en insustituible y eficaz, tiene que ser reemplazada por una segunda escena, en este caso la madre es reemplazada por la institutriz. Insisto, esto Freud lo construye, la primera escena no la recuerda el hombre de los lobos sino que se la construye a partir de la segunda. Alumno: ¿Cómo se sabe que es producto de un recuerdo y no una fantasía? F.N.: En un punto, poco importa. Interesa tener presente que estamos en el campo de la realidad psíquica. Se ve también en los sueños, ¿Cómo sabemos si el sueño es como lo cuenta el paciente? No importa, lo que importa es lo que cuenta el sujeto del sueño; con eso trabajamos. La escena tiene consecuencias para el sujeto en la vida, en este caso, cada vez que se encuentra con una mujer en esa situación desencadena algo. Tiene consecuencias en el 5
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cuerpo, determinadas escenas logran que el hombre se excite, por ejemplo. Consecuencias fuertes porque toca el cuerpo, es decir, un hombre logra la erección a partir de ciertas fantasías y a veces son más importantes que la presencia de una mujer. Eso mueve el cuerpo, en ese sentido pensamos la eficacia y las condiciones eróticas. Alumna: ¿El objeto a es el objeto de amor erótico, el primer objeto que erotiza en la etapa del complejo de Edipo? Es decir, que el chico se siente atraído por la madre y el padre interviene diciendo “con ella no”. F.N.: Decimos que la escena tiene que ser reprimida primariamente y si interviene la represión suponemos que el padre intervino como función. Tiene que haber algo perdido, sí, pero a lo que apunto es que ese hombre se excita ante cierta circunstancia y quizás él desconozca esto, porque no va a decir “me enamoré de un culo”, dirá “me enamoré de una mujer”; pero esa mujer tiene que tener ciertas condiciones. Llegado a un punto, esa condición erótica está vacía de sentido, aunque esté atravesada por el Edipo. Esto es parte de un conflicto entre hombres y mujeres. La obsesión emanada de la escena primaria se transfirió a la escena con la institutriz y siguió actuando merced al nuevo impulso en ella adquirido. Pero la condición erótica experimentó una modificación que testimonia la influencia de la segunda escena, pues quedó transferida desde la postura en la mujer a su actividad en la misma. Es decir que, a partir de la segunda escena ya no sólo se va a excitar con una mujer agachada sino con una mujer que está fregando. Hubo una transferencia sobre esa actividad. A partir de esa primera sustitución, tenemos la posibilidad de una serie. El acto realizado por el niño de dos años y medio con la institutriz es el primer efecto visible de la escena primordial. Ahora bien, el amor en tanto tal hace que el sujeto desconozca su propia condición erótica; cuando alguien se enamora, lo hace de una persona. Freud dice que uno idealiza y ese idealizar en el amor supone desconocer la condición erótica que determina ese amor. Por eso, del lado femenino se presenta esta cuestión de que luego del acto sexual se demandan 6
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palabras, no importa qué se diga, las palabras son signo de amor, porque eso vela, esconde, que eso se sostiene sólo por una condición erótica. Vela que sólo quiere eso y la pregunta subsiguiente es “¿Qué querés de mí?”. Una vez que pasó eso “¿Qué soy yo para vos?”, “¿Qué va a pasar con lo nuestro?”. Y toda la serie de preguntas que surgen cuando la mujer se siente reducida a un objeto; la manera de salir de esa reducción es pasar por la vía del amor. El narcicismo hace de algo una totalidad, la condición erótica fragmenta esa totalidad. En la relación del amor tenemos algo de la pareja sujeto y Otro, equivalente a la relación en un análisis en que alguien viene y le habla al Otro. El dispositivo analítico que inventa Freud ubica al analista en el lugar del Otro; en Otro que incluso no se lo puede ver porque uno está acostado en un diván, como si uno le estuviese hablando a un dios griego. Mientras más se ve al partenaire, más defectos se le encuentran; se hace evidente que cuando se pierde el amor se advierten los defectos del otro que el amor impedía ver. La transferencia es equivalente al amor y no se diferencia del amor de la vida cotidiana, salvo la respuesta que da el analista a ese sentimiento amoroso del paciente. El analista debe preservar ese amor en el nivel de la palabra, si pasa al acto sexual, se acaba el análisis. Se acaba el análisis porque se tira abajo algo del Otro, más allá de las cuestiones éticas en juego. Freud plantea que en el amor transferencial interviene un clisé, lo van a ver cuando trabajemos el caso Dora, Lacan en lugar de llamarlo clisé lo llama matriz. Sería un molde. La relación que se tiene a partir de la condición erótica es como un molde, el molde que habrán experimentado al jugar con arena u otra sustancia maleable. Todo lo que se mete en ese molde, sale con la misma forma. Hay algo en el amor que para el sujeto tiene siempre la misma forma, sigue una matriz, un clisé. No alcanza con decir que se trata de la madre porque entonces todos los hermanos elegirían a la misma mujer, sino que hay algo bien singular y es cómo se arma la relación amorosa a
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partir de un molde. Eso ya no es sólo la relación del sujeto al Otro, sino su relación a un objeto. Algo que aparece todos los días en análisis es gente que habla de que no puede parar de encontrar diferentes mujeres y ninguna le dura a pesar de que es momento de sentar cabeza y formar una familia. En ese pasaje entre varias mujeres se pesca que algo se repite de la misma manera en cada elección; se repite como un molde. Eso ya no es la relación del sujeto al Otro sino al objeto. Lo planteo desde otra perspectiva, Freud indica que la pulsión no tiene objeto predeterminado por la especie. A partir de cierto momento se establecen para el sujeto determinadas condiciones, que hacen que cada sujeto encuentre su satisfacción sexual de un modo muy específico. El ejemplo que más le sirve a Freud es el del fetichismo. El príncipe de la cenicienta gozaba con una mujer que encajara en un zapato especial; eso es una condición erótica para Freud y la llama fetichista. Una cosa son los verdaderos fetichistas y otra los que tienen una condición fetichista. Si el príncipe hubiese sido un verdadero fetichista, se hubiese quedado con el zapato, no salía a buscar a nadie. Están los fetichistas que gozan del objeto fetiche, y están aquellos que necesitan del fetiche para gozar de una mujer. El príncipe es de este orden, que sale a buscar a la mujer. El fetichismo muestra muy bien que uno no cambia nunca la condición erótica aunque vaya en contra de la lógica del mercado actual, que nos lleva a cambiar de zapato todas las temporadas. Sin embargo, el fetichista quiere el mismo zapato siempre igual. La relación del sujeto con el objeto es perdurable, es para toda la vida; pero partimos de la base de que no hay un objeto predeterminado por la especie humana. Uno gozará a partir del zapato, otro a partir de la mujer agachada. Cada quien encontrará una satisfacción a partir del vacío de un objeto que no hay. Esto se puede construir en un análisis a partir de la repetición.
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Si siempre aparece el mismo rasgo, ello dará cuenta de cierta escena primaria y no interesa si verdaderamente fue así, sino la eficacia que ello tiene en el inconsciente y determina la conducta del individuo. Vemos entonces que se repite como un clisé y se repite a pesar de uno mismo, uno cree que elije cuando en realidad está determinado por el molde. El amor hace creer también que uno elije porque se encontró con la media naranja, llamemos a eso tener química, pero el príncipe tenía química con las mujeres que encajaban en ese zapato. Ahora bien, si ustedes quieren, en un punto se puede seguir creyendo en el amor, para Freud se puede creer en el amor en el punto en que, el hombre de los lobos se encontró con una mujer agachada. Interviene algo del azar, entre los cultivos encontró a una mujer agachada y luego fue su esposa, pero nunca va a decir que se enamoró de una mujer agachada, para llegar a eso es necesario hacer un análisis que descubre algo del clisé. El análisis no destruye el amor sino que apunta a estas cuestiones porque las personas sufren. Es decir que, además del aspecto simbólico del Edipo que determina con cuales sí y con cuales no; y además del aspecto imaginario de hacer de ese partenaire un ideal; es preciso un molde que desencadena algo del amor. Uno lo puede pensar como el flechazo, como la química, pero de lo que se trata es del desencadenamiento de algo que tiene eficacia. En definitiva, lo que le pasa al príncipe es lo que le pasa a cualquier hombre que anda con su zapato a cuestas buscando una mujer. Esto orienta, es decir que el príncipe buscaba a una mujer que encajara con ese zapato, y no por ello es fácil porque tal vez la mujer debía calzar 45 y no es fácil hallarla; de hecho hoy en día encontraría otra cosa con talla 45, no? … Esto también da cuenta de la metáfora de la que nos habla Lacan, cuando alguien puede sustituir a la madre por otra mujer, está haciendo uso de una metáfora.
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La gente no viene al consultorio diciendo “yo tengo metáfora paterna” o “yo no tengo metáfora paterna”, no. La sustitución de una mujer por otra nos habla del uso de la metáfora paterna. En la psicosis esto se presenta de un modo muy particular, Schreber no podía hacer esa sustitución y él mismo se transformó en la mujer de dios. El tenía muchas poluciones nocturnas y eso da cuenta del fenómeno elemental que es insoportable para Schreber, eso no responde a ninguna condición erótica, eso está fuera de control. Allí no hay ninguna orientación. Si no se produce esa primera sustitución eficaz, podemos tener algunos casos de neurosis en donde la metáfora no se puso en función; una cosa es que esté inscripto y otra que esté funcionando. El príncipe sabe que tiene que buscar una mujer que entre en su zapato, mientras que el psicótico no tiene ningún zapato. Hemos trabajado el aspecto Edípico del asunto y le agregué un aspecto más que tiene que ver con la relación al objeto, que no está en la primera enseñanza de Lacan. Para Schreber el problema no fue en el nombramiento sino cuando él tiene que asumir funciones, algo puede estar inscripto pero no necesariamente quiere decir que se haya puesto en funciones. Este doble momento de la inscripción y la puesta en funciones, acontece en la neurosis. En la psicosis aparecerá la descompensación cuando se le requiera la credencial. Suponemos que cuando alguien tiene que enfrentar algo de la paternidad y la sexualidad se requiere algo del nombre del padre, en el caso de que no haya se enfrenta a un abismo, un agujero; en la neurosis cabe la posibilidad de poner en funcionamiento la metáfora y podrán aparecer, por ejemplo, los síntomas ante eso. Freud hablaba de la salud aparente, se trata de una neurosis que todavía no está puesta en función, lo estará cuando se requiera poner todos los elementos en funcionamiento.
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Bueno, seguramente retomaremos los teóricos optativos en la segunda parte del año, tendrán la información disponible en la página también y verán los temas que se hablarán en este espacio. Nos encontramos la próxima.
Desgrabación: Constanza Paraje Establecimiento del texto: Nicolás Bousoño Versión no revisada por el Prof. Naparstek.
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