Espectáculos
Página 6/LA NACION
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Domingo 13 de diciembre de 2009
MUSICA Lo que vendrá Puro lujo. Un homenaje a Kagel, un espectáculo sobre un film de Fritz Lang y un gran concierto en la Catedral. Hoy NA las 17, Coro Nacional de Jóvenes, con dirección de Néstor Zadoff. Basílica Nuestra Señora del Pilar, Junín y Quintana. NA las 18, Sinfónica de Avellaneda, que dirige Bracha Waldman. Parque Los Derechos del Trabajador, Mitre 5000, Villa Dominico. NA las 18, arias y dúos de ópera por el Grupo Meta Teatro y Tardes Líricas. Escuela para la Libertad, Independencia 1419. A la gorra. NA las 18.30, Orquesta y Coro de la Camerata Exaudi, con dirección de Pablo Dzodan. Templo de la Masonería, Perón 1242. $ 37. NA las 18.30, espectáculo de cine y música a partir del film Las tres luces, de Fritz Lang, con realización musical de Abril Padilla. C. C. Recoleta, Junín 1930 1° piso. Gratis. NA las 19.30, Orquesta Música Sin Edad cierra el Ciclo de Música en el Hall. Teatro San Martín, Corrientes 1530. Gratis. NA las 20.30, encuentro coral con dirección de Guillermo Suar. Interpretarán Carmina Burana. Colegio Calasanz, La Plata 955. Gratis.
Miércoles NA las 18, concierto de chelo (Luis Cerutti) y piano (Guillermo Regalado). Auditorio de La Emba, Sarmiento 625 2° piso. NA las 20, concierto navideño de la Camerata Académica y el Coro de Niños. Teatro Argentino, Av. 51, entre 9 y 10. Gratis.
Homenaje a Mauricio Kagel NA las 20.30, homenaje a Mauricio Kagel con un concierto/ espectáculo que dirige Diana Theocharidis. Instituto Goethe, Corrientes 319. Gratis. Repite jueves y viernes.
Jueves NA las 19.30, concierto del Collegium Musicum con la actuación del Estudio Coral de Bs. As. y la Camerata Bariloche. Catedral Metropolitana. Gratis.
(Grabaciones)
la página de los discos
Una guerra muy poco silenciosa La búsqueda de un mayor volumen en la grabación de los discos y su víctima colateral: el placer de escuchar No es precisamente una guerra silenciosa, pero en esto que en el mundo anglosajón ha venido a llamarse the loudness war, el silencio está en juego. No el silencio radical, sino el silencio que permite la diferencia con la ausencia de silencio, ese yinyang esencial, sin el cual no habría música. En juego está el abanico de posibilidades disponibles para el oído y para el disfrute de la escucha. Es que, desde hace varios años, se ha ido limitando el espectro de los sonidos de un álbum en pos de un volumen que todo lo iguala. En pocas y simples palabras, en busca del impacto que atrape al oyente, la música suena hoy más fuerte, pero en el camino y por cuestiones técnicas derivadas de la necesaria compresión que se le aplica, hay víctimas: los sonidos más sutiles. Así, lo fuerte suena fuerte, y lo menos fuerte también suena fuerte. Si el rango de sonidos dinámicos se ha estrechado cuando uno escucha hasta en un buen equipo, debido a cómo fue grabada la música, el tema empeora en la radio. Es que las emisoras, para evitar desniveles de volumen entre tema y tema, ya le aplican a todo lo recibido su propio shock de compresión. Según expertos en audio, cuando a una compresión (la original de un disco) se le suma otra (la de la radio, por ejemplo) ambos compiten entre sí y producen distorsiones o un sonido molesto. Así, el sonido digital, que había aparecido como la gran panacea para los amantes de la música, ha demostrado tener también su lado nefasto. Además, aseguran los expertos, este sonido tan alto y con poca variedad, produce rápidamente un cansancio en el oyente, una suerte de saturación sensorial. Pero no todo está perdido, y muchos músicos han señalado sus frustaciones (Bob Dylan, hace un par de años y como para poner las cosas en negro sobre blanco, aseguró que ya no hay manera de hacer discos como antes) y han elegido otros caminos. A veces, son los mismos oyentes los que elevan fuerte su voz. Y no estamos hablando sólo de amantes de la sutileza: nada
Bob Dylan y su señal de alerta
Fernando Ruiz Díaz, de Catupecu
menos que los fans de Metallica fueron quienes pidieron que se volviera a mezclar el último disco de la banda, Death Magnetic, cuando descubrieron que la versión para el juego Guitar Hero era mejor que la del CD, ya que este último era 10 decibeles más fuerte con la pérdida de rango dinámico que ello implica. Por aquí también hay batalla y resistencia. Alvy Singer, por ejemplo, decidió ser muy claro en su último álbum, el muy recomendable El corazón fantasma. El cantautor que graba y se presenta con su big band incluyó en la portada el siguiente texto,
Ezequiel Borra, por la afinación libre
junto al logo de Turn Me Up: “Para preservar la emoción y la dinámica de las interpretaciones originales, este disco tiene, intencionalmente, menos volumen que algunos otros. Para el máximo disfrute, simplemente, suban el volumen”. El gusto por la variedad y el cuidado de los sonidos parece ser el tema convocante en una interesante escena local de la que participan (y en la que intercambian) Lisandro Aristimuño, Antonio Birabent, Pablo Grinjot, Juan Ravioli, el mismo Singer y Ezequiel Borra, entre otros. Este, en su último disco, el doble Las cosas del mundo / De todos los días, menciona en su libro a dos movimientos (¿reales? ¿deseados?): MAC (movimiento anticlic) y MAL (movimiento por una afinación libre), su manera de resistencia al standard y lo dogmático. Los más rockeros, pero también curiosos y buscadores, Catupecu Machu, han buscado para el proceso de masterización de su último disco, Simetría de Moebius, a alguien que no tuviera la obsesión del volumen alto y, para ello, la banda viajó a los estudios Sterling de Nueva York. Resultado: el disco es potente y vibrante, pero a la vez variado, como si hubiera siempre algo más por descubrir sonoramente; sea en temas a tres bajos, como “Anacrusa”, en el juego de extremos de “Víbora vientre” o en la reversión de sí mismos, “Batalla”.
Alvy Singer: a mover las perillas
(La compactera) Milton Nascimento & Belmondo Milton Nascimento & Belmondo
Cueca negra Pablo Tozzi Trío
Ponta de areia, Canção do sal, Milagre dos peixes, Oracão, Travessia, Morro velho, Nada sera como antes, Berceuse/Malilia, Saudade dos aviões da Panair/Ponta de areia (RP/Random).
Cueca negra, Una voz que grita, Río, Chacarera y tambor, Estación Brigadeiro, Cenizas, Carnavalito, Desvelo, Alegría, Vuelta a la infancia, Pido perdón (La Cantora Discos).
Stéphane (trompeta, flügelhorn) y Lionel Belmondo (saxo, flautas) figuran entre los artistas descollantes del jazz europeo; han indagado en la obra de diversos creadores del siglo XX y suelen rendir tributo a algunos de los músicos cuya influencia reconocen. Después de Stevie Wonder u Horace Silver, los hermanos invitaron a Milton Nascimento, parte de cuya obra revisan en su compañía y la de otros destacados músicos. En los clásicos del mineiro y en sus melodías que mezclan pop, jazz, Beatles, canto religioso y folklore, pero con sello propio, han encontrado rico material para nutrir este elegante recital de cámara que cautiva por su lirismo y su delicadeza. Brillan los solos de Stéphane y del pianista Eric Lengini, un par de invenciones a partir de Franck y Ravel y, claro, la voz, indispensable, de Milton.
La labor del contrabajista Pablo Tozzi es progresiva porque desde su participación en El Terceto, que compartió con Norberto Minichilo y Hernán Ríos, su trabajo fue progresando hasta dar con una canción con elaboración armónica, referencias a las raíces folklóricas y una sonoridad que fue ofreciendo leves cambios. Cueca negra está planteado desde un trío de jazz (con Néstor Lamónica, en batería y voz, y Sebastián Jakimczuk, en piano y voz) pero sería muy acotada esa definición porque la que parece mandar es esa canción que mixtura formas folklóricas con urbanas. La composición propia es otra de las características de esta auspiciosa etapa musical de Tozzi. A su trío se suman Chango Farías Gómez, Verónica Condomí, Facundo Guevara, Franco Luciani y Guillermo Capocci, en gran sintonía con la propuesta de este bajista, autor, compositor y cantante.
Fernando López
Mauro Apicella
Adriana Franco
Festejo y premio en el Día del Tango
Un milagro llamado Horacio Salgán HERNAN ZENTENO
A los 93 años, el pianista recibió un premio y sorprendió con un tango inédito “Ahí viene el maestro; vamos a sacarnos una foto con él”, le decía el cantorazo Horacio Molina a otro maestro del tango, Raúl Garello, como si fuera un adolescente persiguiendo a su ídolo de rock. Entre los flashes, el andar chaplinesco de Horacio Salgán, el pelo mota como electrizado y la media sonrisa que lleva como estampa en el rostro resaltaban del resto de los mortales. Colegas del tango, del jazz y del folklore, lo rodeaban y tocaban, para ver si por ósmosis se les contagiaba algo de su inspiración y magia. La contribución de Horacio Salgán al tango, como director, arreglador y compositor, es equiparable al descubrimiento de la rueda para la historia de la humanidad. Pero esa historia que escribió con su piano como autor de obras como “A fuego lento’’, como creador vanguardista de la orquesta, con el dúo legendario que formó junto al guitarrista Ubaldo De Lio y con los arreglos que escribió para el Quinteto Real, no modificaron para nada esa personalidad afable, sobria y espontánea que sigue manteniendo a los 93 años. El clima que se vivió anteanoche en la Casa Defensa (un edificio del siglo XVIII, recuperado por el gobierno nacional) era lo más parecido a un cumpleaños. “A lo largo de 75 años de trayectoria he recibido muchos reconocimientos, pero nunca pensé que iba a recibir una distinción con mi nombre”, dijo el
maestro, entre ruborizado y emocionado al recibir su regalo, el Premio Nacional de Tango Horacio Salgán, instaurado por el Consejo Federal de la Música y la Agencia Télam, que a partir de ahora llevará su nombre y se entregará todos los años en el Día Nacional del Tango. “Toda mi historia fue jalonada por los miles de músicos que conocí en distintos géneros, desde el folklore, la clásica, el jazz y el tango, que me estimularon extraordinariamente a través del tiempo”, completó el artista, que comenzó a tocar el piano a los 6 años.
Más música que palabras La ceremonia tuvo momentos solemnes con palabras “oficiales”, que, por suerte, duraron poco, y hubo mucha música con el Nuevo Quinteto Real, que dirige su hijo César Salgán en piano, Carlos Corrales en bandoneón, Julio Peresini en violín, Juan Pablo Navarro en contrabajo y Ubaldo De Lio en guitarra, que le rindió tributo al autor de “A don Agustín Bardi”. Con el mismo gesto de su padre, posando la mano izquierda sobre la esquina del piano, en aquellas temporadas memorables del Club del Vino, César agradeció: “En todo este tiempo, fue muy lindo ver el cariño que mi padre recibió de todos los músicos’’. Acto seguido, el quinteto tocó los arreglos de Salgán, con Ubaldo De Lio sumándose a la guitarra para recrear con estilo y mugre tanguera clásicos como “La
llamó silbando”, “La puñalada”, “Hotel Victoria” y “El amanecer”. Fue un anticipo de lo que vendría. Muchos amigos músicos de distintas generaciones, estudiantes, dirigentes sindicales, funcionarios del gobierno nacional y representantes de las Madres de Plaza de Mayo, que asistieron a rendirle tributo a Salgán, terminaron recibiendo un regalo sorpresa. En el final de la ceremonia, el pianista volvió a tocar nuevamente en un escenario (como lo hace habitualmente en su casa desde que se retiró silenciosamente en 2003) y deslumbró con un inédito “Tango de la madrugada”. Apenas unos largos minutos para entrar en su paraíso tanguero. Las dos manos fluían sobre las teclas y creaban ese clima orquestal y onírico más cercano a una sinfonía y a la rítmica acentuación tanguera que forman parte de su sello permitieron disfrutar nuevamente del milagro de su música, su swing y su inspiración. El premio fue la excusa. Los organizadores soñaban con ese momento. Y el resto del público encontró la mejor manera de celebrar al tango en su día. Al bajar del escenario, la gente se abalanzaba sobre el tótem sagrado. Y, otra vez, con ese aire juguetón, Horacio Salgán desacralizó la situación: “No sé si toqué bien, pero toqué fuerte, ¿eh?”, le repetía travieso a su compinche ocasional, el bandoneonista Ernesto Baffa.
Gabriel Plaza