Tras una experiencia multitudinaria en Buenos Aires, en un predio enorme, la banda insignia del britpop llegó por primera vez a Uruguay para presentarse en el Festival Primavera 0. El Teatro de Verano es un venue muy chiquito -con capacidad para 3800 personas-, de muy lindo diseño al aire libre frente al mar de Punta Carretas. Sabiendo esto, era de esperar que este fuera un show mucho más íntimo, pero no que se viviría realmente tan cerca. Mucha remera de Milky dando vueltas, banderas y acentos delatan un público mezcla de uruguayos, argentinos, brasileros y chilenos, que se muestran impacientes al término del set del grupo soporte Sonia. Y es que la espera de una hora y media se hace eterna, hasta que finalmente cae el sol. Minutos antes de las 22 se acerca Smoggy, guardaespaldas de Damon, con una pila de toallas para los fotógrafos que están delante de la valla. Sí, va a caer agua. Y no precisamente de lluvia. Suena de fondo Theme From Retro y la gente los recibe a gritos. “¡¿Están listos?!”, pregunta Damon mirando fijo al público. Arranca Girls & Boys y la primera impresión de ver un show tan de cerca es que se ve absolutamente todo: las caras, los gestos, los guiños, las muecas, las sonrisas, las miradas cuando se comunican entre ellos. Es impresionante. No se pierde ni un detalle. Platea alta o platea baja, desde todos lados se ve y se escucha bien.
banda cuatro coristas -dos negras y dos negros-, tres músicos en los vientos y un tecladista. La parte experimental del disco 13, con Trimm Trabb y Caramel, da lugar a Graham para que tome protagonismo en Coffee & TV y Tender, que por supuesto deja a toda la gente coreando el “Oh my baby” incluso después de terminar. Graham permanece bastante quieto aunque cada tanto se agacha a ver la pedalera -sus lentes quedan en el piso-, tratando de encontrar qué es lo que causa un molesto ruido que lo incomoda. En un momento hace con las piernas “el 4”, tal vez para mostrarnos que sus días de ebriedad quedaron atrás. Se ve tan tímido y cabizbajo que causa ternura, incluso cuando se comunica gestualmente con Alex, dejando escapar una sonrisa. Alex en cambio está en su pose: la pera bien alta, el pucho en la boca, la cara de costado. Se lo ve disfrutando cómodo, frente a la tensión de Coxon. Derrocha glamour y facha, incluso con esa panza. Deambula lento como si el aire lo hamacara suavemente, se mueve relajado como en trance, tirando patadas por ahí. Ése es su baile.
Antes de la segunda canción, Damon cuenta que está muy contento de estar por primera vez en Montevideo y muy agradecido por la invitación. Comienza Popscene, agarra un par de botellitas de agua y se viene el revoleo. Dibuja arcos empapando a todos en las primeras filas. Corre hacia los costados para que no quede nadie seco. Canta con el megáfono: “Hey hey, come out tonight”, da un par de saltos, mueve las rodillas para adentro y sigue mojando. Lo disfruta como un nene travieso en carnaval.
Promediando el concierto llega uno de los momentos más esperados. El tema en que los fans saben que su ídolo se va a acercar, que lo van a poder tocar. Ya vieron todos los setlists con el asterisco de “Singer may enter crowd barrier” al lado de Country House. Damon se asoma al borde del escenario con las manos en la cintura analizando el terreno. Lanza una mirada pícara a Smoggy como avisándole: “mirá que ahí voy eh”. Baja la escalera rodeado por varios grandotes de seguridad mientras una luz blanca lo ilumina y se trepa alto en la valla. La gente desespera y él toca todas las manos que puede mientras Smoggy lo agarra del jean por atrás. Grita fuerte: “Argentina”. No, no se confunde, es que ve banderas de nuestro país presentes. Damon desborda energía: corre y vuelve ágilmente de una punta a la otra, salta enchufadísimo y es tan hipnotizante que es imposible dejar de seguir sus movimientos.
“We like you”, sonríe Damon y empiezan los rasgueos de Beetlebum. Acompañan a la
La fiesta sigue con la entrada de Phil Daniels para Parklife, quien saluda al grito de “Ohey”,
y la gente le responde “Ohey”. Al actor le gusta hacer poses tanto como al cantante, con quien juega a correr con las rodillas levantadas y se cruza de un lado a otro cual payasos divirtiéndose. Damon ya nos tiene acostumbrados desde el video de The Universal y cada tanto nos regala esas poses en las que se queda un rato congelado, con los brazos arriba, como si estuviera esperando atajar algo que le va a caer del cielo. Mira al cielo, y robóticamente pasa a otra pose. O hace que reza, o tira un beso. Sin embargo, en This Is A Low se cuelga durante un rato largo en el que se queda quieto, con los ojos cerrados y la cabeza entre las manos. Estático. Y es que el solo de guitarra de Graham en ese tema logra transportarnos a todos. Los cuatro se despiden por unos instantes pero enseguida vuelven al escenario para el encore. Mientras Alex toma algo de una taza (ya no quedaban botellitas sin tirar) y fuma un cigarrillo, Damon se sienta al piano para tocar Under The Westway. Llegando al final, todo es silencio cuando casi a capella su voz suelta un “Aleluya…” que retumba emocionante en todo el teatro. Aquí demuestra que su performance es de una entrega total. Además de ser un eufórico showman, es muy buen cantante, compositor y pianista. Después toma su guitarra y vuelve al frente para llevarnos de regreso a los 90 con For Tomorrow. Pone a todos a hacer palmas y alguien le tira un regalo. Él arrastra en español un “¡muchaaas graciaaas!” y Blur se despide de Uruguay con Song 2, haciendo vibrar el piso y asegurándose de que el “woo-hoo” sea saltado y gritado como corresponde. El setlist fue exactamente el mismo que en Buenos Aires excepto por el homenaje a Lou Reed, que acá faltó. El público: notablemente más tranquilo y menos efusivo, a tal punto que el cantante tuvo que arengar con los brazos. Lamentablemente, hubo algunos inconvenientes técnicos con el sonido que causaron ruidos molestos, pero la banda puso su mejor cara y siguió adelante con el show. Y tanto no importó porque la experiencia de ver a una de las mejores bandas de los últimos 20 años, en su mejor momento y a cuatro metros de distancia, no tiene precio.