Las Cañitas se aleja de los restós y se vuelve más familiar

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BUENOS AIRES

| Domingo 11 De enero De 2015

Buenos aires

Edición de hoy a cargo de Ricardo Larrondo www.lanacion.com/buenosaires | @LNBuenosAires | Facebook.com/lanacion [email protected]

Las Cañitas se aleja de los restós y se vuelve más familiar

Una zona que ya no resulta tentadora

Con el cierre y mudanza de restaurantes, la zona de Palermo reconocida por la movida gastronómica va cambiando su fisonomía; se construyen más edificios de departamentos; los vecinos, más tranquilos

opinion Cecilia Boullosa

La zona de Las Cañitas, en Palermo, supo ser un destino obligado al momento de elegir una salida completa que incluyera tomar un trago, cenar y luego terminar la noche en un boliche de moda. Todo cerca, incluso en la misma cuadra. Pero en los últimos años el paisaje sufrió una metamorfosis y el incesante movimiento parece ser cosa del pasado, especialmente los fines de semana. Desde los locales gastronómicos acusan, desde 2012, un 40 por ciento menos de cubiertos cada año, que junto con los insumos y cargas sociales complican la rentabilidad. Así, la movida nocturna viró hacia otros destinos, volviendo a Las Cañitas una zona más familiar. Esto es lo que reflejan algunos datos del rubro gastronómico. Para citar algunos ejemplos, en el último año 28 bares dejaron de funcionar en la ciudad de Buenos Aires según el sitio airesdebares.com; de ellos, nueve estaban en Las Cañitas. Restaurantes emblemáticos como el Soul Café, Campo Di Fiori, La Ménsula, La imprenta, La Stampa y Piégari Piazza también migraron hacia otros sitios. Vecinos del barrio calculan que fueron cerrados cerca de 15 comercios en los últimos 3 años. Algunos de ellos cambiaron de dueño, a veces más de una vez. otros se transformaron en confiterías, heladerías o simples quioscos. Muchos tienen aún el cartel de venta en la puerta. Un caso emblemático fue el del músico Fabián Von Quintiero, “el Zorrito”, que supo ser dueño de varios emprendimientos gastronómicos de Las Cañitas como Eh, Santino, Voodoo Bar, Nina Wok, Bruni y Soul Café. Este último, un ícono y de los pioneros del barrio, cerró sus puertas en 2013. Su alma máter lamentó en su momento la decisión, pero se percató de que el polo gastronómico ya no estaba allí, sino que iba mudándose a otras zonas, como Palermo Soho. Patricia es la encargada de la pizzería Tonno, uno de los locales más emblemáticos de la zona, y vecina de Las Cañitas desde hace 34 años. Cuenta que en un principio el barrio como tal no existía, había sólo baldíos con cañaverales. Luego, por la proximidad con el Hipódromo, se instalaron las caballerizas. Alrededor de 2003 surgió el boom de los locales gastronómicos y boliches, hasta hace 3 o 4 años, cuando, primero paulatina y luego de manera más asidua, comenzaron a cerrar. Culpa al exceso de competencia y a los altos alquileres: “Surgen todo el tiempo nuevos lugares en donde antes había un garaje de una casa. Los ponen con toda la pompa y a los dos meses cierran. Cobran precios muy caros pensando que los turistas son tontos y pagan cualquier cosa”, explica. otros, en cambio, empiezan con precios sospechosamente bajos “contra los que es imposible compe-

Hay dos tipos de restaurantes: aquellos a los que vas porque te quedan cerca y cómodo –están en zona– y aquellos hacia los que sos capaz de moverte. Tal vez todavía siga funcionando para la gente del barrio, pero hace un rato –por lo menos dos años, tal vez más– que Las Cañitas no resulta tentador para quienes necesitan trasladarse hasta ahí (y quieren comer rico). No vale el viaje. Y los que van en auto saben que tampoco vale el incordio de estar dando vueltas y vueltas sin encontrar un sitio para estacionar. “Perdió el glam”, dicen algunos. “Cambió el público, ahora es más bolichero”, mencionan otros. Pero más allá de esto, apreciaciones subjetivas, se quedó sin lugares fuertes a nivel gastronómico. Resisten algunos históricos como Novecento y Morelia, donde se sigue comiendo bien, pero, en general, abundan los restaurantes genéricos, sin personalidad o fruto de la improvisación –abren y cierren antes de que te des cuenta de que estuvieron ahí–, cadenas, parrillas o bares donde la comida es lo de menos. De los restaurantes de autor que generaron cierto runrún en el último tiempo, ninguno está en los terrenos linderos con el campo de polo. Los chefs sub 40 prefieren instalarse en barrios periféricos como Colegiales (Astor), Montserrat (Chochán) y hasta Constitución (Aramburu Bis), zonas de Palermo menos saturadas (La Alacena, La Carnicería), barrios clásicos como Recoleta (Tarquino) o apuestan a polos gastronómicos en crecimiento, como los alrededores del zoológico (Mishiguene). Lo mismo pasa con las barras más relevantes hoy en la ciudad: no hay una sola en Las Cañitas. En 2013 cerró Soul Café, después de 19 años, y a fines de 2014 la trattoria Eh, Santino. Dos símbolos del Cañitas memorable. “Ni loco vuelvo a poner algo en el barrio”, decía Cristian Quintiero, creador de lugares que marcaron una época–Voodoo, Soul, Nina– junto con su hermano, “el Zorrito”. Quintiero prefirió apuntar hacia una zona más tranquila y residencial, el Bajo Belgrano, para abrir su último emprendimiento, San Gennaro. Algunos tal vez recuerden cuando Báez era doble mano y empedrada, cuando lo que pasaba en la noche de Buenos Aires ocurría en esas dos o tres cuadras, donde se podía comer bien, ir a un bar, tomar un cóctel, bailar. Esta Cañitas, con varios cambios fisonómicos mediante –ensanche de veredas e iluminación del aeropuerto– no existe más. QEPD.ß

tir, eso nos mata”, se lamenta. Destaca sin embargo algunos cambios positivos, como la construcción de edificios de departamentos, que sumó clientes y propició de cierta manera la inauguración de restós. El triángulo delimitado por las avenidas Dorrego, Del Libertador y Luis María Campos concentra el corazón de esta exclusiva zona, que en los últimos tiempos alberga en su mayoría a parejas jóvenes, matrimonios con hijos ya independientes y extranjeros. “Es un barrio de transición, gente que se queda poco, de paso. Hay mucho alquiler temporal”, cuentan desde la inmobiliaria Shenk, con varios locales en venta y en alquiler en la zona. Sobre las calles Soldado de la independencia, Matienzo y Migueletes hay varios edificios en etapa de desarrollo o ya terminados y listos para la venta. De las 42 manzanas que abarca la zona, el rectángulo comprendido por Báez, Arévalo, ortega y Gasset y Arce concentra la mayoría de los bares y restaurantes que, especialmente los fines de semana, convocan a clientes con acento local, pero también a europeos, brasileños y estadounidenses. De todas maneras, coinciden los históricos del barrio, el movimiento no es el mismo desde hace unos años. Los locales que permanecen En la calle Báez al 300, eje de la movida del lugar, se pueden contar en la misma cuadra tres heladerías y dos cafés, algo impensado en la época dorada. Los locales gastronómicos que siguen en pie, como Campobravo, Novecento, Las Cholas y El Estanciero, se reparten a lo largo de esa arteria, Arguibel y Arévalo. Los encargados de algunos de ellos confiesan que no es sencillo mantenerlos abiertos: los altos costos de los alquileres, que rondan los $ 30.000 mensuales, las cargas sociales de los empleados y el alza en los insumos hacen caminar a muchos por la cuerda floja desde hace tiempo. Un recurso que debieron incorporar y que antes se observaba sólo en contados locales es el de abrir al mediodía. De hecho, ha dado algunos buenos resultados, con menús ejecutivos que rondan los 110 pesos y que tientan a los comensales que no desean pagar la tarifa de la noche. De todas maneras coinciden en que la cantidad de comensales se redujo significativamente de 2011 a la fecha, y los más avezados hablan de una merma del 40%. Esto obligó a que la rotación de locales se vuelva una constante. Pero ni así logran sobrevivir, y en pocos meses deben bajar la persiana. Patricia comentó el caso de Campo Di Fiori, que se proveía a sí mismo de muchos de los insumos, pero ni así logró sobrevivir. Victoria Mancedo vive pegada a ink, un bar que trabaja hasta cerca de las 4 los fines de semana. “Ya me

Mesas vacías, a las 22 del jueves pasado en la calle Báez

Se multiplicaron los locales en alquiler en la zona

Los “trapitos” se resisten a irse ^b^b^ El flujo de público bajó en Las Cañitas y, sin embargo, los “trapitos” siguen firmes allí. “Son violentos y prepotentes”, se quejan los vecinos. El último miércoles, a las 15, había pocas mesas ocupadas en los restaurantes y, al menos, un “trapito” por cuadra con su franela al hombro. La gente se queja de que ubican los autos bloqueando ochavas y rampas para discapacitados. Desde la asociación Cañitas Activa cuentan que han efectuado infinidad de denuncias, pero no les dieron ninguna solución. Parece que en Las Cañitas los “trapitos” conservan aún una sólida impunidad.

acostumbré, pero el ruido es ensordecedor. Se escuchan las voces como si me hablaran al oído. Hice varias denuncias, pero nada cambió.” De hecho, la asociación civil Cañitas Activa ha venido efectuando desde 2011 presentaciones ante la Justicia y el gobierno de la ciudad por ruidos molestos, ocupación de las aceras y baile clandestino. Los bares señalados como en infracción se defienden alegando que la música respeta los decibeles establecidos y que el baile no está permitido. igualmente las denuncias han surtido cierto efecto, o quizá se trate de la cuestión económica. Pero la realidad es que hay menos bares, y eso trajo cierto alivio a los vecinos. Marcos atiende un puesto de diarios en Arce y ortega y Gasset hace más de diez años y agradece el cambio: “Se fueron los boliches bailables, quedan los restaurantes sobre Báez, pero cierran más temprano. Antes era común ver borrachos a las 4 o 5 de la mañana, ahora es más tranquilo”, reconoce.

Por las altas temperaturas, hubo zonas sin luz y volvieron los cortes de calles sin servicio. Quejas de vecinos y comerciantes de Villa Crespo y Balvanera; para hoy, 36° Valeria Musse LA NACioN

Basta con que el calor sofocante se haga sentir un día para que vecinos y comerciantes de distintos barrios porteños se queden sin el servicio eléctrico. impacientes y acalorados, los afectados salieron de sus casas para cortar calles y protestar durante las últimas horas. Y aunque ayer por la tarde la luz se había restablecido en algunos lugares, en el barrio de Villa Crespo reinaba la bronca. “¡Hace tres años que pasa lo mismo en el verano!”, se quejaba Valentina Suárez. Ella y su marido viven en el piso 11 de un edificio de la avenida Corrientes, a metros de Gurruchaga, pero no estaban tranquilos en su hogar desde hacía dos días, según relató ayer a la nacion. “Para no gastar tanta agua, ya que la bomba no funciona sin luz, estamos bañándonos con tachitos”, con-

tó la mujer que vive en Villa Crespo. Pero no era lo que más le preocupaba. Su esposo, Horacio, necesita un medicamento oncológico costoso que debe conservarse en frío. Para resguardarlo del calor, pidió ayuda a una amiga, “pero es un trastorno y ¿quién me paga el producto si se echa a perder?”. Suárez fue una de las decenas de usuarios de Edesur que a última hora de anteayer salió a la avenida Corrientes a protestar por la interrupción del servicio. Pese a que hizo sonar un “cacerolazo” para hacer oír su reclamo, ayer por la tarde sólo había recibido al operario de una cuadrilla que le dijo que había “un cable quemado”. De ese mismo corte en la avenida Corrientes había participado Mari, que atiende la panadería La Catalana. Dijo a la nacion que los cortes intermitentes de energía durante las últimas 72 horas le habían hecho

fotos de dANIeL JAYo

perder 15.000 pesos en mercadería, estimó, con la voz entrecortada. La suma seguiría acrecentándose ayer cuando la mujer volvió al local y el negocio seguía a oscuras. “Cerrado sin luz”, rezaba el cartel en la vidriera del inmueble. Al lado de la confitería de Mari, los empleados de una mueblería atendían con la escasa energía que le quedaba a una luz de emergencia. Y Gustavo, propietario de un quiosco, instalaba un grupo electrógeno. “Desde el 29 de diciembre que venimos con cortes. Cuando les viene la luz a unos, le sacan a otra fase”, contó resignado. Ayer, en pleno horario comercial, había locales de la avenida Córdoba que tenían sus persianas bajas. No estaban cerrados, sino que no había luz para subir las estructuras metálicas. Con un cartel manuscrito que decía: “Abierto sin luz”, Andreina atendía a oscuras, y en un ambiente

muy caluroso, la lencería ubicada al 5000 de esa calle. El suministro de energía se había interrumpido en el mediodía de anteayer. Tras las protestas, ayer por la mañana se había restablecido el servicio en el quiosco de Jorge, en Balvanera, otro de los barrios afectados por los cortes. “Ya sabemos que si el calor supera los 30°, se corta la luz”, dijo el hombre a este diario, mientras acomodaba los helados que una vecina le había guardado en su heladera mientras él se quedó sin energía durante más de 12 horas. otros usuarios expresaron ayer su malestar a Edesur a través de Twitter, reclamos que se repitieron desde el viernes cuando el termómetro marcó 37° y continuó ayer con 32° de máxima. La ola de calor se extenderá hasta hoy, con una temperatura estimada en 36°, por lo que el Servicio Meteorológico Nacional emitió una alerta amarilla.ß

Similar visión tiene Andrea Nicholson, que tiene un departamento en Soldado de la independencia y Matienzo: “Se puede dormir mejor, hay más lugar para estacionar y ya no se escuchan peleas de madrugada”, agradece. otro rubro que fue creciendo de a poco en un principio y a más velocidad recientemente en la zona fue el de los negocios de indumentaria. Hace un tiempo la calle Arguibel concentraba algunos outlets de firmas conocidas, aunque de 2012 a la fecha se instalaron otras marcas en calles como Báez y Arévalo, tradicionalmente reservadas a la gastronomía. La oferta se amplió, y barrios como Palermo, Recoleta, Núñez, Villa Devoto y Villa Urquiza cuentan con buenas opciones para salir a comer o tomar un trago. Las Cañitas, que supo ser un ícono de la movida nocturna hasta hace pocos años, no perdió su encanto ni su charme, pero su público parece haber cambiado sus preferencias.ß Marina Mon

PARA LA NACioN

Acarreos: la Justicia frenó el aumento tránsito. El aumento en la tarifa del acarreo de los vehículos en infracción recibió el freno de la Justicia porteña que le ordenó al gobierno de la ciudad suspender la suba del 29% que había sido anunciado el 2 de enero de este mes. El juez del Juzgado en lo Contencioso, Administrativo y Tributario N° 24, Darío Reynoso, dio lugar a una medida cautelar solicitada por el diputado del Frente de izquierda Marcelo Ramal para impedir ese incremento. A través de una resolución conjunta, el gobierno porteño había dispuesto que la tasa por remoción de vehículos en infracción de la vía pública debía pasar de 450 a 580 pesos a partir del lunes pasado. “La convocatoria y realización de una audiencia pública es obligatoria cuando una tarifa, cargo, clasificación o servicio de un prestador sea considerada, con fundamento como inadecuada, indebidamente discriminatoria o preferencial”, concluyó el juez en el fallo. Según cifras oficiales, por mes se

acarrean unos 14.000 autos. Hasta hace pocos años, la cifra llegaba a los 12.000, pero cuando se incluyó Puerto Madero el número se incrementó. A cambio de la prestación de este servicio, las empresas pagan a la Ciudad un canon de 55.000 pesos por mes. La concesión del estacionamiento medido y del acarreo en la ciudad está dividida en dos zonas explotadas por dos empresas. En la zona norte, controla los parquímetros la firma Dakota, y en la sur, BRD. La primera brinda el servicio de acarreo con la denominación de STo. La segunda opera como SEC. Ambas compañías manejan el sistema de estacionamiento medido y acarreo desde la década de los 90. La última renovación del contrato ocurrió en 2001 y, hasta el momento, no se ha renovado la concesión. El valor del acarreo costaba, en 2008, $ 190; en 2012 aumentó a $ 350, y finalmente en 2014, se llevó esa cifra a los $ 450 pesos, que regían hasta el nuevo incremento.ß