Espectáculos
Página 6/Sección 4/LA NACION
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Domingo 26 de abril de 2009
MUSICA POPULAR Don Sixto Palavecino
Del mito y el monte y de un violín santiagueño
Exequias a pura música Familiares, amigos y artistas despidieron al violinisto en una emotiva ceremonia SANTIAGO DEL ESTERO.– Cientos de santiagueños –familiares, amigos, músicos de todo el país y autoridades provinciales– despidieron ayer los restos del violinista santiagueño Sixto Palavecino, que falleció a los 94 años, en esta ciudad, luego de una fuerte neumonía. Su velatorio se desarrolló desde la noche del viernes hasta la tarde de ayer en el hall principal del Teatro 25 de Mayo. Luego fue sepultado cerca de las 17 en el cementerio privado Parque de la Paz. Fue justamente en el Teatro 25 de Mayo donde había tenido una de sus últimas apariciones en público para la presentación del Martín Fierro traducido al quichua. El gobernador Gerardo Zamora dio instrucciones para la emisión de un decreto en el que se diera cuenta de la vasta trayectoria del músico. “Santiago pierde a un hombre emblemático de nuestra cultura y de nuestras tradiciones, pero que pasa a ser un ícono de la santiagueñidad”, contó poco después a LA NACION. La música no estuvo ausente, y el llanto de los familiares y amigos se mezcló en todo momento con los
rasguidos de una guitarra, con el sonido de un violín y con el repicar de un bombo. Fueron muchísimos los músicos conocidos que pasaron por el velatorio y que le regalaron un gato, una chacarera o una zamba. Pero fueron más los que con guitarra, bombo y violín en mano, sin ser músicos consagrados, le brindaron una canción a uno de los creadores más influyentes de la música del país. Desde distintos puntos del país llegaron saludos y palabras de respeto, admiración y congoja. Soledad Pastorutti, el Chaqueño Palavecino, Jorge Rojas, Cuti Carabajal, Horacio Guarany y otros se pronunciaron sobre la obra y el legado de este artista defensor como pocos del quichua. Uno de sus grandes amigos fue León Gieco, quien en todo momento expresó su admiración y respeto por Sixto: “La primera vez que hablé con él por teléfono temblaba como si estuviera hablando con Bob Dylan o Mark Knopfler”, comentó a una radio local. El Liberal, el diario de mayor tirada de la provincia, abrió su edición de ayer con una foto gigante de Sixto y el título en quichua “Santiago llaqta
Don Sixto según León Gieco y Peteco Carabajal
Sistota waqan” (“El pago de Santiago llora a Sixto)”. Durante la mañana de ayer, el padre Juan Castro, de la parroquia Cristo Rey de La Banda, llegó hasta el Teatro 25 de Mayo para ofrecer un responso a don Sixto. Las últimas palabras del párroco, con las que pidió por su eterno descanso, las dijo en quichua. Luego de esto, Alicia Pereyra, del Centro de Arte Sixto Palavecino de La Banda, cantó a capella “Dulzura quichua”, una de las canciones emblemáticas del “sacherito”. Las últimas horas de Sixto, en la tarde del viernes, fueron de mucha emoción: sus hijos y amigos le cantaron “Ampisunaas Amorani”. “El tarareaba, movía los labios y los dedos. Fue muy emotivo”, contó uno de sus hijos. Un 24 de abril fue también la fecha de partida de otros dos grandes del arte folklórico: Andrés Chazarreta y Miguel Simón. Ayer, el cortejo que acompañó a Sixto hasta su última morada fue imponente, y su sepultura se hizo al ritmo de violines, guitarras y bombos.
Leonel Rodríguez
TELAM
(Grabaciones)
El mito que se construye a partir de un ser humano suele empezar a edificarse desde la muerte de esa persona. Claro que esto no es regla. Puede suceder antes (de ahí lo de mito viviente) si hay ciertas condiciones dadas. En su carácter de artista (compositor y modesto intérprete de violín), de nonagenario y de mecenas y protector nada menos que de una lengua americana ancestral, el quichua, don Sixto Palavecino fue mito viviente. Y ahora, tras las exequias realizadas en su provincia, su Santiago del Estero natal, pasa a ser mito, entendido esto desde la sencillez que se expresa en la tercera acepción del término que da la Real Academia Española: “Persona o cosa rodeada de extraordinaria estima”. Con otras palabras, del mito y del mito viviente hablaron, respectivamente, artistas como León Gieco y Peteco Carabajal. Durante la cuarta edición del festival Músicas de Provincia –encuentro que se realizó hasta hace algunos años, organizado por el gobierno de la ciudad con el fin de traer la música del interior a Buenos Aires–,
Gieco dijo acerca de Palavecino: “Nosotros somos realistas, él tiene los misterios”. El folklorista santiagueño Peteco Carabajal dijo luego de enterarse de la muerte del violinista de Salavina: “Don Sixto es considerado por todos nosotros el último maestro de linaje. El era el último que quedaba con vida. Con mi viejo [Carlos Carabajal] venían aguantando. Nos dejaron, de alguna forma, desprotegidos. Pero tendríamos que saber invocarlo cada vez que necesitemos ternura, sabiduría, criterio y conocimiento. Para saber sobre lo que hay que hacer artísticamente y lo que no hay que hacer. El, con su vida, ha entregado todo eso. En lo personal estoy triste, porque lo llegué a conocer íntimamente. Y él me reconoció con su amistad. Cuando falleció mi viejo, él estaba mal; no salía de la casa. Pero pidió que lo llevaran para tocar su violín junto al cajón. Y ahí dijo que no había que llevar velas, sino flores. Y si eran del monte mejor. Las flores hablan de ese hombre silvestre que se ha cultivado”.
Mauro Apicella
La página de los discos
La nueva atmósfera del tango El debut discográfico de Ciudad Baigón y un estreno de 34 Puñaladas Hay un cambio de atmósfera en el sonido de los nuevos grupos de tango. Es una atmósfera asfixiante y de cierta crudeza, en la que las guitarras pueden sonar con cierta suciedad y los fuelles, marcar el compás de una ciudad alienada. Una estética vista a través del vidrio del disco debut de la típica Ciudad Baigón y de la agrupación 34 Puñaladas en su nuevo opus Bombay, Buenos Aires. Dos formaciones que marcan las coordenadas del tango de estos días, con su visceral actualidad. Ciudad Baigón es una de las típicas más nuevas y da sus primeros pasos con un disco en el que perfilan una sonoridad que se nutre de otros gestos estéticos como el arte de tapa a lo Rocambole. Abren el disco con “Permiso”, obra del pianista Hernán Cabrera, director de la típica, que funciona como un anticipo de un próximo disco en preproducción con todos temas nuevos. Con irreverencia, el grupo se abre paso en el registro de la típica para construir un clima violento y tanguero, que se recuesta sobre algunos guiños interpretativos hacia la cultura rock. Circularán por el terreno firme del repertorio, en el que se luce el cantor Alejo Raimondi, con una expresión diferente a la de los atildados cantores de típica en “Mi tango triste”, “Percal” y “Después”. El uso de los timbres y el ataque de los violines en el tema “A Evaristo Carriego” encuentran otra connotación en estos jóvenes músicos. Lo mismo pasa en el cover “Patético”, en el que el romanticismo es reemplazado por un violento compás y en “Inspiración” no pueden evitar un gesto hacia uno de sus discos preferidos, El tesoro de los inocentes del Indio.
Otra Buenos Aires A los nuevos grupos les costó tiempo desarrollar un repertorio propio. A 34 Puñaladas le llevó once años, varios cambios en sus integrantes, solidificar el sonido de guitarras y cantor, para finalmente encontrar el camino hacia su primer disco con temas de su autoría. Bombay, Buenos Aires no es sólo un disco más para el grupo, sino un álbum decididamente rupturista para el género tango. El
Los integrantes de 34 Puñaladas
comienzo de otra era, coincidente con la aparición de otros grupos de su generación que empiezan a editar nuevas composiciones. Lo que puede sonar natural en otro contexto, en el tango resulta casi una proeza épica. El mérito de Bombay, Buenos Aires no se relaciona sólo con la novedad de un repertorio propio, sino con la idea
conceptual de un tango bastardo, oscuro y, por momentos, desolador: cercano a la imaginería generacional y estética de los Redondos de Ricota. Los rastros visibles y perturbadores de esa influencia aparecen en tangos, milongas negras y canciones, que exudan una prosa oblicua, que revela otra cara del género. El disco tiene grandes momentos en “Falso abismo”, “Milonga del tiro de gracia”, con Vítor Ramil de invitado y el “Tríptico del Riachuelo”, que cierra con “Milonga de luto”. No pasa inadvertido el Leitmotiv del disco. Allí Alejandro Guyot canta tembloroso (entre Rivero y el Indio Solari), rodeado de una atmósfera grave y tensa creada por los arreglos barrocos y punzantes de las guitarras: “Sin sueño en borrasca hurgando/ y como manos que al grillete van desfilando/montado en tu botín de guerra/ que es sagrado”.
Gabriel Plaza
(La compactera) He And She Wynton Marsalis School Boy, The Sun And The Moon, Sassy, Fears, The Razor Rim, Zero, First Crush, First Slow Dance, First Kiss, First Time, Girls!, A Train, A Banjo And A Chicken Wing, He And She (Blue Note).
¿Hacia dónde va Wynton Marsalis? No es, ni nunca quiso ser, un músico de vanguardia. Pero fue un abanderado del renacimiento del jazz norteamericano en los años ochenta. Sus críticos lo acusan de conservador. Sus fans lo veneran por su indiscutible talento para la trom-
peta. En su nuevo disco, He And She, Wynton les dará motivos a todos para ratificar sus opiniones. Envuelto en el esquema de una pretenciosa obra conceptual, basada en la historia de una pareja a lo largo del tiempo, Marsalis alterna poemas con buena música, en los que hay tanta diversidad (desde ragtime hasta danzón cubano, pasando por hard-bop y blues) como explosivas muestras de talento del líder y de su afiatada banda. Wynton avanza hacia los lugares de siempre en lugar de hacerlo hacia nuevos destinos, pero lo hace de una forma que dan ganas de acompañarlo.
Ricardo Carpena