La nueva dinámica del Reino

El viaje de Galilea a. Jerusalén se realizaba por una ruta fija: Se tomaba la orilla del mar de Galilea y se seguía hacia el sur por la orilla del Jordán, pasando.
5MB Größe 9 Downloads 96 vistas
La nueva dinámica del Reino (10,35-52)

10,35-45

10,46-52

Luego de aclarar las características que busca tener la comunidad de los discípulos del Reino, Marcos termina el viaje a Jerusalén con un resumen de lo que el Reino busca y pretende. La comunidad está al servicio del Reino, es su signo visible, pero el Reino va mucho más allá de la comunidad de los discípulos.

El Reino de Dios busca establecer una nueva dinámica en las relaciones entre los seres humanos, pasar de una dinámica de marginación a una de fraternidad, de la injusticia a la justicia, de la indiferencia al compromiso, de la mentira a la verdad.

Todas las características que hemos señalado tiene este motivo: Ser de verdad un signo de que es posible construir una realidad nueva, justa y solidaria en nuestro mundo, nuestro presente, y que comprometerse con esta construcción es la voluntad de Dios, manifestada en la persona y acción de Jesús.

La comunidad no es un grupo de elegidos, sino un espacio para vivir y experimentar una nueva dinámica más acorde con la voluntad de Dios y la dignidad humana.

Jesús y sus discípulos se encaminan hacia Jerusalén (Mc 10,32). Jesús les precede. Tiene prisa. Sabe que lo matarán. El profeta Isaías lo había anunciado (Is 50,4-6; 53,1-10). Su muerte no es fruto de un destino ciego o de un plan ya preestablecido, sino que es la consecuencia de un compromiso tomado, de una misión recibida del Padre junto con los marginados de su tiempo.

Por tres veces, Jesús llama la atención de los discípulos, sobre los tormentos y la muerte, que le esperan en Jerusalén (Mc 8,31; 9,31: 10,33). El discípulo debe seguir al maestro, aunque sea para sufrir con él (Mc 8,34-35). Los discípulos están asustados y le acompañan con miedo (Mc 9,32).

SENTARSE A LA MESA CON JESÚS (10,25-40)

35Se

le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: —Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir. 36Les preguntó: —¿Qué quieren de [mí]? 37Le respondieron: —Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. 38Jesús replicó: —No saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo he de beber o recibir el bautismo que yo voy a recibir? 39Ellos respondieron: —Podemos. Jesús les dijo: —La copa que yo voy a beber también la beberán ustedes, el bautismo que yo voy a recibir también lo recibirán ustedes; 40pero sentarse a mi derecha y a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.

El episodio se sitúa después del tercer anuncio de la Pasión (Mc 10, 32-34). Y como ya había sucedido en los otros anuncios, la reacción de los discípulos no es positiva; dos de los discípulos se preocupan de los primeros puestos en el Reino y los otros se indignan. Señal de la dificultad de los discípulos de entrar en la perspectiva del destino doloroso del Maestro y de comprender el misterio del Reino. Los dos discípulos que hacen la petición – Santiago y Juan – son hermanos, forman parte del primer grupo de compañeros de Jesús (Mc 1, 19-20), se les llama con el sobrenombre de boanerghes (“hijos del trueno”; Mc 3,17). Eran por tanto de carácter algo impetuoso.

Al tener la certeza de que Jesús se dirige a Jerusalén, se le acercan los dos hijos de Zebedeo para pedir algo insólito, luego de toda la formación que han recibido:

Jesús les contesta que no saben lo que piden, no han entendido la lógica del Reino, que pasa por el compromiso. Si ellos pueden beber la copa amarga que Jesús está bebiendo (los compromisos y las consecuencias de comprometerse con el Reino) y bautizarse como él va a ser bautizado (sumergirse plenamente en el proyecto hasta las últimas consecuencias), entonces serán de verdad los primeros discípulos, pues se habrán comprometido verdaderamente, hasta la muerte.

Pero los primeros puestos están reservados para otros y Jesús ya lo ha dicho:

Sólo con ese compromiso será posible la llegada de una realidad nueva, verdaderamente fraterna y liberadora. Jesús ha venido a abrir el camino, los discípulos deben seguirlo hasta las últimas consecuencias, para ensanchar la senda y hacer posible la realidad que él viene a provocar y realizar.

Aunque se tomen precauciones en la lectura, está claro que tienen ambiciones notables.

De cualquier modo que sea, se ve que no han entendido nada de lo que Jesús estaba por hacer. Se preparaba a la ignominia de la cruz, y ellos todavía no lo habían entendido. El verdadero poder de Jesús no consiste en distribuir los puestos de honor, sino el de hacer que se participe en su trágico destino: “¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?”

El diálogo sobre la copa y el bautismo (vv 38-39) está en evidente paralelismo. Pero no se entiende cómo los dos puedan beber el cáliz y ser bautizados, si no es pensando en el martirio que sufrirán en seguida. A través de las dos imágenes, Jesús parece evocar sin duda su muerte violenta, que Él presagia como una obligación absoluta de fidelidad hacia al Padre. La respuesta a la petición de ellos de sentarse junto a Él es muy evasiva; pero se entiende que quiere hacer ver que no es ése el modo para obtenerlo.

EL PODER HECHO SERVICIO (10,41-45)

41Cuando

los otros lo oyeron, se enojaron con Santiago y Juan. 42Pero Jesús los llamó y les dijo: —Saben que entre los paganos los que son tenidos por gobernantes dominan a las naciones como si fueran sus dueños y los poderosos imponen su autoridad. 43No será así entre ustedes; más bien, quien entre ustedes quiera llegar a ser grande que se haga servidor de los demás; 44y quien quiera ser el primero que se haga sirviente de todos. 45Porque el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.

Los otros diez se enojan con los hijos de Zebedeo, no por lo desubicado de su petición, sino porque se les han adelantado para ganar los primeros puestos, dejándolos a ellos relegados a puestos de menor importancia en el futuro reino de Jesús en Jerusalén.

Ellos están actuando igual que los “jefes de las naciones” (los romanos), disputándose cargos y peleando puestos de poder como si fueran su propiedad. En la mentalidad de Jesús el poder político, que es de lo que se está hablando aquí, es una herramienta para servir, no para dominar.

La opinión que tiene Jesús de las autoridades políticas de su tiempo es bastante negativa: “se comportan como dueños de las naciones y las dominan como señores absolutos, oprimiéndolas con su poder”. La realidad de la época confirma que la visión de Jesús sobre la forma de administrar el poder de las autoridades de su tiempo no estaba equivocada.

El imperio romano mantenía una imagen de legalidad y justicia, de civilización y cultura. Pero debajo de esta imagen se escondía la opresión de naciones enteras, el sufrimiento de los pobres y la injusticia de los poderosos.

El v. 42 se refiere a los dirigentes políticos de su tiempo: que en el fondo es el estilo de todos los tiempos. Por el contrario, la comunidad de los discípulos debe ser dominada por el servicio: esto está expresado con dos términos que indican graduación. Se habla de “siervo” (diakonos) y de “esclavos” (doulos). No se puede escoger a quién servir: se debe ser esclavo de todos, cambiando el esquema mundano.

Los discípulos, al disputarse los puestos que ni siquiera tienen, revelan que piensan igual que los poderosos del imperio y confirman la visión de Jesús. Aunque fuera posible derrotar a los romanos y declarar el reino independiente de Israel, no cambiarían las cosas, sino que el pueblo pasaría de ser oprimido por una potencia extranjera a ser oprimido por sus propios compatriotas.

Sólo una mentalidad nueva podrá renovar las cosas y construir una sociedad verdaderamente humana y justa.

Jesús mismo viene a ser ejemplo de esta nueva lógica, él mismo se ha puesto al servicio de todos hasta las últimas consecuencias, hasta dar la propia vida. Tal es el ejemplo que los discípulos deben seguir.

Es difícil resistir a la mentalidad dominante y seguramente en las comunidades de Roma también ocurrían abusos e injusticias. Con este relato, Marcos vuelve a proponer a sus oyentes el ideal del Reino, el ideal de una sociedad justa y fraterna que debe comenzar dentro de la comunidad, para extenderse a todo el pueblo y a todos los pueblos.

Pues toda la vida de Jesús está bajo la luz del “rescate”, de la fidelidad hasta el fin por la libertad de los hombres.

El estatuto de la comunidad de los discípulos está caracterizado por el servicio, no por la ambición; por la vida dada y vinculada al rescate de los otros

EL CIEGO DE JERICÓ (10,46-52)

Y continuamos subiendo… y como vimos en el texto anterior, algunos no sólo no entendían, sino que continuaban teniendo ambiciones personales. Santiago y Juan piden un puesto en la gloria del Reino, uno a la derecha y otro a la izquierda de Jesús (Mc 10,35-37).

El viaje de Galilea a Jerusalén se realizaba por una ruta fija: Se tomaba la orilla del mar de Galilea y se seguía hacia el sur por la orilla del Jordán, pasando por Samaria, hasta Jericó en Judea. De ahí se viraba al mediterráneo, hasta Betfagé y Betania, donde se alojaban los galileos para las fiestas en Jerusalén.

Por eso este ciego aparece en Jericó, en la última etapa del viaje a Jerusalén.

El viaje a Jerusalén termina con la sanación de un ciego, así como también hubo un ciego al comienzo. Decíamos entonces que el ciego era el reflejo de la situación del que se decide a seguir a Jesús, que no ve claro en principio, pero que cambiando poco a poco su mentalidad y su forma de actuar, termina viendo claro.

Este nuevo ciego nos refleja los resultados que debería tener un discípulo luego de la formación hecha por Jesús, el ideal a alcanzar, las características necesarias para vivir el conflicto definitivo que Jesús va a provocar en Jerusalén y que estamos llamados a continuar en nuestro hoy.

Vamos a hacer una comparación entre los dos ciegos, para ver el profundo contenido de este relato.

El primer ciego no tiene nombre, este último aparece llamado por su nombre “Bartimeo” (Hijo de Timeo), y seguramente este Timeo era un personaje conocido por las comunidades de Roma. El camino de formación de la comunidad no es sólo una misión social, religiosa o política, sino que es también un camino de crecimiento personal, de autodescubrimiento personal y de puesta al servicio del Reino. Sólo quien se conoce y se libera puede poner su vida al servicio del Reino, puede seguir a Jesús hasta Jerusalén.

El primer ciego es llevado ante Jesús, Bartimeo tiene la iniciativa desde el principio: Grita a pesar de que lo hacen callar, hasta que consigue llegar hasta Jesús. El discípulo no es un ente pasivo de la realidad, sino un protagonista activo, que busca caminos para realizar su misión, a pesar de las oposiciones y conflictos.

Bartimeo deja su manto, signo de dignidad y sagrado, para correr hacia Jesús. Este pobre mendigo ha sido capaz de hacer lo que el hombre rico no pudo: dejarlo todo y correr tras los pasos de Jesús. Esta actitud libre y comprometida, es la que los discípulos de Jesús deberían adquirir en la intimidad con Jesús y la vida en comunidad.

Bartimeo llama a Jesús “mi Maestro”, es decir, lo reconoce como guía y como verdad, y a sí mismo como necesitado de ayuda. Su fe consigue la sanidad de sus ojos, la claridad para ver la realidad y seguir a Jesús con conciencia y decisión.

El primer ciego ve a pasos, primero nublado, luego claramente. Bartimeo ve claro de un instante y por ello puede seguir a Jesús. Es necesario reconocer la propia ceguera y la necesidad de ayuda, para ser curado por Jesús. Sólo quien ve con claridad puede tomar una opción responsable en la transformación de la sociedad y un compromiso verdaderamente sincero con el Reino.

El primer ciego queda en su lugar, Bartimeo se transforma en discípulo y sigue a Jesús hasta Jerusalén. Los Doce seguían a Jesús a distancia y con miedo, Bartimeo lo sigue al instante y sin vacilaciones. Tal es la confianza y apertura que debe alcanzar un discípulo al contacto con Jesús.

Así, Marcos nos ha mostrado el proceso de crecimiento que es necesario para enfrentarse al poder del mal en el mundo y vencerlo. Quien no se ha liberado de la mentalidad dominante, quien no ha podido liberarse de sus ataduras y cegueras, no podrá enfrentar el conflicto que transforma la sociedad y provoca la llegada y avance del Reino, avance que muchas veces cuesta el precio de la propia vida.

El tiempo es crítico y si el pueblo no reacciona, terminará en el fracaso total, como ocurrirá más tarde.

La fe es una fuerza que transforma a las personas La Buena Nueva del Reino anunciada por Jesús es como un fertilizante. Hace crecer la semilla de la vida escondida en las personas, en la gente, escondida como un fuego bajo las cenizas de la observancia, sin vida. Jesús sopla sobre las cenizas y el fuego se enciende, el Reino se muestra y la gente se alegra.

La condición es siempre la misma: . Pero cuando el temor se apodera de las personas, entonces desaparece la fe y la esperanza se apaga. En la hora de la tormenta, Jesús reprende a los discípulos por su falta de fe (Mc 4,40).

No creen, porque tienen miedo (Mc 4,41). Por la falta de fe de los habitantes de Nazaret, Jesús no puede obrar allí ningún milagro (Mc 6,6). Aquella gente no quiere creer, porque Jesús no era como ellos pensaban que debía ser (Mc 6,2-3).

Y precisamente es la falta de fe la que impide a los discípulos a arrojar “al espíritu inmundo” que maltrataba a un niño enfermo (Mc 9,17). Jesús los critica: “¡Oh generación incrédula!” (Mc 9,19) E indica el camino para reanimar la fe: “Esta especie de demonio no se puede arrojar de ningún modo, si no es con la oración” (Mc 9,29)

Jesús animaba a las personas a que tuviesen fe en Él y por lo mismo, creaba confianza en los demás (Mc 5,34.36; 7,25-29; 9,23-29; 10,52; 12.34.41-44). A lo largo de las páginas del evangelio de Marcos, la fe en Jesús y en su palabra aparece como una fuerza que transforma a las personas.

Hace que se reciba el perdón de los pecados (Mc 2,5), afronta y vence la tormenta (Mc 4,40), hace renacer a las personas y obra en ellos el poder de curarse y de purificarse (Mc 5,34). La fe obtiene la victoria sobre la muerte, por lo que la niña de doce años resucita gracias a la fe de Jairo, su padre, en la palabra de Jesús (Mc 5,36).

La comprensión completa del seguimiento de Cristo no se obtiene con la instrucción teórica, sino con el compromiso práctico, caminando con Él por el camino del servicio desde Galilea a Jerusalén.

La fe hace saltar al ciego Bartimeo: “Tú fe te ha salvado” (Mc 10,52). “Porque todo es posible para el que cree” (Mc 9,23). Gracias a sus palabras y gestos, Jesús despierta en la gente una fuerza dormida que la gente no sabe que tiene. Así sucede con Jairo (Mc 9,2324), con el ciego Bartimeo (Mc 10,52), y tantas otras personas, que por su fe en Jesús, hicieron nacer una vida nueva en ellos y en los otros.

Quien insista en tener la idea de Pedro, o sea, la del Mesías glorioso sin la cruz, no entenderá a Jesús y no llegará a asumir jamás la actitud del verdadero discípulo. Quien quiere creer en Jesús y hacer “don de sí” (Mc 8,35), aceptar “ser el último” (Mc 9,35), “beber el cáliz y llevar la cruz” (Mc 10,38), éste, como Bartimeo, aun sin tener las ideas totalmente correctas, obtendrá el poder de “seguir a Jesús por el camino” (Mc 10,52).