La danza macabra al son del poder

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Espectáculos

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Miércoles 24 de febrero de 2010

TEATRO El Cervantes, de estreno: Marathon, según Villanueva Cosse

La danza macabra al son del poder Opinión

Continuación de la Pág. 1, Col. 2 Seis parejas de baile compiten en certamen tortuoso sin podio ni corona. Sin embargo, nadie abandona ese torneo donde un presentador, en la piel de Audivert, marca el ritmo de la danza. “Es casi como «Bailando por un sueño». Es el suplicio físico y psíquico al que está sometida la sociedad. La metáfora de la obra, que presenta a los hombres como si fuesen insectos, es que baila sin saber la razón. Prefiere escuchar al vicario o al sicario, que le impone las reglas de juego y los humilla. Esa es la necesidad de Dios”, resume Cosse.

Por Susana Freire

Un elenco sabroso Pompeyo Audivert, al frente de una interesante compañía, que encarna a estos seres sometidos, vulnerables

La metáfora de Ricardo Monti Corría el año 1980 cuando el arquitecto Osvaldo Giesso terminó de construir la sala de los Teatros de San Telmo, ubicada en Cochabamba al 300 (actualmente Urania-Espacio Giesso), ámbito que se iba a inaugurar con Marathon de Ricardo Monti, dirigida por Jaime Kogan. Parecía que esta sala, que colocaba al público en un nivel superior al de la escena, era el ideal para esta obra que resultó una gran metáfora sobre el poder y el abuso de su ejercicio, acorde con los tiempos que se vivían. Fue un primer y exitoso estreno, ya que en 1983 Kogan llevó las acciones al escenario, diseñado a la italiana, del Payró. Otra perspectiva que exigía una nueva mirada del espectador. Pero no termina acá el peregrinaje de esta pieza

Mitos y utopías “Los actores nos unimos al proyecto en el que el autor y el director introducen su cincel. Así surgen chispas, pero nunca hay una fogata”, admite Novoa. Con un puro sin encender, el actor describe los andariveles por los que el hombre corre hacia una corona con forma de estafa. “Un día, los países inventan el neoliberalismo; otra día, otro ritmo, y nosotros somos los rehenes. Nos pasó en 2001, cuando creímos que se habían ido todos, o a mi generación de sesentistas y utópicos hasta la paliza que nos dieron”, cuenta el actor, que interpreta a un poeta de barrio que anhela publicar un poema en LA NACION. PARA AGENDAR

Marathon, de Ricardo Monti, dirigida por Villanueva Cosse. Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815. Desde el domingo próximo, de jueves a sábados, a las 21; domingos, a las 20.30. De 25 a 30 pesos.

De una sala de San Telmo y el Payró hasta llegar al Colón

FOTOS DE LEANDRO ARANDA

Audivert conocía bien el texto de Marathon. Desde que vio la primera versión, a los 20 años, soñaba con interpretar al protagonista. “Mi personaje es una máscara, luego aparece el ser humano, que agita y sostiene el ritmo del certamen. Es un tipo patético y sobrenatural”, dice, y compara a estos seres con los de Beckett que en 2009 compuso y dirigió con Lorenzo Quinteros en Final de partida. “Ambos están exiliados del mundo. Y, a su vez, le hablan al público, es una especie de revelación que indica que estamos asistiendo a un teatro.” Los cuadros del universo ubicado en 1933 son atravesados por mitos, a modo de viaje infernal de la idiosincrasia argentina: el de Pedro de Mendoza; el de Mariano Moreno; el de la aristocracia ganadera, y el del pensamiento fascista.

El ritmo propio Una coreografía diaria acompasa a Cosse. A las cinco de la mañana despierta, de modo automático. Entonces, advierte: “No tengo que ir al banco; soy feliz”. Cosse fue empleado bancario en su Uruguay natal durante 20 años. “Mi familia era muy pobre. Hubiera llegado a gerente, como quería mi tía Chela, pero no era lo mío.” En 1973 llegó a la Argentina con una propuesta artística, que se vio trunca cuando un decreto desde Montevideo prohibía nombrarlo en los medios (en esa lista estaban también China Zorrilla, Alfredo Zitarrosa y Joan Manuel Serrat). Su mujer, una hija ingeniera y su simpatía por el presidente José Mujica se cuelan en la conversación de este hombre optimista e hiperkinético. Cosse aún no había estrenado Marat-Sade cuando ya imaginaba la puesta de Marathon (“Me la debía a mí mismo”). Pensó también en Bodas de sangre para el escenario del Cervantes, pero no logró reunir al elenco ideal. Ahora piensa en Largo viaje del día hacia la noche, de Eugene O’Neill. Pero sólo piensa. “Este último tiempo ha sido bueno para mí, aunque Marathon nos deja deshechos.”

(Bambalinas)

Corina Fiorillo

Rizzo y Palomino

A 30 años de su estreno en el Payró En 1980, durante los seis meses que duraron los ensayos de Marathon, Jaime Kogan, director del Equipo Teatro Payró, llevaba a su elenco a las milongas, luego de las pasadas en el sótano, para palpar el espíritu arrabalero del texto. “Eran tiempos difíciles y la utilización de la metáfora nos permitía hablar de ciertos temas”, recuerda Rita Cortese, que participó de la puesta y que quiso dirigir su propia versión. Arturo Maly, y luego Derly Prada, Jorge Fornes, Miguel Guerberof, Lidia Catalano, Carlos Sturze (uno de los reporteros de ShowMatch), Lidia Catalano, Jean-Pierre Reguerraz, Mónica Galán y Leal Rey, entre otros, integraban la compañía. Esa era la primera puesta de Marathon. Luego se repuso en el Payró (1983) y, en 1990, en el Teatro Colón. “Kogan fue la primera persona que me hizo cantar en escena y nos dirigía diciéndonos cosas al oído; siempre omnipresente”, dice Corte-

Primera Marathon Aquella emblemática puesta que dirigió Jaime Kogan

TITO EGURZA

se. Lidia Catalano también destaca la pasión del director y cavila sobre aquel “boom” teatral en el que el elenco invirtió “todos sus dineritos para trabajar con fervor”. En una ocasión, antes de la función, un cobarde les tiró pastillas de Gamexane, pero los actores no se amedrentaron y siguieron bailando. La obra se montó durante más de un año en el espacio Giesso, de San Telmo. El éxito aclamaba mantener la obra en cartel, entonces Kogan debió postergar el estreno de Ivanov, que preparaba con el mismo elenco de Marathon. En esa misma sala, Cosse y Leonor Manso le daban vida a Lisístrata, motivo por el cual el artista no pudo ver la versión original. Marathon es un clásico del teatro argentino y si bien no ganó ningún premio, logró mantenerse en pie, con un mensaje diferente a los textos pasatistas que se montaban en aquella época oscura.

que, más allá de las variadas reposiciones que tuvo, y sigue teniendo, en 1990, por sugerencia del entonces director del Teatro Colón, Ricardo Szwarcer, se estrenó la versión lírica con música de Pompeyo Camps. La acción de Marathon transcurre en 1930, época en que se realiza un concurso de baile con la participación de varias parejas y la dirección de un animador cuya figura, siniestra y omnisciente, sirve para atemorizar a los concursantes. Nadie sabe cuál es el premio, pero eso no detiene a los bailarines que siguen la rutina, cargados de fracasos y frustraciones, con el afán de llegar al final de la competencia. Cada uno tiene su historia, que tiende a entrelazarse en una historia común, la de una sociedad castigada por tiranos y dictadores que se esconden detrás de diferentes hábitos: político, industrial, fascista, militar. Derribados todos los sueños, queda un resquicio para la sublevación de los sometidos frente a las arbitrariedades del animador, pero ese pequeño rayo de esperanza que representa ganar un trofeo indefinido e inexistente los impulsa a continuar soportando afrentas y oprobios. No hay mejor explicación de esta obra que la que surge de labios del propio Animador: “...y no es por el tiempo que llevan bailando, y que ya ha superado todos los récords. No, damas y caballeros, lo digo por la calidad de la gente. No es que sean superhombres, es gente común. Entonces, cuál es la diferencia, dirán ustedes. Les contesto, confidencialmente y adelantándome a los hechos: ¡están desesperados! ... ¿El premio? ... en esta maratón, señores, el premio es una sorpresa. ¡Sí, damas y caballeros, esta gente no sabe por qué baila! ¡Es la fe la que los mueve!... Señores, si no fuera ridículo, esto sería una tragedia. Y sigue el baile...”.

Por Pablo Gorlero Continuación de una dupla. Juan Palomino y Raúl Rizzo establecieron una sociedad fraterna desde el primer momento en que comenzaron a ensayar La tentación, hace dos años. El humor, las ideas y los valores los hicieron forjar una interesante amistad y esa obra de Pacho O’Donnell se mantuvo en cartel durante dos años por todo el país. El presente 2010 los encuentra nuevamente en un proyecto: Santa Juana de América, la obra de Andrés Lizarraga que dirige Hugo Alvarez, para el Regio. Comenzaron los ensayos hace dos semanas y forman parte de un elenco que completan Alejandra Flechner, Samy Zarember, Georgina Rey, Daniel Kargieman, Verónica Pesce, Luis Marangón, Gonzalo Martínez, Miguel Ludueña, Norma Suzal y Mariano Falcón. Santa Juana de América tuvo varias versiones y adapta-

ciones en la Argentina, pero la última fue la del grupo Nobles Bestias, de Temperley, dirigida por Claudia Eichenberg. Coria juega al fútbol. Roberto Fontanarrosa siempre está vigente y, de vez en cuando, se reestrena alguna de sus obras. Esta vez volverá aquella versión que hizo Gustavo Garzón de Uno nunca sabe, dirigida por Javier Delgado. Sus actores son el incansable Martín Coria –trabaja en Los fantasmas de San Telmo– y Roberto Bobe. Uno nunca sabe es una de las obras más solicitadas de Fontanarrosa porque expone esa mística popular que tanto lo caracterizó. Un bar perdido en el tiempo, el fútbol aficionado y dos amigos que tratan de esquivarle a la soledad mediante el humor. Directoras activas. Heidi Steinhardt es una joven directora que

Martín Coria, futbolero dio mucho que hablar gracias a su obra El trompo metálico, un espléndido trabajo que se mantuvo en cartel dos temporadas y que estrenará en España, en septiembre. Hace algunos meses comenzó los ensayos de El sepelio, su nuevo trabajo como auto-

ra y directora, que estrenará en mayo. Integran el elenco Néstor Caniglia, Diego Rinaldi, Cristina Maresca y Guido Silvestien. La obra hace foco en Zulema, una docente jubilada, madre viuda de tres hijos mayores, y sus planes tan morbosos como disparatados. A su vez, en julio estrenará Después del borde, también de su autoría. Este trabajo está constituido por monólogos de mujeres deshechas, desgarradas y que bordean la muerte. En él trabajan Ana Scháuffele, Sofía Wihelmi, Andrea Hanna y la misma Heidi Steinhardt. En ese trabajo comparte la dirección con Miguel Israilevich. Otra directora que no cesa en su producción es Corina Fiorillo, quien también pasea por el mundo sus obras Desdichado deleite del destino (de Roberto Perinelli) y Big Bang (de Carlos Ares). En mayo estrenará,

en el Payró, Kalkvött, carne de ternera, de Silvina Chague, con Belén Brito, Nelson Rueda, Alejo Mango y Susana Di Gerónimo. Es una historia que sucede en Buenos Aires y en Estocolmo, sobre aquellos emigrantes latinoamericanos hacia tierras escandinavas. Entretanto, prepara ¿Y vos qué perro querés ser?, de Ares, para el teatro 25 de Mayo, con un elenco que conforman Salo Pasik, Carlo Argento, Raquel Albeniz y Martín Coria. Es una comedia dramática-musical, con mucho humor ciudadano. Doblete. Karina K estará en dos grandes proyectos este año. Acaba de comenzar a ensayar La gran magia, dirigida por Suárez Marzal, para estrenar el 15 de abril en el Alvear, y la segunda mitad del año será la protagonista de Sweeney Todd, dirigida por Ricky Pashkus.

Karina K, en el Alvear

Heidi Steinhardt