Tras las huellas de Mangoré

10 sept. 2011 - acertaba en remarcar las dife- rencias rítmicas entre las dos páginas de Beethoven ofrecidas en la primera parte –conforma- da por la tercera ...
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ESPECTACULOS

Sábado 10 de septiembre de 2011

CLASICA

((((( BUENO

I

7

MUSICA s FESTIVAL GUITARRAS DEL MUNDO

Tras las huellas de Mangoré La pianista argentina Ingrid Fliter, en el Colón CONCIERTO

Ingrid Fliter L INTERPRETE: INGRID FLITER (PIANO) L PROGRAMA: OBRAS DE LUDWIG VAN BEETHOVEN Y DE FREDERIC CHOPIN L ORGANIZA: MOZARTEUM ARGENTINO L SALA: TEATRO COLON.

El recital ofrecido por la pianista Ingrid Fliter –incluido en el ciclo del Mozarteum Argentino– confirmó, de manera contundente, que se trata de una pianista dotada de admirable técnica de ejecución sin mácula. Por otra parte, el rango del balance de ambas manos es mesurado y no se escuchan sonidos estridentes ni golpeados. Entonces, se cavila sobre la excelencia de su escuela, la que suplicaba acariciar el teclado aun en los pasajes más ríspidos y punzantes. Por eso, durante los primeros momentos del recital, imaginamos al piano agradeciendo con un gesto amoroso. Si bien pareció que Fliter acertaba en remarcar las diferencias rítmicas entre las dos páginas de Beethoven ofrecidas en la primera parte –conformada por la tercera sonata del op. 31, que no tiene Adagio pero sí una significativa vitalidad en el ardiente final, y la famosísima sonata apodada Appassionata, joyas indudables de la música para piano– en estas entregas no se apreciaron diferencias expresivas. Esto ocurrió durante el Scherzo en allegretto vivace de la primera de las obras mencionadas, y en el Menuetto moderato e grazioso de la segunda. Pese a este detalle de apreciación, la enjundia creativa de ambas sonatas sirvió para reiterar la admiración que se le profesa al talento del compositor germano. Asimismo, en la segunda parte del programa, después de que Fliter penetrara de lleno en el lenguaje grato y complejo de

Frédéric Chopin con el Nocturno op. 9 Nº 3, en el que su enfoque estilístico resultó verdaderamente acertado por el poético clima logrado, al escuchar el Gran vals brillante, del op. 18, presentado a continuación, comenzó a gestarse una sensación de cansancio auditivo. Entonces, se agudizó la atención buscando las causas posibles de esa extraña sensación. Fue entonces cuando se escucharon pocos cambios de matices y de intensidades expresivas, ambos aspectos vitales en el arte de la interpretación, que, lamentablemente, se reiteraron en los otros cuatro valses del mismo autor elegidos para la ocasión. Por fin, al encarar Fliter la última de las baladas, la N° 4 del op. 52 –que juntamente con las otras tres conforman un corpus de los más valiosos que se han escrito para piano durante el período del romanticismo musical– se intuyó que la joven acaso pudiera carecer en la actualidad de una guía autorizada no para mejorar su dominio del teclado, que es maravilloso, sino para que su formidable capacidad apunte a estar al servicio de la expresión, de los matices variables y de las intensidades sonoras. Como el aplauso fue gentil, se sumaron dos hermosas páginas: el Impromptu Nº 4 op. 90 de Franz Schubert, aquel del movimiento ondulatorio con arpegios delicados y melodía cautivante, y el famoso vals apodado Del minuto, de Chopin, breve, hermoso y conclusivo.

Juan Carlos Montero

OLIVER KORNBLIHT / AFV

Berta Rojas y Paquito D’Rivera homenajearon al “Paganini de la guitarra” GABRIEL PLAZA LA NACION “Tupá, el Espíritu Supremo y protector de mi raza, encontróme un día en medio del bosque florecido. Y me dijo: «Toma esta caja misteriosa y descubre sus secretos»”. Nacía la leyenda de Nitsuga Mangoré, el Paganini de la guitarra. El misterioso hombre que salía a los auditorios líricos vestido como un cacique guaraní, ataviado de plumas y un vestuario selvático, había llegado a la década del treinta para deslumbrar a los auditorios de América latina y desorientar a la crítica de la época. Agustín Barrios, el verdadero compositor y virtuoso guitarrista detrás del personaje, fue admirado por obras como “La Catedral”, “Confesión”, “Invocación a mi madre”, “Sueño en la floresta”, “Danza paraguaya” y los valses Nº 3 y 4, que tenía entre sus fieles seguidores a Héctor VillaLobos y detractores como el maestro Andrés Segovia. Entre el orgullo por sus raíces guaraníticas y el oportunismo comercial, Mangoré se presentaba como un chamán de la guitarra, que declamaba un designio sagrado de los dioses. Su figura exótica envuelta en misterio (decía que había sido criado por los jesuitas) y una vida nómade por distintas ciudades del continente acrecentaron el mito: en 1918, un diario de

Asunción lo daba por muerto y al mes figura de Guitarras del Mundo. tuvieron que desmentir la noticia. Agustín Barrios había nacido en Agustín Barrios murió solo y pobre 1885 en San Juan Bautista de las en El Salvador, en 1944. Pero la leyenda Misiones de Paraguay, en el seno creció con el tiempo. La guitarrista de una familia aristócrata con un paraguaya Berta Rojas y el saxofonista padre cónsul y una madre institutriz, Paquito D’Rivera desandaron pero a los 13 años, el pequeño el enigmático itinerario Agustín ya demostraba musical de este artisun espíritu indómito. ta con el proyecto Sus condiciones de niño prodigio lo Tras las huellas de Mangoré, que llevaron a traslaestán llevando de darse a Asunción. gira por América En 1910 salió por y que ayer pasó primera vez del por el teatro CoParaguay y sería liseo, dentro del el primer viaje de festival Guitarras un largo itineradel Mundo. rio trashumante de treinta años por “Nitzuga Mangoré fue un álter ego que diversos países. “El Barrios creó durante su peregrinaje de Barrios estadía en Brasil entre los por las Américas es un “Hoy años 30 y 34 y que surge a partir tema que siempre me nos sorprendemos con Lady de una idea de su productor ha fascinado, por lo Gaga. Agustín Babrasileño en esos años. Suvasto de su recorrirrios hizo esto en pongo que debe haberle dado do en tiempos en que 1930 y con la guibuenos resultados a un Barrios esto se hacía por tren, tarra clásica” que buscaba llamar la atención barco, a caballo, o camihacia su arte. Igualmente, requienando, desde Argentina re agallas haberlo hecho. Hoy nos hasta El Salvador, y de esa sorprendemos con Lady Gaga y su manera se dio el tiempo de absorber manera transgresora de llamar la la música y la cultura de estos países. atención, Barrios ya hizo esto en Este conocimiento se refleja en su el 30 y con la guitarra clásica”, des- obra que hace una síntesis maramitifica con admiración la célebre villosa de música clásica y popular guitarrista paraguaya Berta Rojas, con un fuerte contenido latinoame-

ricano”, cuenta Berta Rojas, que con este proyecto replicará el mismo itinerario que Nitsuga Mangoré realizó por América latina. La discípula dice que quiere completar el círculo del maestro y para ello culminará con un concierto junto a Paquito D’Rivera en el Lincoln Center. “Su sueño era llegar a los Estados Unidos, deseo que nunca pudo cumplir. Recorrer estos lugares con una mirada contemporánea me pareció una hermosa idea porque me permite, con la música de Barrios, hablar de mi tierra, el Paraguay”, contextualiza. En ese avistaje retrospectivo de la vida de Barrios, su figura se imagina como un “outsider” para la época: excéntrico en la utilización de cuerdas de acero y pionero de la guitarra de concierto al grabar comercialmente un disco de 78 rpm. Su virtuosismo sorprendente que combinaba Chopin con polcas paraguayas, era producto del romanticismo tardío y su profundo interés por las danzas folklóricas de América latina con las que fue acunado en su región. De esa manera Barrios se ganó discípulos y enemigos. “Segovia fue uno de los grandes detractores de Barrios por esto, y por su afinidad con la música popular. Y, paradójicamente, John Williams, el alumno mimado de Segovia, fue el gran defensor de la música de Barrios.”