Las huellas de la creación

28 mar. 2014 - un simpático y veloz portuñol, explicaba las. 110 obras en exposición. Se refería al interés por la naturaleza de Beuys y a su convicción de que ...
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Viernes 28 de marzo de 2014 | adn cultura | 3

CróniCas de la selva

Las huellas de la creación Una recorrida por una esperada muestra, de la mano de una guía sapientísima, y una singular pieza teatral, signada por el arte Hugo Beccacece | para la nacion

“S

iempre dependí de la amabilidad de los extraños”, me dije traduciendo a mi modo la frase de Blanche DuBois, la protagonista de Un tranvía llamado deseo. Llegué tarde a la preinauguración de la excepcional muestra de Joseph Beuys en la Fundación Proa. El curador Rafael Raddi, en un simpático y veloz portuñol, explicaba las 110 obras en exposición. Se refería al interés por la naturaleza de Beuys y a su convicción de que todo hombre es un artista. En cierto momento, dijo la frase clave: “Crecer y crear están relacionados; en el fondo, son lo mismo. La naturaleza crea y crece; el hombre crece y crea”. Me quedaban por ver las tres cuartas partes de la exhibición. Y las obras de Beuys, a diferencia de las de los grandes artistas del ¿pasado?, dependen de la explicación, porque no apuntan al goce estético, son más bien documentos. Lo que se exhibe, las “obras”, son el residuo de las acciones del artista (videos, objetos, trajes y recortes de fieltros): huellas. Para recobrar el sentido, esas huellas, casi reliquias de un líder, un santo o un chamán, necesitan el discurso explicativo. Fue entonces cuando intervino la amabilidad de los extraños (aunque me esperaba una sorpresa, la anagnórisis, el reconocimiento final). Una joven y amabilísima guía de Proa se acercó a mí y me ofreció recorrer con su ayuda lo que yo no había visto. Eso nos permitió dialogar y asociar ideas. Por ejemplo, en una de las múltiples imágenes de pizarrones, en los que Beuys anotaba sus ideas y desarrollaba sus clases, hay tres palabras: mito, análisis, síntesis. Una tríada dialéctica enraizada en la tradición alemana, sobre todo en Hegel. Otro ejemplo: hay una foto de Beuys, con una leyenda escrita por él en italiano. La leyenda dice: “La rivoluzione siamo noi”. Beuys avanza decidido. En esa foto, el artista está vestido con camisa, chaleco y pantalones gastados. ¿Por qué no pensar que es una cita de la pintura El cuarto Estado (1901), de Giuseppe Pelliza da Volpedo, uno de los cuadros italianos más famosos del siglo XX, donde se muestra a los trabajadores agrarios (vestidos como Beuys) que abandonan el campo para marchar a las ciudades? Las asociaciones

son múltiples y también pueden ser arbitrarias. Ni qué hablar de las fuentes del pensamiento de Beuys. Son, en buena parte, las mismas del nazismo: Karl May, el esoterismo, el romanticismo, la leyenda del Hombre Nuevo, Martin Heidegger. Claro que Beuys extrajo de esas fuentes conclusiones muy distintas de las del nazismo. Al final de la visita, alcancé a leer la tarjeta de mi sapientísima guía. Con sorpresa leí “Noemí Aira”, la encantadora hija de César Aira, el novelista.

Sus “obras”, residuos de sus acciones, dependen, para recobrar sentido, de la explicación joseph beuys

En el último piso de Proa, se despliega la exposición Romántico con obras de tres escultoras, Ivana Brenner, Diana Drake y Elena Dahn, que intervinieron el espacio donde funciona el café-restaurante. Brenner cubrió la caja del ascensor con azulejos de un color beige claro. En algunos sectores de esas cerámicas, brota algo que podría parecerse a hongos asépticos o un musgo, en todo caso una serie de formas orgánicas. Como hay toda una parte de la caja sin hongos, los azulejos, que no están perfectamente adheridos a la pared, le dan al conjunto un curioso aspecto artesanal. Debido a la cercanía de la cocina y de las mesas servidas, no pude dejar de asociar esos azulejos con las tapas glaseadas de los fosforitos. La curiosidad era mucha y larga la lista de notables que llegaron al teatro Sarmiento para ver Entreactos: situaciones breves, la primera obra de Liliana Porter, una de las artistas más celebradas de la Argentina. En la fila para retirar entradas, estaban Felipe Noé, Laura Buccellato, Eduardo Stupía, Daniel Sabsay, Rodolfo de Souza, Marcial Berro, Rosa María Ravera, Soledad Silveyra, Luisa Kuliok, Graciela Speranza, Nora Iniesta, Mónica Poggio, Mauro Herlitzka, Marion Eppinger, Daniel Veronese y Orly Benzacar, entre otros. Rodolfo de Souza y Marcial Berro miraban a varias de las señoras con estupor. En algunos casos, no las reconocían por la lucha encarnizada que libran contra el

artiSta alemán

en el estreno de entreactos, su primera incursión escénica, dominaron el humor y los momentos poéticos liliana porter artiSta argentina

tiempo por medio de cirugías, colágeno y bótox; Berro señaló que esa trinidad de recursos las esculpe, las hermana y las convierte en niponas. En la pieza de Porter, hay momentos de mucho humor y también los hay muy poéticos. Una de las situaciones que imaginó es la de un almuerzo televisivo, pero no a la manera de Mirtha Legrand. El conductor es un hombre desorbitado que no para de hablar y que no deja abrir la boca a ninguno de sus invitados. En cada función, van a cambiar las celebridades que se sientan a la mesa. La noche del estreno, las comensales fueron Marta Minujín, Mairilú Marini y Luisa Kuliok. Entre las escenas más graciosas estaba “Pasar lista”. Un severo celador leía la lista de los invitados al espectáculo, que debían darle el “presente”. Había algunos pocos ausentes. Por ejemplo, el celador lanzó: “Marcelo Cohen” (el escritor). Y su mujer, Graciela Speranza, dijo desde la platea: “Ausente”. El celador se indignó. Bastaba con el silencio. Hubo otras llamadas de ausentes, y sus acompañantes abandonados volvieron a contestar: “No vino”. Esa repetición desencadenó un ataque de furia en el celador que mandó a varios espectadores a la dirección. Una escena muy hermosa es la del cartero que baja a la platea y va dejando cartas a espectadores sentados en distintas filas. Otra, llena de misterio, humor y nostalgia, es la del caminante, que entra por un lado del escenario y sale por el otro, siempre en silencio, llevando un animal con traílla a la rastra. Uno puede no conocer las obras de Liliana Porter, puede ignorar que esos personajes son los que animan sus instalaciones; sin embargo, va a disfrutar de esas pequeñas escenas. Algunos sostenían que el origen de esa obra eran las performances de las galerías, pero también había personajes que recordaban a los del cine mudo, al circo, al cómic; en suma, a la vida cotidiana (la imaginaria y la supuestamente real). Por algo, al principio y al final de Entreactos, los actores, sentados en butacas, transformados en público, miran los viejos noticieros de Sucesos argentinos. C