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Turismo
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Domingo 18 de noviembre de 2007
Alma de valija Por Horacio de Dios
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Huellas de Piazzolla en las calles de Nueva York El músico vivió durante más de una década en la Gran Manzana La Argentina es un fenomenal mosaico de sangres que llegaron desde medio mundo y conservan sus entretelas emocionales trasplantadas. Por eso atraen tanto los viajes, como lo confirma año tras año el éxito de la FIT. Es un ida y vuelta imaginativo permanente. Astor Piazzolla es un ejemplo mayor. Nacido en Mar del Plata, criado en Nueva York, formado en Buenos Aires junto a Aníbal Troilo, vivió en Roma y París con la misma naturalidad que ahora se escuchan sus obras en Viena, Sydney o Johannesburgo. No era de aquí ni era de allá, sino de todas partes (Facundo Cabral lo dijo). Y podemos seguir sus huellas a través de sus muchos domicilios. De la casa natal, del cuarto alquilado en los fondos de la confitería Marplatense no queda nada, reemplazada por una de las tantas galerías. Sólo una placa recuerda que allí, en Rivadavia 2527, en Mar del Plata, nació el viernes 11 de marzo de 1921 el hijo único de Vicente y Asunta, de Nonino y Nonina. Los Piazzolla venían de Trani, de Puglia, Italia. Eran muchas cosas, pero fundamentalmente marineros con espíritu de aventura. “El padre, un hombre inquieto, siempre inclinado a pensar que la vida era más linda en otra parte”, escribieron María Susana Azzi y Vicente Collier en su estupenda biografía. Fue Nonino quien decidió llevarlo a Estados Unidos en 1925, cuando había cumplido 4 años y donde vivió hasta los 16. Vivieron en el East Village, de Manhattan, que es la contracara del turístico Greenwich. Las cosas no cambiaron demasiado en esa parte de Nueva York como lo comprobé al caminar por el entorno de St. Mark’s Place que mantiene las características que vimos en tantas películas. Allí, en el N° 8 de la plaza, arriba de un salón de billares, tuvieron su primer hogar hasta que se mudaron a la vuelta. En el N° 313 en la calle 11 Este, a metros de la segunda avenida, está el edificio
rojo, con escalera de incendios al frente, con una placa que lo recuerda. Es un escenario que pudo usar el director Martin Scorsese en El Toro Salvaje, con Robert De Niro. Precisamente, Jack Lamotta, en quien se inspiró este film, iba al mismo gimnasio y siendo de su misma edad le dio tal trompada que para Astor fue debut y despedida del boxeo. Justo entonces, don Vicente le regaló el primer bandoneón que había comprado en una casa de empeños por 18 dólares y que selló su destino para siempre.
Cada díak guía mejor El barrio sigue siendo un lugar de inmigrantes, antes italianos, ahora ucranios, con su coffee shop Veselka, que está de moda en la trasnoche para tomar algo y comer borscht (crema rusa de remolacha para entrar en calor cuando hace mucho frío). A la vuelta vivía George Raft, un gangster de película que era más auténtico que Los Sopranos. “Fui criado en Nueva York y tuve calle desde muy chico”, decía al recordar de memoria a sus compañeros hasta los 16 años: Nuncio, Nino, Joseph, Rocky Graciano. Uno de sus últimos grandes discos, precisamente grabado en Nueva York, se llama La camorra, quizá su testamento tanguero. Ahí conoció a Carlos Gardel, al que le hacía de guía porque tenía un buen inglés neoyorquino que nunca perdió. De esa relación surgió su papel de canillita en El día que me quieras. También en Manhattan, en la calle 92 Oeste, en una casa de departamentos más modernos e impersonales, compuso su obra emblemática. Todas sus piezas las escribió sobre el piano, salvo la elegía musical a la muerte de su padre cuando se encerró a tocar el bandoneón transformando un tema anterior, Nonino, en Adiós Nonino. Había vuelto de Puerto Rico donde se enteró de la muerte de su padre actuando con Juan Carlos Copes y María Nieves. Su bandoneón siguió viajando. Era un león entre dos mundos con su alma que siempre hacía pie en su Buenos Aires querido.
[ LUGARES, NUEVO LIBRO ]
El turismo, un buen programa
Una pastora en la zona del volcán Tuzgle, Jujuy, ilustra la tapa
Fotos desde el camino De la aridez extrema del Norte a las aguas lechosas y heladas del lago Viedma, en la Patagonia, el sinfín de contrastes de paisajes, costumbres y gente de nuestro país se ve reflejado en Argentina desde el camino, segundo libro fotográfico que acaba de publicar la revista Lugares. “De los innumerables instantes y las muchas maneras de mirar el mundo que pisamos surge esta unidad de ideas imaginadas como el mapa de un viaje posible”, dice en el prólogo Rossana
Acquasanta, directora editorial de Lugares. Un nido de cigüeña en lo alto de una casuarina seca, en Corrientes; tres hombres que tiran de un carro a bueyes en las tierras coloradas de Misiones; las paredes descascaradas en un pueblo de Buenos Aires, son algunas de las imágenes o innumerables instantes que pueblan 94 páginas de excelente calidad, con epígrafes bilingües, en una edición de tapa dura. Está en todas las librerías y cuesta 72 pesos.
Además de conocer e informarse sobre viajes y destinos en las páginas de este suplemento, los lectores de La Nacion pueden ahora también mirar videos de travesías y escapadas gracias al sitio de LNTeve.com. Basta con ingresar en www.lnteve.com y dirigirse al canal de Turismo. Allí se encuentra toda una selección de clips divididos en estas secciones: Recorrido urbano, con imágenes de sitios para visitar en la ciudad o muy cerca de ella, como el Zoo de Buenos Aires o el Museo del Automóvil; Escapadas, con visitas a estancias y circuitos por pueblos y ciudades bonaerenses como San Antonio de Areco y San Nicolás; y Rutas Argentinas, el plato fuerte, con algo así con coberturas más extensas por el interior del país. En esta última sección, las primeras entregas son dos: un tour por bodegas mendocinas y un viaje por los caminos de Salta, que pasa por Salinas Grandes, Cafayate y otros puntos de esta turística provincia del norte.