La clave de las imágenes Un testigo privilegiado Tras las huellas de ...

11 jul. 2009 - Los cuentos de Schweblin se inscriben en esta línea. Hay parejas que corren por la estepa para “adoptar” no a un niño, sino a un ser ominoso; ...
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CINE Y PERONISMO. EL ESTADO EN ESCENA POR CLARA KRIGER SIGLO XXI 270 PÁGINAS $ 45

DE LA DOCTRINA MONROE AL DESTINO MANIFIESTO

PÁJAROS EN LA BOCA

POR EMILIO OCAMPO

EMECÉ 184 PÁGINAS $ 45

POR SAMANTHA SCHWEBLIN

CLARIDAD 170 PÁGINAS $ 49

La clave de las imágenes

Un testigo privilegiado

Tras las huellas de lo fantástico

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na imagen, reiterada en efemérides y documentales de época, fijó en el recuerdo el vínculo entre cine y peronismo: la del jinete gaucho de la presentación del noticiero cinematográfico Sucesos Argentinos, marca publicitaria de una obra de gobierno. Cine y peronismo. El Estado en escena, de Clara Kriger, docente e investigadora de la Universidad de Buenos Aires, estudia las articulaciones entre Estado, industria cinematográfica y producción fílmica durante los dos primeros gobiernos peronistas, y, al hacerlo, matiza varios de los supuestos con los cuales la historiografía reflexionó sobre la cultura y la política del período. El libro parte, precisamente, de la hipótesis contraria a la habitual, la que sostiene que la intervención estatal durante el peronismo (1946-1955) no incidió de manera significativa en las formas y contenidos de la ficción cinematográfica. Para demostrarlo, la autora propone una investigación que avanza sobre dos andariveles: por un lado, las relaciones entre Estado e industria cinematográfica; por otro, las representaciones del Estado en las películas de ficción rodadas durante el peronismo. La primera parte del libro examina las transformaciones de la industria cinematográfica a partir de la intervención de un Estado que promovía el aumento de la producción mediante una política crediticia de fomento a la industria nacional. La fuerte presencia del Estado en el campo cinematográfico se tradujo tanto en planes de subsidios a la producción y normativas sobre la exhibición de películas, como en la regulación del otorgamiento de película virgen a los estudios y la implementación de normas de censura. En este sentido, Kriger sostiene que si bien las normas de censura que se aplicaron eran las habituales para la época –similares a las del Código Hays para el cine norteamericano–, resultaron restrictivas para cualquier proyecto creador y dieron lugar a un proceso de autocensura por parte de las empresas productoras. En la segunda parte, Kriger analiza el modo en que esta presencia del Estado se convirtió en tópico privilegiado de la ficción. Así, un conjunto importante de películas puso en escena las principales instituciones estatales (hospitales, cárceles y prisiones) en tanto organismos capaces de garantizar el desarrollo de todos los sectores sociales, en especial, el de los desposeídos. Con una mirada atenta a los procedimientos formales, las innovaciones genéricas y los cruces entre realidad y ficción, Cine y peronismo propone una lectura renovada de un período de la cinematografía nacional que expresó el entramado de ideas y prácticas introducidas por el peronismo en todas las dimensiones de la vida social.

18 | adn | Sábado 11 de julio de 2009

n Alvear en la guerra con el Imperio de Brasil (2003), Emilio Ocampo había buscado dar una versión diferente a la de la historiografía más difundida –casi siempre bastante crítica– sobre la actuación en esa campaña del general Carlos María de Alvear (1789-1852). En De la Doctrina Monroe al Destino Manifiesto. Alvear en Estados Unidos, su personaje, el general, vuelve a la escena, aunque esta vez como diplomático y cronista de un mundo fascinante: el de los cambios que se estaban produciendo en la sociedad norteamericana en las décadas que llegan casi hasta la mitad del siglo XIX. Alvear había estado en los Estados Unidos como enviado de Rivadavia en 1824 y volvió en 1838, designado por Rosas, como ministro plenipotenciario de la Confederación de las Provincias Argentinas. En los largos años que siguieron, hasta su muerte, redactó valiosos informes para el gobierno de Buenos Aires que Ocampo rescata para ofrecernos la interpretación de ese testigo privilegiado, político, militar y gobernante, observador y partícipe de la historia europea y americana. Alvear conoció a los gobernantes más importantes de la época, con quienes tuvo la oportunidad de discutir sobre política internacional. Designado para defender el caso argentino en el incidente de la Lexington y la posterior ocupación británica de las Malvinas, como lo hizo más adelante en ocasión de los bloqueos francés y anglo-británico, buscó obtener –sin éxito– el apoyo del gobierno norteamericano. La correspondencia muestra cómo fue modificando su visión sobre los Estados Unidos, inicialmente de gran admiración por los principios republicanos de su Constitución. La anexión de Texas y los enfrentamientos que condujeron a la guerra con México despertaron en Alvear comentarios muy críticos con respecto a la que se llamó la guerra del presidente Polk. Uno de los méritos del trabajo de Ocampo es explicar al público argentino que la opinión sobre la guerra y la anexión de los territorios mexicanos, lejos estuvo ser compartida por todos los norteamericanos. Grant la calificó como una guerra injusta y Emerson dijo que iba a envenenar a los Estados Unidos. Alvear, de todos modos, continuó siendo un admirador de la Constitución de Estados Unidos, de su régimen de gobierno republicano y federal y de su política inmigratoria, que –en su opinión– la Argentina debía emular. Otro de los méritos del libro es mostrar la política doméstica vinculada a los vaivenes de las políticas internacionales de las grandes potencias, además de su inagotable exploración de archivos, algunos de muy difícil consulta.

n el ensayo “Notas sobre lo gótico en el Río de la Plata”, Julio Cortázar se preguntaba la razón por la cual habido tantos autores de literatura fantástica entre los rioplatenses. A su lista incompleta, que llegaba hasta Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares y que también lo incluía a él, hay que agregar hoy una gran cantidad de autores que ejercitan el género. En el siglo XXI, Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) se suma al equipo. Pájaros en la boca es su segundo libro de cuentos, ganador del premio Casa de las Américas. En 2002 publicó El núcleo del disturbio, que obtuvo el premio del Fondo Nacional de las Artes. El relato fantástico puede adoptar diferentes modos, pero en general se trata de la presencia de lo extraño o insólito en “la realidad común”; la actitud de los personajes es ambigua y el lector experimenta el vértigo de que eso también puede sucederle. Los cuentos de Schweblin se inscriben en esta línea. Hay parejas que corren por la estepa para “adoptar” no a un niño, sino a un ser ominoso; un adulto maltratado por su madre, que sigue comportándose como un niño; una joven que de un día para otro comienza a comer pájaros. En “Irman”, dos viajeros son atendidos en un bar de la ruta por un petiso que no llega al mostrador, cuya mujer, la cocinera, yace muerta en el piso de la cocina. Los dos hombres tienen que alcanzarle las cosas al petiso, quien continúa preparándoles el pedido con la muerta en el medio y, de pronto, esta situación absurda da pie a una zona de violencia inesperada. Los cuentos de Schweblin son exponentes acabados del género; su escritura es impecable. Todo esto ya ha sido dicho y escrito. Los reportajes y las reseñas se empeñan en buscar parecidos entre su literatura y la de los maestros del fantástico argentino. Y sí, hay muchísimo parecido. De los quince cuentos de Pájaros en la boca, no son pocos los que rinden tributo a los clásicos. Lo mejor de sus relatos, no obstante, se vislumbra cuando se distancia de la tradición y es fiel a un imaginario diferente. En “Cabezas contra el asfalto”, por ejemplo, el registro del humor negro combinado con la presencia de personajes orientales y la conflictiva “brecha cultural” padecida por el “sensible” protagonista (un pintor que tiene una tendencia a descontrolarse y estampar cabezas contra el piso, cuyos cuadros subliman esa tendencia y cuestan fortunas) hacen de este un relato hilarante y genial. Porque la literatura de género entraña el riesgo de la repetición, el mayor desafío de Schweblin reside, quizás, en buscar sus marcas singulares.

Sylvia Saítta

Roberto Cortés Conde

Laura Cardona

© LA NACION

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