16
|
espectáculos
| Domingo 12 De enero De 2014
televisión
Una realización impecable señores papis, los galanes del jardín . ★★★★ muy buena. autoras: Marcela Guerty, Pamela Rementeria, Cecilia Guerty. elenco: Luciano
Castro, Joaquin Furriel, Luciano Cáceres, Peto Menahem, Gloria Carrá, Laura Novoa, Patricia Palmer, Marcela Kloosterboer, Vanesa González, María Abadi, Fabián Arenillas, Diego Gentile, Tupac Larriera. producción ejecutiva: Chacho Cordone. dirección: Gustavo Luppi, Omar Aiello, Pablo Vázquez. horario: lunes a jueves, a las 22.30. canal: Telefé.
S
in lugar a dudas, lo destacable de Señores papis es que pone en escena, como tema central de sus contenidos, la actual conducta masculina en la dinámica familiar. Padres que abandonan el cetro monárquico de señores de la casa con que eran investidos sus abuelos y se dignan a bajar al llano y acompañar a sus hijos en sus actividades escolares o a escuchar e interesarse por lo que les pasa a sus compañeras. Algo que no ocurre en la realidad desde la semana pasada, pero que la ficción televisiva en general no suele reflejar de manera contundente. La forma en que el guión reúne a los personajes encargados de mostrar diferentes situaciones de vida que les puede tocar a los padres hoy en día no derrocha originalidad. La interacción primaria entre los cuatro protagonistas de la historia tiene lugar en el jardín de infantes que comparten sus hijos. Lugar y circunstancia propicias
como ninguna para generar sentimientos de ternura hacia un varón que se encuentre en ese contexto. Dejando de lado las pretensiones de innovación, el recurso funciona sin inconvenientes. El muestrario de padres en diferentes condiciones de vida está muy bien diseñado y cubre un buen espectro de los posibles casos que se pueden dar en la vida real. Un soltero que se resiste a hacerse cargo de su condición parental, un viudo que no puede superar
14,2 puntos de rating
promedió la emisión del jueves último. En lo que va del ciclo, el promedio del programa es de 14,6 puntos, según Ibope.
la falta de su esposa y sobreprotege a sus chicos, con la idea de que así les evita el dolor; un hombre sorprendido por una crisis matrimonial que se niega a aceptar y otro casado en segundas nupcias que está conforme con un hijo de cada pareja, cosa que a su esposa no le alcanza. La elección de los actores para cada uno de estos roles resulta correcta y cada uno de ellos aporta la carnadura necesaria a la composición que realiza para hacerla creíble y particular. El género se mantiene dentro de los márgenes estrictos de la comedia costumbrista y, si bien no sorprende con una trama pletórica de conflictos inesperados, refleja en general, de manera correcta y graciosa, hechos absolutamente comprobables en la realidad que nos rodea. Un párrafo aparte merece la realización, que muestra una impecable prolijidad, con escenas bien iluminadas, con un trabajo de cámaras destacable, una edición dinámica y ajustada al detalle, que además responde a un diseño estético general de una elegancia y un atractivo inusual. Toda una batería de elementos que muestran que detrás de este programa hay un equipo capaz y tiempo de maduración de las ideas.ß Ricardo Marín
Barone, que también estudió actuación, debutará como director en teatro con Red
“Los caminos del cine y de la TV se juntaron” daniel Barone. El director de Farsantes y de
los unitarios de Pol-ka habla sobre su labor
Alejandro Cruz LA NACiON
“Mi vanidad –dice– no está puesta en ser una persona pública.” –¿En dónde está puesta? –Durante mucho tiempo, quizás, estuvo en lograr el reconocimiento interno entre la gente del medio. El medio (o su medio) es la televisión. El reconocimiento llegó. De hecho, Daniel Barone (de quien se habla) es el director de muchos unitarios y tiras de Pol-ka de las cuales los actores hablan maravillas. Dirigió, por ejemplo, El puntero, Mujeres asesinas, Para vestir santos, Vulnerables, Culpables, Tratame bien, Tiempos compulsivos y Farsantes, su primera tira diaria, en la que dirigió sus exteriores. Hace unos meses, Julio Chávez le propuso que lo dirigiera en Red, la obra que estrenarán en pocos días en La Plaza. “No es bueno acomodarse en lo seguro –se dijo, y aceptó–. Durante los dos meses de trabajo en la sala de ensayo me la pasé llorando como un tarado en cada final de acto”, cuenta. Fue Adrián Suar quien lo “detectó” mientras grababan Poliladron. Él, en ese momento, era asistente. Formaba parte de un grupo que venía del cine con el deseo de que esa experiencia televisiva se conviertiera en un paso hacia el cine. Pero no fue así (o sí): “Con la muerte del 35 milímetros, 17 años después, la televisión y el cine se encontraron. Cuando de golpe uno pensaba que estaba listo para pasar al formato que siempre había soñado, los caminos se juntaron. Yo creo que somos trabajadores de la televisión que estamos al borde de la actividad meramente artística”, apunta con esa manera de hablar siempre en primera persona del plural como refugiándose (y apostando) al trabajo grupal. Barone siempre pensó a la televisión como un espacio de expresión artística. Lo dice con cierto temor, como hablando bajito. Por eso, acota: “Claro que hablar en esos términos cuando tenés que meter 40 escenas suena a ser un tremendo caradura”. Entonces, se ríe con ganas. Su primera experiencia de grabar en esos tiempos de vértigo fue con Farsantes. Ese proyecto iba a ser un unitario, pero, cosa de la lógica televisiva, pasó a ser una tira diaria. Hasta ese momento estaba acostumbrado a los unitarios, a manejar otros tiempos, a bucear en las sutilezas. Por ejemplo, cuando hizo Hombres de honor tenía todas las películas de Scorsese sobre la mesa para jugar con la paleta de colores. Cuando hizo Vulnerables venía de
ver Ciudad de ángeles, de Robert Altman, y estaba fascinado con la estructura coral de relato. Vivió como un duelo entrar en la lógica de una tira diaria, pero se fue acomodando. Barone ingresó a la industria televisiva sin buscarlo. O, en verdad, formaba parte de un deseo que consideraba lejano. A los 18 años, su deseo era otro: se anotó a estudiar teatro. Eso fue en 1983. En el taller de Raúl Serrano estuvo unos 5 o 6 años. Cuando le tocaba pasar al escenario se las rebuscaba para mirar para otro lado. O mirar, justamente, a sus compañeros. En perspectiva, quizás estaba dando sus primeros pasos como director de actores y sus primeros pasos en la construcción de una ficción. Luego, estudió cine mientras se ganaba el mango como podía. Con el tiempo, se transformó en una pieza clave de Pol-ka, filmó algunas películas y le llegaron los premios (por ejemplo, 4 trabajos suyos ganaron el Martín Fierro de Oro). Todas las veces que tuvo que subir a recibir un galardón sólo se podía pensar que ese tipo grandote de trato cálido la estaba pasando fatal. Claramente, el detrás de cámara está en su naturaleza. En ese ámbito, la maquinaria Barone se activa en el mismo momento de la lectura de un guión.
El adiós a Farsantes Barone suele decir que recién cuando termina de grabar un programa y percibe que los actores quedaron contentos, él respira aliviado. –Ahora que dejaron de grabar Farsantes, ¿respiraste aliviado? –Creo que fue un buen trabajo a cargo de un elenco esencialmente heterogéneo y muy talentoso. Lo mío terminó ya hace tiempo, pero me fui contento. Todo el trabajo en exteriores fue muy poco traumático en términos de los tiempos de un tira. Y en relación con los problemas de lo que tanto se habló, todos eran conversables en el plano de lo laboral. El resto crece y se multiplica en un plano más virtual que real. De hecho, en exteriores, yo nunca presencié un problema real.
Hernán zenteno
Mientras eso sucede, va llenando las páginas de acotaciones y de “calamares”. Él llama calamares a dibujos (“que sólo yo entiendo”) en donde imagina las posiciones de las cámaras. Parece ser que su equipo aprendió a leer esos garabatos. De hecho, saben que si el guión viene con muchos de esos “calamares”, la jornada de trabajo terminará bien tarde. La mirada “Dirigir es una convención –tira en medio de la charla–. Es una práctica de respeto hacia uno mismo y hacia los otros que se están despertando a las seis de la mañana. Si no hay una mínima admiración mutua y si no hay claridad en el planteo, seguramente tampoco podré ser claro con el público.” El contacto directo con el actor es otro mundo que lo fascina. Cuando en Vulnerables trabajó con Alfredo Alcón le regaló el libro El jugador, de Dostoyevski. Se lo dio casi con vergüenza, pero lo hizo. Alcón dijo de él: “No sabría cómo hacer una síntesis de todo lo que me enseñó, del clima que se genera trabajando con él, del respeto que le tenemos todos. Daniel Barone es un verdadero maestro”. El mismo tono se repite en infinidad de testimonios (aún con el grabador apagado). “Me gusta pensar que con los actores podemos hablar el mismo idioma –dice–. En ese aspecto, mi paso por lo de Serrano fue fundamental. No me arrepiento que mi pilar sea el haber estudiado actuación, porque en ese aspecto es en el cual hay más carencias. Es que como somos todos fanáticos del corte, del montaje, de los planos; a veces se deja en un segundo plano el trabajo actoral.” En ese plano, en ese corte, él marca diferencias. En los programas que llevan su firma suelen aparecer intérpretes fundamentales del teatro alternativo. Veamos: Esteban Lamothe, Maruja Bustamante, Pilar Gamboa, Julieta Vallina, Diego Velázquez, Guillermo Arengo, Julieta Zylberberg y tantos otros. “Es una segunda línea que siempre está preparada para ser primera. Son todos actores de puta madre que, cuando tienen que pelar, lo hacen. Son como el descanso del guerrero”. De hecho, Lamothe será uno de los protagonistas de Guapas, la nueva tira que comienza a grabar en febrero “¿Ves? Tener esa segunda línea es muy Pol-ka. Hay gente de la productora que vive viendo teatro”, agrega. Él va poco. El año pasado, lo cuenta con cierto orgullo, vio una obra del FiBA. Al Bafici se pega sus faltazos. “Me siento grande, me siento gordo –bromea– pero me apasiona el cine argentino.” Rara vez ve los programas que dirige. De los de otros ve todo. Claro que ese “todo” merece una explicación: “Veo todo una única vez. De Breaking Bad y Mad Men, ponele, vi pocos capítulos o sólo alguna temporada. No me quiero enganchar. Me resisto a ver tanta televisión porque también quiero hacer asados, pegarle un par de patadas al perro, salir con mis hijas... No quiero quedar cautivo de una obsesión, la vida es corta”. ß