TEXTOS
LA ESPECIFICIDAD DE LO POLÍTICO: EL DEBATE POULANTZAS-MILIBAND Ernesto Laclau
LA publicación del libro de Ralph Miliband El estado en la sociedad capitalista en su versión original inglesa dio lugar a una refrescante polémica que, iniciada en 1970 en la New Left Review, ha continuado hasta fechas recientes. Parte del valor de este intercambio de opiniones y posiciones entre dicho autor y Nicos Poulantzas surge del replanteamiento de temas cuyo análisis había sido cancelado aún a los niveles acalémicos más elevados. En el centro de la discusión se insertan las nuevas corrientes dentro de la teoría marxista del Estado, mismas que han generado una reflexión consciente sobre la necesidad de revisar la literatura existente y el método de análisis conducente, sea a través de la interpretación, sugerida por Althusser o bien mediante la utilización de métodos empíricos que confirmen las afirmaciones teóricas más elaboradas. El trabajo de Ernesto Laclau representa un esfuerzo serio, que es
el resultado colateral de los conceptos que han surgido a lo largo del diálogo entre ambos distinguidos marxistas. La parcialidad del enfoque refleja la identificación de Laclau con las proposiciones y críticas de Poulantzas, pero deja margen para una aportación personal que enriquece la discusión.* LA obra de Nicos Poulantzas' es de considerable importancia teórica al menos en dos sentidos: en primer lugar, porque el pensamiento marxista no empezó a desplegar, hasta el último decenio, una teoría sistemática acerca de la naturaleza y del rol del Estado en diferentes formaciones socioeconómicas. Observaciones esbozadas que tratan de establecer la coherencia definitiva entre los cambios socioeconómicos y las transformaciones del sistema político, u observaciones no tan esbozadas que intentan establecer * (N. R.) 1 Polilical Power and Social Ctasses, Londres, New Left Books. 1973. (Edición francesa: Maspero, 1968.)
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relaciones mecánicas de causalidad entre ambos, han dominado la zona del análisis hasta tal punto que no podemos menos que dar la bienvenida a una obra que trata de deslindar, a nivel teórico, la especificidad de lo político, y que sistemáticamente evita correlaciones puramente impresionistas. Pero, en segundo lugar, la obra de Poulantzas no es una simple obra marxista. Aparece dentro de un ámbito teórico bien definido dentro de las corrientes del marxismo contemporáneo: el constituido por la "revolución althusseriana". El poder político y las clases sociales constituye, sin lugar a dudas, el intento más completo, hasta el momento, de estructurar una teoría regional a partir de la problemática general de Althusser. De esa manera, constituye hasta cierto punto una prueba del rendimiento de esa problemática para el análisis de procesos y situaciones concretas. A este respecto, hemos de tener presente que un enfoque teórico es provechoso hasta el grado en que se manifiesta como multiplicador de la creatividad espontánea que surge en zonas particulares, y que no se podría haber desarrollado plenamente por falta de un principio de sistematización; esto es, de la posibilidad de ser incorporada teóricamente al marco de una problemática. Una problemática estrecha o inadecuada, por el contrario, esconde los verdaderos problemas en vez de esclarecerlos, y crea un antagonismo insuperable entre las formulaciones teóricas generales y el conocimiento de ámbitos particulares y de situaciones concretas. A estos dos respectos: su originalidad como intento de formalizar teóricamente la especificidad de lo político y su relación con la problemática althusseriana (a lo que hemos de añadir el rigor indubitable y la complejidad teórica con que ha sido llevado a cabo tal intento), la obra de Poulant-
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zas ha astado, y presumiblemente continuará estando, en el mismísimo centro del análisis político marxista contemporáneo. En un artículo posterior proponemos efectuar un análisis general del pensamiento de Poulantzas; en Cata monografía, sin embargo, el propósito es más limitado: considerar algunas de las implicaciones teóricas del debate llevado a cabo entre Poulantzas y Miliband en la New Left Review.^ después de la publicación del libro de Miliband The State in CapitoUst Society.^ Empezaremos, pues, resumiendo las líneas generales del debate. El primer ataque de Poulantzas surge de su crítica epistemológica del método de análisis de Miliband. Tal método consiste substancialmente en lo siguiente: partir de un aserto común de la ciencia política burguesa, demostrar que los hechos están en contradicción con dicha aserción y concluir, por ende, que la aseveración es falsa. En breve, todo el análisis de Miliband permanece en un plano empírico: empieza con aserciones referentes a la realidad y demuestra que ésta se encuentra en contradicción con dichas aserciones. Es precisamente la madurez de este enfoque lo que Poulantzas se propone criticar: ... En vez de desplazar el terreno epistemológico y someter tales ideologías a la crítica de la ciencia marxista, demostrando su inadecuación a lo real (como lo hace Marx, - N. Poulantzas, "The Problem of the Capitalist State", New Left Review, No. 58, noviembre-diciembre, 1969; R. Miliband, "Reply to Nicos Poulantzas", New Left Review, No. 59, enero-febrero, 1970; R. Miliband, "Poulantzas and the Capitalist State", New Left Review, No. 82, noviembre-diciembre, 1973. Cito los dos primeros artículos de Ideology in Social Sciences, a cargo de Robín Blackburn, Fontana/Collins, 1972. ^ The State in Capitalist Society. Londres, Weidenfeld & Nicolson, 1969.
principalmenle en Teorías sobre lo plusvalía * Miliband parece saltarse este primer paso. Con todo, el análisis de la epistemología moderna muestra que nunca es posible oponer simplemente "hechos concretos" a conceptos, sino que éstos han de ser atacados mediante otros conceptos paralelos, situados en una problemática diferente. Pues es sólo por medio de esos nuevos conceptos como cabe confrontar las nuevas nociones con la realidad concreta . . .■• En breve, Poulantzas afirma que no es método válido considerar las proposiciones de la ciencia política burguesas aisladamente, como proposiciones empíricas, sin tratar de entresacar su substancia teórica y sin llevar el análisis al campo de la confrontación teórica. El error correspondiente a esta actitud es que Miliband no juzga necesario hacer explícitos sus propios principios epistemológicos y las proposiciones teóricas a partir de las cuales juzgar a sus oponentes, esto es, la teoría marxista del Estado, sino que se sirve de esto para atacar a las ideologías burguesas del Estado, colocándolas en el mismo terreno. La consecuencia es que tales ideologías acaban por ser introducidas en el propio análisis de Miliband. Esto es evidente en las dificultades que Miliband enfrenta al abarcar las clases sociales y el Estado como estructuras objetivas y sus relaciones como un sistema objetivo de conexiones regulares, estructura y sistema cuyos agentes, "los hombres", son, en palabras de Marx, sus "portadores" (írdger). Miliband da constantemente la impresión de que, para él, las clases o ■■ Publicado por el Fondo de Cultura Económica con el título: Historia crítica de la teoría de la plusvalía. ■< Poulantzas, ■"The Problem . . .", p. 241.
"grupos" sociales son en cierto sentido reducibles a relaciones interpersonales; que el Estado es reducible a las relaciones interpersonales de los diversos "grupos" que constituyen el aparato estatal, y que, finalmente, la relación entre las clases sociales y el Estado es reducible per se a las relaciones interpersonales de los "individuos" que componen el aparato estatal ... De acuerdo con esta problemática, los agentes de una formación social, "los hombres", no se consideran como portadores de instancias objetivas (como ocurre en Marx), sino como el principio genético del nivel del todo social. Se trata de una problemática de actores sociales, de los individuos como origen de la acción social: así, la investigación sociológica conduce finalmente no al estudio de las coordenadas objetivas que determinan la distribución de los agentes en clases sociales y las contradicciones entre estas clases, sino a la búsqueda de explicaciones finalistas fundadas en las motivaciones de conducta de los actores en particular. Esto es notoriamente uno de los aspectos de la problemática tanto de Weber como del funcionalismo contemporáneo. Trasponer esta problemática del sujeto al marxismo es, a fin de cuentas, admitir los principios epistemológicos del adversario y correr el riesgo de viciar los propios análisis . . .'' Poulantzas cita varios ejemplos donde la metodología empirista de Miliband lo lleva al error teórico mencionado en la proposición anterior. Así, en el caso de la teoría de las élites, Miliband trata de mostrar que la existencia de éstas no es incompatible con la presencia de una clase rectora, en ^ Ibid., p. 241-42.
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vez de criticar la noción ideológica de élite a la luz de los conceptos marxistas. En el caso del gerencialismo, su crítica del concepto ideológico de una "revolución gerencial" consiste en mostrar que los gerentes o directivos tratan de obtener utilidad tanto como cualquier otra élite económica que forma parte de la clase directora, sin ver que la categoría de la utilidad es una categoría objetiva, independiente de la motivación de la conducta de sus portadores, y sin referirse al problema que en realidad hace al caso, que es el de las relaciones entre las diferentes fracciones del capital. Miliband fracasa también en su consideración de la burocracia, puesto que enfoca su análisis en los orígenes sociales y en los vínculos personales de los burócratas con los miembros de la clase rectora, esto es, citando la situación clasista y no la función objetiva de la burocracia como factor relevante. Este constante desvío de las estructuras objetivas y de las leyes del sistema hacia las motivaciones personales de sus agentes —que es consecuencia del énfasis unilateral de Miliband, ocupado de la validez empírica de las proposiciones de la ideología burguesa y no de su refutación teórica— es todavía más obvia, según Poulantzas, cuando Miliband trata de formular las proposiciones generales válidas para e! sistema como un todo. Así, los principios que gobiernan la predominancia relativa de una u otra de las ramas del sistema político serían para Miliband la proximidad relativa de los miembros de esa rama respecto de la clase directora, o el rol económico inmediato de esa rama. La metodología y la perspectiva teórica de Miliband le impiden comprender que . . .el aparato estatal forma un sistema objetivo de "ramas" especiales cuya relación presenta una uni206
dad interna específica y obedece, en buen grado, a su propia lógica. . . Es imposible establecer directamente un cambio importante en la rama predominante del aparato estatal, o en las relaciones entre esas ramas, por el rol exterior inmediato de la primera, puesto que tai cambio se determina por la modificación de todo el sistema del aparato estatal y de su forma de unidad interna como tal: modificación que en sí se debe a los cambios en las relaciones de producción y a los desarrollos en la lucha de clases. . ." Del mismo modo, los cambios en la presente etapa del Estado capitalista se relacionarían con los vínculos todavía más estrechos entre los miembros de la clase directora y el aparato estatal, y no con los cambios objetivos en la articulación entre economía y política. A este respecto, la tesis de Miliband se aproxima a la tesis comunista ortodoxa del capitalismo monopolista de Estado. Finalmente, Miliband no ha advertido —aunque Poulamtzas se critica él mismo por haber cometido parcialmente él mismo error— que las ideologías constituyen también un sistema objetivo e institucionalizado que comprende la Iglesia, los partidos políticos, las asociaciones profesionales (con excepción del partido revolucionario y de los sindicatos), las escuelas, los medios masivos de comunicación y la familia. En ese sentido, Poulantzas habla de aparatos estatales ideológicos, así como de aparatos estatales represivos. La primera réplica de Miliband fue algo cautelosa y defensiva. Trató de justificar su método sin entrar en una confrontación abierta con el concepto de Poulantzas, limitando la discrepan« ¡bid., p, 248.
cia a un problema de énfasis. Así, escribe: ... de grado admito que The State in Capitalist Society quizá es insuficientemente "teórico" en el sentido que quiere Poulantzas; pero también me inclino a pensar que su propio enfoque . . . yerra en la dirección opuesta . . . Esto, he de subrayar, no es una contraposición cruda (y falsa) de un enfoque empirista frente a otro no empirista o antiempirista: es una cuestión de énfasis, pero ese énfasis es importante . . .■ Miliband, sin embargo, hace un aserto de primordial importancia para el curso futuro del debate: ... De hecho, presento explícitamente un esbozo de la teoría marxista del Estado, pero sin duda lo he hecho demasiado sucintamente. Una de las razones ... es que, al bosquejar la teoría marxista del Estado, me interesó contraponerla a la opinión democrático-pluralista, y mostrar las deficiencias de la misma, de la itnica manera que a mí me parece posible, a saber, en términos empíricos'' . . .** La misma tendencia a reducir las dimensiones de su confrontación con Poulantzas a una cuestión de énfasis se puede hallar en la réplica de Miliband referente al problema del status teórico de las élites políticas y el gerencialismo. El eje de su réplica gira, sin embargo, en torno a la naturaleza objetiva del Estado. Aquí, su posición es clara: concebir al Estado exclusivamente como un sistema de relaciones objetivas conduce a un superdeterminismo estructural que nos impide establecer, a nivel teórico, la autonomía relativa * El subrayado es de Laclau. (N. R.) ■ Miliband, "Reply ...", pp. 255-56. ' Ibid., p. 254.
del Estado capitalista. Vale la pena citar este párrafo en su totalidad, puesto que constituye el meollo de su argumentación: . . . pues lo que su (de Poulantzas) insistencia exclusiva en las "relaciones objetivas" sugiere es que cuanto realiza el Estado, en cada particular y en todo momento, está determinado totalmente por estas "relaciones objetivas": en otras palabras, que las constricciones estructurales del sistema compelen de manera tan absoluta, que dejan a aquellos que gobiernan el Estado en calidad de meros funcionarios y ejecutantes de políticas que les son impuestas por el "sistema". Al mismo tiempo, empero, rechaza también la "larga tradición marxista [que] ha considerado que el Estado es sólo una herramienta simple o instrumento manipulado a voluntad por la clase directora" (p. 74). En cambio, subraya "la autonomía relativa del Estado". Pero, a mi parecer, todo lo que hace es sustituir la noción de "estructuras objetivas" y "relaciones objetivas" por la noción de "clase directora". Pero, puesto que la clase directora es un elemento dominante del sistema, nos hallamos de nuevo, en efecto, en el punto de la subordinación total de la éHte estatal a esa clase; esto es, el Estado no está "manipulado" por la clase directora, de manera que tenga que hacer 10 que ésta le ordene: lo hace autónomamente, pero de modo cabal, debido a las "relaciones objetivas" que le impone el sistema. Poulantzas condena el "economismo" de la 11 y III Internacionales, y le atribuye el olvido en que éstas tienen al Estado (p. 68). Pero su propio análisis me parece que conduce directamente a una especie de determinismo estructural o, más bien, a un
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superdeterminismo estructural que hace imposible una consideración verdaderamente realista de la relación dialéctica entre el Estado y el sistema . . ." Este superdeterminismo estructural conduce, de acuerdo con Miliband, a la obliteración de las diferencias entre las diversas formas de gobierno y el Estado burgués. De acuerdo con esta conclusión, no habría diferencia real entre una "democracia" burguesa y un Estado fascista, concepto que constituyó el error central del Comintem durante el periodo comprendido entre las dos guerras. El mismo descuido de Poulantzas de las diferencias entre varias formas de gobierno lo lleva a tratar erróneamente el fenómeno del bonapartismo, que él presenta como características de todas las formas del Estado capitalista, cuando en realidad sólo ha aparecido en circunstancias excepcionales. Finalmente, rechaza la noción de que los aparatos ideológicos estatales pertenecen al sistema del Estado. La réplica de Miliband es, en su conjunto, insatisfactoria; por una parte trata de reducir los conflictos a un problema de énfasis, y, por otra, sus asertos metodológicos y sus críticas teóricas sugieren que sus discrepancias con Poulantzas van mucho más allá de lo que parecía indicar esta supuesta diferencia de énfasis. No obstante, tres años más tarde, en nuevo artículo publicado para señalar la edición inglesa del libro de Poulantzas, vuelve a abrir el debate con un ataque más elaborado y de mayor alcance. El concepto de Poulantzas, antes caracterizado como superdeterminismo estructural, se concibe ahora como abstraccionismo estructuralista. A este respecto hemos de ver » IbiJ., pp. 258-59.
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si yo he entendido correctamente a Miliband: se trata de un enfoque teórico donde una instancia definida abstractamente busca su principio explicativo en otra instancia, definida de igual modo, pero de tal manera que este proceso de referir una instancia a la otra se convierte en un procedimiento circular o juego de espejos en el que, finalmente, nada tiene un significado preciso y el sistema conceptual como un todo resulta contradictorio. La consecuencia de esto, según Miliband, es que Poulantzas es incapaz de responder a los mismos problemas que plantea y que, de modo especial, es incapaz de dar respuesta al problema central; la autonomía relativa del Estado capitalista. El método autocontradictorio del abstraccionismo estructuralista en sí conduce a Poulantzas a replantear el economismo, después de haber convertido la denuncia del mismo en punto de principio. Miliband afirma: . . . Poulantzas nos dice que "el poder no está ubicado a un nivel de estructura, sino que es efecto del conjunto de esos niveles, mientras que al mismo tiempo caracteriza a cada uno de los niveles de la lucha de clases". A partir de esta proposición . . . Poulantzas pasa a la idea de que "el concepto de poder no se puede aplicar, así, a un único nivel de estructura. Cuando hablamos, por ejemplo, de poder estatal, no podemos dar a entender por él el modo de articulación del Estado a otros niveles de la estructura; sólo podemos indicar el poder de una determinada clase, a cuyos intereses (y no a los de cualquier otra clase social) corresponde el Estado". Ahora bien, esto, a mi parecer, es palmariamente incorrecto: simplemente no es cierto que por "poder estatal" podamos sólo indicar "el
poder de una clase determinada". Pues ello, Ínter alia, es privar al Estado de cualquier clase de autonomía y convertirlo precisamente en un mero instrumento de una clase determinada; más aún, que toda conceptualización brilla por su ausencia . . ." La razón de tal confusión, según Miliband, es que Poulantzas no ha establecido una distinción vital: la que existe entre el poder estatal y el poder de clase. ... El poder estatal es el medio principal y definitivo, aunque no el único, por el que se garantiza y mantiene el poder clasista. Pero una de las razones capitales para subrayar la importancia de la noción de la autonomía relativa del Estado es que hay una distinción básica entre poder de clase y estatal, así como que el análisis del significado y las implicaciones de esta noción de autonomía relativa han de enfocar las fuerzas que causan el que sean mayores o menores las circunstancias en que se ejerce, etc. Poulantzas, al esfumar la distinción entre poder de clase y poder estatal, imposibilita tal análisis: a pesar de todas las denuncias de "economismo", la política asume aquí una forma "epifenoménica" . .." De esta confusión se sigue toda una serie de insuficiencias en el análisis de Poulantzas: del concepto erróneo acerca de los aparatos ideológicos estatales, a su no menos errónea concepción de los partidos políticos reducidos a la incapacidad de representar rol alguno organizativo que sea autónomo. De aquí se sigue una crítica '" Miliband, "Nicos Poulantzas . . .", p. 87.
" ¡hid.. pp. 87-88.
particularmente convincente del concepto de bonapartismo de Poulantzas. Empecemos, pues, el análisis de la estructura teórica de esta polémica. En primer lugar deberemos tomar el hilo a partir de ciertas cuestiones metodológicas. Cuestiones metodológicas y epistemológicas POULANTZAS empezó afirmando la insuficiencia teórica del método de Miliband y, hemos de señalar, no recibió réplica alguna a este respecto. Por una parte, no es posible considerar las observaciones impresionistas de Miliband acerca de la discrepancia en puntos de énfasis como respuesta; por otro lado, aunque el aserto de Poulantzas de que "nunca es posible oponer 'los hechos concretos' a los conceptos situados en una problemática diferente" es contradicho formalmente por Miliband cuando afirma que ha intentado "mostrar las deficiencias (de la opinión pluralista democrática) del único modo que me parece posible, o sea, en términos empíricos". Miliband en modo alguno intenta justificar tal aseveración; todo depende de la definición que se dé a lo que se ha entendido por "términos empíricos". Si por esto entendemos una instancia externa al pensamiento, cuya función es probar la validez de una teoría, nos hallamos por completo dentro de un marco empirista, y la crítica de Poulantzas queda reivindicada. Si, por el contrario, los "hechos concretos" snn producidos por la teoría o problemática mismas —como afirma la epistemología moderna— entonces los problemas de la congruencia ló^ca y de la validez empírica no difieren de manera fundamental. Las "formas de la prueba" de la validez de los asertos referentes al objeto del conocimiento sólo se pueden considerar extemas al siste209
ma teórico en cuestión si se admite la identificación entre "objeto del conocimiento" y "objeto real", y la consiguiente distinción entre sujeto y objeto del conocimiento. Mostrar la insuficiencia en el sistema de axiomas que define el ámbito de una teoría y los asertos referentes a los objetos que surgen de esa misma teoría equivale al mismo tiempo a demostrar las contradicciones internas de la teoría. Por esta razón, hablando estrictamente, la "validez empírica" y la "validez teórica" de una teoría no son aspectos que se puedan diferenciar. Ahora bien, si Miliband entendió su tarea como intento de mostrar las contradicciones internas de una problemática teórica, a partir de los "hechos" que aparecen en ella, se justifica el ejercicio teórico. Pero, por el contrario, todo lo que va en línea con esta argumentación se presenta como si su llamado a los "hechos" fuera una apelación directa a los objetos reales. Y esto no es una diferencia en el énfasis con Poulantzas, sino una posición epistemológica radicalmente distinta; además, toda la polémica ha seguido como si Miliband no hubiera advertido la importancia de este primer desacuerdo. Hemos de señalar a este respecto que la práctica teórica tiene lugar cabalmente en el plano del pensamiento. Como Althusser señalara, el proceso del conocimiento no empieza con los objetos reales —como presupone el empirismo— sino con los conceptos, con las noticias y con las ideas que nos suministran las diferentes formas de práctica: científica, ideológica, técnica, etc. Esos conceptos se transforman mediante la práctica teórica en objetos de conocimiento que como tales, difieren de los objetos reales. En contraposición al análisis empirista, según el cual el conocimiento empieza a partir de lo concreto y se eleva a proposiciones generales mediante un proceso 210
de abstracción/generalización, aceptamos la perspectiva epistemológica de que el conocimiento es conocimiento de objetos reales, pero que ocurre totalmente a un nivel de pensamiento y se mueve de lo abstracto a lo concreto. Ese "concreto" no es, empero, lo concreto-real, sino lo concreto-en-el-pensamiento, para emplear la expresión de Althusser. Así, como decíamos antes, mientras el objeto del conocimiento es pronunciado por la práctica teórica misma, los métodos de comprobación son parte del sistema teórico mismo. Una teoría es falsa sólo en el grado en que es incongruente en lo interno; esto es, si en el proceso de la construcción de sus conceptos ha entrado en contradicción con sus postulados. De aquí la imposibilidad de resolver los problemas teóricos, hablando estrictamente, en el grado en que son verdaderamente teóricos: sólo pueden ser sobreseídos, que no es la misma cosa. Analicemos más de cerca esta aserción: ¿qué significa exactamente resolver un problema teórico? En el primer caso significa proporcionar una solución a las dificultades que provienen del proceso de aplicar una teoría general a un ámbito teórico particular. Pero, entonces, dos son las posibilidades: la primera es que el problema se resuelva efectivamente en el curso del análisis científico, de acuerdo con los presupuestos generales de la teoría en cuestión, lo que significa que el problema no existe en la teoría, sino en nosotros mismos, esto es, en el nivel presente que nuestro desarrollo del mismo ha alcanzado. La resolución empírica del problema consiste, hablando estrictamente, en la negación de su existencia a un plano teórico. La otra posibilidad es que el desarrollo de una teoría conduzca a plantear un problema verdaderamente teórico (esto es, un problema que comporte alguna incongruencia en la estructura ló-
gica de la teoría); pero si el problema es realmente teórico, esto significa que no se puede resolver dentro del sistema de postulados de la teoría, es decir, que no tiene solución. Esto indica que una teoría ha alcanzado el límite de su posible desarrollo y que, en consecuencia, entra en contradicción consigo misma. A partir de este punto, el único camino abierto es negar el sistema de axiomas sobre el que se funda la teoría misma; esto es, pasar de un sistema teórico a otro. Pero como ha aparecido el problema que genera esta crisis teórica y existe sólo dentro del horizonte teórico del sistema anterior, tampoco en este caso cabe decir que se haya resuelto; simplemente se ha sobreseído, se ha disuelto como problema, al aparecer un nuevo sistema teórico. Del sistema teórico a los problemas teóricos, y de ellos a un nuevo sistema teórico: tal es el curso del proceso del conocimiento. Ahora, suponiendo que el campo de la confrontación empírica del sistema de proposiciones de una teoría no sea externo, sino interno a dicha teoría —o sea, que la problemática cree sus propios objetos— la verificación "empírica", en tanto que rechaza las proposiciones teóricas, demuestra las contradicciones internas del sistema teórico. Concluyendo, si admitimos —sin atribuir un carácter apodíctico a tal admisión— que la crítica teórica parte de la confrontación "empírica" del sistema teórico en cuestión, los pasos lógicos necesarios han de ser: (a) indicar los puntos de conflicto entre la esfera de la confrontación "empírica" y el sistema teórico en cuestión, teniendo presente que está lejos de ser una operación mecánica, puesto que es necesario llevar a cabo la confrontación tomando en cuenta el nivel de abstracción de la proposición (al hablar de abstracción lo hacemos —es claro— en el sentido hipotético-deductivo del
término, no en el sentido de inducción); (b) partir de los puntos discordantes, para esclarecer cuáles son los problemas teóricos; (c) partir de los problemas teóricos, para demostrar las contradicciones teóricas internas conducentes al colapso del sistema teórico; (d) proponer otro sistema teórico que pueda superar las contradicciones internas del anterior. Volviendo al debate Poulantzas-Miliband, me parece que resulta claro que el libro de éste último, a pesar de su indudable interés, es de amplitud teórica limitada, puesto que el análisis no va más allá del paso (a). Poulantzas, empero, tiende a insinuar que el esfuerzo crítico es incompleto porque no se llevan a cabo los pasos (b) y (c) ("apartándose del terreno epistemológico y sometiendo tales ideologías a la crítica de la ciencia marxista, demostrando su insuficiencia frente a lo real"), como tampoco se efectúa el paso (d) ("una precondición de cualquier enfoque a lo concreto es hacer explícitos los principios epistemológicos de su propio tratamiento").^^ Mas, de acuerdo con Poulantzas, Miliband no sólo ha dejado de someter los conceptos ideológicos del adversario a la crítica científica, sino que, al quedar en el terreno de éste último, ha terminado incorporando "acríticamente" esos mismos conceptos. Esto, afirma, se refleja en el predominio, en el concepto de Miliband, de una problemática del sujeto, donde las motivaciones de los actores sociales ocupan un rol central en la explicación del cambio histórico. En este punto, la crítica de Poulantzas, a mi parecer, se ha pasado algo de la raya. El texto de Miliband no ha progresado lo suficiente en el campo de la forraalización teórica para que podamos '2 No quiero suponer con esto que Poulantzas estaría de acuerdo con mi esquema anterior en su totalidad.
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aceptar el aserto categórico de Poulantzas de que Miliband reduce "el rol del Estado a la conducta y comportamiento de los miembros del aparato estatal". El texto de Miliband permite diferentes lecturas, esto es, que los nexos entre los miembros del aparato estatal y los miembros de la clase directora son una indicación del predominio de la clase y no su causa, etc. El método de Poulantzas SI aceptamos que el libro de Miliband queda en la prehistoria de la formalización teórica, ¿qué decir de la obra de Poulantzas, que es un intento de orientar explícitamente en tal dirección? Creo que a este respecto los resultados distan mucho de ser satisfactorios. No tanto por las razones señaladas por Miliband, o sea, por una investigación empírica inadecuada, sino exactamente por lo contrario: por falta de confrontación teórica con la problemática de sus adversarios. Poulantzas no trata de demostrar las contradicciones internas de las problemáticas que rechaza y la forma en que su propia problemática cancela aquellas contradicciones, sino que se limita a describir los puntos de discrepancia y a seguir adelante. Veamos un ejemplo: Poulantzas cita textos de Marx referentes a la formación del proletariado y a la distinción entre la clase-en-sí y la clase-para-sí, y concluye: ... La lectura de tales textos se ha de rechazar ya desde un principio, pues se refiere a la problemática del "grupo social", que no tiene lugar en el análisis de Marx; se trata de una lectura histórica-genética . . ." Y, más adelante, vuelve a insistir otra vez con mayor énfasis: 12 Poulantzas, "Polhical Power...", p. 60.
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. . . Tal lectura del análisis de Marx está relacionada con una problemática historicista: hay que señalar aquí, sin embargo, que es precisamente en la teoría de las clases donde se revela con mayor claridad la insuficiencia de tal problemática . . ." Y sigue una descripción de la teoría de las clases en dos variantes de la temática historicista: Lukacs y las interpretaciones funcionalistas de Marx (Geiger, Dahrendorf, Bourdieu). ¿Cómo se revela tal insuficiencia de la problemática historicista en la teoría de las clases? La respuesta se nos da dos páginas después: ... tal concepto no logra reconocer dos hechos esenciales: en primer lugar, que los agentes de la producción, por ejemplo el asalariado y el capitalista, como "personificaciones" del trabajo asalariado y del capital, son considerados por Marx como apoyos o portadores de un conjunto de estructuras; en segundo lugar, que Marx nunca concibe teóricamente las clases sociales como el origen genético de las estructuras, como si fuera un problema concerniente a la definición del concepto de clase. Veremos por qué . . ." Pero esto no demuestra que la problemática historicista revele su insuficiencia en la teoría de las clases, sino que sólo revela su insuficiencia con relación a la problemática de Poulantzas. Que dos concepciones diferentes de la misma realidad se puedan oponer la una a la otra no debe sorprender. Lo importante debería haber sido demostrar las contradicciones internas de la problemática historicista concerniente a la teoría de las clases, es dei-* Op. cit., loe. clt. 15 Op. cit., p. 62.
cir, haber detectado los problemas teóricos y rastreado el curso que conduce de los problemas teóricos a la crisis de la problemática, y poner de manifiesto, finalmente, cómo la problemática antihistoricista está exenta de esas clases de contradicciones. La cita de arriba concluye con "Veremos por qué". Pero lo que vemos de aquí en adelante es el desarrollo de la teoría de Poulantzas sobre las clases sociales, sin el menor intento de criticar las corrientes historicistas, sino que sólo se declara cuáles son sus diferencias. El mismo proceder se sigue en el análisis de las ideologías y de la burocracia y, en general, en toda la obra de Poulantzas. Volviendo a nuestro análisis anterior, podríamos decir que si Miliband ha empezado y luego seguido todo su análisis en el estadio (a), Poulantzas empieza su análisis y continúa en el estadio (d). Las etapas (b) y (c) aparecen en su análisis sólo de un modo formal, puesto que su crítica de las problemáticas contrapuestas consiste no en la determinación de sus contradicciones internas, sino en la simple descripción de las diferencias que expresan con respecto a su propia problemática. Lo que falta en Poulantzas es un concepto dialéctico del proceso del conocimiento, pero tal concepto es incompatible con la idea de las problemáticas como universos cerrados, desconectados de las contradicciones internas de las problemáticas previas. ¿Superdeterminismo estructural? CONSIDEREMOS dcsde esta perspectiva las críticas que Miliband hace a Poulantzas. La perspectiva teórica de este último ha sido llamada por Miliband superdeterminismo estructural en su primer artículo, y abstraccionismo estructuralista en el segundo. La primera crítica se refería al contenido, y la segunda al método de crear los con-
ceptos (no sólo al método de análisis). La primera crítica de Miliband me parece particularmente errónea y mal dirigida, no con respecto a su apelación al superdeterminismo estructural —que podría ser correcta—, sino cuando mantiene que tal superdeterminismo estructural impide a Poulantzas plantear correctamente el problema de la autonomía relativa del Estado. No existe incompatibilidad —como parece pensar Miliband— entre el carácter objetivo de la relación de la clase burguesa con el Estado —"las constricciones estructurales del sistema"— y la autonomía relativa de este mismo Estado. A partir del punto de vista de Poulantzas, tal autonomía relativa sería a su vez un elemento estructural, es decir, resultado de una articulación particular entre las instancias correspondientes al modo de producción de que se trate; en tal sentido, sería una determinación más objetiva del sistema como un todo. La autonomía relativa del Estado y su determinación objetiva serían incompatibles únicamente si tal autonomía se entendiera como una ruptura en la cadena de la necesidad y la aparición —por relativa que fuera— de un reino de la libertad. Pero tal contraposición sólo tiene sentido dentro de una problemática del tema que Poulantzas excluye por definición. En realidad, si hubiera mantenido su terreno sobre la forma como Miliband parece entender la autonomía relativa del Estado, Poulantzas habría encontrado un argumento a jortiori para fortalecer sus sospechas de las tendencias "historicistas" de su oponente. Igualmente, no creo que sea válido el aserto de Miliband en el sentido de que el superdeterminismo estructural de Poulantzas tenga que conducir, por necesidad, a una indiferencia hacia las diferentes formas de Estado y gobierno. Solamente conduce a una explicación estructural de
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esas diversas formas que probablemente difiere del tipo de explicación que Miliband habría dado. Parecería que Miliband opera con una contraposición simplista, donde el adjetivo "relativo" constituye una restricción simple a la autonomía concebida en términos de libertad. Para Poulantzas, por el contrario, el carácter "relativo" de una autonomía indica que pertenece a un mundo de determinaciones estructurales, y es sólo dentro de éste y en un momento particular del mismo como se ha de elaborar el concepto de autonomía. Fuera de esto, el excelente libro de Poulantzas Fascisme et dictature^^ es la prueba más elocuente de que su autor capta muy bien la gama de diferencias que hay en las formas de Estado a las que se refiere Miliband. Respecto al problema del bonapartismo, estoy de acuerdo con Miliband en que Marx y Engels nunca lo consideraron como fenómeno característico de todas las formas de Estado; es, por el contrario, una forma excepcional. Como Miliband ha señalado claramente: ... El bonapartismo no es la religión de la burguesía en modo alguno; es un último recurso en condiciones de inestabilidad política tan grandes que presentan una amenaza al mantenimiento del orden social existente, y que alcanza, es claro, el sistema de dominio que es la parte central de ese orden ..." Opino, con todo, que el obvio abuso textual de Poulantzas proviene de su intento de enfrentarse al problema que parece preterido en el análisis de Miliband, incluso a nivel empírico: el 1'^ Fascisme et dictaíure, Maspero, París, 1970. ^' Miliband, "Nicos Poulantzas ...", p. 91.
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de la relación entre la fracción que detenta el poder estatal y las clases dominantes. Sin duda, Miliband contestaría que buena parte de su libro está dedicada precisamente a tratar este problema. Esto es cierto, pero lo hace desde una perspectiva opuesta; a saber, trata de demostrar la unidad entre las dos. Este problema —los procesos tácticos al través de los cuales se implanta la conexión entre la clase dominante y los grupos en el poder— es un problema menor para Poulantzas. Para él, la unidad del sistema está basada en estructuras objetivas, y el problema central estriba, partiendo de un determinismo general y objetivo, en construir en términos estructurales el concepto de la autonomía relativa de los diversos niveles. En breve, Miliband desea determinar cuáles son los canales concretos que, en Europa occidental, estatuyen el vínculo entre las fracciones que detentan el poder político y las clases dominantes, y en ese sentido recalca cuáles son los elementos de unidad entre las dos. Poulantzas, contrariamente, quiere determinar, a nivel teórico, el carácter autónomo de lo político dentro del modo capitalista de producción, y en ese sentido subraya cuáles son los elementos de separación entre la clase dominante y la fracción en el poder. La conclusión parece patente: están analizando problemas distintos. Sin embargo, no parece que lo vean así ninguno de los dos autores y, por ende, Poulantzas piensa que Miliband ha subrayado tanto el nexo entre la clase dominante y la élite en el poder que sólo puede conceder que el Estado tenga autonomía relativa en el caso del fascismo —lo que es falso— mientras que Miliband opina que Poulantzas ha recalcado tanto los regímenes de excepción, que ha perdido todo interés en la forma burguesa-democrática de Estado, o —lo que es peor— que no advierte dife-
rencia entre ambas formas. Pero esta suposición de Miliband es también errónea. Lo que sucede en este último aspecto es, antes que nada, que los tíérminos del problema analizado por Poulantzas se reflejan con mayor claridad en los regímenes capitalistas "autoritarios" que en los parlamentarios. Y en este sentido es natural que acuda a ellos cuando busca ejemplos; en segundo lugar, el libro de Poulantzas no se refiere sólo a la Europa occidental, sino al modo capitalista de producción en general y, a este nivel, cabría decir que los "regímenes de excepción" son la norma. Los aparatos ideológicos estatales FINALMENTE, respccto de los "aparatos ideológicos estatales", estoy en completo acuerdo con Miliband sobre que el problema está mal planteado. Poulantzas ha empezado afirmando que . . . dentro de la estructura de los diversos niveles dislocados por un desarrollo desigual, el Estado tiene la función general de constituirse en factor de cohesión de una formación social. . .^' Pero, más tarde, la razón básica que ofrece para justificar su concepto de los aparatos ideológicos estatales es la siguiente: ... Si el Estado se define como aquella instancia que mantiene la cuestión de una formación social y que reproduce las condiciones de producción de un sistema social, manteniendo un predominio clasista, es obvio que la institución en cuestión —el aparato ideológico estatal— cumple exactamente la misma función . . ." '» Poulantzas, PoUtical Power . . . , p. 44. 1» Poulantzas, "The Problems ...", p. 8687.
Hay aquí una transposición sutil que va de definir al Estado como la instancia que constituye el factor de la cuestión entre los niveles de una formación social, a la aseveración de que todo lo que contribuye a la cuestión de la formación social pertenece por definición al Estado. Pero, en este caso, la lista de Poulantzas sería breve: el reformismo de los sindicatos y los líderes socialdemócratas constituye un factor de cohesión y, en consecuencia, dichos líderes serían funcionarios estatales; los partidos socialistas estarían divididos entre un ala estatal y un ala revolucionaria y, por tanto, por reductio ad absiirdum, la mente de todo individuo estaría dividida esquizofrénicamente entre una mitad estatal, tendiente a la cohesión de la formación social, y otra mitad antiestatal, tendiente a su quebrantamiento. ¿No es esto un ejemplo extremo de sobrepolitización de los diversos niveles de una estructura, desviación historicista contra la que Poulantzas nos previene? Recientemente, también Althusser nos ha hablado de "aparatos ideológicos estatales", y ha tratado de defender dicho término. Pero tal defensa se limita a refutar cualquier crítica posible, basada en el carácter privado de muchas de las instituciones citadas. Así, afirma: . . . Pero alguno se sentirá inclinado a cuestionar lo segundo y me preguntará con qué derecho considero como aparatos ideológicos estatales instituciones que, en su mayor parte, no poseen status público, sino que simplemente son instituciones privadas. Como marxista consciente, Gramsci anticipó ya esta objeción en una frase. La distinción entre lo público y lo privado es propia de la ley burguesa y váüda solamente en los dominios (subordinados) donde la ley burguesa ejerce "su au215
toridad". El dominio del Estado se escapa a esta distinción, puesto que este último se halla "sobre la ley"; el Estado, que es el Estado de la clase rectora, no es ni público ni privado; por el contrario, es la preocupación de toda distinción entre público y privado. Lo mismo cabe decir desde el punto de partida de los aparatos ideológicos estatales. Carece de importancia si las instituciones en que se realizan son "publicas" o "privadas". Lo que importa es cómo funcionan. Las instituciones privadas pueden "funcionar" perfectamente bien como aparatos ideológicos estatales . ..-" Sin embargo, el problema persiste. No se trata de establecer si las instituciones son públicas o privadas —aunque sobre este punto Althusser tiene toda la razón—, sino que lo importante es el hecho de que, implícito en el concepto de "aparatos ideológicos estatales", hay un concepto de Estado que no considera a éste como institución (esto es, como una estructura objetiva). Althusser afirma que: . . . Hasta donde sé, ninguna clase puede mantener durante largo tiempo el poder estatal sin ejercer a la vez su hegemonía sobre y en los aparatos ideológicos estatales . . .*^' Si basta la afirmación correcta de que una clase no puede mantenerse por largo tiempo en el poder sin a la vez controlar los aparatos ideológicos, para que éstos se consideren como pertenecientes al Estado, ello se debe a que Althusser acepta un concepto de Estado idéntico al de Poulantzas: ío* El subrayado es de Althusser. (N. R.) 20 Louis Althusser, Lenin and Philosophy and Other Essays, Londres, New Left Books, 1971, pp. 137-38. 21 Op. cit., p. 139.
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do aquello que sirve para mantener la cohesión de la formación social constituye parte del Estado. En tal caso, sin embargo, no podemos hablar del Estado como instancia, como en la formulación inicial de Poulantzas. El Estado ha de ser simplemente una cualidad que impregna todos los niveles de la formación social. Así, siguiendo esta línea de razonamientos, presenciamos la disolución de la noción de Estado como una estructura objetiva. Sin embargo, creo, por el contrario, que la distinción establecida por Miliband entre poder de clase y poder estatal es enteramente apropiada y coloca el problema en su verdadera ubicación. El inconveniente es, sin duda, que el problema, aunque ubicado correctamente, no ha quedado resuelto. ¿Qué es, en efecto, el poder de clase externo al poder estataP. ¿Y cuál es la especificidad de éste último? Estas dos cuestiones quedan abiertas. ¿Abstraccionismo estructuralista? DEBEMOS pasar ahora a la segunda de las caracterizaciones que Miliband hace del enfoque teórico de Poulantzas: el abstraccionismo estructuralista. El meollo de ese método es una clase de abstracción que conduce a un formalismo creciente, a resultas del cual la substancia teórica se disuelve en un sistema de antinomias verbales. Creo que tal crítica es aceptada en buen grado y se revela, entre otras cosas, por el dominio de categorías descriptivas en el sistema teórico de Poulantzas. Dejemos en claro, por principio de cuentas, que empleamos la expresión "formalismo" no en el sentido epistemológico usual, vinculado al método deductivo, sino de acuerdo con el uso corriente de la palabra, que significa predominio creciente de la forma sobre el contenido. A medida que la substancia teórica de un concepto tiende a
diluirse, las funciones simbólicas de ese concepto dentro del discurso tienden a aumentar. Esto sucede porque ningún concepto ocurre aislado, sino como parte de un sistema. Y las relaciones entre los diferentes conceptos que constituyen ese sistema pueden ser de dos clases: (a) una relación que entrelaza lógicamente los conceptos unos con otros y que propende a subrayar su naturaleza teórica. Tenemos aquí un proceso de retroalimentación, mediante el cual la función teórica de los conceptos tiende a quedar subrayada por razón del carácter lógico de las relaciones que los vinculan, (b) Una relación puramente descriptiva de la proximidad que existe entre los diferentes conceptos. En tal caso, el concepto en cuestión también forma parte de un sistema, mas tal sistema es una unidad descriptiva y no una estructura lógica. Pero, a medida que cada concepto aislado evoca la unidad descriptiva de que forma parte, se convierte en un símbolo de esa unidad. En este caso, la función teórica de los conceptos se inclina a disminuir, mientras que su función simbólica tiende a aumentar. Una estructura conceptual donde los valores simbólicos de los términos predominen sobre su estructura teórica la denominamos "formalismo", dándole por lo mismo un significado exactamente opuesto a lo que de ordinario se entiende en epistemología; esto es, un sistema deductivo, donde la función simbólica de los conceptos no representa papel alguno. Como se puede ver, pertenece a la esencia del formalismo —en el sentido en que empleamos aquí ese término— partir de relaciones puramente descriptivas entre los fenómenos a analizar. La taxonomía y el formalismo son aspectos complementarios de la misma actitud teórica. Regresando a Poutlanzas, su actitud al enfrentarse a una realidad compleja es reaccionar con furia taxonómica.
y su taxonomía se sitúa a un nivel de abstracción tan alto —sin estar siempre justificado— que las funciones simbólicas de los conceptos tienden necesariamente a predominar; esos símbolos entran en relaciones mutuas y crean a su vez símbolos de esas relaciones, con lo que se pierde todo contacto con el significado original. Sin abstracciones no es posible el conocimiento científico, pero lo que sostengo es que la abstracción, como la practica Poulantzas, se ha inclinado hacia el formalismo. Pienso, con Poulantzas, que el origen de esa tendencia formalista en el proceso de la abstracción estriba en el hecho de que se estableció contacto entre los elementos iniciales del proceso de análisis de un modo puramente descriptivo, resultando que en las últimas etapas del proceso de la abstracción es imposible establecer el vínculo entre tales elementos. El modo de salir de ese dilema, para Poulantzas, es la postulación de relaciones puramente formales entre los objetos de análisis y un empleo creciente de las metáforas. A partir de este punto, la abstracción sólo se puede ejercer, necesariamente, en una dirección formalista. En el caso de Poulantzas, los peores abusos de ese método se evitan por su aguda sensibilidad a la realidad histórica, y si sus análisis —como el del fascismo— son penetrantes y dan qué pensar, ello se ha logrado a pesar de, y no debido a, su método. Se pueden mencionar varios ejemplos de la actitud teórica formalista de Poulantzas. Uno nos lo da el propio Miliband. "...Una clase" (dice Poulantzas), "se puede considerar como distinta y autónoma, como fuerza social, dentro de una formación social, sólo cuando su conexión con las relaciones de la producción, su existencia económica, se refleja en los otros 217
niveles mediante una presencia específica". . . Hay que preguntarse qué es "una presencia específica". La respuesta es que "tal presencia existe cuando la relación con las relaciones de producción, el lugar en el proceso de la producción, se refleja en otros niveles mediante efectos pertinentes". "¿Qué, pues, son los 'efectos pertinentes'?" La respuesta es que "designaremos por 'efectos pertinentes' el hecho de que el reflejo del lugar en el proceso de la producción, sobre los demás niveles, constituye un nuevo elemento que no se puede inferir en el marco típico que esos niveles presentarían sin elementos". Esto se puede interpretar en el sentido de que una clase asume una importancia capital cuando produce un impacto mayor en los asuntos; que difícilmente nos ha llevado muy lejos. Pero Poulantzas ni siquiera lo indica, pues nos dice también que: "El predominio de la lucha económica ... no significa ausencia de 'efectos pertinentes' a nivel de lucha política"; sino que sólo significa "cierta forma de lucha política, que Lenin critica por considerarla inefectiva". Así, en determinado momento, una clase sólo se puede considerar como diferenciada y autónoma si ejerce "efectos pertinentes", esto es, un impacto decisivo; en el siguiente momento, esos "efectos pertinentes" pueden ser "inefectivos". . .-El concepto de modo de producción SE podrían citar muchos ejemplos. Sin embargo, creo que sería más importante que viéramos, no el formalismo obvio de párrafos como el de arriba, sino el modo como esta misma actitud =^2 Miliband, "Nicos Poulantzas ...", p, 86-87.
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teórica influye en algunos de los conceptos teóricos centrales empleados por Poulantzas, como es el concepto de modo de producción. La crítica de Poulantzas a este respecto se puede aplicar por igual al empleo que hace del mismo concepto toda la corriente althusseriana. Poulantzas, siguiendo a E. Balibar, asevera: . . . Por modo de producción designaremos no lo que de ordinario se señala como lo económico . . . sino como combinación específica de diversas estructuras y prácticas que, mezcladas, aparecen como otros muchos niveles de instancias, esto es, como otras tantas estructuras regionales de ese modo . . . Además, el hecho de que la estructura del todo esté determinada en última instancia por lo económico no significa que éste siempre mantenga un rol predominante en la estructura. La unidad constituida por la estructura en predominio implica que cada modo de producción posee un nivel o instancia dominante; pero lo económico es de hecho predominante sólo mientras atribuya el rol predominante a una instancia o a otra; mientras regule el cambio de predominio que resulte de la descentralización de las instancias . . . Por tanto, lo que distingue un modo de producción de otro y, por consiguiente, especifica un modo de producción, es la forma particular de articulación que se mantiene en sus niveles: esta articulación la denominaremos desde ahora por el término de matriz de un modo de producción . . .-^ Ese concepto trata de tomar en cuenta dos factores que al parecer son contradictorios: la primacía del modo de producción en la vida material co'^^ Poulantzas, PoUtical Power, pp. 13-15
mo factor determinante de la vida social, y la dificultad en asignar a factores estrictamente económicos un rol directamente determinante en la regulación de procesos históricos diferentes del capitalismo. Se trata, como sabemos, de un viejo problema. El althusseranismo piensa, no obstante, que lo puede resolver con su método característico: la combinación de taxonomía y formalismo. Empieza identificando tres caracteres básicos: las instancias económica, política e ideológica, que aparecen en todos los modos de producción y cuya articulación constituye la especificadad de ese modo. ¿Por qué sólo tres? ¿Cuál ha sido el método de su deducción? ¿Existe algún nexo lógico entre ellas? La respuesta es el silencio a las dos primeras preguntas y en sentido negativo a la tercera; la única relación es su articulación, que depende del modo de producción de que se trate. Es decir, nos encontramos con tres instancias establecidas de un modo puramente descriptivo. No ha de sorprender que las relaciones entre esos tres caracteres sean formales: son relaciones que tienen nombres, pero no hay categorías conceptuales que correspondan a esos nombres; así, tales nombres son símbolos de objetos reales, a los que hacen referencia, pero no conceptos teóricos que expliquen la naturaleza de esas realidades. Los nombres de las relaciones son: "determinación en última instancia por el rol económico" y "dominante", entendiendo por lo primero que lo económico decide qué instancia ha de desempeñar el rol dominante en cada modo de producción. Pero se trata de metáforas que sólo tienen sentido por analogía con otras metáforas. A esta altura nos hallamos en el reino de una mitología completa, en un mundo abstracto de estructuras y niveles, donde es imposible establecer relaciones lógicas entre los conceptos.
Tratemos de probar esos asertos de una manera más explícita. Según Balibar, algunos de los conceptos empledos por Marx tienen el defecto de estar medio formalizados teóricamente: por un lado continúan siendo prisioneros, en parte, de la anterior problemática ideológica; por el otro, indican la ubicación teórica de una solución, sin ser capaces de pensarla teóricamente: . . . Creo, por el contrario, que dentro de la práctica teórica misma, este texto tiene el status de lo que se denomina conjunto de conceptos prácticos; en otras palabras, este texto nos brinda conceptos que todavía dependen de sus formulaciones, precisamente respecto de la problemática que hay que desplazar. A la vez, sin poder pensarla en su propio concepto, indican a dónde debemos ir para plantear de otro modo (y de paso resolver) un nuevo problema que haya surgido dentro de la vieja problemática . . .^* Frente a ese estado de la situación, Balibar dice: . . . Propongo empezar esa labor aquí, como esfuerzo explícito de transformar esos conceptos "prácticos" en teóricos de la teoría marxista de la historia, esfuerzo que los despoja de su forma teórica actual, para hacerlos teóricamente adecuados a su contenido práctico. Al mismo tiempo, esos conceptos, que no son más que expresiones de las exigencias de la vieja problemática ideológica, desaparecerán por completo. Al mismo tiempo, también, se presentarán puntos débiles y abiertos que demandarán la producción -* Balibar, en Louis Althusser eí al., Reading Capital, New Left Books, 1970, pp. 204-205.
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de nuevos conceptos teóricos, incluso en la región explorada por Marx, y que harán posible esa producción de nuevos conceptos . . ."'• El proyecto teórico de Balibar es cuestionable. Lo que tenemos que criticar es que no lo ha completado del todo, puesto que al hablar de lo político y lo económico no ha logrado presentarlos como conceptos teóricos, y se ha quedado a medio camino entre la comprensión teórica y las relaciones puramente descriptivas. Citemos el texto de Marx, en el que tanto Balibar como Poulantzas basan su análisis: . .. Bajo todas las formas en que el trabajador directo es "poseedor" de los medios de producción y condiciones de trabajo necesarios para la producción de sus propios medios de subsistencia, la relación de propiedad tiene que manifestarse a la par* como relación directa de dominio y de servidumbre, y el productor directo, por consiguiente, como un hombre privado de libertad; carencia de libertad que puede ir desde la servidumbre de la gleba hasta el deber de abonar simplemente un tributo al señor... En estas condiciones, sólo la coacción extraeconómica,** cualquiera que sea la forma que revista, puede arrancar a estos productores el trabajo sobrante para el terrateniente nominal. . . Son, pues, necesarias relaciones personales de dependencia, carencia de libertad personal, en el grado que sea, y encadenamiento a la tierra como accesorio de ella, servidumbre, en el sentido estricto de la palabra. ..-" 2á Balibar, op. cit., p. 208. * El subrayado es de Laclau. (N. R.) *♦ El subrayado es de Laclau. (N. R.) 26 Marx, El Capital, III, c. XLVII, 2, p. 732 (tr. W. Roces), Fondo de Cultura Económica, México.
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Lo central en el análisis de Balibar es esta noción de "coacción extraeconómica". Hemos de advertir, en primer lugar, que Balibar acepta las nociones de "base económica" o "nivel económico" como sinónimos simples y puros "de nivel de producción". También fue así para Marx. Sin embargo, Balibar emplea la noción de 'coacción extraeconómica' —que Marx también emplea— sin advertir que comporta una noción de "lo económico", que es incompatible con el primer significado (economía = nivel de producción). Pues es obvio que si la coacción extraeconómica {diferente de la económica) constituye el elemento central en las relaciones de producción y apropiación de la plusvalía, el concepto de producción y el de "lo económico" no pueden ser sinónimos. ¿A qué se debe que en los modos de producción no capitalistas, la coacción tenga que ser extraeconómica? A esta pregunta, la respuesta que da Marx es completamente inequívoca: debido a que la fuerza laboral no se ha transformado en mercancía, y, por lo tanto, el trueque de mercancías no puede constituir aún base de relaciones de producción. Así, la esfera de lo económico —en este segundo sentido— es la esfera de las mercancías, el mercado. La aparición del mercado de mano de obra libre es el factor decisivo en la aparición del capitalismo. En los modos de producción anteriores, "lo económico" —las relaciones de mercado— se dan también, pero no han penetrado en la esfera de la producción, y en ese sentido no pueden ser "elemento determinante en última instancia", para servimos de la expresión de Balibar. Queda del todo claro, pues, que Marx emplea dos conceptos diferentes de "lo económico". Tales conceptos son diversos en dos sentidos: en primer lugar, por cuanto que versan sobre niveles diversos de abstracción
(empleando una vez más la versión de "abstracción" en su sentido hipotéticodeductivo): el primer concepto de "lo económico" (= producción) pertenece a la teoría más general del materialismo histórico, por cuanto que define una de las condiciones de toda sociedad posible; el segundo concepto, sin embargo, se refiere sólo a las sociedades que producen mercancías. Pero ambos conceptos no difieren sólo con respecto a su nivel de abstracción, sino, además, en cuanto que no están en relación directa el uno con el otro. "Lo económico", en este segundo sentido, no es un caso particular —^v.g., una differentia specifica— de lo económico en el primer sentido. Por el contrario, los dos conceptos pertenecen a diversas estructuras teóricas, cuya unidad ha de ser producida por la teoría misma. Pensar las condiciones teóricas por su unidad, equivale precisamente a pensar la peculiaridad de un modo específico de producción: el capitalista. Por esto, Marx, en El Capital, tiene que pensar separadamente las condiciones abstractas del proceso laboral y las condiciones abstractas de las mercancías, para poder rendir el concepto teórico del "modo capitalista de producción". Si, en efecto, esos dos conceptos de "lo económico" se encuentran en las obras de Marx, no veo la utilidad de continuar empleando la misma expresión para designar a una y a otra. Sugiero, por tanto, que continuemos empleando el término "lo económico" en el segundo significado, mientras que para el primero deberíamos emplear el vocablo producción. De esta manera, la proposición básica del materialismo histórico, según la cual el modo de producción de la vida material es el que determina los otros casos de la vida social, no establecería la primacía de "lo económico" en los modos no capitalistas de producción, por cuanto que la coac-
ción extraeconómica sería la base de las relaciones de producción. Quiero decir que Balibar —y también Poulantzas— no han sometido la noción de "lo económico" a una crítica teórica rigurosa y, por lo tanto, no han brindado un concepto auténticamente teórico, sino que han procedido a emplear un concepto descriptivo e intuitivo, donde la ambigüedad de ambas nociones que hemos analizado persiste. Por ende, al relacionar un pseudo-objeto del conocimiento, se debilita el análisis teórico, a la vez que aumentan los significados simbólicos. Al tratar de resolver el problema dentro del marco de la Santa Trinidad de niveles —el económico, el político y el ideológico— y no establecer la distinción necesaria entre producción y economía, Balibar y Poulantzas no hacen más que un juego formal de metáforas, como que "lo económico decide qué nivel es el que tendrá el rol predominante", como un rey que reina pero no gobierna, hasta que decide, al igual que Luis XIV (como hace el sistema capitalista), ser su propio primer ministro y concentrar en sus-manos la condición dual de la determinación en última instancia y en rol dominante. Balibar asevera: . . . la economía es determinante, en tanto que determina cuál de las instancias de la estructura social ocupa el lugar determinante. No es una relación simple, sino más bien una relación entre relaciones; no es una causalidad transitiva, sino más bien una causalidad estructural. . .-■ Pero tiene que ser una cosa o la otra. Si por economía entendemos la producción de la existencia material, no es determinante en última instancia entre las primeras, cualquiera que sea el modo de producción. Sí, por el con■•¡7 Balibar. op. cil.. p. 224.
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trario, entendemos "economía" en el segundo sentido (producción de mercancías) ésta nunca ha sido detenninante, excepto cuando se ha identificado con las relaciones productivas básicas en la sociedad. Esta distinción entre lo determinante en última instancia y el rol dominante no parece ser más que una serie de metáforas que tratan de resolver, mediante símbolos de poco contenido teórico, un problema artificial creado por la metafísica de las instancias. Todo el problema proviene, según creemos, del carácter predominantemente descriptivo con que los conceptos tales como "lo económico" han sido incorporados al discurso teórico. Y tanto más ocurre, después de todo, con conceptos tales como lo "político" y lo "ideológico"; en otras palabras, tenemos aquí un nuevo ejemplo de la fusión entre taxonomía y formalismo. Adviértase que el problema no está en que los tres niveles se articulen por un modo distinto y que, por consiguiente, debiéramos atribuir a la producción un carácter más bien político que económico; lo que sucede es que la separación entre lo económico y lo político no se ha comprobado en modos de producción anteriores al capitalismo y, por lo mismo, la discriminación entre factores económicos y no económicos es una operación artificial que proyecta en el modo anterior de producción un tipo de racionalidad social que existe bajo el capitalismo. En ese sentido, la noción de "coacción extraeconómica", como la empleara Marx, es insuficiente porque no define la coacción en sí, sino la diferencia del tipo de coacción que existe en el capitalismo. Este procedimiento se podría justificar en El Capital, puesto que su perspectiva de los modos no capitalistas de producción es marginal, destinada sólo a trazar la prehistoria del capitalismo, pero es menos adecuada 222
cuando tratamos de profundizar nuestro entendimiento de los diversos modos de la producción. Deberíamos advertir, al cabo, que no tratamos de un problema referente a la "relativa autonomía" no existente antes del capitalismo; aquí Poulantzas confunde el problema. Un nivel puede ser relativamente autónomo de otro o estar por completo determinado por él, pero incluso para ser totalmente determinado ambos tienen que ser distintos, y lo que intentamos decir es que, en la mayoría de los casos, no existiría tal distinción. Balibar, sin lugar a dudas, se ha percatado del problema. Así, afirma: ... Es imposible extorsionar el trabajo excedente sin "otro medio" que no sea el de la "presión económica"; esto es, sin Herrschafts - und Knechtschafísverhaltnis.* Incluso antes de haber analizado las "formas transformadas" en sí, podemos concluir que en el modo feudal de producción no se dan las formas transformadas de la base económica sola ... No directamente económicas, sino directa e indisolublemente políticas y económicas; lo que significa, al cabo, que los diferentes modos de producción no combinan sus elementos ni permiten divisiones ni definiciones que los diferencien, como lo "económico", lo "legal" y lo "político". Historiadores y etnólogos suelen certificar a menudo el descubrimiento de este hecho, aunque de una manera teórica y ciega . . .-" Si los distintos modos de producción no contienen elementos homogéneos como "lo económico", "lo jurídico" y "lo político", ¿a qué se reduce el esquema de la determinación en última instancia por lo económico, o la di'' Relación amo-esclavo. (N. R.) " Op. cit., p. 223.
ferenciación de los modos de producción, en función de la instancia que ejerce el rol dominante? Principalmente, ¿qué le sucede a la diferenciación entre los modos de producción, en función de la diversa articulación de sus elementos? Tiene que ser una cosa o la otra: o bien "lo económico", "lo político" y "lo ideológico" son tan diversos en los distintos modos de producción que sólo los vincule la unidad del nombre —conceptos equívocos, en el sentido aristotélico de la palabra— y entonces no es su articulación lo que diferencia a los modos de producción unos de otros, puesto que resultan ser realidades estrictamente incomporables, o bien, a pesar de sus diferencias hay un elemento en común que nos permite atribuir al momento de la articulación su carácter diferenciador. Si, como mantiene Balibar, las "formas transformadas" no son directamente económicas, sino a la par indisolublemente económicas y políticas —con lo que concordamos— se ha de señalar que no ha logrado rendir el concepto teórico de esa indisolubilidad y ha puesto en su lugar un concepto simbólico —"la determinación en última instancia"— que carece de contenido teórico preciso. La posibilidad de pensar la especificidad de los modos de producción, por ende, depende de si se lleva a su conclusión lógica el cometido que Balibar y Poulantzas se han propuesto, aunque sólo parcialmente han cumplimentado: eliminar las categorías descriptivas y substituirlas por categorías verdaderamente teóricas. Sólo así es posible acercarnos cognoscitivamente a lo concreto. Si Marx pensó la especificidad del modo capitalista de la producción vinculando teóricamente el análisis abstracto del proceso laboral con el análisis abstracto de los procesos de la producción de las mercancías, la ex-
presión de conceptos capaces de pensar la especificidad de los otros modos de la producción deberá proceder de la misma forma, o sea, aislando el sistema abstracto de conceptos cuya vinculación pudiera explicar la especificidad del modo de producción de que se trate. Sin embargo, si tal razonamiento es acertado, ese proceso sólo se puede comprobar mientras el objeto esté teóricamente construido en verdad y mientras no se permita que subsistan categorías descriptivas, impresionistas o intuitivas, puesto que éstas no harían más que reproducir sus ambigüedades en los estadios subsiguientes del análisis, conduciendo al formalismo. En las páginas precedentes hemos tratado de mostrar, de manera esquemática, las raíces teóricas de lo que Miliband ha denominado el abstraccionismo estructuralista de Poulantzas. Hay otros muchos aspectos que merecen atención en lo que a esto se refiere, sobre todo lo que parece ser la deficiencia central del enfoque de Poulantzas: su incapacidad para explicar, desde una perespectiva teórica, el proceso del cambio histórico. Sin embargo, la incumbencia en tales cuestiones se aleja de las metas de este artículo, que sólo se ha propuesto analizar el debate Poulantzas-Miliband. Para entender adecuadamente estas cuestiones, sería preciso analizar como un todo las contribuciones positivas de Poulantzas al desarrollo del pensamiento político marxista. Es ésta una tarea que considero tanto más urgente cuanto que no estoy de acuerdo con el aserto de Miliband en el sentido de que el libro de Poulantzas "no me parece que coopere mucho al desarrollo de la sociología política marxista". Creo, contrariamente, por las razones dadas al principio de este artículo, que su importancia difícilmente se puede exagerar. 223