EMMA TREPA HASTA LAS NUBES y sus amigos también Atzeries Ilustraciones de Aurora Portillo
EMMA TREPA HASTA LAS NUBES y sus amigos también Atzeries Ilustraciones de Aurora Portillo
© Teresa Guardans, por el texto © Aurora Portillo, por las ilustraciones Diiseño: Aurora Portillo Reservados todos los derechos
Lustroso, el gusano, ha salido a pasear. ¡Mira quien llega! ¡Es Niga! – Buenos días Niga. ¿A dónde vas hoy? – A las nubes del cielo –responde la hormiga. – ¿Puedo ir contigo? – ¡Pues claro que sí!
¡Oh! Niga lleva una pata vendada. “Mover esas patas… ¡debe ser muy difícil!” –piensa Lustroso. – ¿Te duele la pata? – Sí, una avería en el lado izquierdo. – Sube; sobre el paraguas viajarás mejor.
¡Arriba! Trepan por el rosal sin parar. ¡Más alto! ¡Cuidado con las espinas! – Agárrate fuerte Niga, ¿vas bien? – La mar de bien. ¡Qué vista! ¡Qué grande es el mundo! –descubre la hormiga Niga. – ¡Y qué perfume! –respira hondo el gusano–.
Emma está eligiendo una rosa. “Uy, ¿pero qué veo?, ¡parece un paraguas! ¡Es un paraguas!” Emma mira cómo suben los dos amigos. – Buenos días hormiga, buenos días gusano, ¿dónde vais? – A las nubes del cielo. – ¿Puedo ir con vosotros? – ¡Pues claro que sí!
Y los tres amigos trepan muuuy alto… – ¿Ya llegamos? –pregunta Niga que ahora prefiere viajar con los ojos cerrados. – ¡No falta mucho! –le explica Emma.
– ¡Ahora sí que ya estamos! -anuncia Emma muy contenta. – ¿Dónde? –dice Niga sorprendida. – Arriba –responde Emma. – Pero, las nubes están… ¡mucho más arriba todavía! –exclama preocupado Lustroso. ¡Allá en lo requetealto es donde las ve Niga ahora! “¿Nos hemos perdido?” -pregunta muy preocupada.
– No. No nos hemos perdido –suspira Lustroso–. ¡Es que no quedan más caminos! Emma no parece estar nada triste. – ¡Es que ahora empieza el camino distinto! –les explica–. Mi abuela dice que el camino distinto es el que hay al final del camino.
La hormiga Niga y Lustroso, el gusano, otean por todas partes. Ni arriba ni abajo, ni aquí ni allá... – ¡Pues no lo vemos! –le dicen a Emma. – Si lo vierais... ¡ya no sería distinto! –aclara ella.
El camino que dice la abuela es el de cerrar los ojos y agarrarse a una canción. Es fácil. ¡Ay! ¿Pero dónde está la canción? ¡Emma no sabe ninguna canción de nubes! - ¡Hay que bajar a buscar a la abuela! –dice Emma dando media vuelta. – ¡Nooo! ¡Alto! ¡Yo sí que sé una canción de nubes! –recuerda la hormiga Niga. – ¿Tú crees que servirá? –duda Lustroso. – ¡Probando lo sabremos! –decide Emma.
Los amigos cierran los ojos y Niga canta su canción de la nube: Mira arriba y verás un cojín para soñar y si quieres viajar también te podré llevar.
¡Cosquillitas me hace el viento y no paro de bailar! Mira arriba y verás la mantita para el sol: tapadito ha de dormir cuando quiere descansar. ¡Cosquillitas me hace el viento y no paro de bailar! Corre, corre, vamos ya ¡ay, que tengo que regar! ¡Cosquillitas me hace el viento y no paro de bailar!
¡Pues claro que sirve! ¡Ahora ya se la saben los tres! ¡Vaya si es distinto!
– Hola, nubes, ya estamos aquí, ¡os venimos a saludar! –avisa Emma abrazando a una nube que quiere jugar. – Aquí arriba… ¡el mundo también es muy grande! ¿Verdad? –exclama Niga llena de admiración. ¿Y el gusano? – ¡Soy un gusano muy afortunado! –suspira Lustroso feliz.
Por ahí se acerca, redondo y muy rojo… ¡Es un globo que ha decidido volar! – ¡Buenos días! ¿Qué hacéis aquí? –pregunta a nuestros amigos. – Estamos visitando a las nubes del cielo –le explica Emma. – ¿Os puedo acompañar? – ¡Pues claro que sí!
Apéndice.Compartiendo convicciones
“¡Qué grande es el mundo!” –descubre la hormiga Niga. Este pequeño cuento nos invita a acompañarla en su exploración: observar, soñar, probar… “caminos distintos”. “¿Puedo ir contigo?” -pregunta el gusano. Y también lo hace Emma y el globo... Y el resultado siempre es unirse al equipo en activa participación. No hacen falta muchos discursos sobre la importancia de colaborar porque Lustroso, Emma, Niga (¡y el globo!) nos lo demuestran así sin más. Cada uno aporta algo a la aventura compartida. Niga, que es la única que físicamente no ha arrastrado a los demás, es la que aporta la idea y la canción. Nadie es prescindible y, juntos, es como van superando los retos. Y además se lo pasan genial. El camino distinto lleva más lejos, o más hondo. Después de interrogar, observar, ensayar, compartir… es aquel sendero que permite dar un paso más. Es el momento de la atención gratuita, la invitación a adentrarse en la realidad desde el interior, a situarse en profunda comunión con lo que hay, a saborear... El camino distinto se puede propiciar pero no se ve desde fuera: existe cuando creamos las condiciones, cuando nos disponemos a atender de verdad. Y desde siempre la humanidad sabe que la música es una gran ayudadora. Esta vez ha sido la “canción de la nube”. Hay infinidad de canciones que nos invitan a abrir los ojos del corazón. Y también “canciones” sin letra (Los Pájaros de Respighi, fragmentos de Las Estaciones de Vivaldi, La trucha de Schubert, El vuelo del abejorro de Rimsky-Korsakow, La máquina de escribir de Leroy Anderson -¡es una pieza tan deliciosa, aunque ya pocos recuerden el sonido de la máquina de escribir!). En ningún momento nadie pregunta “¿por qué?”, “¿por qué quieres subir?”. No hay porqué. Es obvio: tiene valor por sí mismo. Página tras página, es evidente que no hace falta ganar nada para que el esfuerzo (o la aventura) valga la pena: basta con ir, basta con disfrutar. Hay tantos momentos en la vida en los que se nos invita a ese gozo gratuito… Quizás ha pasado desapercibida la presencia de una reineta -la rana- escondida por aquí y por allá. En una primera lectura ya hay suficientes elementos como para no llamar la atención sobre esa rana. Pero... cuando lleguemos a la última página quizás esa rana agarrada de la nube despierte nuestra curiosidad. U otro día. Y podamos buscarla en las ilustraciones, y preguntarnos por qué no
sale de su escondite. ¿Por qué no se une a la expedición? ¿Tiene o no tiene ganas? Seguro que sí, pero quizás es una rana tímida o miedosa o... ¡vete a saber! Podríamos hablar de ello. ¿Qué le debe pasar a esa ranita? Igual se nos ocurre cómo incorporarla al grupo. Al menos, la imagen final sugiere que algo ha cambiado; y si nos apetece, queda suficiente espacio como para añadir algunas palabras pronunciadas por ella, o algo que quizás queramos decirle (“¿quieres venir?”, u otras). Y otra posibilidad sería unirse a ella: parece que nos mira como invitándonos. Si después de leer el cuento, hemos disfrutado mirando un rato las nubes y cantado su canción, ¿por qué no añadir un autorretrato y el retrato de alguna nube en esa última página? Pero... ¿ha sido la canción o ha sido el globo lo que ha llevado a Emma y a sus amigos hasta las nubes? ¡Da igual! De lo que se trata es de alcanzar la realidad con “mente y corazón”, desde todo lo que somos. Y eso tiene que ver con conocer, con interesarse, con indagar, con amar y aprender a admirar, a agradecer. Y ahí la canción, la atención interior, la mirada interior, han sido fundamentales.
Y ya para acabar, sólo nos queda quitarnos el sombrero ante las palabras de sabiduría que nos llegan de aquí, de allá y de más allá, inagotable fuente de inspiración y de vida. Seguramente la abuela de Emma sabía de qué hablaban...
A la sombra desnuda sus secretos toda música, los únicos que no son sólo sonido sino luz oculta hecha música: el único camino hacia los reinos que nunca sospechábamos.
Afecto -amor-, admiración, agradecimiento... son el fruto y los rasgos propios de ese conocimiento en hondura que nos hace más sabios: lo vemos en ese gusano que se siente afortunado (agradecimiento), en la admiración de la hormiga, en el gesto de Emma abrazando las nubes. La lectura del cuento puede ser una invitación a vivir esa experiencia; invitación a tumbarse un rato observando las nubes: sus colores y texturas, el movimiento, esos perfiles siempre cambiantes; descubrir si el viento les hace cosquillas o si el sol querrá descansar... Jugar a reconocer formas. Cerrar los ojos y reproducirlas. Cantarle una canción a las nubes. En un día de niebla, saludar esa nube que nos ha salido al paso.
(Ángel Crespo, en: Iniciación a la sombra. 1996)
La abuela de Emma nos ha ofrecido una pista que podremos seguir explorando en el futuro: la del “camino distinto”, el camino de la atención interior, el camino de viajar con la música, un viaje que nos lleva lejos pero que no nos aleja, al contrario, nos acerca a la realidad, a los demás y a nosotros mismos.
(Djalal-ud-din Rumi, poeta místico, místico poeta, del s.XIII, refiriéndose a su obra magna. En: Mathnawî VI, 618)
¡Ah! ¿y el paraguas? Poco sabemos de ese paraguas. Cuando Max escuchó el cuento por primera vez objetó que los gusanos no llevan paraguas porque les gusta la lluvia. Se lo comenté a Lustroso, pero él insistió: “¡pues yo quiero lucir el paraguas! Cuando llueva, ¡ya lo cerraré!” Así que no hay más que hablar, razón no le falta, ¡y más aún si tenemos en cuenta el paraguas tan bonito que le ha dado Aurora! Estos son algunos de los rasgos que queríamos poner de relieve, y no para convertir la lectura del cuento en un “sermón” -¡por favor, no!- sino sólo para compartir ideas y sugerencias nacidas a raíz del cuento.
No he cantado el Mathnawî para cargar con él, ni para que fuera repetido una y otra vez; he cantado el Mathnawî para que, con él bajo los pies, podáis volar bien alto.