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CAPACITADO: Somos embajadores de Cristo y tenemos en nuestras bocas el mensaje que puede hacer feliz al mundo: Cristo. Podemos pensar que estamos ...
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EL DISCÍPULO CRISTIANO Y SU REALIZACIÓN PRÁCTICA Por Jorge Leccese CAPACITADO: Somos embajadores de Cristo y tenemos en nuestras bocas el mensaje que puede hacer feliz al mundo: Cristo. Podemos pensar que estamos haciendo tareas poco significativas y relevantes ante los ojos de otros, pero el Señor nos irá capacitando y guiando en lo poco, pero fiel, para estar en lo mucho. Ahora bien, la capacitación tiene dos materias: Primero: Lectura y estudio de la palabra con oración. Colosenses nos dice "que la palabra de Cristo more en abundancia", y para que esto ocurra debe escudriñarse. Para usarse debe conocerse. El apóstol nos llama a la reflexión y el Espíritu Santo nos lo recuerda: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”. El Señor utiliza y necesita a distintos hermanos con distintas profesiones, pero por sobre todo que salgan al mundo capacitados por el Espíritu Santo para ser representantes con dignidad del mensaje a transmitir.

INFLUYENTE: El apóstol Pablo dice “sé ejemplo de los creyentes” (1 Ti. 4:12) a su hijo espiritual Timoteo dirigiendo la exhortación con amor. Otro apóstol, Pedro, influenció positivamente en los demás, “vamos a pescar”, etc. Muchas veces el mundo, su sistema, quiere introducir sus cosas y hacernos volver a las influencias que teníamos antes y a las cuales habíamos renunciado. Es por eso que así como Pablo también le decía a Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina”..., nos llega a cada uno de nosotros también la advertencia para poder reflexionar acerca de ello y no impartir solamente una espiritualidad exterior. El lugar donde el Señor nos puso es el ámbito de la influencia primaria, en la escuela, trabajo, hogar, la iglesia, etc.

PODEROSOS: Muchas veces se tiene el concepto de que el creyente debe ser débil y apocado. Si nos referimos a nuestras propias fuerzas, es cierto que muchas veces nos sentimos así. Pero sabemos que otro día no. Por lo tanto, nuestra fuerza estaría dependiendo de nuestras variables emociones. Pero, en Hechos 4:33, encontramos que “con gran poder daban testimonio del Señor Jesús”. ¿Es que no tenían dificultades? ¿Peligros? Sí, eran hombres comunes y corrientes aún sin letras, pero con la ayuda y dependencia del Espíritu Santo llevaban adelante una empresa tan grande que ni siquiera se imaginaban. Aceptaban la demanda de Dios para sus vidas. El apóstol Pablo podía decir: “en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. La plenitud del Espíritu Santo se alcanza si asumimos las responsabilidades y demandas del discipulado.

CONCLUSION: El Señor Jesús dijo: “El que no toma su cruz, . . . no puede ser mi discípulo”. Lo que nos preguntamos cada uno de nosotros es: ¿estamos dispuestos a pagar el precio? Quizás haya cosas que tengo que clavar aún. Que el Señor nos permita, a pesar de que otros den marcha atrás o se alejen, decir como Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Tomado de la revista “Momento de Decisión”, www.mdedecision.com.ar

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