INFORMACION GENERAL
Jueves 21 de julio de 2011
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TRAGEDIA EN SAN TELMO s LA VICTIMA TENIA 22 AÑOS Y ESPERABA EL COLECTIVO
Un balazo policial mató a un inocente Continuación de la Pág. 1, Col. 5 que se desempeña en la Comisaría 44a., pero que a la hora en que ocurrieron los hechos prestaba servicio adicional en el Registro Nacional de las Personas (Renaper). Al cierre de esta edición, el uniformado, de apellido Mendoza, estaba detenido en la Comisaría 14a. La investigación quedó en manos de la jueza de instrucción porteña María Gabriela Lanz, que designó a la Gendarmería Nacional para que hiciera los peritajes correspondientes para determinar cómo se disparó el arma que mató a Domínguez. “El robo de una billetera no vale la vida de una persona. Es preferible tener un delincuente libre que un inocente muerto”, dijo indignado Leonardo Domínguez, de 24 años y hermano de la víctima. Según informó a LA NACION el director del Servicio de Atención Médica de Emergencia (SAME), Alberto Crescenti, la llamada por el pedido de auxilio fue recibida a las 16.08. “A las 16.10 salió una ambulancia desde el hospital Argerich hacia el lugar del hecho, pero cuando llegó ya no podía hacerse nada porque la víctima tenía una herida de bala en el cráneo que le provocó la muerte”, explicó Crescenti. Domínguez era empleado de la firma La Mantovana, dedicada a la limpieza de edificios y otros servicios. Su lugar de trabajo era en un depósito de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), en Humberto Primo al 100. Fuentes policiales informaron que a la misma hora en que la víctima salía de trabajar un grupo de adolescentes que festejaba en la zona el Día del Amigo protagonizó una serie de incidentes. “Hubo numerosas llamadas al servicio de emergencia 911 para advertir sobre los incidentes. En una de las comunicaciones también se denunció que un turista había sufrido el robo de la billetera”, afirmó a LA NACION un alto jefe de la Policía Federal. Todo habría comenzado en San Juan y Paseo Colón. El grupo que protagonizó los disturbios corrió
FOTOS DE IGNACIO COLO
La familia de Ariel Domínguez (sus padres y sus dos hermanos), en el momento de reconocer el cuerpo por Paseo Colón en dirección a la Casa Rosada. En ese momento, Domínguez cruzaba la avenida Paseo Colón. Estaba por llegar a la parada de la línea 33 cuando un proyectil calibre 9 milímetros lo mató. “Los peritajes que hará la Gendarmería Nacional determinarán qué pasó con el arma del cabo Mendoza. Por dichos de testigos supimos que la pistola calibre nueve milímetros cayó de la cartuchera y se disparó”, sostuvo a LA NACION un oficial superior de la Policía Federal. La hipótesis es que el uniformado quiso colaborar con los agentes de la Comisaría 14a. que intervinieron en los disturbios. Según fuentes policiales, por los hechos previos a la muerte de Domínguez hay dos personas detenidas, una mayor de edad y otra, menor. Según José Docarmo, supervisor de La Mantovana, la Policía Federal se comunicó con la empresa para comunicar el fallecimiento de Domínguez. “Nos dijeron que se trató de
un lamentable accidente. Que murió de un impacto de nueve milímetros en la cabeza”, sostuvo a LA NACION Docarmo. En Paseo Colón y Humberto Primo, a pocos metros de donde estaba el cuerpo sin vida de Domínguez, sus compañeros de trabajo no podían encontrar consuelo. “Es increíble. Es una lástima. No puede ser que el arma se dispare sola”, dijo, consternado, Gastón Cejas, compañero y vecino de Domínguez. Cejas estuvo a punto de salir del trabajo con Domínguez, pero se demoró unos minutos en fichar por un problema con su tarjeta. Anoche, familiares de la víctima se mostraron indignados por la demora en el traslado del cadáver a la Morgue Judicial. Se vivieron momentos de tensión con los encargados del operativo. “Somos víctimas de la mala formación que tiene la Policía Federal”, dijo el hermano de la víctima, mientras su madre no dejaba de llorar dentro de una ambulancia del SAME.
El cadáver del joven yace sobre la avenida Paseo Colón
EL ANALISIS
El gatillo fácil de la impericia FERNANDO RODRIGUEZ LA NACION No sólo hay gatillo fácil cuando un policía dispara aviesamente contra alguien y luego intenta modificar los hechos para hacerlo pasar como un acto de defensa propia o un accidente. Y, si se puede evitar, no hay accidente. Tanto más vale este concepto en el caso de las armas de fuego, cuyos disparos, por lo general, no dan una segunda oportunidad y siembran muerte y dolor. Cuando un arma se dispara “por accidente”, cuando al policía “se le escapa un tiro”, hay impericia, hay negligencia; eso también es gatillo fácil, aunque sin premeditación ni motivaciones criminales. Como dijo
ayer, con notable lucidez en el momento de mayor dolor, el hermano de la víctima: “El robo de una billetera no amerita una balacera; es mejor un ladrón libre que un inocente muerto”. Antecede a esa impericia una negligencia por partida doble. La teoría de la intervención policial es clara: el uso del arma es el último ratio; los policías sólo deben usarla cuando todas las etapas de intervención no armadas se hayan agotado y sea necesario responder al fuego de otro, con el ineludible cuidado de no poner en riesgo la vida de terceros. Es un error garrafal correr a un ladrón con el arma en la mano, sin seguro y con bala en recámara, en
una avenida céntrica y entre decenas de peatones. Eso sólo termina bien en las películas. Ante amenaza armada, el protocolo indica que el policía no debe intervenir solo y disparar, sino protegerse y pedir refuerzos. En la persecución, más válido era llevar en la mano el handy –para guiar a los refuerzos– que la pistola. La otra negligencia es la del Estado, que detenta el monopolio de la fuerza y debe velar por la pericia de aquellos en quienes delega las armas. Si le da un arma a un policía, el Estado debe asegurar su instrucción, proveerle de un claro protocolo de actuación y controlar metódicamente el cumplimiento de las normas. Si esa instrucción existe, en este caso no se notó.
QUISO LLEVARSE ROPA DE UNA FERIA AMERICANA
Acusan a una ex jueza de intento de hurto Se trata de Roxana Rogovsky Tapia, quien fue titular del Juzgado Civil N° 39; ya había estado envuelta en otros escándalos FERNANDO MASSA LA NACION A Valentina Mushakova, dueña de la feria americana situada en Sarmiento 1817, le llamó la atención lo rápido que se fue del local una mujer que había estado mirando las prendas del primer perchero. Por eso se acercó, y enseguida se dio cuenta de que habían quedado dos perchas vacías. “Salí del local y la vi cruzando la calle hacia Callao, todavía con la
ropa en la mano. La agarré y empecé a llamar a la policía. Ella tiró las prendas al piso y me repetía que no me había robado nada”, relató ayer la dueña del local de ropa. El intento de hurto ocurrió en la mañana del 21 de junio pasado, pero Mushakova sólo se enteró ayer de que la protagonista del hecho era la ex jueza civil Roxana Rogovsky Tapia, quien en anteriores ocasiones ya había sido eje de varios escándalos, uno de los cuales fue el
que la llevó a renunciar a su cargo. “Hasta hoy [por ayer] no sabía quién era, y fue una sorpresa cuando me enteré. Me pareció una vergüenza que una mujer adulta que tiene educación y que además fue jueza haya entrado especialmente para robar”, dijo a LA NACION la comerciante, quien llegó hace 12 años al país desde Angarsk, una ciudad rusa de la región siberiana. Según contó la dueña del local, la ex jueza intentó llevarse una cam-
pera liviana de 200 pesos y un saco tejido de unos $ 75 que ni siquiera eran de su talle. “Ella me ofreció plata para que no la denunciara, pero cuando llegó la policía yo les expliqué que ella había robado las prendas en mi negocio”, dijo. En 1995, cuando Rogovsky Tapia era la titular del Juzgado en lo Civil N° 39, se presentó una grave denuncia en su contra. El abogado Daniel Sallaberry aseguró a la Justicia que la entonces magistrada le
había ofrecido dinero para que él le escribiera sus fallos. Pero antes de que se le iniciara juicio político Rogovsky Tapia renunció. Cinco años después, se vio envuelta en otro escándalo, cuando un bibliotecario del Colegio Público de Abogados de la Capital le pidió que devolviera las páginas que había arrancado de un libro de derecho. Después de encerrarse en el baño, Rogovsky Tapia reconoció el hecho y entregó las páginas del libro.
CAPTURA DE VIDEO
La ex jueza Rogovsky Tapia