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Domingo 8 de noviembre de 2009
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MOTOS DELIVERY s UN SERVICIO TAN VELOZ COMO PELIGROSO
El trabajo que crece al ritmo de los piquetes Unos 20.000 motoqueros son empleados por mensajerías; llevan desde dólares hasta material anatómico; la mayoría trabaja en negro PABLO TOMINO LA NACION Una decena de motos detenida en el semáforo de la avenida 9 de Julio, en la intersección con Corrientes, ahí nomás del Obelisco, resulta una fotografía similar a la largada de una competencia deportiva. Segundos antes de que la luz roja cambie a verde, las máquinas en plena aceleración, la mayoría utilizadas para la mensajería urbana, enmudecen a cualquier conductor desprevenido. Aturden. Inquietan. Sortean obstáculos en zigzag, a toda velocidad, casi siempre sin contemplar las normas de tránsito. En sus alforjas, los conductores trasladan desde cartas, cheques, gruesos fajos de dólares y hasta dientes recién extraídos. Hubo quien, como pudo, usó la moto para llevar un ventilador. Viven de la mensajería. El bajo costo del traslado y la posibilidad de hacerlo, a pesar de los piquetes y sus consecuentes embotellamientos de tránsito, los ha puesto al tope de las demandas de servicios. En 2008 creció un 23 por ciento la cantidad de motocicletas radicadas en la Capital, donde hay más de 100.000, según las estadísticas del gobierno porteño. “Sin dudas, se alcanzó el pico histórico. A nivel nacional, desde 2007 hasta hoy, se vendieron más motos que autos en todo el territorio. El año pasado, llegaron a importarse unas 600.000 motos frente a unos 500.000 vehículos”, dijo a LA NACION Guillermo Dietrich, subsecretario de Tránsito y Transporte metropolitano. Unas 20.000 motocicletas son utilizadas en las calles porteñas para delivery o mensajería. En apenas tres años, se triplicó la participación de este tipo de vehículos en choques graves en todo el país. Hoy representan el 30 por ciento, según datos del Instituto de Seguridad y Educación Vial (ISEV). Y tan sólo el año pasado, murieron 2000 personas arriba de una moto. En la ciudad, los motoqueros, siempre al límite, conducen hablando por celular, no respetan los semáforos, transitan algunas cuadras a contramano y estacionan sobre la vereda, pudo comprobar LA NACION durante varias recorridas. Los motoqueros cruzan hoy la ciudad de un extremo a otro hasta sumar unos 20 viajes por día. Es común que admitan que violan las normas de tránsito y justifican su imprudencia en el hecho de que, como su trabajo es por producción, no cuentan con un salario fijo. Y, por ende, dicen que están obligados a conducir a toda velocidad para aumentar su rentabilidad. “Nuestro trabajo es a destajo: nosotros ponemos la moto, el combustible
En tres años, el triple de accidentes EDUARDO BERTOTTI PARA LA NACION
Irregulares, el 90 por ciento Según datos de la Cámara de Empresas de Mensajería por Motos y Afines de la República Argentina (Cemmara), hay unas 400 empresas que desarrollan esta actividad en la Capital, de las cuales más del 90 por ciento mantiene alguna irregularidad. Así lo indicó su titular, Mario Oriente, que especificó: “La mayoría de los trabajadores están en negro y numerosas empresas no se inscribieron en la categoría de mensajería urbana en la Comisión Nacional de Comunicaciones que regula la actividad”. Oriente desmintió que los trabajadores no tuvieran un sueldo básico y aseguró que las empresas no obligan a sus empleados a violar las normas de tránsito. “Uno no gana más plata por cruzar un semáforo en rojo; quienes lo hacen son quienes quieren cometer infracciones.” Los controles aún son poco eficientes en la ciudad. Según el gobierno porteño, el 30% de las motos que hoy circulan tienen alguna irregularidad con las patentes. Las multas a los ciclomotores representan el 1% del total de las actas labradas en un año a todos los vehículos (cuatro millones, aproximadamente), y de las cuales se cobra menos del 50 por ciento. La Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV) coordina operativos para verificar el uso del casco. “Junto con las policías Federal y bonaerense, y con el gobierno porteño, hemos incrementado los controles específicos de motociclistas. En la Capital, según un estudio, el 74% de los motociclistas utiliza el casco”, dijo a LA NACION Felipe Rodríguez Laguens, titular de la ANSV.
Una ley sin reglamentar La actividad de mensajería está regulada por el decreto nacional 1187/93, que refiere a la prestación del servicio de correos, y por la resolución 1811/05, “sobre servicios específicos, oferta de prestación y servicio de mensajería urbana”. En la ciudad, una ley aprobada en agosto pasado pero hasta ahora no reglamentada, regula ciertos aspectos de la actividad de delivery de alimentos y mensajería en motos. La norma, sancionada a partir de un proyecto del diputado macrista Avelino Tamargo, establece que las empresas o particulares que
OPINION
y, con suerte, obtenemos el 50 por ciento de la tarifa que se le cobra al cliente. Tenemos nuestra obra social y la mayoría de los trabajadores están en negro. Necesitamos que se regularice esta actividad. El 26 de este mes, marcharemos hacia el gobierno de la ciudad como protesta”, dijo Luciano Schillaci, secretario gremial de Sindicato Independiente de Mensajeros y Cadetes (Simeca), uno de los dos sindicatos que agrupa a los motoqueros-mensajeros. “Que los motoqueros no respeten las normas de tránsito tiene que ver con dos cosas: la falta de cultura y la presión en el trabajo. Cuanto más viajes hacés, más cobrás. Cometí infracciones de tránsito y puse en riesgo mi vida por llegar a horario a un trámite. Esto se resuelve con la creación de un convenio laboral que elimine el trabajo a destajo”, dijo Marcelo Pariente, secretario General de la Asociación Sindical de Motociclistas Mensajeros y Servicios (Asimm).
ejerzan esas actividades “en motovehículos o ciclorrodados” deberán inscribirse en un registro y que los conductores deberán tener licencia de conducir profesional. Tanto para el delivery de alimentos como para la cafetería, la norma fijó ciertos requisitos que los empleadores deben proveer a los trabajadores, como la homologación del casco, y que la indumentaria fluorescente reflectiva debe ser un chaleco. Según confirmó Tamargo a LA NACION, la norma podría ser reglamentada en los próximos días.
ARCHIVO
Piquete en Alem y Tucumán: los motoqueros zigzaguean entre los colectivos atrapados por la protesta
“Hay que empezar temprano para hacer más entregas” Martín Mosqueda dice que, si no corre, no cobra y que usar el celular es vital Martín Mosqueda es un motoquero de 28 años, que desde hace nueve trabaja en una mensajería de Capital. Tiene deudas en multas por más de 6000 pesos, según cuenta. “Es que trabajamos a 1500 por hora. Como no tenemos un salario mínimo, cobramos por producción. Y cuantos más viajes realizamos, más posibilidades tenemos de cubrir nuestros gastos. Nosotros ponemos la moto, el combustible, la obra social, y nos sacan, en general, más del 50 por ciento del costo de los viajes”, dice Mosqueda. Este joven, que a los 14 años ya se desempeñaba como delivery en una pizzería, realiza por día entre 15 y 20 viajes, para alzarse con una paga de 160 pesos la jornada. “Me levanto a las 8, y a las 9 ya tengo que marcar tarjeta en la mensajería. Los viajes que recibimos son por orden de llegada, así que conviene estar temprano para hacer más entregas”, dice. LA NACION lo acompaña subida a su Honda 125, cuando se dispone a realizar uno de los viajes que le fueron asignados para después del mediodía. Tiene que trasladar un paquete con medicamentos de San Telmo al microcentro. “Lo más raro que tuve que llevar fue un ventilador. Nosotros transportamos desde paquetes hasta dinero en efectivo. Estamos preparados para llevar de todo. Un compañero tenía que llevar los dientes de una persona hasta un laboratorio, pero como llegó rápido al consultorio del odontólogo,
SOLEDAD AZNAREZ
Mientras conduce, Mosqueda atiende el celular, aunque está prohibido tuvo que esperar que el dentista se los sacara. Insólito”, cuenta. Había pasado no mucho tiempo del viaje cuando Mosqueda detuvo su moto en un maxiquiosco, donde almorzó un sándwich al paso. Transitó la tarde de un lado al otro y, entre mate y mate, matizó sus cortos descansos. “Así estoy hasta el atardecer, cuando pego la vuelta para mi casa. La moto me encanta, pero te estresan el ruido y el tránsito. Con los tacheros nos peleamos seguido. Ellos siempre complican las cosas, pero bueno: es el trabajo de cada uno”, cuenta. Mosqueda, como otros motoqueros
consultados por LA NACION, admite que es imprudente a la hora de conducir. De hecho, durante el viaje que hizo con este diario, atendió el celular manejando la moto. “Es que si llegás tarde a un trabajo, probablemente lo pierdas. No tenemos un salario mínimo. Numerosos compañeros que están en negro, peor todavía, porque al no haber una relación de dependencia, tu permanencia en el trabajo es cuestión de tu desempeño en el día. Por eso, reclamamos que se regule la actividad. Es imposible trabajar sin el teléfono. Es clave en esto”, dice.
Desde comienzos de este siglo, contemplamos espantados el crecimiento exponencialmente geométrico de motos y ciclomotores en nuestras ciudades y pueblos. Familias enteras se desplazan en ellos, con bebes incluidos, y por supuesto, la mayoría de ellos lo hacen sin cascos. Al verdadero dolor de cabeza que en algunas latitudes representaba el “moto-taxi” hoy sumamos aquí ejércitos de motos y ciclomotores de particulares, lo que logra que ya no sean ni curiosas ni extrañas las imágenes de las últimas décadas del siglo pasado en ciudades de la India y de China. Lógicamente, en ese “caldo de cultivo” que es nuestra cultura vial latinoamericana, las consecuencias no tardaron en hacerse presentes. En la Argentina, por caso, la participación de este tipo de vehículos en la siniestralidad vial se triplicó en apenas tres años. Particular relevancia poseen los siniestros en este tipo de vehículos en materia de mortalidad y morbilidad severa.
Ausencia de políticas Una razón muy importante para que ello ocurra es la deficiente o total carencia de políticas y sistemas de transporte público frente a una necesidad creciente de una mayor movilidad de los integrantes de la sociedad (escuelas, comercios, centros de salud, esparcimiento, etcétera). La accesibilidad económica y financiera, el pobre control administrativo de títulos de tenencia o de propiedad, la fácil –cuando no nula– adquisición de permisos para conducirlos, su versatilidad y alta maniobrabilidad en un tránsito cada vez más complicado y menos fluido son todos factores que han contribuido a generar esta verdadera invasión vehicular a nuestras vías de circulación. Si a todo ello le sumamos la comentada escasa o ninguna percepción del riesgo de nuestros usuarios no resulta difícil fundamentar los resultados lamentables que ilustran diariamente las noticias. Un párrafo aparte merecen la ciudad de Buenos Aires y el primer cordón del conurbano bonaerense. La proliferación de los servicios de delivery y mensajería y la falsa ponderación de vehículo inofensivo (por baja potencia) del ciclomotor han generado un universo peculiar, en el que estas unidades son “conducidas” como bicicletas, que se suben a veredas y circulan a contramano, y sus ocupantes viajan sin cascos ni vestimenta que pueda distinguirse claramente, entre otras faltas.
El autor es titular del Instituto de Seguridad y Educación Vial (ISEV).