MÚSICA | DANIEL MELINGO
Cuando el rock se une al tango Maldito tango, el nuevo cd del ex saxofonista de Los Twist, confirma el valor de una propuesta que empezó como parodia POR LEONARDO TARIFEÑO De la Redacción de La Nacion
E
l tango es una fábrica de novedades que nunca deja de sorprender. Y tan sorprendente resulta, que hoy se ve más joven que nunca. Dentro de una semana, del 10 al 31 de este mes, el tango contemporáneo llegará a Ciudad Cultural Konex con el ciclo Entangados, que incluirá las presentaciones de Javier Calamaro, 34 Puñaladas, el tecladista Leo Sujatovich (ex Spinetta Jade) y el notable dúo Pablo Mainetti & César Angeleri. Durante todo el año que terminó hace unos días aparecieron iniciativas insospechadas dentro del género, como el cd Celos, de Celeste Carballo (donde la bluesera se anima hasta con “El día que me quieras”, entre otros tangazos) o el proyecto “¿Dónde me trajiste?” (http://dondemetrajiste.blogspot.com) en el que la Orquesta Onírica arrancó cada jueves por la tarde con “Atenti Pebeta” o “La cumparsita” en una casa chorizo de Almagro con eterno olor a comida casera. 2008 también marcó la definitiva madurez del excepcional Lucio Arce y de los mejores grupos de tango electrónico, como Bajofondo Tango Club y Yira. Pero en la escena alternativa del tango nada ha sido tan fresco y contundente como la confirmación arrabalera de Daniel Melingo, quien con Maldito Tango se mantiene en las alturas de una singular propuesta, tradicional y renovadora a la vez. Ex fundador de Los Twist, conductor televisivo en el canal Sólo Tango, músico de culto en España con la banda Lions in Love y voz canyengue desde Tangos bajos (1998), Melingo alcanza la mayoría de edad en el singularísimo Maldito tango, donde la parodia con sordina de sus discos anteriores cobra un vuelo cada vez más personal y sugestivo. De todas maneras, hay que decir que Melingo no está solo en su aventura renovadora, ya que tanto en Tangos inesperados como en el extraordinario ¿Trajiste la guitarra?, Lucio Arce construye un viaje hacia el mismo destino. En Tangos inesperados, Arce le canta loas al “Chorimán”; en ¿Trajiste la guitarra?, la épica urbana la protagonizan Martín Palermo y Guillermo Barros Schelotto, los “hijos de diputados” o aquellos padres convencidos de que sus hijos futboleros son el pasaporte a la salvación económica. Comparado con Arce, Melingo suena más apegado al tango de grandes valores, con sus historias plenas de reyertas barriales (“En un bondi color humo”, “Julepe en la tierra”) o viciosos puros y duros (“Narigón”, el insaciable cocainómano de Tangos bajos, o el “fierita” que “se enloca con cerveza y pegamento” de “Se igual”, en Maldito tango). Lo raro del asunto es que Melingo suena tanguero de pura cepa porque fue rockero de abolengo. Al menos es lo que parece detectarse tras ver la lista de músicos presentes en Maldito Tango: el ex Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota Skay Beilinson, Horacio Fontova, el multipercusionista Alejandro de Raco, y
24 | adn | Sábado 3 de enero de 2009
MIGUEL ZUANICH
PICARDÍA. Daniel Melingo divierte y hace divertir con las letras firmadas por Carlos de la Púa y Enrique Cadícamo
ni más ni menos que los Fabulosos Cadillacs Flavio Cianciarullo, Vicentico y Toto Roblat, todos unidos en un disco cuyas mejores canciones tienen letras de Carlos de la Púa (“Fabriquera”), Luis Alposta (“En un bondi color humo”) y Enrique Cadícamo (“Montmartre de hoy”). ¿Espíritu rockero teñido de 2 x 4? No: tango como canción popular, del mismo modo –sólo que en otro registro– que el rock de Charly García, Los abuelos de la nada y hasta Los Twist, los grupos argentinos de las otras vidas de Melingo, se inscriben más en la tradición del cancionero popular argentino que en la lógica del rock tocado (o mal tocado) con tres, cuatro o cinco notas. Con la alineación que presenta en este último disco, Melingo salta a la cancha de la música argentina transformado en uno de los tantos nexos entre el tango y el rock. “Estaba yo con mi compadre/ en el boliche de Fontova/ tomando un taco y Sella verde/ pa’ inspirar la inspiración” canta el ex Twist en “Julepe en la Tierra”, y el universo que describe apunta a crear una nueva mitología. ¿Qué canciones cuentan la historia íntima del rock? ¿Cómo narrar y expresar la fuerza más básica del rock nacional, el descontrol de sus creadores y las sucias medianoches inspiradoras? Melingo propone que para contar el rock hay que acercarse al tango, y ciertamente no a un tango experimental ni vanguardista, sino a aquel que evoca y recrea las raíces. “Hay
un reggae roots; bueno, nosotros hacemos tango roots”, ha dicho alguno de los miembros de la Orquesta Típica Fernández Fierro para explicar la violencia de su música, tan alejada del romanticismo tanguero y tan próxima al espíritu arrabalero de los orígenes. De todas maneras y aun en las antípodas del machismo politizado de los Fernández Fierro, no es otra la jugada que prefigura la música de Melingo, quien avanza hacia las raíces del tango sólo para descubrir que allí habita la semilla del rock. El tango roots de Melingo empezó como paródico para convertirse en una extensión lírica y sentimental del rock nacional, hoy disperso en sus variantes barriales (de Los Piojos a La Renga), indies o lisa y llanamente pop. A esta altura del siglo XXI, el rock argentino ostenta unas credenciales de identidad que nadie le puede negar. Y su madurez legitima el acercamiento hacia el tango, incluso hasta el tango chantún y fanfa que Melingo juega a interpretar como el juego más serio de todos los que permite la música argentina actual. ¿Es parodia? Ya no: es otra forma de vivir la argentinidad al palo. El tango es una fábrica de novedades, y Daniel Melingo no es un obrero más de la firma, sino uno de los propietarios. Aquel que marca el rumbo de los suyos y que sólo sigue su propio ideario, aun cuando no siempre pueda saberse o intuirse hacia dónde va. © LA NACION