COMENTARIOS DE LA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA II Trimestre de 2014
Cristo y su Ley
Prof. Sikberto R. Marks
Lección 9 31 de mayo de 2014
Cristo, la Ley y el evangelio Prof. Sikberto Renaldo Marks Versículo para Memorizar: “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17).
Introducción La Ley, es decir, todas las leyes escritas en la Biblia, fueron dadas por medio de Moisés. Incluso los Diez Mandamientos, con la diferencia que éstos fueron escritos por Dios mismos, y los entregó a Moisés. Las demás, fueron dichas por Dios a Moisés, quien las escribió. De una forma u otra, el código de leyes que en la Biblia se denominan “Ley”, nos llegaron a través de este profeta. La Ley, o los cinco primeros libros de la Biblia, fueron dadas para evitar problemas. La Gracia fue una actitud directa de Jesucristo para solucionar el problema causado por la desobediencia. La Gracia no nos llegó a través de algún ser humano, pecador, sino a por medio de Jesucristo. La verdad también, en las cosas que Él enseñó cuando estuvo en la tierra. Estos dos sistemas Jesús los compartió entre nosotros: la Verdad, a lo largo de su vida; y la Gracia a través de su muerte en la cruz. Ambas no podrían haber sido dadas a través de otro ser humano: sólo Jesús, pues sólo Él podía morir por nosotros. La Ley y la Gracia son costados de la justicia divina. Dios es conocido por ser el Autor de la vida, que sólo proviene de Él, y Él no quiere que nadie muera. Sabiendo que las criaturas eventualmente desobedecerían la Ley, y como ésta brinda las directivas para que vivamos eternamente felices, y siendo que por la desobediencia se pierde la vida, Dios proveyó desde la eternidad una alternativa en su justicia para librar a cualquier criatura de las consecuencias de algún pecado. Por eso Dios es Amor. Él no está interesado en ejecutar la sentencia de muerte hacia quien peque, sino de perdonar y librar de la muerte. Está claro que, en este caso, es el propio pecador quien debe decidir si desea ese perdón, tiene esa libertad, así como tiene libertad para obedecer o no la Ley. También Recursos Escuela Sabática ©
está claro que, al obedecer tendrá una cierta clase de vida, y al desobedecer tendrá otra muy diferente. Entonces, la justicia divina es perfecta, según lo es el carácter de Dios, que es Amor. Dios siempre optó por la vida y por la felicidad. En su justicia, ese es el principal principio a seguir. “Al dar su vida por la vida del mundo, Cristo franqueó el abismo abierto por el pecado, para unir esta tierra maldita con el universo celestial. Dios escogió este mundo para que fuera el escenario de sus poderosas obras de gracia. Mientras la sentencia condenatoria pendía sobre él a causa de la rebelión de sus habitantes, mientras nubes de ira se iban acumulando debido a la transgresión de la ley de Dios, se escuchó una voz misteriosa en el cielo que decía: ‘He aquí, vengo... El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado’ (Salmo 40:7, 8)” (Manuscrito 41, del 16 de marzo de 1898, “La medida del amor de Dios”; citado en Cada día con Dios, p. 82).
El pecado y la Ley Ciertamente uno de los párrafos más importantes escritos por Pablo está incluido en esta sección, específicamente, la pregunta “¿Es la Ley pecado?” (Romanos 7:7). Podríamos formular esta pregunta de otra manera para entenderla mejor: “¿Debemos condenar a la Ley por ser pecado?”. Pablo responde con una negación enfática: “¡De ninguna manera!”. Con eso, desea afirmar que la Ley no necesita, ni debe, ser alterada, pues más adelante, en el versículo 12, declara que “la Ley es santa, y el Mandamiento, santo, justo y bueno”. Explica en este párrafo que sin Ley jamás habríamos conocido el pecado, o – mejor dicho– jamás habríamos identificado los actos que nos perjudican de aquellos que nos benefician. Todo sería permitido, incluso matar a otras personas. Existiría el luto, pero sin prohibición ni condenación. Me gustan mucho los escritos de Pablo, aunque critique su estilo literario, el que en ocasiones no favorece una comprensión directa. Soy docente, y sé de lo que estoy hablando. Cada persona tiene su propio estilo al escribir. Podemos identificar a las personas partiendo de sus escritos. Por ejemplo, Elena G. de White tiene su propio estilo, por ejemplo, al escribir aportando un cúmulo bastante denso de informaciones. Pero el estilo de Pablo no invalida su participación en las Sagradas Escrituras, requiere que le dediquemos más tiempos para no pergeñar interpretaciones extrañas, defendiendo lo que él no quiso decir. Este apóstol es profundo y nos ha transmitido conocimientos esenciales para nosotros en nuestros días. ¿Cómo se puede admitir la abolición de la Ley, o sólo del Mandamiento del sábado, si la Ley no es pecado, sino es santa, justa y buena? ¿Por qué razón algo santo, justo y bueno debería ser anulado? Si la Ley fuera pecado, o sea, si no fuera buena, ni santa ni justa, entonces Jesucristo no debía haber muerto en la cruz, pues la desobediencia habría surgido de una ley fallada. ¡En todo caso, se habría corregido primero la ley! ¡Y no fue eso lo que Jesús hizo! Esta es la gran cuestión que Pablo, aquí de manera un tanto indirecta, analiza, y que podríamos utilizar en nuestros días para defender nuestra fe y doctrinas, especialmente en la defensa del sábado. En síntesis, Pablo nos enseña, por lo menos, dos cosas relevantes: la primera (no en orden de importancia), es que la Ley es absolutamente necesaria para que todas las personas, libres en sus decisiones, pueden tomar las decisiones correctas. A través de la Recursos Escuela Sabática ©
Ley es que podemos distinguir lo que es pecado de lo que es constructivo. A través de la Ley distinguimos actos de odio de los actos de amor. Y eso debiera ser plenamente deseable para cualquier persona sensata y equilibrada. La segunda cosa relevante que aprendemos es que la Ley no es algo malo, ni siquiera que la Ley es pecado, sino que es “santa, justa y buena”, por lo que posee atributos que garantizan su estabilidad. ¡Y eso es muy bueno! Un último interrogante para analizar: Si algo es Santo como Dios; justo, como Dios; bueno, como Dios, y sirve para que evitemos cometer actos perjudiciales que no sean amor, ¿cómo es que hombres de cierta denominación han decidido que debería ser cambiada? Esto es un interrogante que debemos analizar en esta sección.
La ley de Israel (Deuteronomio 30:15-18) Al ser promulgada la Ley de Dios, los Diez Mandamientos, o Ley Moral, se separaron tres días de solemne preparación. Se determinaron ciertas reglas: el pueblo tuvo que comportarse de ciertas maneras, no podían traspasarse los límites establecidos por Dios alrededor del monte Sinaí. Debían consagrarse y purificarse, confesar los pecados y ser perdonados. La ley que conocían por estar grabada en sus mentes, les sería entregada en forma de dos tablas de piedra. Los israelitas recibieron la Ley escrita en piedra porque en sus mentes ya estaba muy deteriorada. Los muchos años de esclavitud en Egipto casi hizo que la olvidaran. Al estar escritas en tablas de piedra, los Mandamientos permanecerían como recordativo permanente, con la diferencia que habían sido escritos por el propio Dios. El Creador las escribió en piedras, porque sabía que en el futuro habría severos atentados contra la Ley, que harían que fuera cambiada, pero Dios jamás las alteró proveyendo nuevas tablas de piedra. La Ley de Dios tenía el objetivo de proveer orientación a Israel en cuanto al comportamiento personal, entre unos y otros, partiendo de la manera en cómo se relacionaban con Dios, y cómo Dios se relacionaba con ellos. Israel debía ser ejemplo para todas las naciones del mundo, es decir, ser un reino de sacerdotes, portavoces del Creador para todo el mundo. La promesa de Dios de que haría de ellos una nación bendecida por Dios fue dada a Abram (después Abrahán), Isaac, Jacob, quien tuvo doce hijos de entre los cuales se convirtieron en pueblo elegido. Era la única nación del mundo que tenía una Ley que retrataba perfectamente el carácter de Dios, o sea, Amor. La Ley que le había sido entregada a Israel era lo que hacía del pueblo de Dios una nación diferente, identificada con el Dios Verdadero. Esta Ley establece cómo los seres humanos deben relacionarse unos con otros, o sea, cómo debemos amarnos mutuamente, sin estar generando todo el tiempo intrigas. Israel debía obedecer la Ley, sólo así sería permanentemente la nación elegida. Hoy, ya no hay más una nación elegida como Israel, sino una Iglesia, la cual tiene los mismos objetivos, servir de medio de enseñanza para todo el mundo acerca de cuál es la perfecta y buena voluntad de Dios. “’El sábado por causa del hombre es hecho; no el hombre por causa del sábado’ (Marcos 2:27), dijo Jesús. Las instituciones que Dios estableció son para beneficio de la humanidad. ‘Todas las cosas son por vuestra causa’. ‘Sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir; todo es vuestro; y vosotros de Cristo; y Cristo de Dios’ (2 Corintios 4:15; 1 Corintios 3:22, 23). La ley de los diez mandamientos, de la cual el sábado forma parte, fue dada por Dios a su pueblo Recursos Escuela Sabática ©
como una bendición. ‘Mandónos Jehová --dijo Moisés-- que ejecutásemos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, porque nos vaya bien todos los días, y para que nos dé vida, como hoy’ (Deuteronomio 6:24). Y mediante el salmista se dio este mensaje a Israel: ‘Servid a Jehová con alegría: venid ante su acatamiento con regocijo. Reconoced que Jehová él es Dios: él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con reconocimiento, por sus atrios con alabanza’ (Salmo 100:2-4)” (El Deseado de todas las gentes, pp. 254, 255; énfasis añadido).
La Ley y las naciones (Hechos 10:34, 35) En la sección anterior afirmamos que la Ley de Dios era lo que distinguía a la nación hebrea de las demás. Ellos habían recibido una Ley moral, es decir que debían amarse mutuamente, desarrollar una sociedad de justicia y felicidad, con mucha salud y prosperidad. Debían ser una nación superior a las demás. Debían demostrar cómo servía al Dios verdadero. Y eso lo heredó la Iglesia de la verdad. Tenemos mucho que arreglar. Todavía no somos un pueblo unido. Hay mucho orgullo y motivo para generar facciones. Existe una práctica lamentable, que hace que una gran cantidad de hermanos abandonen nuestras filas. Y es exactamente por ese motivo que yo no me aparto de la iglesia (más adelante explicaré la razón). Muchos de nuestros pastores, la mayoría, especialmente directores de departamentos y presidentes de asociaciones (repito, no todos), son dominantes, orgullosos y soberbios. Han convertido a la iglesia en una especie de cuartel, donde los miembros son algo así como reclutas, sin voz, sin palabra ni opinión, exceptuando cuando se está de acuerdo con todo, tal como sucedía con los líderes de la época de Jesús. Quiero reiterar: hay excepciones. Aquéllos son los enemigos de los cuales habló Elena G. de White, los cuales están en la iglesia y están al servicio de Satanás. Basta con contrariarlos, y Satanás se posesiona de ellos, y así demuestran a qué poder sirven, pues actúan como fuera de sí. Pues bien, es porque tales cosas suceden en nuestro medio que no abandono la iglesia. Escribo esto porque quiero alertar a otros miembros para que hagan lo mismo: no abandonen la iglesia por estos motivos, ni por ningún otro motivo. Estaba previsto que en la iglesia verdadera, puesta en el mundo para proclamar el evangelio, sería perseguida por enemigos internos y externos. Actualmente, más desde adentro que desde afuera. ¿Y por qué no debemos decepcionarnos y salir de la iglesia? Si la iglesia tiene un ejército de enemigos internos, si Satanás está muy interesado en minar las filas de Dios, es porque esta iglesia tiene la verdad, y por eso la combate. Entonces no me apartaré de esta iglesia. Si alguien tiene alguna duda, o alguna decepción, algún problema con la jerarquía de la iglesia, por favor, actúe equilibradamente, evite la polémica (porque jamás logrará hacer cambiar de opinión de aquél que se cree dueño de la iglesia, aun pensando que está sirviendo a Dios), y afírmese en la iglesia y en sus principios. No hay modo de mantenerse fiel a Cristo sin permanecer en la iglesia. He visto a algunos enfriarse al retirarse, y que acabaron perdiéndose en el mundo. Un llamado de alerta: si alguna asociación o campo local se aparte de la Iglesia, en ese caso los miembros fieles tendrán graves problemas, pues automáticamente pertenecerán a una iglesia disidente. En ese caso, manténganse fieles a la Asociación General, en relación a los diezmos y ofrendas. Esto es un aviso, puesto que es algo que ya está sucediendo en algún lugar del mundo. Recursos Escuela Sabática ©
“El poder despótico que se ha desarrollado, como si la posición hubiera convertido a los hombres en dioses, me hace temer, y debe producir temor. Es una maldición dondequiera que se lo ejerza y quienquiera que lo ponga en práctica” (Testimonios para los ministros, p. 367). “Aquellos que están en armonía con Dios y que mediante la fe en él reciben fuerza para resistir el error y mantenerse en defensa de lo correcto, siempre tendrán conflictos severos y frecuentemente tendrán que permanecer casi solos. Pero obtendrán victorias preciosas mientras dependan de Dios. La gracia divina será su fuerza. Su sensibilidad moral será aguda y clara, y sus facultades morales podrán resistir las influencias erróneas. Su integridad, como la de Moisés, será del carácter más puro” (Testimonios para la iglesia, tomo 3, p. 333). Debemos todos los miembros y ministros humildes orar por la unidad de la iglesia en estos tiempos finales. Sabemos que la solución al despotismo interno será el zarandeo, y que al menos nosotros permanezcamos firmes del lado de Jesús. Nuestro poder para terminar la obra residirá en permanecer fieles a sus Mandamientos, y el punto principal del efecto de esa obediencia es que estaremos perfectamente unidos por la Ley de Dios, que es amor.
Gracia y verdad (Juan 1:17) Todo fue muy bien resumido por Juan, un escritor bíblico de gran capacidad de comunicación y claridad: “La Ley fue dada por medio de Moisés, y la gracia y la verdad por medio de Jesucristo” (Juan 1:17). Este es el versículo central de este estudio, ya comentado al comienzo de este comentario. La Ley podía ser concedida por intermedio de un ser humano, pero la Gracia no. La Ley prescribe cómo debemos comportarnos y cómo no debemos. Son definiciones de principios de amor. La Gracia sólo pudo ser establecida a través de la muerte Jesús en la cruz, por eso sólo podía venir a través de Él, no de Moisés o alguien más, ni a través de animales. Ni la Gracia ni la Verdad enseñada por Jesús sustituyeron a la Ley, específicamente los Diez Mandamientos, la Ley moral, ni los cinco libros de Moisés. Si eso hubiera realmente ocurrido, entonces la Gracia estaría ofreciendo perdón donde ya no había pecado, porque ya no existiría la Ley. Además, la Gracia no vino sólo para perdonar los pecados de los que desobedecieron antes de que Jesús muriera. Si la Ley fue anulada, como se dice por ahí, entonces hoy ya no habría más gracia, pues sería innecesaria, porque ya no habría pecado (aun cuando el ser humano continuara haciendo todo lo que prohíbe la Ley). ¡Qué cosa extraña! ¿No es así? Si la condenación vino por la desobediencia a la Ley de Dios, y si la Gracia vino para perdonar y librar de la condenación, no tiene sentido la supuesta abolición de la Ley, tal como se enseña por allí. Sería algo muy contradictorio: existe el pecado porque hubo desobediencia a la Ley, y como la gracia persona, ya no es más necesaria la Ley, o sea, de la obediencia a ciertos principios. Si esto fuera posible, entonces Dios habría atendido al angustiante pedido de Jesús: “Padre, si es posible, pasa de mí esta copa”. El silencio del Padre fue evidente, pues atender el pedido de Jesús sólo sería posible aboliendo la Ley, lo que no ocurrió. Recursos Escuela Sabática ©
“En lugar de proclamar la abolición de la ley, la cruz del Calvario proclama con voz de trueno su carácter eterno e inmutable. Si la ley hubiera podido ser abolida, y todavía mantenerse el gobierno del cielo y la tierra y los innumerables mundos de Dios, ¡Cristo no hubiese necesitado morir! La muerte de Cristo debía resolver para siempre la duda acerca de la validez de la ley de Jehová. Habiendo sufrido la penalidad total de un mundo culpable, Jesús se convirtió en el mediador entre Dios y el hombre, para restaurar al alma arrepentida al favor con Dios dándole la gracia para guardar la ley del Altísimo”. “Cristo vino no para destruir la ley o los profetas, sino para cumplirla al pie de la letra. La expiación del Calvario vindicó la ley de Dios como santa, justa y buena, no sólo ante el mundo caído, sino ante el cielo y ante los mundos no caídos” (Signs of the Times, 20 de junio de 1895; citado en Reflejemos a Jesús, p. 45).
La Ley y el evangelio (Romanos 1:16, 17) La realidad es la siguiente: todos somos pecadores, por lo tanto, somos mortales. También sabemos que para los pecadores es imposible, por propia decisión, no pecar nunca más. Supongamos que alguien logra vivir obedeciendo la Ley de Dios, y que desde determinado momento en adelante no peque nunca más. ¿Se salva por ello? ¿Logrará a través de esa vía ser transformado, a lo largo del tiempo, en una persona perfecta? No, continuaría siendo pecador y mortal. Dependemos de algo que no está en nosotros, ni a nuestro alcance por nuestros propios esfuerzos. Dependemos de la gracia de Jesús. A través de su muerte en nuestro lugar, Él nos ofrece el perdón y la salvación. Y debemos aceptar ese ofrecimiento y arrepentirnos. El evangelio es la proclamación, o la enseñanza, de esa posibilidad de salvación. Los efectos del pecado en nosotros son enfermedad, problemas, sufrimiento y – finalmente– la muerte. No estamos en condiciones, por nuestro propio esfuerzo, de librarnos de las consecuencias del pecado, y tampoco de transformarnos de mortales en inmortales. En un noticiero me enteré que los rusos están investigando recursos de la medicina para prolongar la vida hasta los 150 años. Tal vez lo logren, pero lo que la ciencia jamás logrará es impedir que muramos. Eso sólo el Creador es capaz de hacerlo, así como Él es el único capaz de crear y dar vida a lo que no la tiene. Por eso es que Pablo preguntó: “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”, Sólo a través de la gracia es cómo podemos volver a estar en armonía con la Ley, sin que ella nos condene. La muerte de Jesús en lugar del ser humano fue la exigencia del gobierno celestial para que pudiéramos escapar de esa muerte. La Ley de Dios es seria, justa, y condena sin tolerancia. No es una ley de juguete, como cuando alguien hace algo malo, y quien fue perjudicado por ello simplemente dice: “Está todo bien, te perdono”. ¿Perdonado? ¿Sin que nadie pague nada? De esa manera se está invalidando la ley, pues se ha convertido en algo ineficaz, la obedece quien quiere, y quien no lo quiere hacer, no le pasa nada. En mi país, Brasil, hay algo que lo ilustra este punto muy bien. Tenemos nuestro ECA (Estatuto da Criança y do Adolescente [Estatuto del Niño y del Adolescente]). Por los noticieros sabemos que es muy alto el índice de adolescentes criminales que matan, pero que –al llegar a los dieciocho años– su expediente o prontuario queda limpio, nada consta en él. Es como si, de golpe, se hubiera convertido en un ciudadano de bien, pero en realidad está reiniciando su vida de criminalidad desde cero. ¡Sólo en Brasil puede existir algo así! Esto es lo que evita la Ley de Dios, la impunidad, que en realidad termina Recursos Escuela Sabática ©
siendo un incentivo para la criminalidad. La Ley de Dios es correcta, pues penaliza, pudiendo el pecador escapar de la penalidad sólo aceptando el perdón de Jesús, lo que implica su completa transformación. Lo que sucede en Brasil puede explicarse. Los adolescentes deben ser reeducados. Pero, ¿es posible reeducar a alguien en las Fundaçoes CASA (la antigua FEBEM)? 1 Se han transformado en escuelas de criminalidad. Los adolescentes, al convertirse en adultos (según el criterio de la edad), ya no le deben nada a la sociedad. La Ley de Dios no es así, condena, pero Jesús puede perdonar, y el Espíritu Santo puede reeducar para la eternidad. En esto sí se puede creer. “Dios envía a los hombres mensaje tras mensaje para suplicarles que se arrepientan, para poder perdonarles y escribir perdón al lado de sus nombres. ¿No habrá arrepentimiento? ¿Serán desoídas sus exhortaciones? ¿Serán ignoradas sus propuestas de misericordia y será completamente rechazado su amor? ¡Oh, así el hombre quedaría del todo separado del medio por el cual puede lograr la vida eterna, pues sólo Dios perdona al penitente! Mediante la manifestación de su amor, mediante los ruegos de su Espíritu, invita fervientemente a los hombres a que se arrepientan, pues el arrepentimiento es don de Dios; y a quienes él perdona, los hace arrepentirse previamente. El hombre disfruta del gozo más dulce debido a su sincero arrepentimiento ante Dios por la transgresión de su ley, y debido a la fe en Cristo como el Redentor y Abogado de los pecadores. Cristo atrae a los hombres mediante la manifestación de su amor para que puedan comprender el gozo del perdón, la paz de Dios. Si responden a su atracción, entregando su corazón a la gracia divina, los guiará paso tras paso a un conocimiento pleno de Dios, y esto es vida eterna” (Mensajes selectos, tomo 1, p. 380).
Viernes - Resumen y aplicación del estudio I.
Síntesis de los principales puntos de la lección 1. ¿Cuál es el principal enfoque? Queda claro que ningún ser humano, ángel o algún otro ser, fuera del propio Dios, tiene capacidad para hacer lo que sea para salvar a algún ser humano pecador de la muerte. La cuestión en tal sentido está bien determinada. Adán pecó contra la Ley de Dios, por lo que el único que puede perdonar es Dios. Pero el Señor jamás perdonaría sin que existiera la debida penalidad. Su perdón no es una simple declaración sin precio. El único Ser en el universo para cargar con esa penalidad fue Jesucristo, el Hijo de Dios Padre, porque fue contra Él que Satanás arreció en sus acusaciones. Al hacerlo, Jesús dejó evidente para la eternidad que esas acusaciones eran falsas, invención de una mente envilecida. Él pagó el precio del pecado.
El FEBEM (Fundação Estadual do Bem-Estar do Menor [Organismo Estatal para el Bienestar del Menor]) fue la organización que estableció cárceles y reformatorios para menores conocidos internacionalmente por fugas, motines, denuncias de maltrato, torturas y superpoblación carcelaria. A partir de 2006 fue reemplazado por la Fundaçao CASA (Centro de Atendimento Socioeducativo ao Adolescente [Centro de Atención Socioeducativo al Adolescente], lo que implicó algunos cambios tanto en las políticas como en la gestión en la atención a la criminalidad juvenil. Recursos Escuela Sabática © 1
2. ¿Cuáles son los tópicos relevantes? Aunque la Ley condene a muerte, obra junto con la gracia para salvar a la humanidad. ¿Cuál es el rol de la Ley, en tal sentido? Al condenar a muerte, también está diciendo: “Si quieres escapar de la muerte, opta por la gracia, pues Jesús ya pagó tu cuenta”. La Ley no puede salvar, pero puede acordar, y hasta incentivar, la salvación por la gracia para escapar de la muerte
3. ¿Has descubierto otros puntos que podrías añadir? ________________________________________________________________ ________________________________________________________________ II. ¿Qué cosas importantes podemos aprender de esta lección? La Ley de Dios es la Ley del amor. Si esto es así, ¿por qué entonces exige la máxima condena, la pena capital, la muerte, para quien practica la transgresión? Porque la Ley del amor es también la Ley de la vida. El amor es vida. Es por amor que surge la vida. Cuando la transgredimos, nos desvinculamos del amor, de la vida, entonces – por propia elección– nos vinculamos a la muerte, nos volvemos mortales. En rigor de verdad, la Ley no condena a muerte, ese destino es la consecuencia natural de desligarse de la Fuente de la vida, del Amor, que es Dios. 1. ¿Qué aspectos puedo agregar a partir de mi estudio? ________________________________________________________________ _________________________________________________________________ 2. ¿Qué medidas debemos tomar a partir de este estudio? Cooperar con Dios, para ser salvados y que, a través de nuestro testimonio, otros también puedan ser salvos. El Espíritu Santo está plenamente disponible, con su poder, para que seamos efectivos en ello. 3. ¿Qué es lo bueno en mi vida que me propongo a reforzar y lo malo para cambiar? _________________________________________________________________ _________________________________________________________________ 4. Comentario de Elena G. de White “Hay perfecta armonía entre la Ley de Dios y el evangelio de Jesucristo. ‘Yo y el Padre una cosa somos’, dijo el gran Maestro. El evangelio de Cristo es la buena nueva de su gracia, por medio de la cual el hombre puede ser liberado de la condenación del pecado y capacitado para obedecer la Ley de Dios. El evangelio señala hacia el código moral como regla de vida. Esa Ley, mediante sus demandas de una obediencia sin desviaciones, le muestra continuamente al pecador el evangelio del perdón y la paz”. “Dice el gran apóstol: ‘¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley’ (Romanos 3:31). Y de nuevo declara que ‘la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno’ (Romanos 7:12)” (Review and Herald, 27 de septiembre de 1881; citado en Mente, carácter y personalidad, tomo 2, p. 584). Recursos Escuela Sabática ©
5. Conclusión general “El pacto de la gracia se estableció primeramente con el hombre en el Edén, cuando después de la caída se dio la promesa divina de que la simiente de la mujer heriría a la serpiente en la cabeza. Este pacto puso al alcance de todos los hombres el perdón y la ayuda de la gracia de Dios para obedecer en lo futuro mediante la fe en Cristo. También les prometía la vida eterna si eran fieles a la ley de Dios. Así recibieron los patriarcas la esperanza de la salvación” (Patriarcas y profetas, pp. 386, 387). 6. ¿Cuál es el punto más relevante al que llegué mediante este estudio? _________________________________________________________________ _________________________________________________________________
Prof. Sikberto R. Marks Traducción: Rolando Chuquimia RECURSOS ESCUELA SABÁTICA ©
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