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Cómplices que callan mientras se pierde el rumbo Cristina Kirchner ...

los durmientes, a los in- telectuales orgánicos, a los actores y actrices, a ... también de la sociedad argentina. Que resultó cómplice por voto, obra u omisión.
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OPINIÓN | 31

| Domingo 21 De julio De 2013

Cómplices que callan mientras se pierde el rumbo

Jorge Fernández Díaz —LA NACION—

A

los militantes activos y a los durmientes, a los intelectuales orgánicos, a los actores y actrices, a los artistas de variedades del Frente para la Victoria la lluvia nunca los moja. Bajo el paraguas de la palabra “rumbo”, ellos atraviesan la tormenta sin que los salpiquen ni conmuevan los actos de corrupción, las medidas torpes y autoritarias, los yerros económicos, la traición de algunos ideales, las incoherencias y las chapucerías. “Ya sé que últimamente no pegamos una, pero yo defiendo el rumbo político del proyecto”, dicen en voz baja los más autocríticos. El resto ni siquiera oye la lluvia. Ya lo dijo Borges: la lluvia sólo ocurre en el pasado. En el peronismo, en el estalinismo y en otros movimientos autopercibidos como fundacionales y totalizantes ha sido tradicional la digestión a mansalva de sapos. En nombre del proyecto, bajo una excusa denominada “razón de Estado”, los militantes de la causa (cualquiera que ella sea) estuvieron muchas veces dispuestos a hacer la vista gorda frente a los desatinos, a festejar los errores, a cerrar filas ante la aberración y a justificar públicamente lo injustificable. El kirchnerismo no escapa a esa lógica. Lo novedoso, sin embargo, es que últimamente el paraguas amenaza con volverse un colador. Por la simple razón de que el rumbo se ha perdido. Recordemos una vez más cuál era el rumbo: dólar competitivo, superávits gemelos, economía sana sin inflación, crecimiento sostenido del empleo y disminución de la desigualdad; cohesión y coordinación con la “columna vertebral del movimiento”, independencia judicial, lucha contra la corrupción y el lavado, y una política exterior que diferenciara sutilmente a la Argentina de Venezuela y que rechazara cualquier contubernio con Estados sospechados de practicar el terrorismo internacional. Como se sabe, aquel conjunto de ideas, que intentaba alejarse de la prehistoria feudal santracruceña, fue derrumbándose a medida que los genes políticos y la farra populista le ganaron la pulseada al país racional. No sólo fue una derrota del kirchnerismo; en parte lo fue también de la sociedad argentina. Que resultó cómplice por voto, obra u omisión. El modelo, tal y como fue concebido, no existe más. Y en su lugar campea un show serial de improvisación exótica. A veces me pregunto qué sucedería si pudiéramos viajar en la máquina del tiempo de Wells y lográramos contarles a los Kirchner de aquella etapa los estragos que se han producido en ésta. Sería fácil imaginar el miedo y la repulsa que les provocarían el blanqueo de dinero, la altísima inflación, el cepo al dólar, la dramática caída de las reservas, la parálisis de la industria, la ruptura con la Unión Europea y el acuerdo con Irán. No se reconocerían en ese insólito país del futuro que ellos luego construyeron ladrillo a ladrillo como quien construye sin saberlo su propia cárcel. Esta semana colocó las cosas en un límite. Nunca antes los kirchneristas habían practicado con tanta vehemencia el menemismo. Ricardo Jaime, patrocinado por el abogado de Roberto Viola, primo ético y estético de los 90 e íntimo de Néstor, entró en la clandestinidad, fue protegido por el aparato estatal y salvado provisoriamente por la justicia divina. Ningún dirigente importante del kirchnerismo le pidió públicamente que se entregara, ni lo repudió: Jaime es inocente hasta que Cristina diga lo contrario. Y eso ocurrirá solo cuando él ya no pueda dañarla, o cuando no logren controlar su verborragia. El Frente para la Victoria venía a terminar con estos personajes, y no hizo más que volverlos millonarios. ¿Se acuerdan de cuando luchaban contra ellos? ¿Se acuerdan, compañeros, almas bellas y progres, que esa lucha tenía un sentido?

Un silencio complaciente rodeó también la llegada de César Milani a la jefatura del Ejército. No sólo se aceptó mansamente que un hombre de Inteligencia ocupara ese cargo, sino que se habilitó desde el progresismo oficial que los militares se inmiscuyeran en la vida civil de los argentinos. Ésa es la intención de fondo del nuevo caudillo de las Fuerzas Armadas. El cenit, sin embargo, fue la indiferencia que los neosetentistas demostraron frente a las fuertes sospechas de que el hombre elegido por la Presidenta, el representante del flamante “ejército nacional y popular”, haya participado del aparato de represión ilegal de la dictadura. ¿No les produce un cierto escozor? ¿No les parece paradójico que quienes bajaron el cuadro de Videla terminen apostando por construir una nueva casta militar de dudoso origen? Y, finalmente, en este vibrante déjà-vu noventista, llegó Chevron. El Gobierno que lucha dialécticamente contra las corporaciones mientras se asocia con ellas renacionalizó el petróleo al son de Scalabrini Ortiz. Que se revuelve en su tumba. El kirchnerismo había votado a favor de la privatización, en la era Menem, y más tarde hizo todo lo posible desde el poder para destruir la autonomía hidrocarburífera. Y lo consiguió, vaya si lo hizo. Pero esos detalles sin relevancia no les mueven un pelo a los creyentes. Tampoco la película tragicómica que pusieron a continuación, y que consistió en quitarle a Repsol sus privilegios, tirarla por la ventana, orinarse en Europa, sentarse a esperar la avalancha de inversores, fracasar en el intento, buscar con desesperación otra empresa aunque esté seriamente cuestionada, otorgarle más prebendas que a la anterior y celebrar a Mosconi. Que también se revuelve en su tumba. Ante el seguidismo acrítico de los intelectuales del poder, hubo varias respuestas. La más destacada fue acaso la de Plataforma 2012, un grupo de pensadores encabezados por Beatriz Sarlo, Roberto Gargarella, Diana Kordon y Maristella Svampa. Calificaron tamaña operación de “una entrega llave en mano” y “una verdadera estafa”. Axel Kicillof disparó con el inconsciente a flor de piel: “Pasamos de chavistas a vendepatrias

¿No les parece paradójico que quienes bajaron el cuadro de Videla terminen apostando por construir una nueva casta militar de dudoso origen? en un día”. La Presidenta se quejó: “Nos decían que no traíamos inversiones extranjeras. Se parecen a la gata Flora”. Ambos hablaban para la tropa, pero se defendían con mala fe. Solo un país serio puede atraer inversiones serias, razonables, sin contratos leoninos de por medio. Un país bananero, en cambio, tiene que pagar con claudicaciones. Si Menem, Macri o Massa hubieran cerrado este fabuloso negocio para Chevron los militantes activos y los durmientes, los intelectuales orgánicos, los actores y actrices, los artistas de variedades del Frente para la Victoria, el profesor Kicillof y la propia Cristina Kirchner estarían repudiando su cipayismo e inoperancia. Estos casos se suman a otros igualmente desdichados: desde hace dos años el Gobierno no ha hecho otra cosa que infligirse a sí mismo fuertes dolores de cabeza. La cadena de traspiés políticos y gestionarios es increíble y pone de manifiesto que el mismo sistema de toma de decisiones parece estar en crisis. Sin entrar a discutir la ideología ni las metas, un gobierno nacional y popular podría gobernar de otra manera. Tal vez lo haría mejor sin la baba de los fanáticos o la sordera de los simpatizantes: alguien del propio huerto podría de vez en cuando tener la valentía y la honestidad de dar un paso al frente y señalar las impericias del piloto. Lo estarían ayudando mucho, porque el problema se encuentra en la cabina. Ningún factor de poder, ningún dirigente de la oposición, ningún periodista o pensador le hace más daño al avión que quien lo comanda en soledad absoluta.ß

transformaciones por Nik

Cristina Kirchner, cercada por los escándalos

Joaquín Morales Solá —LA NACION—

E las palabras

Abuelita, dime tú... Graciela Guadalupe “Me siento orgullosa de pertenecer a un gobierno que no ha aumentado ni un solo impuesto.” (De Cristina Kirchner.)

P

or estas horas, Néstor Kirchner berrea en la residencia de Olivos. Tal vez quiera comer o se sienta molesto. A diferencia de todos los que matarían por vivir en la quinta presidencial, a él le da lo mismo. La campaña electoral no lo conmueve pero, como le ocurría al otro Néstor, hay algo allí que le pertenece y de lo que se apresta a sacar ventaja: se llama Cristina y es su abuela. Por cierto que la suya no es cualquier abuela. Es la dueña del relato, la varita de las hadas, la heroína de los dibujos animados y la astronauta de las Crónicas marcianas, de Ray Bradbury. Es nada menos que quien pudo haberle ahorrado el pasado de miseria a la británica J. K. Rowling de haberle enseñado a ganar plata con la usurera 1050, en lugar de quemarse las pestañas para inventar a Harry Potter y a toda su parafernalia de cálices, hechicerías y piedras filosofales. Néstor Iván sabe de su suerte y está expectante. Apenas nacido, la “abu” le contó –y nos participó– su último y más fresco cuentito. “Me siento orgullosa de pertenecer a un gobierno que no ha aumen-

tado ni un solo impuesto”, dijo la Presidenta en un acto en el que también agradeció las muestras de afecto por la llegada del último de los Kirchner. Teniendo en cuenta que, a pesar de lo que se había prometido, nunca se derogaron antiquísimos gravámenes pensados para una “emergencia” que lleva ¡casi 20 años!, ese orgullo suena extravagante. Entre otras cosas, hoy seguimos afixiados por el IVA que Domingo Cavallo subió del 18 al 21% para paliar el efecto tequila en los 90 y por el también cavallista impuesto al cheque, pensado para enfrentar la crisis de 2001, pero que nunca más se fue. Por otro lado, en la “década ganada” se agigantaron la mordida de Ganancias en los sueldos y las retenciones al campo, y se ha eternizado en las facturas de energía el viejo fondo para la provincia de Santa Cruz. Además, trepan los aportes previsionales de autónomos y asalariados y hasta se gravan las compras en el exterior. Y, como si eso fuera poco, se facturan con precisión de relojero el impuesto a los cigarrillos y a los combustibles mientras se perfecciona el trazo grueso del Indec para enmascarar el voraz “impuestazo inflacionario”. Y paramos acá para no atormentar a Nestitor, que recién llegó a este mundo. Dejemos que su abuela le cuente más cuentos mientras le crece la nariz, como a Pinocho.ß

l general César Milani forma parte de un plan demasiado importante de la Presidenta. Decidió gastar por ese militar más capital político que el necesario; en efecto, no era imprescindible el ascenso de Milani a teniente general para ser jefe del Ejército. La diferencia consiste en que Cristina Kirchner tiene facultades para nombrarlo por sí sola como titular de esa fuerza, pero necesita el acuerdo del Senado para ascenderlo de grado. Fue por todo: por la designación y por el ascenso. Tropezará mañana con un escándalo en el Senado, que debatirá en comisión el ascenso de Milani. Podría también haberle soltado la mano a Ricardo Jaime, casi una caricatura de la corrupción y la ostentación de riqueza del kirchnerismo. Sin embargo, su gobierno lo protegió cuando se fugó de la Justicia y, según testimonios coincidentes, algunos funcionarios influyeron ante los jueces que terminaron liberándolo en dos trámites exprés. La decisión presidencial sobre Milani ya le costó a Cristina una baja: el senador Daniel Filmus se fue de la Comisión de Acuerdos del Senado y debió ser reemplazado por una kirchnerista fiel. Filmus está en campaña en la Capital, es cierto, pero siempre anda cerca del Congreso. Nadie del kirchnerismo lo defiende a Milani públicamente, salvo alguna frase suelta del ministro de Defensa, Agustín Rossi. La estrategia de apurar el acuerdo del Senado fue decidida por la propia Presidenta. O el trámite se hacía ya mismo o debía pasar para después de las elecciones del 11 de agosto, cuando comenzará la campaña de octubre. Ahora era mejor. Fue el propio jefe del Ejército, en cambio, quien decidió aliviar a los senadores oficialistas con su presentación espontánea en los juzgados federales de La Rioja y Tucumán. Milani se manifestó inocente. Nadie puede considerarlo, todavía, culpable de nada. Los antecedentes objetivos que existen son la desaparición en Tucumán de un soldado bajo su mando, Alberto Ledo, y la denuncia de otro riojano, Ramón Olivera, que ratificó ante la Justicia que Milani los detuvo ilegalmente a él y a su padre durante la dictadura. Son procesos judiciales en marcha. Ningún juez dictó aún ninguna resolución. Milani se ofende por el cuestionamiento que recibe, pero su problema fundamental son las inhumanas incoherencias de su gobierno. El kirchnerismo ha hecho cosas peores con personas mucho menos comprometidas que Milani. ¿Ejemplos? El entonces cardenal Jorge Bergoglio, el actual papa Francisco, fue obligado a declarar ante la Justicia por el secuestro ilegal de dos sacerdotes jesuitas durante el gobierno militar, que luego fueron liberados. La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación pidió su declaración testimonial ante los jueces. La información sobre la declaración judicial de Bergoglio fue difundida formalmente por la Secretaría de Comunicación de la Presidencia en noviembre de 2010. Mucho tiempo después, uno de los sacerdotes raptados, Francisco Jalics, aseguró que Bergoglio no tuvo nada que ver con esos secuestros, pero el entonces cardenal ya había sido expuesto ante jueces en causas por delitos de lesa humanidad. La misión política estaba cumplida. Ernestina Herrera de Noble fue denunciada varias veces como “apropiadora” hasta en tribunas presidenciales por una inferencia; sólo había sucedido que sus hijos adoptivos nacieron en 1976. La Justicia y las pruebas genéticas comprobaron luego que no son hijos de desaparecidos. Pero la causa no se cerró aún y nadie le pidió disculpas a la directora de Clarín. El objetivo político también está cumplido. Son sólo dos ejemplos. Hay más. Milani debe enfrentarse con esa historia para resolver su presente. Desde los levantamientos carapintadas de los años 80 y 90 no se hablaba tanto de un general como en estos días. Era bueno que la sociedad civil hubiera perdido cualquier curiosidad por los militares, que en democracia tienen asigna-

das funciones muy específicas. ¿Qué necesidad había de volver a colocar a los militares en el centro del escenario? ¿Qué favores políticos ha hecho Milani o qué favores prometió hacer? Su vieja especialidad es la inteligencia. Su intención manifiesta es la de formar un Ejército partidista, comprometido con una fracción política. Ha calcado en su boca muchos preceptos del cristinismo. Pésima noticia. Los militares se dividieron cada vez que un gobierno constitucional intentó politizarlos. La Presidenta tiene problemas con sus servicios de inteligencia (parte de ellos están sublevados), pero nada justifica, salvo su obsesión por la información sobre los otros, que haya dado semejante salto hacia atrás. No hay más culpables que ella: Cristina Kirchner tiene relación directa con Milani. Ya no existen intermediarios entre ellos. Ni siquiera tuvo en cuenta que el jefe del Ejército cuenta con un patrimonio que no puede justificar. Existe en la Justicia, además, una denuncia contra él hecha mucho antes de los nuevos escándalos. No la hizo un opositor, sino el actual ministro de Seguridad, Arturo Puricelli. Lo denunció a Milani en su momento ante el juez Oyarbide, cuando Puricelli era titular de Defensa, por “graves irregularidades” en compras directas de víveres para el Ejército. La denuncia no fue personal contra Milani, sino contra una dependencia, la Dirección de Intendencia, que dependía del entonces segundo jefe del Ejército, que era Milani. Es cierto que los secretos que guarda el Gobierno son corrosivos. Alguien tiene que protegerlos. Nadie lo socorrió a Jaime por afecto o lealtad; el ex secretario de Transporte y amigo personal de Néstor Kirchner envió un mensaje fulminante. Contaría todo ante la Justicia si terminaba preso. El caso Bárcenas en España, que puso en jaque al gobierno de Rajoy sacando a luz secretos sobre dinero ilegal, fue oportuno. Jaime podía convertirse en el Bárcenas argentino. Se dio algunos lujos. Jaime, por ejemplo, estuvo siempre prófugo en la Capital, donde nunca denunció un domicilio ante la Justicia. La policía te encuentra si quiere y no te ve si no quiere, deslizó, irónico, un funcionario. La Cámara Federal, que lo liberó de ir preso, argumentó que no se había probado la intención

¿Qué necesidad había de volver a colocar a los militares en el centro del escenario? ¿Qué favores políticos ha hecho Milani o qué favores prometió hacer? de Jaime de fugarse. ¿No se había probado? Ya se había fugado exitosamente. Las sentencias del juez Claudio Bonadio, que dispuso su prisión, y la de la Cámara federal, que lo liberó sin que haya estado preso nunca, tienen interpretaciones distintas para un reo cualquiera. El problema es que Jaime no es cualquiera. Tiene más de 20 causas muy avanzadas sobre delitos de corrupción. Están probadas y en camino del juicio oral sus prácticas de recibir dádivas de los hermanos Cirigliano, que el propio Jaime debía controlar y a quienes les transfería millonarios subsidios para el transporte. Un avión particular pagado por los Cirigliano lo trasladaba a Río de Janeiro y a Florianópolis en sus tiempos de secretario de Transporte. Un hermano del futbolista Jorge Valdano, a quien Jaime le alquilaba un departamento, dijo ante la Justicia que iba a la empresa TBA, propiedad de los Cirigliano, a cobrar el alquiler en nombre del destacado deportista argentino que vive en España. En Córdoba, otra Cámara también lo salvó de la cárcel en pocas horas. Los funcionarios comenzaron luego a despegarse de Jaime. Puro discurso. La Cámara de Buenos Aires es célebre por su cercanía con el Gobierno. La presión debió ser enorme. Esos jueces saben que se enfrentaron definitivamente con la opinión pública en defensa de alguien que no merece tanto sacrificio. Milani, el viejo jefe del espionaje militar, es un perseguido. Jaime, el viejo sospechoso de corrupción, una víctima de jueces desmedidos. Nadie puede negarle al cristinismo la astucia de poder, todavía, acomodar los hechos a las palabras. ß