Canciones de deseo y redención

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Espectáculos

Página 8/Sección LA NACION

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Domingo 10 de mayo de 2009

MUSICA POPULAR (Grabaciones)

(La compactera)

la página de los discos

Canciones de deseo y redención

Patricia Da Dalt

Depeche Mode editó Sounds of the Universe, que presentará en Buenos Aires el próximo 17 de octubre

La combinación de flauta y percusión ejerce una seducción inmediata, y tal vez muy antigua. Acompañada por el grupo Paralelo 33º y Angel Frette (marimba), la flautista Patricia Da Dalt aborda magistralmente piezas que hacen dialogar la flauta con pequeños, y variables, conjuntos de percusión. Lejos de ser una mera selección obligada o arbitraria de obras diversas, el repertorio del disco abre un arco poético amplísimo pero con un único horizonte: la condensación en el siglo XX de cierto exotismo secular, singularidad que resulta ejemplar en “Toward the Sea”, para flauta en Sol y marimba, del japonés Toru Takemitsu. Se trata de una obra que toma lo menos literal del mar; no la simple mimesis sonora de su movimiento sino la evocación de su misterio: algo hipnótico, de una belleza insondable.

En la intro, sonidos maquinales y atonales van encontrando su unísono a lo largo de un minuto; tras una hora, treinta segundos de cuerdas sintetizadas cierran el ciclo. Entre medio, las trece canciones con las que Depeche Mode vuelve al ruedo y que le sirven, de paso, para reclamar sus fueros. Es que en estos tiempos en los que tantos grupos casi recién llegados rescatan y reciclan el sonido de los años ochenta, la banda británica que ahora es trío (Dave Gahan, Martin Gore, Andy Fletcher) sale a defender su lugar y a recordar que está entre los fundadores del tan europeo electro pop. Y que siempre se

Martin Gore, Dave Gahan y Andy Fletcher, los tres integrantes de la banda que actuará en octubre en el Club Ciudad de Buenos Aires

(La rockola) Dylan, el imparable

Patricia Da Dalt Suite en Concert, de André Jolivet; Hixos, de Giacinto Scelsi; Toward the Sea, de Toru Takemitsu; Interludio de Estudios para la descripción de la luna, de Gerardo Gandini; y otros (Cosentino).

Con su nuevo disco, Together Through Life, Bob Dylan consiguó marcar otro récord: es que la semana de su lanzamiento el álbum se colocó al tope de los rankings británicos y con ello se convirtió en el artista de más edad (este mes cumple 68 años) en ocupar el primer puesto en Inglaterra. Por otro lado, el sello Sony local, informó que esta semana estaría disponible en disquerías la edición deluxe del nuevo disco, un doble que al disco original suma otro CD con temas que Dylan incluyó en su programa de radio Theme Time Radio Hour, como “Diamonds Are A Girl’s Best Friend”, por T-Bone Burnett; “My Next Door Neighbor”, por Jerry McCain y “My Friends”, por Howlin’ Wolf. Además, un DVD con “Roy Silver-The Lost Interview”.

Páez, de gira y con estrés Tras varias presentaciones en España, de piano solo, Fito Páez actuó por primera vez en Inglaterra. El lunes pasado, también en este for-

Pablo Gianera Encantados Paloma San Basilio y Luis Cobos Zarzuela suite, Ojos verdes, Contigo en la distancia, Tú me acostumbraste, El día que me quieras, Luna de miel, Capriccio russo, Himno al amor, y otros (Sony).

Sounds of the Universe Depeche Mode In Chains, Hole to Feed, Wrong, Fragile Tension, Little Soul, In Sympathy, Peace, Come Back, Spacewalker, Perfect, Miles Away/ The Truth Is, Jezebel, Corrupt (EMI)

ubicó del lado oscuro de esa fuerza musical en la que reinaba el sintetizador pero que no perdía su sensualidad apta para las pistas. Allí está la voz profunda y reconocible que ahora encuentra más matices (y hasta falsettos); las guitarras que nunca son épicas y los sintetizadores con la marca de los años ochenta. Mucha marca de los ochenta, más incluso que en su álbum anterior. Es que Gore ha estado comprando vía Internet toda una colección de “chiches” vintage: máquinitas de ritmos y sintetizadores de cuando estos nuevos instrumentos daban sus primeros pasos. Con ellos, llegaron al estudio que ya no es la tierra de batallas y juegos

de poder que solía ser. Nuevamente el cantante ha tenido su espacio para componer, un lugar que se ganó tras su debut solista de 2003. Las doce canciones (hay que excluir “Spacewalker”, suerte de ambient venido a menos) giran alrededor de los temas y los sonidos de siempre. Letras sombrías cantadas con la voz de barítono

de Gahan (“nací con la marca equivocada, en la casa equivocada”, canta en “Wrong”; “camino en la fina línea entre el amor y el odio”, confiesa en “Come Back”; y busca redención en el espiritual “Peace”, un gospel, pero de puros sonidos blancos y europeos) acompañados por sonidos que quieren ser livianos, danzables. La mis-

Una suerte de suite en doce partes

ma tensión que se ve en el escenario entre un Gore de plumitas y volados y la pose recia de Gahan, el hombre que volvió de la muerte a mediados de los 90. Esa es el sino de Depeche: navegar las aguas turbias del deseo, conviviendo con culpas y pecados

Adriana Franco

Dos cotizadas estrellas españolas –Paloma San Basilio y Luis Cobos– unieron un día sus fuerzas (y su poder de convocatoria) y salieron a recorrer España con un espectáculo a toda orquesta, dicho esto en sentido figurado y literal, como que los acompañó la Orquesta Sinfónica de Europa. De la experiencia queda este registro en vivo, del que se infiere que cada uno de los artistas hizo una selección variada de sus respectivos hits y puso en juego lo mejor de su artillería: ella, la voz potente, el repertorio ecléctico y la debilidad por las expansiones pulmonares que tanto se le celebran; él, su profesionalismo y su tendencia a la ampulosidad; los dos, su ojo comercial. En el programa caben desde boleros, Gardel y Gershwin hasta los curiosos popurrís que Cobos arma con zarzuelas, óperas o clásicos rusos. Sólo para fans.

Fernando López

AP

Páez, cansado

mato acústico y austero, el músico rosario actuó en la sala The Union Chapell, con entradas agotadas. El jueves, volvió a Madrid para actuar, también a sala llena en la Joy Slava madrileña. Por otro lado, ayer, la agencia de noticias AFP informó que Páez habría suspendido su presentación del miércoles próximo en la ciudad boliviana de Sucre, debido a un “pico de estrés”, una información que al cierre de esta edición los encargados de prensa del músico no habían podido confirmar. Sí aseguraron que no había ningún cambio con respecto a las fechas de sus shows en Buenos Aires, anunciadas para el 28 y 29 de este mes, en el Luna Park, en este caso acompañado de los Killer Burritos.

Los Olimareños: a casi 20 años de su disolución, el dúo volvió a cantar en Uruguay

Ornette Coleman mostró en el Gran Rex su particular visión de la música Muy bueno

El músico norteamericano utilizó el saxo alto, pero también ,la trompeta y el violín

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Presentación de Ornette Coleman; con Ornette Coleman en saxo alto, trompeta y violín; Tony Falanga en contrabajo; Al McDowell en bajo; Denardo Coleman en batería. El jueves, en el Teatro Gran Rex.

Las declaraciones insistentes de Ornette Coleman acerca del sonido como valor absoluto no son una veleidad pretenciosa ni mística. Ese atributo –más decisivo en el jazz que en cualquier otro género porque allí se define la individualidad del músico– adquiere en su caso una contundencia imperativa. Cuando el saxofonista apareció en el escenario, con un traje que parecía casi un pijama, de un violeta apagado (tal vez guiado por la superstición de algunos músicos de jazz según la cual los colores atraen la energía) y tocó las primeras notas, resultó claro que ese sonido permaneció intocado desde los años cincuenta, y es posible incluso que el tiempo sedimentado en su respiración lo haya tornado aun más sabio. Hay pocas músicas más poéticas que la de Coleman, pero la suya es una poesía en prosa, que parece correr con la naturalidad del habla. Antes que como una secuencia de temas cerrados sobre sí mismos, su concierto, el primero que ofrece en Argentina, se escuchó como una especie de suite en doce partes de duración muy variable, desde miniaturas que concluían abruptamente hasta exploraciones radicales, como en “Turnaround”. Pocas veces fue tan evidente como aquí el funcionamiento del grupo, y pocas veces, también, se escuchó un blues tan espeso, como en una morosa cámara lenta impuesta por su hijo, Denardo Coleman, un baterista idiosincrásico y experto en regular las velocidades del grupo. En rigor, no podría hablarse de solos en sentido convencional. Sentado en un taburete, Coleman toca poco (la trompeta y el violín son en sus manos simples herramientas tímbricas), pero todo lo que toca es imprescindible. Confía en el virtuosismo de Tony Falanga y Al McDowell, que suelen entrar y salir alternativamente de la sección rítmica en un interesante sistema de relevos. McDowell, sobre todo, tiende a proponer una línea meló-

Braulio y Pepe, en el amplio escenario montado en el estadio Centenario de Montevideo PATA TORRES

Noche de nostalgias olimareñas Luego de cantar en Montevideo, Braulio López y Pepe Guerra vendrán a Buenos Aires Por Mauro Apicella Enviado especial

DANIEL CALDIROLA

dica complementaria, aunque no siempre en la dirección armónica de Coleman, lo que deriva en la sobreimpresión de dos tonalidades. Pero en el principio estuvo siempre el contrabajo. “Sleep Talking” empezó, como casi todos los temas, con la melodía enunciada por Falanga con el arco. Se trata de una

Paseo por el Tigre N El miércoles por la tarde, Ornette Coleman salió a dar una vuelta. Pero todos, especialmente su hijo, claro, comenzaron a inquietarse cuando pasaba el rato y el músico no aparecía. Finalmente, y tras largas horas, hubo noticias. Ornette estaba comiendo un puchero, en una comisaría del Tigre. Es que, vaya a saber persiguiendo qué quimera, el músico llegó hasta allí, pero no supo muy bien cómo volver por las suyas.

melodía tomada literalmente del motivo del fagot en el primer compás de La consagración de la primavera de Stravinsky, aunque con una melancolía que se aleja por completo de cualquier adoración terrenal y queda congelada en ese motivo doliente. Hacia la mitad de esa suite virtual que fue el concierto, Falanga, un instrumentista formidable, expuso el Preludio de la Suite para violoncello nº 1 de Bach. El peligro evidente del crossover se disipó enseguida cuando ese motivo quedó relegado a la función de ostinato, mientras el saxo abrió un paisaje inesperado sobre ese fondo. Aunque podría haberse anticipado desde el comienzo, “Lonely Woman”, el encore que cerró el concierto, era inevitable y necesario. El eco de las cuerdas del contrabajo percutidas por el arco deparó un final desolado y fantasmal. La prefiguración de una despedida.

Pablo Gianera

MONTEVIDEO.– “Cambia, todo cambia”, dice la canción. Y todo vuelve. En cada orilla del Río de la Plata, se vive el retorno de viejas bandas. Y hay para todos los gustos. Del lado oriental, por ejemplo, hace casi un lustro volvieron Los Shakers y, días atrás, Los Olimareños, el dúo integrado por Pepe Guerra y Braulio López que surgió en los 60, que dejó de cantar en 1990 y regresó por un ratito para dar dos conciertos multitudinarios en esta ciudad y otro en Buenos Aires (el 12 de junio, en el Luna Park). El gran reencuentro con el público fue anteanoche, en el estadio Centenario (también había programada otra función para ayer). Y pareció también el reencuentro con una época y una canción (con fundamento, como se solía decir) que se genera a partir de la simple mención del nombre del dúo. Porque si bien cada uno de sus integrantes siguió su camino y plasmó su labor en discos y en escenarios, anteayer quedó comprobado que ese ejercicio de nostalgia y vindicación de ideas tiene mejor marco cuando están juntos. Además, se podría decir que, hasta aquí, resultó un buen negocio. El cielo montevideano había amanecido más celeste que la camiseta del seleccionado uruguayo de fútbol, y un taxista

aportaba a este cronista dos datos que favorecían a la producción olimareña. El primero: no hay pronóstico de lluvia. El segundo: ya se vendieron 33.000 entradas. Y no se equivocaba porque para el jueves las 18.000 entradas disponibles para el primer show estaban agotadísimas y la venta para el segundo iba por las 15.000. Así fue. La noche era fría y con cielo despejado, y los asientos estaban todos ocupados (el escenario había sido montado de espaldas a la cancha y frente a la amplia tribuna Olímpica para dar forma de anfiteatro). Afuera, un rato antes del comienzo del recital, se vivía ese folklore que mezcla la previa futbolera con la de un espectáculo musical. Estaban los vendedores de hamburguesas, garrapiñadas, pochoclos y había un merchandising en torno a la figura del dúo que nada tenía que envidiarle al de los grupos melódicos o pop. Dentro del estadio la oferta de productos con la imagen del dúo incluía hasta materas. En las inmediaciones del estadio, la gente buscaba su puerta de acceso. “Mamá, mirá por dónde caminás, por favor”, decía una mujer de unos 40 a su madre, de unos 65 o 70. Entre esas edades andaba buena parte del público que fue a ver a Los Olimareños. Escasearon los adolescentes, aunque había bastantes jóvenes que dijeron presente.

Dentro del estadio, la figura fue el precandidato presidencial Pepe Mujica, que paseó por la platea ovacionado por la gente (no hay que olvidar que es época de campaña electoral). También fueron a ver a Los Olimareños otras figuras de la política y del espectáculo, la mayoría alineados ideológicamente con la propuesta musical. Pasadas las 21.30, Los Olimareños subieron al escenario para ofrecer un repertorio que sumó tres docenas de canciones. El tiempo pasó, y sus voces no lo han podido disimular. Además, estas casi dos décadas como solistas quizás influyeron en que les costara amalgamar sus voces en algunos tramos del recital. Pero más allá de esto, acompañados por un cuarteto instrumental, Los Olimareños provocaron una fiesta, apoyada en una muy buena producción y una sobria puesta en escena, que tuvo momentos para las palmas del público y para el silencio reverencial. También para esa música folklórica latinoamericana que atraviesa su estilo; para la milonga, que es canción testimonial, de denuncia, de barricada y de exilio; para la batería de murga de La Tríada (uno de los mejores momentos de la noche que recordó una parte de su historia discográfica), y para grandes éxitos, que fueron lo más sentido por el público: “A don José”, “Orejano”, “Rumbo”, “Sembrador de abecedario”, “Isla patrulla” y “A Simón Bolívar”, entre otras.