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Un golpe para la AAT

Lo logró, y además fue capitán. Llegó a ser el 56º del mundo y jugó una final de ATP (Hilversum 1990). □ Pablo Arraya: nació en Córdoba en octubre de 1961 ...
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Miércoles 21 de abril de 2010

TENIS

Informe especial

o es un toque de atención para soslayar. Históricamente, los Estados Unidos fueron los dueños del tenis moderno, especialmente cuando el dinero empezó a inmiscuirse entre las redes con vivacidad. Ya sea desde los días de Jack Kramer y su troupe de amateurismo marrón hasta el momento en el que los jugadores fundaron la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP), nada menos que en EE.UU. Así, desde 1968 hasta aquí, cada fan disfrutó las hazañas de Jimmy Connors, John McEnroe, Arthur Ashe, Pete Sampras, Jim Courier, Andre Agassi. El mundo sufrió la potencia del imperio. En el circuito y en la Davis. En los sponsors, que se acercaban a los torneos, y en las cadenas de TV, que aportaron grandes sumas de dinero y lograron imponer el tie-break en los primeros cuatro sets de los partidos de Grand Slam. Basta con hacer un repaso de los días dorados para identificar ese dominio abrumador. En 1979, por ejemplo, el ranking de la ATP se cerró con siete nombres entre los top ten y 20 entre los mejores 50; diez años más tarde, en el lote de los diez distinguidos que clausuró la temporada estaban McEnroe, Michael Chang, Brad Gilbert, un joven Agassi y hasta el nacionalizado Ivan Lendl. Una década después, la llama estaba encendida por el duelo entre Agassi y Sampras, con la compañía de Todd Martin. Pero dicha brillantez es parte del pasado. El tenis norteamericano sólo tiene un top ten, Andy Roddick, ya veterano, y con nueve hombres entre los cien mejores del planeta. No surgen nuevos valores y a la USTA (United States Tennis Association), entidad que rige el deporte en ese país y cuenta con millonarias ganancias gracias

N

El sueño americano La federación estadounidense supo ser un imperio tenístico, pero hoy casi no genera talentos y los busca por todo el mundo; el junior argentino Andrea Collarini aceptó su propuesta, se radicará en ese país y lo representará Por José Luis Domínguez y Sebastián Torok De la Redacción de LA NACION

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TALENTOS DE IMPORTACION Desde siempre, EE.UU. recibió talentos; juveniles, también consagrados. Martina Navratilova, Ivan Lendl y Monica Seles fueron algunas de las leyendas; el último en adoptar la ciudadanía norteamericana fue Tommy Haas; el alemán, ex N° 2 del mundo, reside en Bradenton, Florida.

MILLONES DE DOLARES

es el presupuesto anual aproximado de la USTA, la federación norteamericana de tenis; el mayor ingreso proviene del US Open. a los dividendos del US Open, se le encendió la alarma. Se sabe que el pánico y la crisis se apoderan de los norteamericanos cuando detectan una emergencia. Por ello, primero buscaron valores en países periféricos para seducirlos con becas universitarias, usina del deporte y soporte estructural de los Estados Unidos. Hoy van más allá; hay que encontrar joyas donde sea. Y un terreno fértil en que detectaron talentos es nuestro país; más precisamente, a Andrea Collarini, un junior nacido hace 18 años en Nueva York, pero de padres argentinos, y criado y formado tenísticamente en nuestro país. El joven, que llegó a ser N° 1 argentino Sub 14 y el año pasado alcanzó el 5° puesto en el ranking juvenil de la ITF, tentado por las oportunidades del sueño americano, aceptó radicarse en EE.UU. e integrar sus equipos representativos. Todo comenzó cuando José Higueras, el español que fue rival de Guillermo Vilas y José Luis Clerc en los 70 y los 80, que le enseñó a Courier a moverse sobre polvo de ladrillo, y también entrenó a Sampras y asesoró a Guillermo Coria, tomó nota de la historia de Collarini. El año pasado, durante el Grand Slam neoyorquino, Higueras se acercó a Diego Moyano, el coach de Collarini, y formalizó una propuesta que hizo temblar a la familia del joven, más allá de tener un buen pasar económico. Concretamente, la USTA le ofreció alojamiento en Boca Ratón (Florida), comida, un contrato para que Moyano continuara como su coach, médicos, psicólogos, nutricionistas y un cuerpo de preparadores físicos a cargo de Pat Etcheberry, un gurú de la profesión que acondicionó, entre otros, a Sampras, Agassi y Monica Seles. También, viajes costeados e invitaciones para los torneos de la gira es-

tadounidense, incluso para las qualy de los Masters 1000. Una estructura cautivante. Así y todo, según Ricardo Collarini, el padre de Andrea, les costó dar el paso adelante. “Fue duro aceptar porque sus amigos, su gente, están en la Argentina, donde vivió desde los dos años. Estamos muy agradecidos a la Asociación Argentina de Tenis; nos apoyó en una gira Cosat, en un Mundial juvenil y en la gira por los últimos Grand Slams. Pero no se puede comparar con nada lo que nos ofrecieron allá. La decisión no fue pensando en el aspecto económico. Andrea está en una etapa donde debe dar el salto de calidad y allá, su futuro es otro. Si nos ofrecían lo mismo de algún emirato, por ejemplo, lo habríamos rechazado, porque el aspecto geográfico también pesó. En Estados Unidos los torneos están cerca uno de otro; perdés el martes a la mañana en Washington y a la tarde estás descansando en Boca Ratón”, le explicó a LA NACION Ricardo Collarini. ¿Quién es el proyecto en cuestión? Su padre quería llamarlo Andre, por Agassi, pero por insistencia de la madre finalmente optaron por la versión italiana. Andrea estudió en el Belgrano Day School, en el Master College del mismo barrio, en la Escuela del Caminante de Palermo y cursó los últimos dos años del secundario en el Servicio de Educación a Distancia al Exterior, que beneficia a aquellos alumnos que no pueden estudiar en forma regular. Comenzó jugando al tenis en GEBA, evolucionó al lado de Adrián Greppi, pasó por el club Ciudad y luego por la academia de Fabián Blengino en Parque Norte, hasta unirse a Moyano. También practicaba rugby, pero un día volvió a su casa con un corte en la frente y la madre le prohibió que

Collarini, sobre el cemento de Nueva York, en septiembre del año pasado, durante el torneo junior del US Open // FOTOS GENTILEZA AAT

volviera a tomar la ovalada. Puma, es su apodo. Tiene buena altura (1,81m) y potencia física, y sus espejos son Verdasco, Nadal y Nalbandian. A los 15 años, en un Future disputado en el Vilas Club, logró su primer punto ATP. Firmó contratos con Nike, Yonex e IMG, una de la empresas de representación más poderosas del mundo. Como Juan Martín del Potro, se siente más cómodo sobre cemento y anhela ganar el US Open. A los 16 años, integró equipos albicelestes en diversas competiciones internacionales. Pero en los recientes Odesur, en Medellín, ya no viajó con el equipo que capitaneó Coria. Figura 688° en el ranking de la ATP y 41° en la clasificación junior de la ITF (en esta última aparece como estadounidense). Cientos de adolescentes listos para dar el salto muchas veces se vieron impedidos por la falta de recursos financieros. Así surgió la figura del sponsor particular, que invierte, pero más tarde reclama dividendos; usualmente, un porcentaje sobre las futuras ganancias del jugador. Esa fue otra de las razones que convencieron a Collarini. “Mantener la carrera de un joven que quiere insertarse en el profesionalismo cuesta unos US$ 100.000 por año, y Andrea había hecho casi todo por el esfuerzo familiar –añadió Ricardo–. A veces, los contratos son muy exigentes; hubo jugadores que terminaron en bancarrota. Por eso me duele que haya gente que no entienda la decisión. Es fácil opinar sobre otros. Obvio que a él también le afecta”. Con todo un futuro por delante, Collarini puso en la balanza los pro y los contra; pensó, lloró, dudó, respiró hondo y se marchó de su casa con el anhelo de encontrar, algún día, el éxito deportivo. El país norteamericano, con un semillero cada vez más pobre, agradecido...

Otros tenistas que mudaron sus ambiciones

Con un equipo oficial de la AAT, en 2009: Gastón Etlis, Renzo Olivo, Paula Ormaechea y Tito Vázquez (de pie), Facundo Argüello, Collarini y Agustín Velotti (agachados)

Meligeni, Massó, los Arraya y Erlich, con otras banderas

Un golpe para la AAT “Es un disgusto para nosotros, que invertimos mucho en él”, dijo el dirigente Romani; se evalúa solicitar una compensación a la USTA La decisión de Andrea Collarini de mudar su talento a EE.UU. representó un duro impacto para la Asociación Argentina de Tenis (AAT). “Nos enteramos en febrero pasado, cuando él ya estaba anotado para ir a los Odesur, pero luego su padre nos informó de la propuesta. La AAT no le pone trabas para que se vaya a los Estados Unidos, pero según los reglamentos de la ITF, tienen que pasar dos años desde la última vez que jugó para la Argentina para representar a otro país; de todos modos, en 2011 ya estará liberado para jugar por Estados Unidos”, contó Héctor Romani, director ejecutivo de la AAT. El dirigente reconoció que la entidad está prácticamente indefensa ante situaciones de este tipo: “No hay potestad alguna de parte de la AAT, y la ITF tampoco tiene una legislación al respecto; el único ejemplo similar es cuando Gran Bretaña sumó a Greg Rusedski e indemnizó a la federación canadiense. Lo que tenemos que empezar a trabajar en todo el deporte argentino es sobre los derechos de formación. En este chico nosotros invertimos mucho; lo llevamos a muchos torneos en el exterior y estaba becado. Para nosotros, esto es un disgusto, pero no es culpa de él, sino de las grandes federaciones; aquí formamos jugadores, y resulta que después viene otro país, pone mucha plata y se lo lleva”. La AAT evalúa la situación y si corres-

Fernando Meligeni

ponde elevar una carta a la USTA solicitando una compensación, como gesto de buena voluntad, pero previamente se investiga si se trató de una propuesta directa o si llegó a través de un interés particular. Hay un problema insoluble: la economía de la AAT está a años luz de otras federaciones. Mientras su presupuesto global anual ronda el millón de dólares (con US$ 350.000 para los juniors), otros países, con las ganancias que arrojan los Grand Slams, invierten millones de euros en proyectos juveniles. “De todos modos, el dinero no garantiza que salgan buenos jugadores. Nosotros tenemos los clubes y federaciones, profesionales capacitados y competencia constante, y eso es lo que nos da la capacidad para desarrollar, con un plan de contención para que los chicos se entrenen aquí. Además, organizamos torneos en el país para que sus campañas tengan el menor costo posible. Pero no podemos salir a competir con las potencias, ni igualar las propuestas de afuera que les llegan a los chicos”. En tanto, Tito Vázquez, capitán del equipo de Copa Davis y director de Desarrollo de la AAT, añadió: “Collarini se va a los Estados Unidos, ¿pero a cambio de qué? ¿De que le paguen un poquito más, cuando todavía es joven y puede ser coherente para rebuscárselas? No lo puedo juzgar, pero hay chicos que cuando crecen se olvidan de algunas cosas”.

OPINION

Especial para LA NACION

FUE UNA DECISION DIFICIL, PERO NUNCA ME ARREPENTI SAN PABLO.– Mi decisión fue difícil. Para que se entienda, mi padre, que es fotógrafo, vino a Brasil en 1975 a trabajar. Yo aprendí a jugar al tenis a los 8 años, a los 15 volví a la Argentina para entrenarme en la academia de Barral y Gattiker, y me quedé jugando dos temporadas ahí. Pero siempre tuve muchas ganas de jugar por Brasil, me vine para acá cuando era chico. La gran decisión la tuve que tomar cuando Vilas me

preguntó si me podía tener en cuenta para jugar la Copa Davis para la Argentina. Y por mucho que me doliera decirle que no al país en el que nací, y a mi gran ídolo en el tenis, me salió de adentro la seguridad de que quería jugar por Brasil. Amo a la Argentina y a los argentinos, le tengo un respeto gigante al país, pero mi decisión fue tomada, jugué diez años la Copa Davis para Brasil y nunca me arrepentí.

Hubo otros casos de tenistas argentinos que pasaron a competir bajo otra bandera. Los más recordados: N Fernando Meligeni: nació en 1971 en Belgrano y a los cuatro años se mudó con su familia a San Pablo. En 1987 regresó a nuestro país y dos temporadas después ganó el Oran- Meligeni ge Bowl y fue N° 3 del ranking junior; decidió retornar a Brasil. Como profesional, llegó al puesto 25º, obtuvo tres títulos de ATP y fue semifinalista de Roland Garros en 1999. N Eduardo Massó: nació en 1964, en la ciudad de Bell Ville, Córdoba. Fue campeón nacional argentino en 1982 y un par de años después se radicó en Bruselas y adoptó la ciudadanía belga, con la esperanza de jugar la Copa Davis por ese país. Lo logró, y además fue capitán. Llegó a ser el 56º del mundo y jugó una final de ATP (Hilversum 1990). N Pablo Arraya: nació en Córdoba en octubre de 1961, pero a los 10 años se mudó con su familia a Lima y ya a los 18 años jugaba la Copa Davis para Perú. Fue 29º del mundo y conquistó un torneo de ATP (Bordeaux 1983). N Laura Arraya: al igual que su hermano Pablo, se nacionalizó peruana, aunque representó a la Argentina en algunas pruebas del circuito juvenil. En el WTA Tour obtuvo dos títulos y llegó a estar 14ª en el ranking. N Jonathan Erlich: nació en el barrio de Belgrano en abril de 1977, pero sus padres, Daniel y Susana, se radicaron en Israel y regresó a nuestro país en 2006. Junto con Andy Ram (nacido en Montevideo) conformaron una de las mejores parejas de dobles de los últimos años, incluido un título en Australia 2008 y el número 5 del ranking mundial de la especialidad. N Pablo Cuevas: nació en Concordia, Entre Ríos, en 1986, pero su familia vivía y sigue residiendo en Salto, Uruguay. Es el 54° del ranking. Hubo, además, situaciones especiales. Elio “Lito” Alvarez, RoberPablo Cuevas to Saad y Modesto Vázquez, que vivieron algún tiempo en EE.UU. y jugaron para varias universidades. Algo similar sucedió con Matías Boeker, residente en Athens, Georgia, que se consagró campeón universitario y recibió una invitación de la USTA para disputar el US Open 2002. Hugo Armando, hijo de un futbolista mendocino, nació y vive en Estados Unidos; actualmente trabaja como entrenador de la USTA. Y Martín Vassallo Argüello aceptó en forma temporaria la ciudadanía italiana, por sugerencia de su entrenador de entonces, Guillermo Pérez Roldán, pero luego de cumplir el convenio en la ciudad de Olbia, volvió a la Argentina.