SIN NADA QUE HACER Por Rogelio Erasmo Pérez Díaz ... - ObreroFiel

El “legalismo” que lastra las doctrinas de hombres, que algunos tratan de poner por norma en innumerables congregaciones de nuestros días, se ha constituido en un “mecanismo controlador” de cómo se debe hacer todo en las aludidas comunidades. Legalismo en el vestir, sin importar las posibilidades adquisitivas de ...
188KB Größe 4 Downloads 68 vistas
SIN NADA QUE HACER Por Rogelio Erasmo Pérez Díaz Hay algo que nos molesta sobremanera a los hombres: cuando no podemos tener al control una situación dada. Nuestra naturaleza viciada nos hace desear ser unos sempiternos controladores. Alguien me ha enviado un Power Point (supongo que equivocadamente, pues al parecer lo esparció por la red a todas las direcciones que tenía). Su título: “Lecciones de estrategia empresarial”. Además de alguna que otra vulgaridad, enseguida me saltó a la vista uno de los “casos” que pone de ejemplo, el cual les transcribo en su totalidad, para que constaten a qué me refiero: Caso 3: Cómo reaccionar ante una situación desfavorable: Un joven de la ciudad se fue al campo y le compró un burro a un viejo campesino por $100. El anciano acordó entregarle el animal al día siguiente, pero al día siguiente el campesino le dijo: - Lo siento, hijo, pero tengo malas noticias: el burro murió. - Bueno, entonces, devuélvame mi dinero. - No puedo, lo he gastado ya. - Bien, da igual, entrégueme el burro. - Y ¿para qué? ¿Qué va a hacer con él? - Lo voy a rifar. - ¡Estás loco! ¿Cómo vas a rifar un burro muerto? - Es que no voy a decir a nadie que está muerto, por supuesto. Un mes después de este suceso se volvieron a encontrar el viejo vendedor y el joven comprador. - ¿Qué pasó con el burro? - Lo rifé. Vendí 500 papeletas a $2 y gané $998. - ¡¡¿Y nadie se quejó?!! - Sólo el ganador, pero a él le devolví sus $2. Conclusión: Éste es un ejemplo de cómo convertir una situación desfavorable en un éxito. Yo diría, más bien, que este es un ejemplo de cómo utilizar la mentira para engañar al prójimo en provecho propio. En nuestros días, tal ilustración no constituye un caso aislado. La vida se ha convertido para los hombres en una peligrosa escalera de mentiras que, a medida ascienden, se hacen más grandes y dañinas. Mentir es algo tan normal que se ha convertido incluso en “estilo de trabajo” de los gobernantes y casi todas las personas en preeminencia dentro del mundo. Con la mentira buscan dar una “ligera ayudita” a sus ambiciones de controlarlo todo. Pero no solo en el mundo suceden estas cosas. El “legalismo” que lastra las doctrinas de hombres, que algunos tratan de poner por norma en innumerables congregaciones de nuestros días, se ha constituido en un “mecanismo controlador” de cómo se debe hacer todo en las aludidas comunidades. Legalismo en el vestir, sin importar las posibilidades adquisitivas de los fieles; legalismo en el hablar, obviando la escolaridad de cada miembro; legalismo en los rituales dentro y fuera del templo, haciendo a un lado lo que dice la Biblia para dar más valor a lo que dicen los hombres. En este último caso está el tema de nuestra reflexión de hoy. ¿Hay algo que podamos hacer para que Dios nos ame más?

He escuchado puntos de vista en este sentido que me han dejado impávido: “si queremos que Dios nos escuche oremos así”, “…adoremos así”, “…ofrendemos o diezmemos así”, “…vistamos así”, “…alimentémonos así”, etc. ¡Sería interminable la lista de “así”! y, por supuesto, cada uno de ellos obedece a “como yo creo” y no a “como dice la Biblia”. Permita que le aclare algo: es imposible hacer cosa alguna de nuestra parte, para que Dios nos ame más, por dos motivos: PRIMERO: El amor que Dios nos profesa es total e invaluable de nuestra parte. Él, por tan solo poner un ejemplo (el más vívido de todos), nos ama tanto que “ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16) Sea sincero, ¿estaría usted dispuesto a hacer tal cosa por alguien, aunque fuera merecedor de ello? (Queda dado por sentado que nosotros no merecemos tal cosa.) Entonces Dios no puede amarnos más, porque su amor es total y completo. SEGUNDO: Nuestras obras (todas) son imperfectas, malas, corrompidas; y no agradan a Dios. Lea, si no lo cree así, lo que dice su Palabra en Isaías 64. No se esfuerce, mi hermano, que usted o yo nada podemos hacer para mejorar algo que es inmejorable. Y si, después de haber oído esto, aún pretende seguir “rifando el burro muerto” (piense primero en que usted está más muerto aún que el burro), pues rífelo si cree que esa es una buena manera de estar al control, pero no pretenda “venderme una papeleta” y, mucho menos, vendérsela a Dios. Este escrito es una contribución de la agrupación para eclesiástica cubana: Ministerio CRISTIANOS UNIDOS. Puede comunicarse con MCU al correo: [email protected] Usado con permiso ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.