RESTOS DE LA VIDA DEL YO
Por Eliseo Hernández Echegoyén Usado con permiso "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio" (Sal. 51:10); "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno" (Sal. 139:23-24). "Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él. Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás" (Sal. 32:1-7). Quedan siempre evidencias del "yo" en la vida, que levantan sus cabezas, cuando menos lo esperamos. Para la persona que tiene el deseo de honrar a Dios en todo y vivir una vida digna del llamamiento eterno, debe reconocerlas instantáneamente, para no ser vencido por ellas, sino vencer a toda tentación. ¿Ha sentido usted alguna vez: orgullo? ¿El deseo de ser alabado? ¿Impaciencia? ¿Molestia? ¿El temor a la opinión de los demás? ¿Celos? ¿o envidias? ¿El impulso de mentir o engañar? ¿Incredulidad? ¿Indiferencia y pereza espiritual? ¿Amor a lo material? ¿Amor exagerado hacia otra persona? ¿Egoísmo? Todas estas cosas son tentaciones hacia una vida carnal. Debemos pedir diariamente en oración: "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad" y "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio". Por medio de la oración, podemos mantener nuestro corazón abierto, y dejar que el Espíritu Santo obre libremente en él, moldeándolo a la imagen de Cristo: "...mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor" (2 Co. 3:18). La confesión de pecados es necesaria para el compañerismo con Dios y un avivamiento en nuestro corazón y entre el pueblo de Dios. Al reconocer ciertos sentimientos y reacciones, debemos confesarlos inmediatamente a Dios, pidiendo limpieza por la sangre de Cristo, que nos limpia de todo pecado. Cada ofensa debe ser reconocida como nuestra y no nos debe importar lo que otros hacen o no hacen. La Palabra de Dios también es útil para la prevención y la limpieza de pecado: "En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti" (Sal. 119:11). "Ordena mis pasos con tu palabra, y ninguna iniquidad se enseñoree de mí" (Sal. 119:133). Jesús oró al Padre de esta forma: "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad" (Jn. 17:17). Si no dedicamos tiempo a la lectura y estudio de la Biblia, en vano estamos esperando una vida santificada y limpia de tentaciones. "Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche" (Sal 1:1,2). Es el camino de los pocos: Los que dedican su tiempo para buscar a Dios en las Santas Escrituras. Pero es camino de satisfacción y dicha: "Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre" (Sal. 16:11). "Dios es el que me ciñe de poder, y quien hace perfecto mi camino...quien adiestra mis manos para la batalla...me diste asimismo el escudo de tu salvación; tu diestra me sustentó y tu benignidad me ha engrandecido...y mis pies no han resbalado...Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea...Viva Jehová, y bendita sea mi roca, y enaltecido sea el Dios de mi salvación; el Dios que venga mis agravios...El que me libra de mis enemigos...Por tanto yo te confesaré entre las
naciones, oh Jehová, y cantaré a tu nombre": es el testimonio del rey David (Sal. 18:32-50). "Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos" (Sal. 84:5). Promete Dios que nos enseñará el camino en que debemos andar; fijando sus ojos sobre nosotros (Sal. 32:8). Si estamos con problemas de inestabilidad, inconstantes, si le hemos robado tiempo o dinero, si sentimos rencor o resentimientos contra otra persona, si somos irritables y de mal humor, si hacemos nuestras decisiones sin considerar a Dios, si pasamos días sin tomar en cuenta a Dios para leer su palabra o comunicarnos con Él, si siempre estamos quejándonos o sintiendo lástima por nosotros mismos, si pasamos la gran parte del día viendo programas en la TV que no son edificantes, o leyendo literatura que no agrada a Dios, si nuestro primer pensamiento está en las cosas materiales o sea que no estamos invirtiendo en el reino de los cielos, si ofendemos con nuestras palabras a los miembros de la familia, son evidencias que caminamos lejos de Dios y necesitamos acercarnos a Él, encomendando a Jehová nuestro camino, confiando en Él y no en nuestra propia prudencia. "Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos. Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto" (Pr. 3:5-9; Sal. 37:5). "Sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz" (Pr. 3:17): ¡¿Qué más buscamos?! "Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda" (Is. 30:21). "El que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará" (Is. 35:8). OberoFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.