MAMÁ, TENEMOS UNA NIÑITA EGOÍSTA AQUÍ Por Ellyn Davis Usado con permiso El pasado febrero, estaba sentada en un quiosco de Red Lobster (Langosta roja) en Dothan Alabama. Era el cumpleaños 87 de mi madre, y mis dos hermanas y yo habíamos viajado de nuestros hogares en Georgia, Florida y Tennessee para pasar el día con ella y llevarla a cenar. (Mi madre no pide mucho. Red Lobster es su idea de una comida gourmet.) Todas estábamos compartiendo memorias familiares y pasando juntas un tiempo maravilloso, cuando desde el quiosco de al lado escuchamos, - “Mamá, creo que tenemos una niñita egoísta aquí” Era una pareja con tres hijas sentados en el quiosco siguiente al nuestro. Las niñas tendrían alrededor de seis, ocho y diez años y la “egoísta” estaba de espaldas a nosotros. No se qué hizo la niñita para merecer ese calificativo sobre ella, pero los siguientes veinte minutos el padre siguió diciéndole lo egoísta que era ella, y lo dijo lo suficientemente alto como para que todos en nuestra esquina del restaurante pudiéramos oír cada palabra. Él repasó todo lo que pudo pensar para probar cuán egoísta era ella. Ella no quería compartir sus juguetes, a ella le gustaban las rebanadas más grandes del pay, etc., etc. Él terminó su perorata diciéndole que nadie jamás la querría y que nunca tendría ningunos amigos y que le sucedían cosas malas por ser una persona tan egoísta. Y para puntualizar cada acusación, él obtenía el acuerdo de la mamá de las niñas diciéndole algo como, “Mamá, nuestra niñita egoísta no va a tener ningunos amigos, ¿verdad?” En ese momento, me levanté y caminé hacia su quiosco. No solo porque tenía que ir al tocador, sino porque quería echarle un vistazo a la niña “egoísta” (También quería noquear al padre) Ahí estaba ella, sin más de seis años, con una expresión de vergüenza y pena en su cara como rara vez he visto en un niño. Estaba agachada en su silla con su cabeza baja y su mirada puesta en su plato. Era muy bonita, con un largo cabello castaño. Pensé seriamente en intervenir, pero me di cuenta de que si lo hacía podría ser peor para la niña. El padre podría culparme de que su vergüenza se debía a mi intervención y quién sabe qué le sucedería cuando llegaran a casa. Este evento ha estado atorado en mi mente porque con la aproximación del Día del Padre estuve recordando a mi propio padre quien murió hace muchos años. Así que quise compartir algunos pensamientos. No habiendo sido yo mismo un padre jamás, no puedo realmente hablar desde ningún nivel de experiencia que no sea el de una niña que desearía haber tenido un padre diferente. Y voy realmente a meter aquí mi nariz aunque probablemente los lectores me la golpeen con una avalancha de e-mails. Crecí en un hogar bautista muy conservador. El modelo de la paternidad que mi padre tenía era que se esperaba que los niños fueran vistos y no escuchados y que los padres fueran los emocionalmente distantes proveedores del pan. Cuando se trataba de los niños, las madres proveían la comida y los padres proveían los víveres y la disciplina.
1
Yo tuve lo que pensaba era una adecuada, feliz y estable niñez. Mamá se quedaba en casa y me crió a mí y a mis dos hermanas, y papá iba a trabajar y proveía para nosotras. Y cuando necesitábamos disciplina, papá la proporcionaba en la forma de un cinturón sobre nuestras espaldas. Pero cuando crecí, me di cuenta de que estaba soportando una enorme carga de vergüenza, por los métodos tradicionales de la crianza de niños con los que crecí y que utilizaban como base de disciplina la vergüenza. Así que no solo fui enseñada que hacía cosas “malas”, de alguna manera yo había interiorizado el mensaje de que YO ERA mala. Mi padre nunca fue abusivo verbalmente como el de esa niñita en la Red Lobster, pero de alguna manera me llegó el mismo mensaje – “No eres lo suficientemente buena, nadie te va a querer, y te van a suceder cosas malas.” Realmente no puedo culpar a mi padre, porque él fue un producto de su teología y crianza. Lo que puedo hacer es tomar la responsabilidad para sanar mi vergüenza. Esta es una explicación de la disciplina basada en la vergüenza que tomé de un artículo del Internet: “La vergüenza está diseñada para causar que el niño deje un comportamiento a través de pensamientos y sentimientos negativos acerca de sí mismo. Implica un comentario – directo o indirecto – acerca de lo que es el niño. La vergüenza opera dándoles a los niños una imagen negativa de ellos mismos – en vez de acerca del impacto de su comportamiento. Al avergonzarlo hace que el niño esté mal por sentir, querer o necesitar algo. La vergüenza es el sentimiento de ser indigno, inadecuado, o deficiente, expresado en la creencia de que “Hay algo malo conmigo.” Más acerca de la vergüenza: “La vergüenza es la única emoción que ataca a uno mismo, creyendo que uno es inherentemente deficiente e indigno de ser amado. Esta incapacitante emoción destruye la autoconfianza y le impide a uno alcanzar o disfrutar el éxito. Cuando la vergüenza invade la existencia día con día, uno se debate entre la propia necesidad de fortalecerse a uno mismo y la necesidad de preservar nuestras relaciones.” Desde luego, ahora mismo muchos de ustedes que están leyendo, estarán pensando, “Bueno, desde una perspectiva cristiana, tu ERES mala. No hay ni un justo, ni siquiera uno.” Esa no es la clase de maldad de la que estoy hablando. Hablo de la clase de pensamiento de que eres malo, que causa que tú lo creas muy profundamente dentro de ti; de que no importas, que no tienes valor, que no mereces estar aquí, que no mereces ser amado, y que hay una norma externa por la que tu supuestamente debes vivir, de que sin importar lo que hagas, tu nunca serás lo suficientemente bueno, nunca darás la medida. Es una combinación de vergüenza y proceso mental. Pero la peor cosa acerca de la vergüenza si eres cristiano, es que tu tiendes a pensar que Dios tiene los mismos sentimientos hacia de ti que tú tienes acerca de ti mismo. Esto crea un enorme problema. ¿Cómo se supone que tengas una profunda e íntima relación con un Dios que tú piensas te ha declarado como sin valor alguno e indigno de ser amado? Como John Bradshaw dice, “Cuando me siento culpable, siento que he cometido un error, y cuando siento vergüenza siento que yo son un error.” ¿Cómo puedes creer que Dios te ama, si sientes que tú eres un error? La vergüenza toma seis formas comunes y no tiene que ser tan evidente como el incidente en Red Lobster. De hecho, puede ser más dañina cuando es sutil, porque entonces no es obvio lo que está sucediendo, y nuestras defensas están bajas. Las seis formas comunes de la vergüenza son:
2
1. La injuria “¡Tú, niño malcriado!”, “¡Te estás portando como un escuincle consentido!” “¡Mocoso egoísta!” “¡Escuincle llorón!”, “¡Malo!” 2. Moralización. “Los niños buenos no se portan así”, “Has sido una niñita mala”, “Dios no está contento cuando te portas de esa manera”, “Los ángeles están llorando ahora mismo por lo que haz hecho”. 3. Expectativas respecto a la edad. “¡Ya crece!” “¡Deja de portarte como un bebé!” “Los niños grandes no lloran”, “Ya tienes 10 años, ya deberías poder hacerlo”. 4. Expectativas respecto al género. “¡Sé valiente y pórtate como hombrecito!” “¡No seas maricón!” “¡Deja de ser tan emocional!” “No seas una niña tan tonta”. 5. Expectativas respecto a la competencia. “¡No tienes remedio!” “Nunca serás bueno para nada”, “Ya deberías poder hacer estas matemáticas por ti mismo”, “Ya debías haberlo sabido”, “A cualquier idiota se le hubiera ocurrido”. 6. Comparaciones. “¿Por qué no puedes ser más como tal o cual?” “Ningún otro niño está portándose como tú”. “Tú no eres tan ______ como tu hermana (hermano)”. La vergüenza no solo nos hace sentir como si por nosotros mismos no valiéramos nada, sino también nos da una percepción distorsionada de lo que realmente es el amor. ¿Por qué? Porque la gente que nos avergüenza más, tiende a ser la gente que nos dice que nos ama. Así que recibimos mensajes mezclados acerca del amor. Por un lado se nos dice que somos amados, pero por el otro se nos hace sentir que no somos dignos de ser amados. En su libro Shame: The Exposed Self (Vergüenza: el yo expuesto), el psicólogo Michael Lewis dice que no solo las mujeres sienten más vergüenza que los hombres, sino que tienden a expresarlo de manera diferente. Por lo general, las mujeres han procesado la vergüenza a través de la depresión y el odio a sí mismas, mientras que los hombres han sido más propensos a mostrarlo con enojo y violencia. Así que, ¿cuál es el punto con todo esto? Quiero señalar la tendencia de usar la vergüenza como una herramienta para corregir a los niños. Y nosotros los cristianos que tenemos la escuela en casa, solemos avergonzar a nuestros hijos sin siquiera notarlo, bajo el pretexto de “desarrollarles carácter”. ¿Por qué? Porque nos concentramos tanto en desarrollar un carácter cristiano en nuestros hijos, que algunas veces olvidamos el mensaje que nuestra observación les está enviando – el mensaje de que son de alguna manera indignos de ser amados, a menos que ellos “respondan” y desarrollen todas las características del carácter que estamos tratando de impartirles. Esto me sucedió un día en casa, cuando estaba quitando todas las fotos y citas acumuladas en la puerta del refrigerador. (Ya saben lo que quiero decir. Las familias con la escuela en casa tienden a usar sus refrigeradores como tablero de anuncios y galería de arte.) Había quitado todo del refrigerador y estaba lista para poner algunas cosas de nuevo. Cuando me encontré con “21 Reglas para Nuestra Casa,” Blake me detuvo y me dijo, “Mamá, por favor, no pongas eso ahí de nuevo.” Blake tenía como 11 o 12 años en ese tiempo y no pude entender porqué a él no le gustaba la lista de reglas que siempre habíamos tenido colocada en el refrigerador.
3
Él dijo, “El solo de ver esas reglas cada día, me hace sentir que no soy bueno.” Fue entonces cuando supe que nuestra disciplina había comunicado algo sin intención – una percepción de que él básicamente era un perdedor. Y el tener que mirar esas reglas cada día, que él sabía que no iba a poder cumplir a la perfección, solo le reforzó la creencia en su mente y corazón de que no estaba bien ser lo que él era. Las reglas fueron a parar al bote de basura y a partir de entonces puse mucha atención a cualquier mensaje avergonzante que pudiera estar mandando inadvertidamente. Puesto que la mayoría de los mensajes de vergüenza más penetrantes parecen venir de los padres, este Día del Padre quiero animar a otros a ver cómo nos dirigimos a nuestros hijos. Porque la habilidad de nuestros hijos e hijas, para tener relaciones más profundas con Dios y con la figura masculina en sus vidas, es formada por su experiencia con un padre amoroso que los acepta. Que Dios nos ayude a no hacer con nuestros niños lo que el padre en Red Lobster le estaba haciendo a su hija. P. S. Probablemente se preguntarán cómo manejé mis sentimientos de vergüenza. Lo que más me ayudó fue enfocarme en el amor de Dios por mí. Fue (y aún algunas veces lo es) difícil para mí creer que él me amaba incondicionalmente (ya sea que cumpliera con sus normas o no) y que no importa lo que yo piense acerca de mí misma, soy preciosa para él. De hecho, está loco por mí. Leí y releí y releí I Corintios 13, tomando tiempo con cada descripción de cómo es el amor. El amor es paciente....¿qué significa eso? ¿Cómo debe ser expresado eso? ¿Cómo muestra Dios su paciencia conmigo? ¿Cómo puedo ser más paciente conmigo misma? Puesto que la vergüenza es una forma de auto-odio, me enfoqué tanto en amarme a mí misma, como en recibir el amor de Dios por mí. El amor es benigno.... Basándome en mis meditaciones sobre I Corintios 13, escribí una lista de “Cómo trata un padre a su hija cuando él realmente, realmente, realmente la ama” y miraba la lista con frecuencia, meditando sobre cómo sería el ser amada de esa manera y pedirle a Dios que me permitiera experimentar esa clase de amor de él, puesto que yo solo vislumbré algo de ello de parte de mi propio padre. (También escribí una lista de “Cómo trata un esposo a su esposa cuando él realmente, realmente, realmente la ama” y utilicé esa lista para pensar cómo me ama Jesús, a su novia. Personalmente, pienso que es vergonzosa la manera de cómo muchos esposos cristianos se comportan con sus esposas.) Otra cosa significativa que hice, fue dejar de escuchar cualquier música o sermones cristianos que fueran lo que yo llamo “alegando con Dios”. Mucha de la música moderna de adoración cristiana, proviene del punto inicial de que estamos suplicándole a Dios por cosas que él ya nos ha dicho que nos pertenecen. Y muchas enseñanzas cristianas modernas provienen de lo que llamo una “mentalidad negociadora”. Estamos tratando de hacer ciertas cosas (orar más, ser más caritativos, ser mejores esposas o madres, o esposos, o padres, leer más nuestra Biblia, testificar, etc.) para calificar y obtener más bendiciones de Dios en nuestras vidas. Esta mentalidad es contraproducente para desarrollar una profunda certeza de que el amor de Dios por nosotros es incondicional, de que él nos salva por su gracia. ¡Sorpresa! Él ya nos ama y dio su vida por nosotros y nos ha dado toda bendición celestial cuando aún éramos pecadores. Así que no tenemos que ser buenos, o pasar a través de ninguna rotación o ejercicio espiritual para ser amados y bendecidos por Dios. Ya lo somos.
4
También dejé de pasar tiempo con cristianos que se apegan a una “mentalidad negociadora” acerca de Dios. Finalmente, me amo a mí misma. Digo “No” a lo que no quiero en mi vida, y “Sí” a lo que hice y confié en que no estaba siendo egoísta, ni rehusando a “morir a mí misma”, simplemente estaba tratándome como si fuera de valor para Dios, así como soy. Comencé a hacer cosas que siempre quise hacer, pero que nunca sentí que merecía hacer. Y dejé de hacer cosas que siempre me disgustó hacer, pero sentía que se suponía que debía hacerlas. Después de todo, si soy de valor para Dios, entonces cuenta lo que yo quiera.
ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda. Cualquier artículo en este sitio web puede ser copiado o enviado electrónicamente, a condición de dar el crédito correspondiente y que el artículo no sea substancialmente modificado. Ningún artículo puede aparecer de forma total o parcial en una publicación para venta o lucro o como parte de cualquier tentativa comercial sin el consentimiento por escrito de Home School Marketplace. © Copyright 2006. Home School Marketplace, 1053 Eldridge Loop, Crossville, TN 38571
5