Luis M. de Pablo Pardo

posgrado en la Georgetown Univer- sity, en Washington. En 1947 ingresó en el servicio exterior, como agrega- do cultural en Washington. Profesor de Derecho ...
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Miércoles 30 de mayo de 2007

Luis M. de Pablo Pardo El fallecimiento A los 95 años falleció en esta ciudad Luis María de Pablo Pardo, jurisconsulto, diplomático y político de larga actuación, que fue embajador y canciller de nuestro país. Había nacido el 15 de agosto de 1912 en Buenos Aires. Graduado de abogado en la UBA, cursó estudios de posgrado en la Georgetown University, en Washington. En 1947 ingresó en el servicio exterior, como agregado cultural en Washington. Profesor de Derecho Internacional Público en la UBA, fue separado de su cátedra en 1951 por el gobierno peronista. Enrolado en la corriente nacionalista, de la cual fue una figura descollante desde los años 40, aquel año fue detenido por participar en la sublevación militar del general Benjamín Menéndez. También sufrió prisión en 1952 y 1953 por su oposición al régimen de Juan Domingo Perón. Por actuar como enlace entre elementos revolucionarios de la Armada y el Ejército, debió exiliarse en Brasil en 1955. En noviembre de ese año fue designado para ocupar la cartera del Interior, pero su posición política determinó la suspicacia y el rechazo de los sectores de orientación liberal que habían impulsado la Revolución Libertadora, y se exacerbó la resistencia que habían opuesto a la figura de Clemente Villada Achával, secretario privado y cuñado del primer presidente de esa Revolución, general Eduardo Lonardi. La inminente designación de Pablo Pardo fue uno de los detonantes del movimiento interno que develó las disidencias ocultas entre quienes habían participado del derrocamient de Perón. Con excepción de la Unión Federal, renunciaron los partidos que integraban la Junta Consultiva, hubo presiones militares, y los hechos precipitados concluyeron con el desplazamiento de Lonardi y la asunción de la presidencia por el general Pedro Eugenio Aramburu. Luego, Pablo Pardo giró hacia formas más moderadas y liberales, siempre desde una postura básica conservadora y de una impronta católica tradicionalista. Como consejero político y legal de la Cancillería produjo un hecho llamativo en la diplomacia: en la conferencia interamericana de Quito de 1960, a la cual asistió en representación del gobierno, cambió las instrucciones del presidente Arturo Frondizi por otras que patrocinaba la Armada. De todos modos, Frondizi, que lo apreciaba y lo hizo enviado especial ante el presidente Juscelino Kubitschek, de Brasil, lo nombró en 1960 embajador en Chile; allí intervino en importantes negociaciones para solucionar pacíficamente conflictos limítrofes con ese país. En 1970, Pablo Pardo fue canciller del gobierno del general Roberto M. Levingston y continuó en el cargo al sucederlo el general Alejandro Agustín Lanusse. No obstante la firmeza de sus convicciones, patrocinó la no existencia de fronteras ideológicas para tratar temas con el gobierno marxista de Salvador Allende, pero no quiso hacer concesiones para entrar en negociaciones con el desterrado Perón, como quería Lanusse, y dejó el gobierno en 1972. En 1976 fue embajador en Suiza. Era un hombre respetado en la diplomacia, conocedor de la historia y los acuerdos internacionales, reconocido en los ambientes académicos del país y del exterior. Participó en numerosas reuniones internacionales, del grupo de los 77, de las Naciones Unidas, de la OEA, donde su palabra era escuchada. Representó al país en el sepelio del general Charles De Gaulle. De amplísima cultura humanística, jurídica, política e histórica, fue autor de valiosos estudios científicos y dictó clases en universidades de otros países, como lo hizo en Derecho y Ciencias Económicas de la UBA y en la Universidad Católica Argentina. Formó parte del Centro de Estudios Estratégicos de la Armada, de la Fundación Navarro Viola, de la International Law Association, de la American Society of International Law y de otras entidades. Casado con Aída Quinteros Sánchez de Bustamante, tuvo tres hijos.

Política

LA NACION/Página 13