Leiden Gomis y la eterna búsqueda

17 jun. 2012 - bién a iluminar una época. En Diario Público ... res de toda una época: la del crítico literario Emmanuel Carballo. ... de los vikingos, pero nunca.
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23C Domingo 17 de junio 2012 [email protected]

Leiden Gomis y la eterna búsqueda El beso, el pájaro y el ser Entre la música, el teatro y la poesía, esta artista cubana-mexicana del movimiento neofolk visitó por primera vez Culiacán para regalar su set acústico, en el cual se fusionan las raíces latinoamericanas con el rock, jazz, pop urbano y la poesía.

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Culiacán, Domingo 17 de junio de 2012

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El canto orgánico en femenino

Samantha Zothós

para ofrecer un set acústico como parte de su gira Norti

BRUJA GALÁCTICA, DICE SER

DISEÑO EDITORIAL: LILIA MARTÍNEZ

>La intérprete cubana-mexicana del neofolk latinoamericano pisó tierra sinaloense

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9 cosas

La artista visual de Guadalajara y miembro honorario de Oniria señala sus artistas femeninas. 1• Björk, un emocionante viaje cósmico, eléctrico. 2• Janis Joplin, un día de campo con frondosos árboles de colores embriagados. 3• Alanis Morissette, aquellos días de adolescencia.

Un ukelele, una guitarra, un cajón y el canto sincero de Leiden Gomis se conjugaron el pasado fin de semana para iluminar el escenario del Café Marimba, donde la artista de 26 años sembró flores entre esperanzas vintage como parte de su gira por el norte, la cual culminó aquí. Esto fue lo que dejó tras de sí:

un sólo género. Soy muy impulsiva musicalmente, pero como una propuesta determinante siento que lo que hago es neofolk porque cargo con un mensaje. Para mí la música es un poderoso medio de comunicación y a través de ella digo lo que me preocupa y lo que pienso; también vierto emociones, pero sí es importante para mí el enviar un mensaje claro. Y hago folk porque así como me defiendo sola con un instrumento, una guitarra, un ukelele o un piano, también tengo una banda, Oniria, con la que voy haciendo ensambles.

Durante más de diez años he sido intérprete. Desde que

Tengo un EP con mis canciones, se llama Ave. Hace

salí como compositora la gente me pregunta qué hago, y como género siempre digo que soy una ‘desgenerada’ porque no me gusta estar en la escafandra de

referencia a un pájaro que lleva un mensaje y que lo deja al viento a ver qué sucede. Lo grabé el año pasado y tuvo buena aceptación. Estoy por grabar un disco con más forma porque ya tengo muchas canciones

TEXTO: CAROLINA VALVERDE [email protected] FOTOS: ULISES PÉREZ/CORTESÍA

compuestas. Lo único que sé es que quiero grabar antes un disco con puro ukelele.

Nací en La Habana, pero desde los nueve años viví en Tijuana. Hoy estoy en Guadalajara y voy cada año a Cuba. Allá fue donde empecé a componer y también allá terminé mi carrera en sociología en la Universidad de la Habana e inicié una licenciatura en arte con especialidad en música y artes escénicas.

Canto desde que tengo uso de razón. En Cuba casi todos los niños bailan y cantan, era algo muy natural para mí, además que en mi familia todos son artistas o académicos. Mi abuelo es poeta y el presidente de la Casa de las Américas, y gracias a él conocí a mucha gente. Mario Benedetti y Silvio Rodríguez son personas que pasaban siempre por mi casa, muy cercanas. De las raíces cubanas supongo que me traje algunas cadencias y ritmos, aunque no las tengo muy claras pero sé que están ahí, latentes. En 2008 formé allá la banda

4• Dolores Oriorgan, el arrullo de un viaje por carretera. Déjà vu, y de ellos tengo ciertas presencias y emisiones.

Cuando vivía en Tijuana me quería comprar una combi con un novio. Empecé a cantar en los camiones pero la gente me daba de a 10, 20 dólares. Un día llegó alguien y me dijo: ‘¿Quieres cantar en mi bar?’ Así inició todo, y canto bajo un contrato desde los 15 años.

Soy una persona en constante cambio. Siento que lo que más me define es una infinita búsqueda, es lo que me mantiene viva. Con la gira nos ha ido muy bien. Yo extrañaba mucho por acá; siento que son gente muy asertiva con mi propuesta, muy cálida. Fue muy bonito estar aquí acompañada de mis amigas Samantha Zothós en los visuales y Andyy Qkeen en las percusiones. >>

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5• Fiona Apple, una tarde de otoño mágica y hechicera. 6• Sinead O’ Connor, cuando el desierto está melancólico y solitario. 7• Beth Gibbons, día nostálgico de lluvia y frío hipnotizantes.

Oniria, arte con conciencia Oniria es el proyecto alterno que nutre el impulso creativo de Leiden y otras siete mujeres que, como ella, se expresan a través del arte con conciencia. Se trata de un festival sonoro-audiovisual que pone a las mujeres en escena. Música, danza, plástica, visuales, poesía y algo más es lo que ofrecen al público. Oniria se forma así: Música, Leiden Gomis. Body Paint, Paty Cardona. Visuales, Samantha Zothós. Danza con fuego, Ale Arduengo. Poesía escénica (Spoken Word), Judith Satán. Galería, Gabriela Tolentino y Gabrielle Ville Vicenzio. DJ, Fharyde Azpeitia.

8• Natalie Imbruglia, noche de bruma, ilusiones y mares de llanto. 9• Regina Spektor, mañana fresca con jugo de arándano.

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Por allá en 1998 empezaba a desarrollarse una histeria colectiva que alcanzaría su máxima locura el 31 de diciembre de 1999: el fin del mundo debido a un error informático que causaría que los sistemas electrónicos no pudieran configurar la fecha del 1 de enero de 2000, el “fallo del milenio”. Mientras miles esperaron la víspera de Año Nuevo sumergidos en un búnker, resultó que no, ningún avión se cayó, los bancos no colapsaron y seguía saliendo agua de la llave. ¿Fue acaso lo más cerca que hemos estado de un apocalipsis zombie?

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Nuevos libros Fragmento

AGUSTÍN GALVÁN [email protected]

Lo Que Somos, Lo Que Seremos Uno de los misterios que más han intrigado al hombre es, sin duda, qué pasa después de que nuestro corazón deja de latir. ¿Entonces solo se nos declara muertos y finito? Muchas teorías, religiones, novelas, películas y hasta cortos han intentado responder esa pregunta. Todas, por supuesto, hasta el momento han fracasado. Y es que morir es más que un misterio. ¿Qué significa la muerte, a fin de cuentas? Le tememos, pero, verdaderamente ¿hay una razón para dicho miedo? El solo hecho de lanzar esa pregunta debe provocarnos una nueva ola reflexiva que inicia con ¿Qué es la vida? El escritor ya fallecido Daniel Sada contó que una vez, en la central camionera de Culiacán escuchó a alguien decir que Dios había creado al hombre solo porque le gustaban las historias. De hecho, ese es el epígrafe de su majestuosa y altamente recomendable novela: Porque Parece Mentira, la Verdad Nunca se Sabe ¿Entonces por qué Dios nos dio la muerte? Nueva York, tiempo actual. Un ladrón de color asediado por unos policías corruptos, Edge (Adrian Lester), busca afanosamente un poco de dinero en un departamento que creía vacío. Pero encuentra a una aguerrida anciana, Angela (Rosemary Murphy), que, pistola en mano, le rompe la nariz con un sorpresivo golpe. Luego lo sienta a unos metros de ella y mientras su mano encañona la pistola, comienza a contarle una historia acerca de dos hermanos que se enamoraron de la misma mujer a finales de 1800 en el salvaje oeste norteamericano. Los hermanos son: Luke (David Wenham) y Elijah (Joseph Fiennes), arquetipos de un Caín y un Abel en pantalón de mezclilla y sombrero. La manzana de la discordia, la exprostituta Lilith (Anne Brochet). Ella escoge a uno, al menor: Elijah, con quien se casa y forma una familia marcada por la desgracia. El otro, Luke, resentido por la decisión de Lilith y por el odio que siente nacer contra su hermano, y antes de coger una quijada de burro, huye a Europa, encontrando un violento nuevo-viejo mundo que le permite desfogar todo su resentimiento, volviéndose un peligroso mercenario en la guerra que los turcos les declararon a los cristianos allá en la vieja Macedonia. Pronto, la fama de Luke llega hasta su tierra natal, y el ejercito del lugar, deseoso de acabar con la amenaza que supone el norteamericano, manda llamar a Elijah para cazar a su hermano. Ambos descubrirán entonces, como parte de ese juego del gato y el ratón, que a donde quiera que vayan, la sangre se derramará, pues ese es su destino. Entonces Luke conoce a una solterona embarazada Neda (Nikolina Kujaca), que le cura las heridas y lo provoca a revalorar su propia historia a partir de darle una nueva razón para matar o morir: no mates por oro, mata por algo más preciado. Entonces, en el presente, la salud de Angela se tambalea y Edge siente que necesita salvarla cueste lo que cueste. ¿La razón? Sencillo: la historia que Angela le cuenta en esos últimos minutos de vida y ya con su último aliento, vale, literalmente, oro puro. Dust (Inglaterra, Alemania, Italia y Macedonia, del 2001), segundo largometraje del macedonio Milcho Manchevski, recuerda, a primera vista, al Leone más tardío, ese de Érase una Vez en América (1984), épico y formal en su discurso y su forma. También al John Huston de El Hombre que Sería Rey (1975) en su gusto por el vacío del desierto. La narrativa fragmentada, distintivo inequívoco del Manchevski de Antes de la Lluvia (1994), en Dust se desbarrancada gracias a sencillos pero efectivos guiños narrativos: un momento a la Buñuel, en el que un moderno avión sobrevuela la salvaje llanura ante la atónita mirada del único testigo; la historia que va mutando mientras es contada, pues la narradora quiere sonar convincente. Manchevski sabe cómo deshilar cualquier madeja y mantenernos embobados por dos horas y tantos minutos entre el agreste desierto de Macedonia y la jungla de neón de la siempre atemporal NYC, en saltos mortales que, sin ese pulso tan firme, acabarían pareciendo pretensiosos. Octavio Paz dijo: Si el hombre es polvo, esos que andan por el llano son hombres… Y Manchevski, dentro de su lógica, contesta con Dust: una película en la que nadie muere de forma sencilla. Donde esos que andan en el desierto son hombres. Donde el espectador solo vivirá gracias ese suspiro que sale de los labios del moribundo. Porque polvo somos y en polvo nos convertiremos, ¿no?

Ladrón de dinosaurios Santo contra los párvulos —APÚNTALE A LAS PIERNAS, no se te vaya a ir la mano y lo descalabras —le dije a Ray mientras él sostenía la resortera. —No se pierde nada, así hay que tratar a los impostores —contestó y contuvo la respiración para que no le brincara el pulso. Se preparó para tirar. —Todavía no estamos seguros de que no sea el Santo, apúntale a las piernas —insistí—, para no correr el riesgo de partirle la cabeza a un famoso. —Deja de molestar o se nos va la oportunidad —dijo y callé entonces, esperando el momento de la pedrada. AQUEL VERANO RAY me invitó a pasar las vacaciones en la casa de descanso que tenía su familia. El lugar, un oasis para cualquiera, estaba ubicado en un fraccionamiento del que su papá era administrador. Los adultos disfrutaban las constantes visitas de los famosos que tenían ahí sus casas y, nosotros, del tamaño de los jardines y albercas. —¿Adivinen quién es nuestro vecino y está invitado a cenar hoy con nosotros? —preguntó un día el papá de Ray tras jugar en la alberca. Los dos nos vimos a los ojos y levantamos los hombros mostrando indiferencia. —Pues el Santo, el mismísimo Enmascarado de Plata. Al oír aquello nos quedamos boquiabiertos, sobre todo Ray, que a su edad era un experto en la trayectoria y películas del luchador. —¿Y es su amigo? —pregunté con entusiasmo. —No, pero el señor es nuestro nuevo vecino y se me hizo un buen detalle darle la bienvenida —respondió. —Por qué no lo dijiste antes, hubiera traído unas fotos para que me las autografiara —reprochó mi amigo. —No estaba muy seguro y me daba pena entusiasmarte en vano. Además su llegada estaba programada para mañana, pero ayer vi luces en su casa y, como buen anfitrión, toqué a su puerta y, sin darle oportunidad a pretextos, lo invité a cenar —dijo, y al ver que Ray estaba a punto de un reclamo mayor, nos animó—: vayan afuera, frente a su casa dejó el auto estacionado. Salimos a prisa y nos quedamos sin aliento cuando lo vimos. —Mira qué precioso deportivo recién encerado —dije. —Es más que eso, se trata de su famoso Volkswagen Karmann Ghia 58, con tracción delantera y motor convertido a mil quinientos centímetros cúbicos —contestó orgulloso. Estuvimos contemplándolo por varias horas en las que mi amigos platicaba sus conocimientos sobre el luchador: datos biográficos, estadísticas y anécdotas personales. Cuando llegó la noche, fuimos los primeros en sentarnos a la mesa, mientras la mamá de Ray daba los últimos toques al guiso que había sacado del horno. Todos estábamos ansiosos por la llegada del

Qué está leyendo Héctor A. Herrera MÚSICO Y LOCUTOR

Metagenealogía Alejandro Jodorowsky, Marianne Costa (Chile, 1929/ Francia, 1969) ISBN: 9786073106337

invitado. Nadie abría la boca hasta que el papá de Ray acabó con nuestra emoción al hacernos una advertencia. —Se me olvidaba decirles que no quiero que atosiguen al señor con sus preguntas, ya habrá otros días para los autógrafos, hay que tratarlo como a una persona común. Cuando terminó de hacer la aclaración, sonó el timbre. —¡Seguramente es él! —gritó la señora desde la cocina. El padre de mi amigo abrió la puerta. No supimos qué hacer, qué decir, cuando vimos que no traía máscara. Era un hombre regordete, de cada cuadrada y pelo corto. Al saludarlo sentí unas manos gruesas, tanto como su voz. Enseguida Ray se disculpó y fue a la cocina con su mamá. Yo hice lo mismo y escuché a mi amigo repitiendo sin aliento: —¡No trae máscara! ¡No trae máscara! —Cállate, claro que no trae máscara, viene de vacaciones y no empieces a molestarlo, recuerda lo que dijo tu papá —respondió la madre y, tras darnos unos platones con ensalada y puré, nos obligó a regresar a la mesa. Durante la cena, Ray se limitó a ver con detenimiento al invitado. Su papá, en cambio, no paró de enumerar las maravillas del fraccionamiento: el campo de golf, la privacidad, las albercas en cada casa y demás encantos. Nadie hizo referencia a las peleas, ni a su fama; lo tratamos como a un familiar y eso pareció gustarle al Santo, que sonreía a la menor provocación.