La Gaceta del FCE, número 558, Junio de 2017 - Fondo de Cultura ...

3 jun. 2017 - de Artes y Oficios, Faros de la Ciudad de México, del Consorcio Inter- nacional Arte y Escuela (Conarte), del gran proyecto de reconstitución.
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Cultura de paz, palabra y memoria

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Las barbas del profeta de eduardo mendoza

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En la hora canina del decreto renato tinajero

El fce en Apatzingán, Michoacán

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as instituciones públicas deben adaptarse y responder de manera flexible y creativa a las nuevas realidades del país. Tal es el cometido que esta casa ha abrazado a partir de su experiencia en Apatzingán, Michoacán, foco de una de las regiones más convulsionadas por la violencia del crimen organizado. A poco más de tres años de iniciado el proyecto, presentamos los primeros resultados en este número de La Gaceta. A diferencia de otras librerías y centros culturales del fce en el país, el Centro Cultural La Estación de Apatzingán fue pensado como espacio de irradiación de una cultura de paz. Al tiempo que se construía la obra material, se empezó a trabajar en proyectos de gestoría cultural, primero con niños, luego con madres de familia y después con jóvenes, para ir formando los núcleos humanos que darían vida al espacio físico. En esta labor se revisaron otras experiencias públicas y de la sociedad civil en México y otros países. Destacamos en particular las actividades del Programa Nacional Salas de Lectura, de la Red de Fábricas de Artes y Oficios, Faros de la Ciudad de México, del Consorcio Internacional Arte y Escuela (Conarte), del gran proyecto de reconstitución del tejido social en Medellín, Colombia, en los últimos 25 años, con la participación de uno de sus actores principales. También las iniciativas encabezadas por el escritor Élmer Mendoza en Sinaloa, entre otras. Es importante reconocer que este proyecto no habría sido posible sin la colaboración decidida de los órdenes de gobierno municipal, estatal y federal, lo cual es digno de destacar en un contexto de dificultades de articulación política en otros ámbitos de la vida pública. El Centro Cultural La Estación es una política pública del Fondo que será reproducida en otras partes del país con problemas similares. Nuestra encomienda y propósito principal es contribuir a la reconstitución del tejido social en la región. Nos anima la convicción de la fuerza de la cultura para infundir valores y propiciar actitudes que ayuden a revertir los ciclos de violencia homicida que la azotan. No podemos subestimar las catastróficas consecuencias morales de la violencia sobre la niñez y la juventud. La violencia se contagia, envilece a las personas y destruye los cimientos de la convivencia civilizada. Debemos exaltar las virtudes históricamente probadas de hombres y mujeres de esta región en la creación material, las artes populares y la vida política y espiritual de México, y sus grandes aportes a la identidad nacional desde la época de la Nueva España hasta el presente.•

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Cultura de paz dossier

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Apatzingán: cultura de paz josé carreño carlón

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Postales de Apatzingán, Michoacán socorro venegas

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Alianzas para una cultura de paz jorge melguizo

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Las barbas del profeta eduardo mendoza

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Fábrica de colores La vida del inventor Guillermo González Camarena carlos chimal

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La musa callejera revisitada mauricio tenorio trillo

José Carreño Carlón Director general del fce

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Martha Cantú, Susana López, Socorro Venegas, Karla López, Octavio Díaz y Juan Carlos Rodríguez Consejo editorial Roberto Garza Iturbide Editor de La Gaceta Ramón Cota Meza Redacción León Muñoz Santini Arte y diseño Andrea García Flores Formación Ernesto Ramírez Morales Versión para internet Jazmín Pintor Pazos Iconografía Impresora y Encuadernadora Progreso, S. A. de C. V. Impresión Suscríbase en www.fondodeculturaeconomica.com ⁄editorial ⁄ laGaceta ⁄ [email protected] www.facebook.com ⁄ LaGacetadelFCE La Gaceta es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227, Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Ciudad de México. Editor responsable: Roberto Garza. Certificado de licitud de título 8635 y de licitud de contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de febrero de 1995. La Gaceta es un nombre registrado en el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro postal, Publicación periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716

La trompetilla acústica leonora carrington

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Nashville o el juego del lobo antonia michaelis

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Los diplomáticos mexicanos y la Segunda República Española josé carreño carlón

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Ilustración de portada ©fce

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Si las paredes hablaran luis jorge boone

poema

En la hora canina del decreto Renato Tinajero En la hora canina del decreto que al tablero nos une en una vasta telaraña, perdida la noción de lo presente, ¿no es verdad, señora mía, que apretujados en la canalla multitud la moneda corriente es el soborno y se trafican el dolor, las horas, la franqueza? ¿No es verdad? Tu vestido de domingo en pleno miércoles, ¿no es verdad que es un domingo para ti, domingo clandestino comprado en alto precio, personal e intransferible como el hambre? Tan sólo hay que aferrarse. Tan sólo hay que aferrarse al borde, resbaladizo, del tablero: la pequeña certeza en la que pactamos y nos reconocemos, sostenidos en este minuto de silencio por los que claudicaron. ¿Ya las ves? ¿Las ves multiplicarse, las vocales, en número mayor, mucho mayor que cinco, en este viejo pero aún pródigo alfabeto?•

Cuando la moneda corriente es la mentira, sólo queda aferrarse a la mínima certeza de las reglas del tablero. El fce acaba de publicar Fábulas e historias de estrategas, libro que valió al autor el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, 2017.

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Cultura de paz, palabra y memoria dossier 558

Presentamos amplia información sobre la puesta en marcha del Centro Cultural La Estación en Apatzingán, Michoacán, iniciativa del fce para contribuir a fortalecer una cultura de paz en la región. ¶ Adelantamos fragmentos de los libros de próxima publicación Las barbas del profeta de Eduardo Mendoza, Fábrica de colores. Biografía de Guillermo González Camarena de Carlos Chimal, Hablo de la ciudad. Los principios del siglo xx x desde la Ciudad de México de Mauricio Tenorio Trillo, La trompetilla acústica de Leonora Carrington, Nashville o el juego del lobo de Antonia Michaelis y la presentación de Los diplomáticos mexicanos y la Segunda República Española por José Carreño Carlón. ¶ Hacemos reconocimiento al poeta Renato Tinajero, cuyo libro Fábulas e historias de estrategas acaba de ser publicado por esta casa. ¶ Nuestra concurrida sección Trasfondo presenta un relato de búsqueda de identidad de Luis Jorge Boone. ¶

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cultu ra de paz, pala b r a y m em o r ia

Apatzingán: cultura de paz El fce se enorgullece en presentar los primeros resultados del Centro Cultural La Estación en Apatzingán, Michoacán, en el libro Cultura de paz, palabra y memoria. A menos de cuatro años de iniciado el proyecto, La Estación es ya una realidad que irradia cultura en la región de Tierra Caliente, y es un modelo a ser replicado en otras regiones del país convulsionadas por la violencia. Una apuesta a vencer el miedo, afirmando el poder de la cultura. Presentamos el prólogo por José Carreño Carlón, director de esta casa editorial. josé carreño carlón

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n 2013 el Fondo de Cultura Económica emprendió la tarea de desarrollar un centro cultural en Apatzingán de la Constitución, corazón de la Tierra Caliente michoacana, tan llena de significados para la historia y para el presente de nuestra nación. Pronto nos dimos cuenta de que no sólo se trataba de rehabilitar el viejo edificio de la antigua estación de ferrocarril. Tampoco bastaba abrir una nueva librería u ofrecer un programa de talleres. Eso resultaba indispensable. Pero también era fundamental crear un modelo que respondiera a la realidad urgente de una comunidad violentada. Ese modelo debería basarse en una cultura de paz, y muy pronto nos percatamos que tenía que ser diseñado para replicarse luego en otros lugares con necesidades similares. Los pilares del modelo de acción que surgió en Apatzingán son una estrecha colaboración de los tres órdenes de gobierno: el municipal, el estatal y el federal; una intensa participación de la comunidad, bajo el convencimiento y el compromiso de refundar juntos una nueva forma de comunidades e instituciones, a través del desarrollo de una cultura de paz en la región. Por supuesto, no lo hemos hecho solos: ha sido fundamental el compromiso y el apoyo del gobernador Silvano Aureoles y su equipo, y del presidente municipal de Apatzingán, César Chávez Garibay, lo mismo que el respaldo de los secretarios de Educación, Aurelio Nuño Mayer, y de Cultura, Rafael Tovar y de Teresa (q.e.p.d.), y más recientemente de María Cristina García Cepeda. En muy poco tiempo el modelo ha mostrado su pertinencia: el Consejo Nacional de Fomento para el Libro y la Lectura lo ha incluido como un programa estratégico de su Programa de Fomento para el Libro y la Lectura 2016-2018. Ésta es una apuesta a vencer el miedo, a erradicar el terror que en algunas zonas del país han generado la violencia y la inseguridad. Y es una apuesta ganadora porque nace de una estrategia de no violencia y confía en el poder de la palabra, el poder de la lectura y también de la escritura, como vehículos de reconstitución del tejido social. Para el Fondo de Cultura Económica ha sido un privilegio sumarse a los michoacanos en esta tarea de rescatar con orgullo su pasado histórico, como punto de partida para trazar horizontes de esperanza. Desde esta perspectiva, nos hemos prometido dejar atrás los estereotipos y los prejuicios trazados en los medios por la violencia, y poner por delante la imagen de estas comunida-

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des que —lo hemos comprobado— son alegres, trabajadoras y productivas. Y hasta allá han ido a conocer estos otros rostros de la Tierra Caliente escritores como Julián Herbert, Eduardo Antonio Parra, Orfa Alarcón, Antonio Ramos Revillas, César Silva, Agustín Cadena, Armando Alanís, Jaime Mesa, Héctor Alvarado, quienes han compartido con los jóvenes libros, lecturas y escrituras. A lo largo de estos tres años de presencia del fce en la región, hemos aprendido mucho de sus habitantes. Hemos leído los textos de las mujeres que han escrito, en nuestros talleres, conmovedores testimonios de vida; hemos compartido momentos inolvidables con los jóvenes que han descubierto que leer y escribir son experiencias transformadoras. También ha trabajado en este proyecto el gran ilustrador Ricardo Peláez, autor de varios libros publicados por el Fondo. Ricardo acompañó a los niños de Apatzingán a que escribieran y dibujaran en cómics sus historias de vida, un taller muy afín al otro de autorretratos que organizamos hace tres años, donde participaron 500 niños cuyos frutos ahora podemos admirar —y amar— en la fuente de la explanada del centro cultural. Esos rostros entrañables de los niños de Apatzingán son los que les dan la bienvenida a todos a este lugar de puertas abiertas a la convivencia y a los mensajes de paz. Asimismo, hemos recibido visitas internacionales. Desde Argentina llegó la especialista en lectura y primera infancia María Emilia López, quien no sólo ofreció un curso a los talleristas del centro cultural, sino a decenas de docentes de educación básica que pidieron participar. Otra visita que resultó medular fue la de Jorge Melguizo, uno de los creadores de un gran proyecto realizado en Medellín, Colombia, que demostró que la cultura es un potente motor de cambio social. Melguizo ha sido profesor universitario y ocupó la Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín. Desde allí impulsó, entre otros, dos proyectos que han sido esenciales para transformar esa capital que en un tiempo fue considerada como la más violenta del mundo. Esos proyectos son la Fiesta del Libro y los Parques Biblioteca. Cuando el fce recibió la encomienda presidencial de crear en Apatzingán un Centro Cultural como los que tiene en algunas de las principales ciudades del país, un amigo común me presentó a Jorge, que ya venía de la experiencia de contribuir a liberar a su ciudad de los círculos viciosos de la violencia. Y Jorge, con gran generosidad, me compartió sus experiencias y más tarde nos ayudó

a gestionar una visita a Medellín de dos funcionarias del Fondo, Martha Cantú y Socorro Venegas, para que conocieran aquella experiencia in situ. Y la principal lección que entonces asimilamos fue precisamente la necesidad de propiciar la más intensa participación de la comunidad en este tipo de proyectos. Luego vino Jorge a un encuentro que organizamos en el marco de los 80 años del fce, y allí cotejamos sus experiencias con las experiencias mexicanas de los Faros de la Ciudad de México, y las que realiza en Sinaloa y otros estados el notable escritor Élmer Mendoza. Era natural que Jorge visitara Apatzingán, en donde ofreció una conferencia que cimbró verdaderamente a la comunidad. En este libro incluimos algunas de las ideas que vertió entonces. Hoy, cuando ya hemos concluido la rehabilitación arquitectónica de la Casa de la Cultura y la hemos visto transformarse y afirmarse en su vocación e identidad como el Centro Cultural La Estación, es una alegría enorme entregar a la comunidad el proyecto completo que incluye una hermosa librería, espacios dignos para talleres de música, artes plásticas, una ludoteca, lectura con bebés, un espacio de cultura digital, un auditorio en el interior y otro al aire libre. Sin embargo, las mayores transformaciones pueden resultar intangibles a simple vista, aunque no para la sensibilidad de quienes trabajan día a día en este Centro Cultural con la comunidad, comprometidos todos en la tarea de restituir el tejido social a través de la cultura. Y como decía al principio, todo esto con un modelo construido colectivamente, a partir de la experiencia y el trabajo de personas a las que quiero agradecer por haberse sumado al equipo de trabajo convocado por el Fondo en Apatzingán: Ema Beltrán Vargas, Daniel Benítez Pérez, Denisse Michel Cervantes Torres, Miriam Domínguez Paleo, Gardenia García Martínez, Dania Yunuen Gil Tamayo, Martha Luna Márquez, María Dolores Magaña Godínez, Patricia Magaña Torres, Rafael Martínez Peña, Miguel Ángel Pahuamba, Uriel Ramírez Hernández, Adriana Rincón Chávez, José Ramiro Rodríguez Moreno, Claudio Rodríguez Naranjo, Dilea Zacil Torres Flores, Elizabeth Villa Peñaloza y Adriana Berenice Zavala Cruz. Agradezco también el apoyo y la solidaridad del doctor Sergio Aguayo, organizador del Seminario Violencia y Paz de El Colegio de México, un espacio de reflexión fundamental que ayudó a extender las redes de trabajo del fce con investigadores como Froylán Enciso. Muy fructífero ha sido también el respaldo del doctor José Antonio Serrano, presidente de El Colegio de Michoacán (Colmich), quien nos puso en contacto con investigadores como Juan Ortiz y Esteban Barragán, solidarios y comprometidos con el estudio y difusión del patrimonio natural y cultural de Michoacán. Merece una mención especial uno de los proyectos donde el Colmich y la Universidad Michoacana se sumaron a la convocatoria de la Secretaría de Cultura y del fce, y que ilustra la enorme riqueza del trabajo en equipo: juntos creamos una plataforma web con un sistema de administración y divulgación de acervos bibliográficos, fotográficos, de audio y video sobre el estado. Y claro, el primer material que comenzó a registrarse fue precisamente el de Tierra Caliente. Una sección fundamental de esa plataforma acogerá un proyecto de rescate de la memoria colectiva de la región; ahí la gente podrá subir fotografías, postales, documentos históricos, mapas, audios con historias o crónicas de las personas del pueblo o de la región. Estos documentos serán organizados y catalogados por el Centro Cultural, para convertirse en un acervo colectivo. Es muy justo decir que este recuento de días y trabajos no sería posible sin el trabajo intelectual y sensible de Luz María Chapela, quien tuvo a su cargo la formulación del modelo y, a pesar de la enfermedad que la aquejaba, no cesó de trabajar en este proyecto que continuaron sus colegas Estela Vázquez, Verónica Espinosa, Carlos Antonio de la Sierra y Ricardo Lugo, quienes crearon la propuesta pedagógica del modelo. Hace tres años, durante la clausura de un curso de verano en Apatzingán, donde atendimos a más de 400 pequeños, un grupo de niñas organizó la presentación de uno de los libros de las colecciones para Niños y Jóvenes del fce: De cómo nació la memoria de El Bosque de Rocío Martínez, donde los personajes de un pueblo descubren que un solo hombre puede hacer desaparecer todo un bosque, pero también un solo hombre puede mantenerlo vivo. Ese hombre somos todos nosotros.•

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Postales de Apatzingán, Michoacán Los esfuerzos y las peripecias del personal del fcee y colaboradores en la puesta en marcha del Centroo ecta Cultural La Estación son relatados de manera directa por Socorro Venegas, coordinadora de obras para niños y jóvenes de este grupo editorial. Un faro de esperanza cultural brilla en Apatzingán. socorro venegas

Para Luz María Chapela, quien puso tanta luz en esta experiencia.

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magina estar sentado para platicar con algunos niños antes de invitarlos a dibujar o a leer una historia juntos. Haces la pregunta usual para romper el hielo: ¿Cuál es su comida favorita? ¿Qué quieren hacer cuando crezcan? Pero esta vez escuchas algo muy distinto. Los niños quieren ser sicarios. Quieren armas, quieren ser como sus padres o tíos. Ésos son sus héroes. Ésa fue exactamente la situación que encontramos en junio de 2014 en Apatzingán de la Constitución, Michoacán, una ciudad de poco más de 100 mil habitantes, situada en la región de Tierra Caliente, México, y uno de los lugares más golpeados por la violencia del crimen organizado. Ésta es la primera vez que el fce, editorial estatal con más de 80 años de existencia, articula sus proyectos culturales para promover la lectura en uno de los lugares y momentos más explosivos de la historia del país. El proyecto consistía en la apertura de un espacio cultural, pero el director del fce, José Carreño Carlón, sugirió que no debíamos esperar a que las paredes se construyeran: empezar a construir la arquitectura social era urgente. Reunimos a un equipo de expertos, entre ellos la escritora y diseñadora de modelos de intervención comunitaria y cultural Luz María Chapela, y las gestoras culturales Martha Luna Márquez y Miriam Domínguez Paleo, estas últimas vecinas de Apatzingán. Después se sumaron otras personas, todas valiosas, y otras instancias, ya mencionadas en el prólogo. Por ahora quiero contar cómo empezamos. Era esencial trabajar con un equipo de gestores dentro de la comunidad; así fue como llegamos a involucrar a un grupo de promotores independientes bien conocidos en la zona por su compromiso y valor; gente que desde hace años arriesga su integridad física impartiendo talleres lúdicos de lectura, creatividad y música en colonias apartadas y rancherías de la región. Algunos de ellos incluso trabajan en espacios públicos donde las actividades han sido súbitamente interrumpidas por grupos de delincuentes que zanjaban sus disputas a tiros, y donde talleristas y niños habían tenido que tirarse al suelo para evitar un encuentro fortuito con una bala perdida. Con la ayuda de estos promotores culturales —héroes de verdad— comenzamos a desarrollar el proyecto del fce. Apatzingán da la bienvenida a los recién llegados con casi 40 grados de temperatura ambiental; se puede sentir en cada milímetro del cuerpo por qué llaman a esta zona Tierra Caliente. Viajamos desde Morelia, capital de Michoacán, en un vehículo oficial del fce, sin saber si el logo de la editorial es mejor que cualquier otro, si causa curiosidad entre policías, soldados, traficantes de drogas o autodefensas. Más adelante, cuando culmina la primera etapa de la obra arquitectónica, escucharemos rumores de que el logo del Fondo es asociado ¡con una cruz templaria! Apatzingán también es el negocio de los cirujanos plásticos y las jovencitas que al cumplir quin-

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ce años piden como regalo un arreglito; de la agencia de renta de limusinas en una comunidad con varias calles sin pavimentar. Un lugar cimbrado y en vías de recuperar la viabilidad institucional: en tres años trabajamos con tres presidentes municipales distintos y al menos un par de encargados de despacho. Es un hecho que aquí hay una gran cantidad de personas armadas que luchan, por causas diferentes, sobre estas tierras de gran riqueza natural. A lo largo de nuestros muchos viajes a la región eventualmente nos encontramos con esos grupos, a veces sin saber cuál era cuál. Después de algunas visitas iniciales de exploración, decidimos, junto con las autoridades locales, renovar una muy descuidada casa de la cultura construida en una antigua estación de tren, que se convertiría en el hogar del centro cultural del fce. Las vacaciones de verano se acercaban, junto con una inmejorable oportunidad: el comienzo de los talleres de verano que reunirían a más de 700 niños de Apatzingán. Diseñamos varios talleres que se impartirían junto con los cursos que tradicionalmente ofrecía la casa de cultura. Trabajamos con la premisa de que era importante respetar lo que ya se había hecho en la zona, al tiempo que se añadían los talleres del fce a la mezcla: lectura y escritura, autorretratos, cómics, juegos, música tradicional y narración para niños, jóvenes y adultos. La respuesta a uno de los talleres nos sorprendió en particular: reunimos a un grupo de mujeres, muchas de ellas viudas o abandonadas por maridos que se habían unido a grupos del crimen organizado, habían sido encarcelados o su estatus era simplemente el de desaparecidos; a ellas se les ofreció el taller de escritura autobiográfica “Yo cambio mi historia”. Al principio los relatos fluían despacio, con timidez, pero pronto la escritura comenzó a cumplir con uno de sus más nobles propósitos, le dio a estas mujeres la salida catártica que tanto necesitaban. Nos hablaron de sus esperanzas, pero también de sus miedos más grandes: por ejemplo, que sus hijos crecieran sólo para ser reclutados por los delincuentes. Cuando empezaron a poner sus emociones en palabras, también fueron capaces de entenderlas y resignificarlas: descubrieron que eran capaces de hacer cambios, ya fueran grandes o pequeños, pero suficientes para ayudarles a hacerse cargo de sus propios destinos. Más difícil estaba resultando conseguir que los jóvenes se acercaran al centro cultural. Por eso decidimos ir en busca de ellos. Comenzamos el programa “Una saga: escritores en Apatzingán”, viajando con escritores para visitar escuelas y organizar talleres de escritura y charlas dirigidos a muchachos estudiantes de bachillerato. Ahí han estado Julián Herbert, Eduardo Antonio Parra, Orfa Alarcón, Antonio Ramos Revillas, Agustín Cadena, César Silva, Jaime Mesa, Héctor Alvarado y Armando Alanís, quien reprodujo la experiencia de “Acción Poética” con los muchachos de la localidad. Al final de cada experiencia invitamos a los jóvenes a continuar acercándose a la lectura y a la escritura en el centro cultural, donde hay un taller y otras actividades diseñadas especialmente para ellos.

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Los cursos de verano se convirtieron en nuestro proyecto piloto. Al interactuar directamente con la comunidad tuvimos una mejor comprensión de las personas, sus necesidades y lo que necesitaban del centro cultural. Con una visión clara de lo que queríamos lograr, establecimos un sistema para ayudar a coser los hilos emocionales de confianza en una comunidad profundamente dañada. Día a día, desde ese verano candente, seguimos aprendiendo mucho de lo que un proyecto cultural puede lograr en una comunidad violentada. Al taller de lectura con bebés, donde todas las participantes eran mujeres con sus pequeños hijos, llegaron de pronto los papás a pedir que los horarios se ampliaran porque ellos también querían leer con sus hijos. Entre los adolescentes que leyeron y escribieron con los autores que visitaron sus escuelas ya hay quienes sueñan con volverse escritores. En el taller de cómic dirigido por uno de los ilustradores publicados por el fce, Ricardo Peláez, nos encontramos con un pequeño niño que nos contó cómo una vez había prendido fuego a su casa: su madre lo encontró cuando las llamas ya le estaban quemando la ropa. El niño, con una enorme sonrisa, nos dijo cómo su mamá lo apagó con un cubo de agua. En sus dibujos podía verse su cuerpo envuelto en llamas, así como el abrazo que su madre le dio. En otro taller, más de 500 niños pintaron sus autorretratos en mosaicos, los cuales se colocaron en la base de una fuente en la explanada del centro cultural. La idea es que absolutamente todos sepan que éste no es un lugar para la violencia, que pertenece a la comunidad y que cada uno de esos rostros quiere crecer y vivir en paz. Entrar y salir de Apatzingán. Más de una vez nos tocaron retenes organizados por autodefensas. A veces logramos pasar los filtros al mostrarles que teníamos un boleto de avión y que podíamos perder el vuelo. Otras veces simplemente no pudimos entrar a Apatzingán y volvimos a Morelia. Había que convencer a personas vestidas de civiles profusamente armadas; de ésas a las que no queremos ver más, quizá de ésas a las que sus hijos y sobrinos aún admiran. Al final de los cursos de verano los niños hicieron un gran mural donde pintaron a un hombre gentil, abierto y limpio. Usa un sombrero del tipo que se ve aquí en Tierra Caliente. En su cuerpo los niños pintaron los lugares que más quieren: sus hogares, el espacio cultural, la iglesia, la escuela, y bautizaron al personaje como “El Señor Apatzingán”. Más tarde, el presidente municipal César Chávez vio el mural y con una gran sonrisa exclamó: “¡Es un cortador de limón!” Los niños han representado al hombre trabajador de estas tierras. También pintaron la riqueza natural de su región: se pueden ver árboles y frutas en un paisaje verde. Fuera de Apatzingán, las cosas que se escuchan acerca de este lugar son quizá muy diferentes: las personas lo describen casi como una zona de guerra. Hay razones para ello. Pero prestemos atención a los niños. Veamos Apatzingán de la manera en que ellos lo hacen.•

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Alianzas para una cultura de paz La experiencia de reconstitución del tejido social en Medellín, Colombia, en el último cuarto de siglo, es relatada por uno de sus participantes. El desarrollo sostenible debe incluir a la cultura, y su promoción es tarea de todos. Participación cultural es creación de ciudadanía. jorge melguizo 1

Antes del inicio Los horrores y dolores de Apatzingán y de tantos otros lugares de México, de Colombia, de Latinoamérica, del mundo, tienen que poder convertirse en el punto de partida para construir la esperanza. Esperanza que no olvide esos horrores y esos dolores, y que se convierta en la posibilidad de pensar juntos las salidas, de soñar juntos los caminos, de construir juntos las transformaciones necesarias. Esperanza para no tener más 6 de enero, para no escuchar nunca jamás la frase que aún resuena en estas calles: “mátenlos como perros”.2 Esperanza de que no haya impunidad. Esperanza de que ningún civil se alce en armas, por ninguna circunstancia. Este espacio cultural es un símbolo de esperanza. Nuestros territorios deben llenarse de centros culturales, para que el horror y el dolor se conviertan en memoria, en creación, en sueños, en hechos de transformación personal y colectiva. “¿Cuáles son los asuntos a resolver en nuestra cultura para lograr que no se reediten o transformen estos conflictos en otros?”3 Las preguntas que debemos hacernos ¿Qué es una alianza para una cultura de paz? ¿Qué es una cultura de paz? ¿Qué es la paz? Esas tres preguntas, y la que nos propone Lucía González más arriba, seguirán siendo preguntas al final de esta reflexión. Pero avanzaremos en algunas respuestas y, especialmente, espero que avancemos en otras preguntas que nos ayuden a pensarnos y a construirnos. Vengo de Medellín, Colombia, una ciudad que como pocas en el mundo ha vivido los horrores y los dolores de las violencias de todo tipo: la de las guerrillas, la de las autodefensas, la del narcotráfico, la de las bandas criminales, la de sectores del Estado y, por supuesto, nuestras propias violencias cotidianas, derivadas de todas las anteriores, resultado del poco valor de la vida en una sociedad 1 El presente texto proviene de la conferencia dictada por el autor en el Centro Cultural del Fondo de Cultura Económica de Apatzingán, Michoacán, el 18 de abril de 2016. Jorge Melguizo es comunicador social y periodista. Actualmente es consultor y conferencista internacional en gestión pública, cultura, cultura ciudadana y proyectos urbanos integrales para la transformación integral de los barrios con mayores niveles de pobreza y de violencia. Fue secretario de Cultura Ciudadana (2005–2009) y secretario de Desarrollo Social (2009–2010) de la Alcaldía de Medellín. 2 El 6 de enero de 2015 Apatzingán presenció una masacre cuyo resultado fue el de 16 muertos y decenas de heridos. De acuerdo con la investigación de la periodista Laura Castellanos, policías federales dispararon contra un centenar de integrantes de la Fuerza Rural mientras éstos realizaban un plantón en los portales del Palacio Municipal de Apatzingán. Según la investigación periodística, los policías gritaban: “¡Mátenlos como perros!” Véase . 3 Lucía González, directora del Museo Casa de la Memoria de Medellín desde inicios de 2013 hasta fines de 2015. Arquitecta, ha hecho y desecho mil y más cosas en su vida, pero, fundamentalmente, ha sido una constructora de caminos de convivencia desde los lugares en los que ha estado.

enferma por años de guerra interna, na, de exclusión e inequidad. Y la pregunta que nos seguimos haciendo es qué es lo que hay en nuestra forma de hacer, en nuestra forma de relacionarnos, en nuestra forma de asumirnos, que hace que la vida valga tan poco y que acabar con la de otro sea tan fácil para muchos. Un asesinato, miles de asesinatos, una masacre, cientos de masacres, la desaparición forzada, la barbarie en la muerte, el ensañamiento con la población más débil, se han convertido en Colombia y en México en asuntos cotidianos. Terminamos incluso aceptando como válidos algunos de esos hechos de violencia, terminamos aceptando que quitarle la vida a otro tiene algún sentido. Y no, ni podemos aceptarlo ni podemos permitirlo. La vida es sagrada. O debería serlo. Un hombre de barrio popular nos dijo hace unos pocos años, en una calle de la zona nororiental de Medellín, uno de los lugares donde hay más gente en la pobreza y donde se han presentado más hechos violentos en la historia de la ciudad: “ésta es una violencia vacía, no tiene más contenido que la muerte”. Esa frase requiere una reflexión que no hemos propiciado suficientemente. Esa frase requiere de la sociedad entera unas respuestas que aún no logramos construir. Esa frase nos reta, nos impele, nos está diciendo que es hora de buscar nuevas y mejores y respuestas en esa enorme tarea de la formación de la ciudadanía, en esa necesaria tarea de cambiarnos no sólo la piel sino el alma. Dice Jesús Abad Colorado, fotógrafo colombiano, en su muy bello y muy duro libro Mirar de la vida profunda: Tal vez ningún evento sea tan revelador de la condición humana como la guerra. Aunque su destrucción es la antiestética por excelencia, aquellos hombres y mujeres que la sobreviven, sus pertenencias, sus historias colectivas e individuales, son la personificación de la solidaridad y el amor, de la dignidad y la resistencia contra la testarudez y la impiedad de los verdugos y los corruptos. Ellos, los sobrevivientes, los que resisten y lo que les queda, son la estética y la vida en medio del dolor.

Noel Gutiérrez, habitante de Bojayá, en la selva del Río Atrato colombiano, es uno de los sobrevivientes de un enfrentamiento entre la guerrilla de las farc y las autodefensas (grupos paramilitares) que dejó 119 muertos, entre ellos 48 niños y niñas. Su doloroso canto4 nos ayuda a entender y, aunque parezca extraño, nos ayuda a soñar.

4 De la serie Bocas de Ceniza, producida por el artista Juan Manuel Echavarría entre 2003 y 2004. Véase .

Cultura, ciudadanía, convivencia En C E Colombia l bi y en Mé México, i países í atravesados t d por todas las iniquidades y por todas las violencias, tenemos un imperativo ético: la construcción de una nueva sociedad, de una nueva ciudadanía. No se trata de emprender el rescate de unos valores. Se trata, precisamente, de todo lo contrario: de emprender, colectivamente, desde todos los escenarios territoriales, la construcción de unos nuevos valores que nos permitan enfrentarnos con nuestra propia historia, pasada y reciente, y salir airosos. Cuando se habla de desarrollo sostenible siempre se piensa en tres dimensiones: social, ambiental y económica. Naciones Unidas, en la revisión de los Objetivos del Milenio y la creación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 20305 debería haber incorporado (y se fracasó en el intento para que lo hiciera) a la cultura como uno de los cuatro pilares del desarrollo: El desarrollo humano sólo puede ser efectivo si asume una consideración explícita de la cultura y sus factores como la memoria, la creatividad, la diversidad y el conocimiento [Cultura 21: Acciones, 2015: 5].

Latinoamérica tiene una enorme riqueza, que no conoce ni reconoce y que ha dilapidado. Esa riqueza social, ambiental y económica es, también, una enorme riqueza cultural. En ella está una de las grandes oportunidades para la construcción de eso que podemos ser. La cultura, como una posibilidad para entendernos y para construirnos. La fórmula es sencilla: entender que la cultura es mucho más que las artes, asumirla como clave en la construcción de equidad, inclusión y convivencia, invertir en la cultura con la certeza de que es una inversión estructural, y potenciar, potenciar, potenciar… lo que ya se hace.6 Medellín ha venido construyendo, en los últimos 25 años y como reacción ciudadana frente a todas las violencias, capital humano y social, formando capacidad instalada, ensayando proyectos de intervención en los barrios más pobres (que son, casi siempre, donde también se viven con mayor fuerza las diferentes violencias), fortaleciendo la sociedad civil organizada, es decir, las ong, las organizaciones comunitarias, las veedurías ciudadanas7 (vigilantes y analizadores de la gestión 5 Véase . 6 De acuerdo con la definición de Declaración Universal de la Diversidad Cultural de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco), la cultura es “el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”. [E.] 7 Puede verse un ejemplo muy interesante de veeduría ciudadana en . Esta veeduría está confor-

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a lia nza s pa ra u na cu ltu ra de pa z

En Colombia y en México, países atravesados por todas las iniquidades y por todas las violencias, tenemos un imperativo ético: la construcción de una nueva sociedad, de una nueva ciudadanía. No se trata de emprender el rescate de unos valores. Se trata, precisamente, de todo lo contrario: de emprender, colectivamente, desde todos los escenarios territoriales, la construcción de unos nuevos valores que nos permitan enfrentarnos con nuestra propia historia, pasada y reciente, y salir airosos.

pública), las mesas intersectoriales, los consejos municipales asesores y cogestores en diferentes temas claves de la ciudad (juventud, infancia, mujeres, afrodescendientes, cultura, lgtb, ancianos, discapacidad, etcétera). He dicho, y suena muy irónico, que las duras violencias que hemos vivido y sufrido como sociedad nos han generado también ese resultado positivo de la disposición y actitud colectiva de buscar intensamente salidas pacíficas, de buscar desesperadamente (con menor y mayor éxito, con menor y mayor calidad) proyectos sociales que realmente funcionen, de ensayar una y mil fórmulas de acciones de prevención y de promoción de valores y de estilos de vida saludables. La cultura, y en especial lo que hemos denominado en Colombia desde hace 20 años la cultura ciudadana (que se puede resumir como la forma en que nos comportamos en relación con el otro y por fuera de los espacios privados), juega un papel fundamental en ese fortalecimiento de la sociedad civil, en la preparación de la comunidad para su mayor y mejor participación, en la generación de cultura política, en la formación de ética civil desde las políticas públicas, en la construcción de nuevos referentes, en el cuestionamiento a comportamientos y maneras de vivir y en el desarrollo de proyectos que nos lleven a terrenos de entendimiento y de respeto por el otro y no a su exclusión y eliminación, que en Colombia se da no sólo metafórica sino literalmente. Somos una sociedad, la colombiana, que ha tumbado, que ha excluido, todo lo que no es capaz de entender. El reto inmenso, y es un reto básicamente cultural, es construir una sociedad que escuche, que interprete, que interpele y se deje interpelar, que sea respetuosa de la diversidad y que logre ver en esa diversidad una riqueza y no un peligro permanente. Un gran desafío es, entonces, que: Los procesos culturales sirvan para la constitución de sujetos, para que la gente pueda desarrollar por sí misma proyectos culturales de transformación de su realidad individual o colectiva. Y ello implica crear dispositivos para pensarse de manera crítica como sociedad y como sector, construir condiciones y subjetividades incluyentes, y poner en juego los diversos relatos de lo social y los diversos sectores sociales. [Plan de Desarrollo Cultural de Medellín, 2011: 8].

Toda política de desarrollo, por lo tanto, debería incorporar la dimensión cultural basada en los derechos y libertades fundamentales con el objetivo de que cada quien pueda realizar su proyecto de libertad personal. En nuestros países, esa perspectiva de realización personal se le ha dejado, hasta ahora, a la educación y a la economía, pero la cultura ha estado ausente (o excluida) de esa ta-

mada por la Cámara de Comercio, la Federación de ong, dos periódicos, una universidad privada y dos ong del sector empresarial.

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rea de la autonomía y de la emancipación personal y colectiva. Por cierto, en declaraciones como las de la unesco o en documentos como los de la Agenda 21 de la Cultura8 están los principios básicos para que un proyecto cultural local o nacional tenga sentido. Pero muchas de esas declaraciones y agendas internacionales se han quedado en palabras escritas y no se han convertido en políticas y presupuestos públicos, en estrategias, programas y proyectos. El camino es fácil: sólo hacen falta decisiones políticas y acciones concretas para que esas decisiones se vuelvan realidad. Una de esas acciones concretas necesarias es la de aumentar el presupuesto para la cultura en los gobiernos locales, regionales y nacionales. Un dato evidencia la necesidad de lo anterior: el presupuesto del Ministerio de Defensa de Colombia entre 2001 y 2010 equivale al presupuesto anual del Ministerio de Cultura ¡para 2 100 años! Inés Sanguinetti, argentina, directora del colectivo cultural Crear Vale la Pena, dice: ¿Cómo podemos invertir tan poco en cultura cuando todo lo que necesitamos para construir bienestar —terminadas todas las recetas— es reinventar un futuro desde un presente más creativo? [Cultura para la Transformación, 2014: 20].

La convivencia pacífica y plural es un gran desafío en nuestras ciudades y países: pareciera que el proyecto civilizador está aún muy lejos de algunos de nuestros contextos, y me refiero acá principalmente a las realidades colombianas. La cultura debe llevarnos a buscar acuerdos sobre lo fundamental, en torno a los sentidos compartidos, desarrollando acciones de coexistencia pacífica bajo principios éticos de justicia, equidad, participación, corresponsabilidad, inclusión y reconocimiento activo de la diversidad. William Ospina9 escribió en una de sus columnas (Lo que no sabe ver la política, publicada en diciembre de 2009 en el diario El Espectador):

La ciudadanía es una convergencia en el individuo de cuatro grandes dimensiones de la persona: cívica, política, social y cultural. [Marshall, 1950].

Dice Iván Nogales, boliviano, director de Compa, Comunidad de Productores de Arte, en El Alto, La Paz: La participación es un hecho político hacia el desmontaje de cualquier rasgo colonial de ejercicio vertical, que niega una plena realización de personas y colectivos [Cultura para la transformación, 2014: 24].

Dice Célio Turino, brasilero, quien fuera secretario de Ciudadanía Cultural en la presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva: Difundir una cultura que sea un medio de crítica y de conocimiento es un camino para la ampliación de la ciudadanía. Vista de este modo, la cultura deja de ser un bien secundario en este continente nuestro de tantas carencias y pasa a ser un bien social, así como la salud y la educación [Cultura para la transformación, 2014: 30].

Artistas que construyen ciudadanía El día va a creciendo hacia ti como un fuego desde el alba desnuda demudada de frío

idea vilariño (poeta uruguaya) Y ¿cómo se puede concretar todo lo anterior? En esta última parte presento algunos ejemplos de proyectos culturales que logran unir cultura + educación + comunidad, y que podrían ser de interés para quienes estén pensando en la cultura como clave en la transformación de sus territorios. Tomo el nombre de un proyecto que realiza la Corporación Cultural Nuestra Gente, del barrio Santa Cruz, en la Comuna 2, zona Nororiental de Medellín. corporación cultural nuestra gente

[…] ¿De verdad alguien puede creer con sinceridad que sería posible pacificar a Colombia sin emprender un gran proceso cultural de construcción de una verdadera solidaridad nacional, un movimiento profundo y democrático de dignidad, de respeto por los otros, una inversión generosa y original en caminos creadores de convivencia? […] Ninguna solución militar nos hará más capaces de convivir y de respetarnos; ni nos dará dignidad, principios morales, conocimiento de la memoria común, conciencia de unos orígenes compartidos, de un orden de leyendas y mitos que nos permitan reconocernos unos en otros, y dejar atrás esta niebla de racismos y de clasismos, de estratificaciones y repulsiones que el país arrastra desde siglos y que lo mantiene anclado en problemas de la Edad Media y en soluciones igualmente medievales […] Si juzgamos por los recursos que le asignan, comparados con los descomunales presupuestos de la guerra, aquí siguen creyendo que la cultura es una suerte de ornamento inoficioso de la sociedad. Pero si las sociedades conviven es fundamentalmente por su cultura, por su manera de utilizar el lenguaje, por los principios que se afirman en las conciencias, por la actitud de unos ciudadanos hacia los otros. Cosas que no se inventan en un día, pero que es inmensamente necesario recuperar cuando toda una sociedad, empezando por sus propias élites, ha avanzado tanto por el camino de la indiferencia, de la inhumanidad y de la claudicación en los principios [...].

Una tarea cultural urgente es la de la generación de mayores y mejores espacios para la participación, empezando por eso que comúnmente llamamos como cultura política: nos falta aún mucho en cultura política, para evitar que la democracia sea una cooptación clientelar y criminal, o se reduzca a salir a votar cada tanto. Decía Thomas H. Marshall hace 70 años: 8 La Agenda 21 de la Cultura es un acuerdo de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (cglu), espacio de las ciudades en la onu. Existe desde 2004 y es una carta de navegación sobre el papel de los gobiernos locales en la cultura, que se actualiza de manera permanente. En Bilbao se hizo, en marzo de 2015, el nuevo documento sobre Acciones post Objetivos del Milenio 2015. Puede verse mucha información en internet, buscando por Agenda 21 de Cultura. 9 Colombiano, escritor, poeta, generador con sus ensayos y artículos de prensa de reflexiones sobre el país que somos y que podríamos ser. Busquen sus columnas semanales de domingo en el diario El Espectador.

[…] Durante estos 27 años se ha desarrollado un proceso permanente de formación y capacitación que se inspira en el arte y la cultura como herramientas para el trabajo comunitario, humano y artístico, entendiendo ello como una opción de vida de niñas, niños, jóvenes, adultos y adultos mayores, mujeres y hombres; incursionando en programas de teatro, títeres, danza, música, recreación, comunicación comunitaria, radio y televisión, proyectando toda nuestra labor en intercambios, muestras, festivales y encuentros artísticos comunitarios anuales.10

proyecto artistas que construyen ciudadanía – nuestra gente El proyecto Artistas que Construyen Ciudadanía busca mejorar las potencialidades de niños, niñas y jóvenes en el campo personal, artístico y organizativo, y fija como su principal criterio de logro motivar, acoger y brindar acompañamiento a jóvenes del barrio que manifiesten preferencias por opciones de vida en medio de ofertas y presiones de vinculación a acciones ociosas o delictivas. El proyecto no suple desajustes sociales estructurales.11

corporación pasolini, arte y cultura para des-armar mentes En la Corporación Pasolini en Medellín consideramos la formación y producción audiovisual desde un enfoque estético, ético y político fundamentado en la investigación sociocultural, en la exploración artística y, especialmente, en una interlocución permanente y respetuosa con los sujetos y paisajes con los cuales trabajamos. Así, buscamos fortalecer propuestas que tiendan a la construcción de ciudadanías críticas, a la recuperación de la memoria, al fomento de narrativas locales, al encuentro intergeneracional e intercultural, la exploración de estéticas emergentes y el empoderamiento de las comunidades.12

a.k.a. En la Comuna 13 de Medellín, una de las zonas de Medellín en donde su población ha sido protagonista y víctima de todas las violencias, Luis Fernando Álvarez, A.K.A., artista plástico, combina el rap y la agricultura en un trabajo de formación con niños, niñas y jóvenes. La muerte violenta ha dejado huella en su propio trabajo: en enero de 2014 fue asesinado 10 . 11 . 12 .

l a g aceta

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a lianzas para una c ult ur a d e pa z

Juan Camilo Giraldo, 16 años, integrante del proyecto Semillas del Futuro, liderado por A.K.A. Semillas del Futuro es lo que siembra A.K.A.13

“el perro” Daniel Felipe Quiceno, 26 años, es El Perro. El Perro es profesor, se dedica a la educación artística: en la Escuela Kolacho, ‘Pasos que no son en Vano’, es profesor de grafiti. El Perro vive en la Comuna 13 de Medellín y es reconocido como uno de los mayores grafiteros de la ciudad.14

casa kolacho Kolacho, Héctor Pacheco, fue asesinado en el barrio Eduardo Santos de la Comuna 13 de Medellín, el 24 de agosto de 2009. Hacía parte del grupo C15 Hip – Hop. En su homenaje, raperos, grafiteros, DJ y B.Boys crearon la Escuela Kolacho, ‘Pasos que no son en Vano’, para que niños, niñas y jóvenes tengan nuevas oportunidades con y desde la cultura. Esos hoperos se convirtieron en educadores. Uno de ellos es el rector de la escuela. Y hoy son admirados por la comunidad, en especial por las familias de sus alumnos y alumnas, que los ven como maestros, como guías, como referentes.15

imposible es nada En la Comuna 4 de Medellín, en la zona nororiental de la ciudad, uno de los lugares que fue símbolo de las peores violencias, nació y vive uno de los mejores grupos de hip-hop de Colombia, Crew Peligrosos. Henry Arteaga, el Jeque, es líder comunitario, rapero, gestor cultural, educador en su barrio, generador de nuevas realidades. Crew Peligrosos es su grupo de hip-hop Y Henry dirige la Escuela “4 Elementos”, un proyecto de educación artística que trasciende y rompe fronteras. Henry y su grupo construyen cada día esperanza, con su música, con su escuela, desde su barrio. Para ellos, imposible es nada.16

cultura viva comunitaria

En Brasil se aprobó en 2014 la Ley Nacional de Cultura Viva Comunitaria, que convierte en política pública nacional el programa “Puntos de Cultura”, iniciado en el gobierno de Lula da Silva, cuando Gilberto Gil fue ministro de Cultura y Célio Turino era el secretario de Ciudadanía Cultural e iniciador de este programa. En Latinoamérica acogimos la experiencia brasilera y creamos, en Medellín, en noviembre de 2010, en un encuentro de 100 organizaciones culturales de 15 países, “Plataforma Puente–Red Latinoamericana de Cultura Viva Comunitaria”: un espacio para impulsar el trabajo colaborativo de esos miles de puntos de cultura comunitarios que están evidenciando cada día que la cultura es parte de la construcción de convivencia y que son realmente quienes logran grandes resultados de cohesión social y de transformación con sus proyectos culturales. Las organizaciones de Cultura Viva Comunitaria ya existen y lo que necesitan de todos nosotros —gobiernos, universidades, sector educativo formal, gestores y mediadores culturales, en fin— es que las conozcamos, las reconozcamos, las valoremos y las potenciemos.17 En estos proyectos culturales barriales y rurales hay cultura, por supuesto. Pero hay también seguridad y convivencia, y hay inclusión social, y hábitat, y desarrollo económico, y educación. Y oportunidades. Y por supuesto, hay transformación, fundamentalmente eso, transformación. En estos proyectos hay también alianzas público-privadas: el desarrollo conceptual y metodológico de estos colectivos culturales y artísticos, y sus propios recursos, han sido históricamente una inversión pública, social, no cuantificada y, por lo tanto, no valorada: valorarla, cuantificarla, reconocerla como aporte de las comunidades a los proyectos públicos de transformación de una sociedad, de una ciudad, es un imperativo. Estas organizaciones comunitarias no están esperando que les financien sus proyectos, no están pidiendo: están ofreciendo. Están ofreciéndose en la construcción de mejores caminos sociales, de caminos reales de transformación.

13 . 14 . 15 y

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