La Gaceta del FCE, número 560, Agosto de 2017 - Fondo de Cultura ...

subsistencia; por otro lado, en una variante rela- cionada con la tecnología cuyos ...... eufórica del Mundial de Futbol dos años atrás; el gobierno de Miguel.
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¡PINCHE COMPLOT! El complot mongol Novela gráfica

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El mar cecilia pisos

El complot mongol: del margen al centro

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arlos Monsiváis conjeturó alguna vez que el género policial clásico no florecía en México porque no hay policías rectos que lo hicieran creíble. Sin representantes de la ley que restablezcan el orden violado no podría haber desenlaces clásicos, como sí los hay en las novelas de Arthur Conan Doyle, Agatha Christie, Georges Simenon y en cierta corriente estadounidense. La observación es aguda. No obstante, la novela El complot mongol (1969) de Rafael Bernal es reconocida casi unánimemente como la precursora de este género que ha ido tomando gran fuerza en México desde la segunda mitad de los setenta con las novelas de Paco Ignacio Taibo II, Rafael Ramírez Heredia y Élmer Mendoza, por mencionar a algunos de los más leídos. Todos ellos han reconocido a El complot… como la novela precursora sin que necesariamente hayan partido de ella para escribir las suyas. Se cumple así el dictum de Jorge Luis Borges según el cual las nuevas obras crean a sus precursoras. En efecto, El complot… no es una novela policial en sentido clásico, pero hace creíble el género en México, en parte porque asume un contexto de corrupción generalizada del que nadie sale indemne, salvo Martita, víctima de la confusión reinante, reivindicada por el amor del protagonista, el detective Filiberto García. Sólo en este aspecto hay reivindicación, no del orden jurídico, sino de los sentimientos elementalmente humanos, de modo que el desenlace amarra con este frágil hilo el equilibrio entre el hombre y el mundo. Novela cabal, pues. Hay otro ángulo de El complot… que hace creíble su trama en nuestros días: la insistencia del protagonista en el surgimiento de una nueva realidad en el aparato político mexicano: el ascenso de los funcionarios “con título” que usan a quienes no los tienen para cometer sus fechorías: para matar, antes se necesitaban “güevos”, ahora sólo se necesitan títulos universitarios. Esta diferenciación social parece enmarcar el resentimiento del protagonista contra todo y contra todos: “pinches licenciados”, “pinches gringos”, “pinches chinos”, pinche vida a fin de cuentas. Habría que confrontar este sentimiento con la aparente incapacidad de la policía para contener la ola de violencia criminal en el México actual. Los Filiberto García podrían haber proliferado en los aparatos policiacos, no por corrupción innata sino como fenómeno social producto de la diferenciación de estratos dentro del gobierno. El fce y Grupo Planeta se honran en publicar la magnífica adaptación gráfica de la novela a la que dedicamos el presente número de la Gaceta, y aprovecha para recordar el número de homenaje a Rafael Bernal a los cien años de su nacimiento, con jugosos textos de Alfonso de Maria y Campos y Vicente Francisco Torres (edición mayo-junio de 2015). •

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El complot mongol dossier

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Las muchas vidas de El complot mongol bernardo esquinca

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Conversación con Ricardo Peláez sandra licona

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Rafael Bernal y El complot mongol pablo soler frost

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Cambios en la desigualdad, cambios del mundo branko milanovic

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Biopolítica: la vida modelable thomas lemke

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El patrimonio arquitectónico reexaminado ilan vit-suzan

José Carreño Carlón Director general del fce

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Martha Cantú, Susana López, Socorro Venegas, Karla López, Octavio Díaz y Juan Carlos Rodríguez Consejo editorial Roberto Garza Iturbide Editor de La Gaceta Ramón Cota Meza Redacción León Muñoz Santini Arte y diseño Andrea García Flores Formación Ernesto Ramírez Morales Versión para internet Jazmín Pintor Pazos Iconografía Impresora y Encuadernadora Progreso, S. A. de C. V. Impresión Suscríbase en www.fondodeculturaeconomica.com ⁄editorial ⁄ laGaceta ⁄ [email protected] www.facebook.com ⁄ LaGacetadelFCE La Gaceta es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227, Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Ciudad de México. Editor responsable: Roberto Garza. Certificado de licitud de título 8635 y de licitud de contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de febrero de 1995. La Gaceta es un nombre registrado en el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro postal, Publicación periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716 Ilustración de portada © Ricardo Peláez

Cuentos populares mexicanos fabio morábito

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Nada que perdonar j. m. servín

poema

El mar Cecilia Pisos El mar es como un niño grande. A la mañana sale a juntar caracolas. Por la orilla vayviene, vayviene, ya y va… A mediodía hunde, con gran aburrimiento, sirenas descamadas, tiburones rotos. Toma la siesta a lomo de ballena sólo por un instante, y luego, con sus interminables brazos bajo la luz bien roja del sol en el poniente hace olas a todos los barcos, hasta que una voz de trueno desde arriba le grita: “¡A dormir, que ya es tarde!”, y una mano se estira a apagarle los faros. •

Este poema es parte del libro Esto que brilla en el aire de Cecilia Pisos, ganadora de la xii edición del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2016. En definitiva, la autora “es de las que toman la siesta a lomo de ballena”. Su poesía “puede ser destinada a lectores de cualquier edad”, dictaminó el jurado.

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El fce se engalana al presentar la adaptación gráfica de El complot mongol, gran trabajo de adaptación, ilustración, edición e impresión, homenaje bien merecido a esta obra pionera del género negro en México. La acompaña un capítulo de Linda 67 de Fernando Del Paso, otra gran novela policiaca, próxima reimpresión. ¶ Presentamos también fragmentos de libros sobre desigualdad económica mundial y biopolítica, lecturas indispensables para alimentar el debate actual sobre estos temas. ¶ En nuestra concurrida sección Trasfondo, J. M. Servín presenta un fragmento de su novela Nada que perdonar, próxima publicación que creemos será bien recibida por los lectores. ¶ Novedades sobre antropología de la cocina, formas de pareja humana a través de la historia y las culturas, socialismo chileno y más…

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Las muchas vidas de El complot mongol Adaptar no es copiar, es lograr que la obra se exprese en un lenguaje diferente. Los autores de la versión gráfica de El complot mongol lograron que el universo y los personajes de la novela se sientan tan naturales como en el texto original. Deuda saldada con este clásico de la novela negra mexicana. bernardo esquinca

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ucho se ha dicho y escrito sobre El complot mongol, el libro de Rafael Bernal que inauguró la novela negra en México, que ha influido en numerosas generaciones de escritores y, lo más importante, d de lectores. Tiene estatus de clásico, no sólo por su ccalidad, sino porque su prosa y contenido conserv su vigencia indiscutible, a diferencia conservan diver de diversas novedades editoriales que nacen con fecha de caducidad. En esta época en que triunfan los libros de coyuntura, todos ellos desechables, las nume numerosas reimpresiones de El complot monrepre goll representan, a casi 50 años de su publicación, genuin acto de rebeldía contra las modas liteun genuino rarias. Faltaba ponerlo a prueba en otro formato impreso. El iilustrador Ricardo Peláez y el escritor Humb Luis Humberto Crosthwaite cocinaron durante v 15 años la versión gráfica que, tras diversas vicisitudes pro propias del mundo editorial, han puesto a circular el Fondo de Cultura Económica y Joaquín c Mortiz en coedición. El resultado es notable; con d seguridad dejará satisfechos a los devotos de la novela y, al m mismo tiempo, servirá para acercarla a lect nuevos lectores. adap La adaptación argumental de Crosthwaite es respetuosa de la trama; logra resumirla sin que ésta pierda su esencia ni sus episodios clave y, al mismo tiem tiempo, agrega escenas o diálogos que no desentonan Adaptar no es copiar, sino lograr que desentonan. orig la obra original se exprese en un lenguaje diferente; Crosthw Crosthwaite lo entiende bien y, en este sentido, qu el universo de Bernal y sus personaconsigue que sient tan naturales como en la novela. jes se sientan ilust Las ilustraciones de Peláez son muy logradas. La elección del blanco y negro no sólo es coherenat te con la atmósfera y el tono noir del libro: tamp bién sirve para acentuar su mundo de contrastes, donde los p personajes tienen una doble intención y una doble cara, empezando por su icónico protagonista, eel matón Filiberto García, quien se las d da de tipo duro y macho todoterreno, pero que en realidad se rinde a los pies de Martita, la femme o fatale de ojos rasgados y peligrosos secretos. El reto no era menor, pues se trata de una novela grámu fica con muchos “globos” de texto que Peláez logra s que estorben a los dibujos; al mismo acomodar sin tiempo deja espacio para ilustraciones grandes y “silenciosa a media página o a página completa, “silenciosas” descansos necesarios para el ojo y el ritmo de la lectura. adapt La adaptación contiene una carnalidad más exuberante qu que la sugerida en la novela; es evidente

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que se nutre no sólo de ella sino también de los clichés del cine negro y la literatura pulp. Aquí vemos a Martita enfundada en un diminuto vestido, o en bragas, o bajo la regadera, imágenes que potencian su papel de oscuro objeto del deseo por el que Filiberto baja la guardia y se expone ante sus ocultos enemigos. Hay también un homenaje al fotógrafo Nacho López en una escena en la que Martita es representada como transeúnte admirada por mirones, como en una de sus fotografías más célebres. El Centro Histórico de la Ciudad de México es recreado en estas páginas como personaje importante, al igual que en el libro. El Barrio Chino, la Alameda, la cantina La Ópera, hoteles y callejones, entre otros espacios, son trazados minuciosamente por Peláez; se nota su trabajo de investigación; por ejemplo, los camiones y los taxis son representados con las características de finales de la década de los sesenta. Existe una diferencia abismal entre imaginar los escenarios y personajes descritos en una novela y verlos en la pantalla o en ilustraciones. Generalmente ocurre una decepción, pues el lector los ha hecho suyos, y su apropiación suele no coincidir con las de otros. En este caso es distinto, ya que la adaptación gráfica, además de bien ejecutada, tiene un aire de deuda saldada, de algo que era necesario hacer, pues Filiberto García y demás criaturas que lo acompañan ya son parte del imaginario colectivo de la urbe, una suerte de leyenda urbana cuya historia puede ser contada por los taxistas, los boleros o los voceadores como verdadera… ¿Conoce la historia, patrón? Hace algunos años, en el Barrio Chino, un matón que formó parte de las huestes de Pancho Villa desarmó un plan para asesinar al presidente de los Estados Unidos. Pero en realidad, lo que estaba pasando era que querían matar a… ¡Pinches complots! Pronto será filmada una nueva versión cinematográfica de la novela, a cargo de Sebastián del Amo, director de El fantástico mundo de Juan Orol y Cantinflas. Es necesario hacerlo, pues como recordarán los cinéfilos, la versión de Antonio Eceiza (1978), con Pedro Armendáriz Jr. en el papel de Filiberto García, es infame. Su puesta al día en celuloide será otro acto de justicia. Mientras tanto, la novela gráfica nos permite seguir soñando con el Barrio Chino más pequeño del mundo y su callejón “ansioso de misterios”.• Bernardo Esquinca es autor de la Saga Casasola, compuesta por las novelas La octava plaga, Toda la sangre y Carne de ataúd.

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“ Soy el hijo de todos los dibujos que he visto a lo largo de mi vida



Conversación con Ricardo Peláez El ilustrador de El complot mongol narra la gestación de la versión gráfica de esta novela, su propia formación como dibujante, sus influencias y su idea de la adaptación: hay que tener tantos estilos como sean necesarios, según las obras a ilustrar. sandra licona

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ace más de 15 años el ilustrador e historietista Ricardo Peláez Goycochea (1968) inició su relación profesional con la novela de Rafael Bernal, El complot mongol. Lo hizo de la mano del también escritor Luis Humberto Crosthwaite en un primer intento por llevar esta obra, pionera del género negro en México, al mundo de las imágenes. El resultado, tres lustros después y luego de una edición a color en cuatro partes bajo el sello Vid, es una novela gráfica, a dos tintas —blanco y negro—, con pasta dura y de gran formato, que han logrado el Fondo de Cultura Económica y Joaquín Mortiz del Grupo Planeta. Peláez Goycochea leyó la novela de Bernal por primera vez cuando cursaba la escuela preparatoria, le gustó mucho y pensó que podía dibujarla en algún momento de su

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vida. El tiempo llegó hacia finales de los años noventa para un proyecto que se gestaba en el seno del Centro Cultural Tijuana y que buscaba hacer adaptaciones a historietas de novelas mexicanas. La idea de incluir El complot mongoll fue de Crosthwaite porque es la novela mexicana que más le gusta, ha dicho. La obra de Bernal —publicada originalmente en 1969 por Joaquín Mortiz y cuyo protagonista es Filiberto García, un detective privado poco escrupuloso que se autodefine como “fabricante de muertos” y que trabaja ocasionalmente para la policía mexicana— presenta una trama delirante y conspiratoria que transcurre principalmente en el primer cuadro de la Ciudad de México, en especial en el llamado Barrio Chino, con un gran personaje principal y una visión social que sigue siendo actual. “Desde un principio trabajé a partir del guion que hizo Luis

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Humberto —un escritor que siempre ha sido un excelente lector de historietas— y de la selección de textos que propuso para cada página, que para mí fue una suerte de instructivo en la construcción de las imágenes”, cuenta Peláez, quien desde 1989 se dedica a la historieta y a la ilustración profesional, y ha trabajado en otros libros del Fondo. Esta reciente edición de El complot mongol viene a ser la culminación de aquella incipiente idea que en realidad no se materializó, hasta que Ediciones Vid logró realizar una versión en cuatro partes. “Fue entonces cuando se definió el estilo tanto en términos del guion como del dibujo, ahora cambiamos el formato y las tintas, la novela está completa y eso le ha dado una cara inédita.” Sobre cuál fue el principal reto de llevar a la gráfica esta novela emblemática, Peláez explica que en un proyecto de este tipo lo más complicado es encarar todo lo que implica la ambientación de escenarios, dado que se trata de una historia situada en un lugar y una época específicos. “Hay que ser muy serios al retratar ese ambiente, procurar en la medida de posible la vestimenta adecuada y hasta que no haya carros de modelos actuales”. Para enfrentar este encargo, la documentación fue muy importante. “Me esforcé en lograr la mayor verosimilitud posible, ya que la novela transcurre en otra época y en circunstancias distintas a las actuales”. Sin embargo, el verdadero reto para este ilustrador —quien además pinta y hace esculturas con madera vieja y metales oxidados— fue la caracterización y actuación de los personajes. Como en una película, en una historieta, y sobre todo en una de este tipo, los protagonistas deben identificarse con los personajes descritos en la novela, “de tal manera que hay un proceso de documentación y de búsqueda de caracterización complejo, luego viene el reto de hacer actuar y reflejar los registros anímicos por los que pasa cada personaje”. A lo largo de este camino que has recorrido con El complot mongol, ¿has corregido mucho, cambiaste radicalmente los trazos de tus personajes? No, en realidad en todo este trayecto sólo le hice algunas modificaciones a la Martita (la mujer oriental de la que se enamora el protagonista de la historia). Mis amigos se burlaban de mi primera Martita y la modifiqué, tratando que pareciera un poco más oriental, el reto fue que no perdiera la expresión a pesar de sus ojos rasgados. ¿Representó alguna ventaja para tu trabajo el hecho de que la novela se haya llevado también al cine? Nunca la quise ver, es una asignatura pendiente para estos días; sin embargo, sé que el protagonista de la cinta fue Pedro Armendáriz hijo, quien nunca me gustó para interpretar al Filiberto García que yo concebía, me decía mucho más la foto del propio Bernal que aparece en la edición de la novela que yo leí… con esa cara tremenda, la nariz de ladrillo y esa personalidad espectacular. Gráficamente, esa clase de personajes son mucho más fuertes; entonces, si algún conocimiento

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tuve de la película fue para descartar esa dirección. Tal vez me hubiera servido verla para fines de documentación ambiental. ¿Cómo definirías al Filiberto García que trazaste para esta esta edición grafica de la novela? Todos son personajes muy bien construidos, muy entrañables en términos narrativos, y como lector, y luego como dibujante, todos me gustaron mucho; cada uno tuvo su reto particular. El más difícil gráficamente, sin duda, como te decía antes, fue Martita, por la dificultad que implica dotar de rasgos y expresiones a una cara oriental, pero todos fueron muy disfrutables. Sin embargo, con el que me siento más satisfecho en términos gráficos es con el Licenciado, quedó tal como me lo imaginé. Disfruté por supuesto dibujar a Filiberto. Siempre, la fealdad es más divertida de dibujar que la belleza, y la novela está llena de tipos horribles por fuera y por dentro. En El complot mongol una cierta zona de la ciudad, el Barrio Chino, es un protagonista en sí mismo, ¿le diste también su importancia dentro de la gráfica? Sí, claro, el espacio me importaba mucho, y fui a hacer por lo menos tres o cuatro recorridos para tomar fotografías, ubicar el mentado Barrio Chino e identificar los probables sitios donde pudiera haberse desarrollado la acción, sobre todo porque entiendo que en ese entonces la calle de Dolores no era peatonal, como ahora es. A la hora de construir la gráfica para este trabajo, ¿intentaste ser más fiel al tipo de dibujo que tú haces o era más importante la fidelidad con la novela? Se suele privilegiar mucho la noción del estilo, incluso en los procesos formativos se nos insiste mucho en encontrar un “estilo”, una manera personal de decir. Yo creo que el estilo tiene que ser flexible, una herramienta del dibujante, de tal manera que un creador debe tener tantos estilos como hagan falta para los proyectos que vaya a encarar. Uno de mis maestros más importantes en la vida, en términos de historieta, fue Alberto Breccia, a quien personalmente conocí una vez; él decía eso, que el dibujo se debe adaptar al proyecto, y yo estoy totalmente de acuerdo con él. De tal manera que cada trabajo para mí implica un esfuerzo concentrado y deliberado de adaptación y de acoplamiento, así que no dibujo igual para libros de texto que para narrativa de adulto o narrativa de niños. Pero siempre hay un sello, guiños, algo que identifica el trabajo de determinado artista ¿o no? Bueno sí, yo, por ejemplo, siempre pongo perros, y me gusta mucho retratar la calle, el entorno como protagonista de la historia; me gusta poner especial detalle en las cosas que están ocurriendo en los rincones de las viñetas. Recuerdo que un día el escritor Amos Oz hablaba de sus novelas y de la atención especial que ponía siempre a los personajes secundarios de las películas, y a mí me gusta mucho prestarle atención a esas partes de la viñeta donde ocurren pequeñas

cosas, detalles. En El complot mongol hay por ahí una aparición, un cameo, de Armando Bartra, por ejemplo, que está como comensal en el bar La Ópera, y a quien le dedico también el volumen. Esa clase de cosas es muy mía, digamos que sí, es como mi sello. ¿Dirías que la versión gráfica de El complot mongol es una hermana de la historieta americana de superhéroes? No, es mucho más cercana a la idea de álbum francés, una historieta que tiene una página alta, grande, de pasta dura, a diferencia del cómic norteamericano, que es básicamente sobre superhéroes, de formato más pequeño. Desde tu punto de vista, ¿qué representa esta primera incursión del Fondo en la novela gráfica? Desde luego le procura otro tipo de lectores a las obras. Las adaptaciones tienen la característica de dotar de versatilidad a las historias, de hacer ver que, primero entusiasmó a los adaptadores, y luego, el hecho de expandirla en su presentación, en su apariencia, es un homenaje a la obra, que como tal está destinada a nuevos públicos. ¿Siempre fuiste lector de novela gráfica? Sí, a mí me gusta mucho, leo de todo, pero siempre, desde niño, no he dejado de leer novelas gráficas e historietas; primero por entretenimiento, y luego, como una forma de seguir estudiando, de conocer y de retroalimentarme. Actualmente estoy trabando en dos proyectos, una adaptación de la novela de Javier Monreal, Sombra de Pan, que es una historia sobre Sherlock Holmes y, por otro lado, estoy adaptando también la novela Auliya de Verónica Murguía. ¿Tienes claro cuándo descubriste tu habilidad para dibujar, o cómo se dio? Hasta el final del bachillerato mis papás seguían considerando que yo tendría que elegir algo útil para dedicarme en la vida, o sea no había ni convencimiento de ellos ni convencimiento mío respecto al dibujo. El primer proyecto que realicé y que convenció a mis padres de que valía la pena alentar mi afición fue una historieta que hice junto con el mayor de mis hermanos, él hizo el guión y yo las imágenes, para participar en un concurso que organizó el Museo de Culturas Populares, por ahí en 1987, cuando estaba por entrar a la carrera de diseño gráfico. Fue muy importante mi hermano mayor en este periodo, él se fue a vivir a Argentina, de hecho ese guión lo escribió allá, y me empezó a mandar una revista de historieta que se llama Fierro y que fue la que me voló la cabeza, la que me hizo darme cabalmente cuenta de que eso era lo mío. Yo antes había conocido, y fue muy importante en términos formativos, la revista Snif que editó Paco Ignacio Taibo, donde los autores que vi fueron algo muy transformador.

Ricardo Peláez Goycochea (Ciudad de México, 1968) es diseñador gráfico y, desde 1989, ilustrador e historietista profesional en diversas publicaciones periódicas y proyectos editoriales. Además de fundador y miembro del consejo editorial de la revista Gallito Comics, en 1999 creó, con otros ilustradores, el Taller del Perro, agrupación que durante tres años estuvo abocada a la promoción del cómic de autor. Ha coordinado e impartido talleres de historieta en varias escuelas, universidades y centros culturales del país. Forma parte de La Perrera, propuesta de difusión de la cultura y la historieta que comparte con Patricia Betteo, Cintia Bolio y Frik. Ha colaborado como ilustrador en diversos medios editoriales, empresas y organizaciones. Su trabajo ha sido publicado en múltiples editoriales como Fondo de Cultura Económica, Ediciones SM, Alfaguara y Ediciones Castillo.•

escuela de viejos dibujantes, algunos ya fallecidos. Si bien el estilo que has desarrollado a lo largo de tu carrera ha sido flexible, ¿te reconoces en aquel joven que empezó a dibujar cuando estudiaba en el cch? Seguro, porque me veo como una continuación de aquel joven preparatoriano. A mis alumnos siempre les digo que soy el dibujante de los dibujos que he visto, soy el hijo de todo lo que he visto, de todos los dibujantes de los que he aprendido. En esta versión gráfica de El complot mongol, por ejemplo, viene también un agradecimiento a Eduardo Risso, un dibujante argentino que fue determinante para decidir la apariencia física que tendría el estilo de esta obra.• Entre los libros que ha ilustrado para esta casa editorial se encuentran: Los fantasmas de Pico de Cuervos, Historia de un niñito bueno. Historia de un niñito malo, Los cuentos del gato encaramado 1 y 2, Corre con caballos, El hijo del pirata y Bajo el espino, entre otros.

¿Quiénes son esos referentes? Carlos Jiménez, sin duda, a quien también le dedico este trabajo porque fue de los primeros dibujantes a los que empecé a ver con una atención escrupulosa, Luis García, Álvaro Pons, sin duda Hugo Pratt, Alberto Breccia y toda esa

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Rafael Bernal y El complot mongol En el México posrevolucionario, nario, delimitado por el lenguaje de la simulación, la corrupción y la gol brilla violencia, El complot mongol nda con luz propia. Si bien abunda en los clichés del género los— —no hay manera de evitarlos— lo importante es cómo los usa. pablo soler frost

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nte la versión gráfica de la novela El complot mongol,1 se podría pensar que todo género acotado ha experimentado múltiples deconstrucciones y mestizajes, apropiaciones y pérdidas en las últimas décadas. El género noir, enclave fílmico y literario, si los hay, construyó sus murallas y laberintos con clichés muy efectivos para sus propósitos. Gran parte de su fuerza expresiva y de su atractivo reside (o residió) en la utilización y reutilización de esos tópicos estilizados (y de sus contrarios lógicos). Su deconstrucción se inicia desde antes de la cinta Chinatown (1974) de Roman Polanski. De hecho podría decirse que se inicia desde que se establecieran los cánones del género. En esta película de culto, el barrio chino denota un sentimiento, un estado mental y emocional, más que un lugar, de acuerdo con Barry Gifford (Out of the Past. Adventures in Film Noir, 2001). El Barrio Chino (la calle de Dolores, “con cierta timidez” así llamada) de la capital mexicana antecede este estado de ánimo: después de todo, esas tres, cuatro calles se hallaron impregnadas de suficiente misterio y violencia (fue fama que allí William Burroughs le disparó a Joan Vollmer, matándola) para servir como escenario de las aventuras del pistolero, Filiberto García, un hombre que “no conoce el miedo”, puesto que no tiene miedo de matar. En aquel mundo perfectamente delimitado por los lenguajes de la corrupción y de la violencia postrevolucionaria, ese mundo de ambiciones políticas, callejones sombríos y agentes extranjeros, ese gran juego internacional que fue la guerra fría, ese mundo de tiendas, bares, fumaderos, vidas desgarradas y vidas solitarias, la novela de Bernal brilla con luz propia. Es más, El complot mongol se ha vuelto su propio cliché. Su travestismo es perfecto: es como si fuera una novela de Hammet, o una novela de espionaje, sobre los estragos de la corrupción generalizada, pero en realidad es una novela imaginaria —perdóneseme la obviedad— sobre un género. Un género con sus propios problemas de identidad, un género que a mí, desde la perspectiva de este nuevo siglo, me parece severamente normado y cuyos detectives se entregan gustosamente a filosofar, cínica y previsiblemente, sobre la vida y las mujeres. Lo hace Filiberto García, burlándose de

1 Publicada originalmente en 1969 por Joaquín Mortiz, reaparece ahora como novela gráfica por Ricardo Peláez (dibujo) y Luis Humberto Crosthwaite (guión). Ha sido llevada al cine por Antonio Eceiza (1978) y por Sebastián del Amo (a estrenarse en 2018). Fue publicada en inglés como The Mongolian Conspiracy por New Directions (2014), en cuya introducción Francisco Goldman sostiene que en la obra de Bernal está presente el sentimiento de que la Revolución mexicana fue traicionada por los nuevos oligarcas y los viejos militares. Todos nuestros héroes han muerto, parece decir la tradición revisionista de la que Bernal procede. No en balde publicó en Editorial Jus, la misma que publicó Rescoldo, la extraordinaria novela de Antonio Estrada, y los 18 volúmenes de La verdadera historia de la Revolución mexicana, de Alfonso Taracena.

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sí mismo, cuando se descubre “haciéndole al Vasconcelos... purititas memorias”. Otro mundo ilegal, tal vez más libre, ese universo de filibusteros impulsados y consumidos por su propia llama, encuentra expresión en otro libro de Bernal, Gente de mar (1950). Es una colección de narraciones sobre el tumultuoso final de la piratería en Occidente (Bernal la describió como “un breve resumen de la historia de la piratería”). Gente de mar es un libro, a mi entender, muy bien escrito y muy ameno; no en balde está dedicado a la memoria de Emilio Salgari. Edward Teach, el alucinado Barbanegra, el temible mayor Bonnet, Anne Bonny y Mary Read, el Rey de Islandia, Jorgen Jurgensen y Gerónimo de Gálvez, piloto del rey, son los personajes, pero tal vez lo más interesante del libro sea la historia de la utopía libertaria de los piratas en Madagascar, a fines del siglo xviii. Esta fue una utopía fundada (¿podía ser de otro modo?) por un exfraile dominico, Caracciolo, y el joven oficial Misson, que devino en pirata. Juntos tomaron el mando de la Victoire, un barco del rey de Francia, pues “los marineros, siempre amigos de novedades, se encantaron con las ideas del italiano (que soñaba y hablaba de una república ideal, tal vez inspirada un poco en la Utopía de Tomás Moro, donde imperara la más completa libertad y no existiera la propiedad privada) y se propusieron aprovechar la primera ocasión

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que se les presentara para lanzarse en busca de su fantástica república” que, luego de saquear muchísimos navíos, fundaron al sur de Madagascar con el inmenso nombre de Libertatia. Por supuesto que su utopía terminó arrasada: sus fundadores no habían tomado en cuenta a los ocupantes originales. O, como apunta Bernal, no habían sido hombres malos, aunque ni siquiera la maldad, como puede atestiguar cualquiera que siga al pistolero García por esa irrecuperable Ciudad de México, garantice nada. “Pinches muertos”, dice, no sabe uno si con piedad o con repulsión, acaso una mezcla de ambas emociones, cuando le cuenta a Martita, —su amor, asesinada— su vida, donde ha dejado un reguero de muerte. “Como éramos hombres, temíamos la muerte”: es una cita que Rafael Bernal utiliza en Gente de mar. La frase está tomada de Historia verdadera..., de Bernal Díaz del Castillo y, en cierto sentido, el propio Filiberto García pudo haberla pronunciado para sus adentros al doblar una esquina de la calle de Dolores una tarde miserable.2•

2 Como Antonio Estrada, Bernal se dedicó a la diplomacia, tal vez la única actividad en la que podía servir al anhelado imperio de la ley, supuestamente emanado de la revolución institucionalizada. Como Borges, Bernal murió en Suiza y fue sepultado en Ginebra.

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adelanto

Cambios en la desigualdad, cambios del mundo Nueva aportación a la literatura y el debate actuales sobre desigualdad económica. La historia de la desigualdad global es la historia económica del mundo; los cambios en la desigualdad global lo modifican. Fijémonos en las fuerzas buenas y malas que la reducen. Presentamos la ión del autor. introducción branko milanovic

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ste es un libro sobre desigualdad mundial. A lo largo del texto abordo desde una perspectiva global tanto la desigualdad de ingresos como asuntos políticos relacionados con la desigualdad. Sin embargo, como el mundo no se rige por un solo gobierno, no podemos prescindir del estudio individual de los Estados-nación. Por el contrario, muchos problemas del mundo se desarrollan políticamente en el nivel del Estadonación. Por consiguiente, una mayor apertura (el intercambio comercial entre individuos desde diferentes países) no tendrá consecuencias políticas en un nivel internacional imaginario, sino dentro de los países reales en los que vive la gente que se ve afectada por el comercio. Como consecuencia de la globalización, por ejemplo, los trabajadores chinos podrían exigir derechos sindicales a su gobierno y los trabajadores estadunidenses podrían exigir al suyo labores de proteccionistas. Aunque las economías individuales de los estados-nación son importantes y casi todas las acciones políticas ocurren en este nivel, la globalización es una fuerza cada vez mayor que afecta todos los aspectos de la vida desde nuestros niveles de

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ingreso, nuestras oportunidades de empleo y la extensión de nuestro conocimiento y nuestra información, hasta el costo de los productos que consumimos diariamente y la disponibilidad de fruta fresca a medio invierno. La globalización también introduce nuevas reglas del juego mediante el surgimiento de un gobierno mundial, ya sea por medio de la Organización Mundial del Comercio, la limitación de las emisiones de CO2 o las campañas contra la evasión de impuestos internacional. Por lo tanto, llegó el momento de dejar de pensar en la desigualdad de ingresos sólo como un fenómeno nacional, como se hizo durante el siglo pasado, y empezar a considerarla un fenómeno mundial. Una razón es la simple curiosidad (un rasgo muy valorado por Adam Smith), el interés permanente en la manera en la que viven otras personas fuera de nuestro país; pero además de la “mera” curiosidad, la información sobre las vidas y los ingresos de otros también puede tener propósitos más pragmáticos: puede ayudarnos a evaluar qué comprar o qué vender y en dónde, podemos aprender formas de hacer mejor las cosas y de modo más eficiente, podemos tomar decisiones sobre a dónde migrar. También podemos usar nuestro conocimiento adquirido sobre cómo se hacen las cosas en

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otros lugares del mundo para renegociar nuestro salario con el jefe, quejarnos por la gran cantidad de cigarros que se fuma o pedir la comida para llevar en un restaurante (una costumbre que se ha extendido de un país a otro). Una segunda razón para enfocarse en la desigualdad mundial es que ahora tenemos la capacidad de hacerlo: los datos que se requieren para evaluar y comparar los niveles de ingresos de todos los individuos del mundo estuvieron disponibles por primera vez en la historia de la humanidad alrededor de la década pasada. Sin embargo, la razón más importante, que supongo que el lector de este libro podrá apreciar, es que el estudio de la desigualdad global a lo largo de los últimos dos siglos, y especialmente durante los últimos 25 años, nos permite ver cómo se ha modificado el mundo, muchas veces de manera fundamental. Los cambios en la desigualdad global reflejan el crecimiento, estancamiento o declive económico (y con frecuencia político) de los países, los cambios en los niveles de desigualdad dentro de los países y las transiciones de un sistema social o un régimen político a otro. El crecimiento de Europa occidental y los Estados Unidos después de la Revolución industrial dejó su marca

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ca mbi os en la d esi g ua lda d , c a m bi o s d e l m un d o

en la desigualdad mundial, incrementándola. Más recientemente, el rápido crecimiento de varios países asiáticos ha tenido un impacto igualmente significativo, que ha disminuido la desigualdad global. Y los niveles nacionales de desigualdad, ya sea que aumentaran en Inglaterra durante los comienzos del periodo industrial o en China y los Estados Unidos en décadas recientes, también han tenido implicaciones mundiales. Leer sobre la desigualdad global es nada menos que leer sobre la historia económica del mundo. El libro inicia con la descripción y el análisis de los cambios más significativos que han ocurrido en la distribución de ingresos a nivel mundial desde 1988, con base en datos de encuestas en hogares. El año de 1988 es un punto de partida conveniente porque coincide casi exactamente con la caída del muro de Berlín y la reintegración de economías hasta entonces comunistas en el sistema económico mundial. Este acontecimiento estuvo precedido, por sólo unos pocos años, por la similar reintegración de China. Estos dos cambios políticos están relacionados con la disponibilidad cada vez mayor de encuestas domésticas, que son la fuente clave de la que podemos deducir información sobre los cambios en la desigualdad mundial. El capítulo 1 documenta en particular 1) el aumento de lo que podría llamarse “clase media mundial”, cuya mayor parte se ubica en China y otros países de “Asia renaciente”, 2) el estancamiento de grupos del mundo rico que a nivel mundial son acaudalados, pero a nivel nacional son clase media o media baja y 3) el surgimiento de la plutocracia mundial. Estos tres relevantes fenómenos del último cuarto de siglo plantean varias preguntas políticas importantes sobre el futuro de la democracia que abordaré en el capítulo 4. Sin embargo, antes de pensar en el futuro, volveremos al pasado para comprender cómo ha evolucionado la desigualdad mundial a lo largo de la historia. La desigualdad global, es decir, la desigualdad de ingresos entre los ciudadanos del mundo, puede considerarse formalmente como la suma de todas las desigualdades nacionales más la suma de todas las diferencias en ingresos medios entre países. El primer componente se refiere a la desigualdad en los ingresos entre los estadunidenses ricos y pobres, los mexicanos ricos y pobres, etcétera. El segundo componente se refiere a la diferencia de ingresos entre los Estados Unidos y México, España y Marruecos, y así con todos los países del mundo. En el capítulo 2 tomamos en consideración las desigualdades dentro de un país, y en el capítulo 3, las desigualdades entre naciones. En el capítulo 2 utilizo datos históricos sobre la desigualdad de ingresos, en algunos casos remontándome hasta la Edad Media, para reformular la hipótesis de Kuznets, la teoría de batalla sobre desigualdad en la economía. Esta hipótesis, que formuló Simon Kuznets, economista ganador del premio Nobel en la década de 1950, sostiene que cuando los países se industrializan y el ingreso promedio aumenta, primero crecerá la desigualdad y después disminuirá, lo que tiene como resultado una gráfica con forma de U invertida cuando se representa el nivel de desigualdad en un eje por el ingreso en el otro. Recientemente se ha encontrado que la hipótesis de Kuznets es insuficiente debido a que no sirve para explicar un nuevo fenómeno que ha ocurrido en los Estados Unidos y otros países ricos: la desigualdad de ingresos, que había estado disminuyendo a lo largo de la mayor parte del siglo xx, ha empezado a aumentar en los últimos tiempos. Es difícil conciliar este fenómeno con la hipótesis de Kuznets como se planteó originalmente: el aumento de la desigualdad en el mundo rico no debía ocurrir. Para explicar este reciente aumento en la desigualdad, así como otros cambios de la desigualdad en el pasado, hasta el periodo anterior a la Revolución industrial, presento el concepto de ondas o ciclos de Kuznets. Las ondas de Kuznets no sólo pueden explicar satisfactoriamente el más reciente aumento en la desigualdad, sino que también pueden usarse para pronosticar el curso futuro de la desigualdad en países ricos como Estados Unidos o en países de ingresos medianos como China o Brasil. Distingo entre los ciclos de Kuznets como ocurren en países con ingresos estancados (antes de la Revolución industrial) y como ocurren en países con ingresos medios que aumentan constantemente (en la modernidad). Distingo entre dos tipos de fuerzas que reducen la desigualdad: fuerzas “malignas” (guerras, catástrofes naturales, epidemias) y fuerzas “benignas” (una educación

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más accesible, aumento de las transferencias sociales, una tributación progresista). También hago hincapié en el papel de las guerras, que en algunas situaciones pueden ocasionarse por una profunda desigualdad nacional, una demanda agregada insuficiente y búsqueda de nuevas fuentes de ganancias económicas que requieren el control de otros países. Las guerras pueden llevar a la disminución de la desigualdad, pero también, desafortunadamente y con más importancia, a la disminución de los ingresos medios. En el capítulo 3 el enfoque está en las diferencias de ingresos medios entre países. Aquí nos enfrentamos a la interesante situación de que ahora, por primera vez desde la Revolución industrial hace dos siglos, la desigualdad mundial no ha sido impulsada por diferencias cada vez mayores entre países. Con el aumento de los ingresos medios de los países asiáticos, la brecha entre países más bien se ha estrechado. Si esta tendencia de convergencia económica continúa, no sólo conducirá a una menor desigualdad global, sino también, indirectamente, dará mayor prominencia a las desigualdades dentro de las naciones. En alrededor de 50 años podríamos volver a la situación que había a principios del siglo xix, cuando la mayor parte de la desigualdad mundial se debía a las diferencias de ingresos entre los británicos ricos y pobres, los rusos ricos y pobres o los chinos ricos y pobres, y no tanto al hecho de que los ingresos medios en Oc-

La desigualdad global, es decir, la desigualdad de ingresos entre los ciudadanos del mundo, puede considerarse formalmente como la suma de todas las desigualdades nacionales más la suma de todas las diferencias en ingresos medios entre países. El primer componente se refiere a la desigualdad en los ingresos entre los estadunidenses ricos y pobres, los mexicanos ricos y pobres, etcétera. El segundo componente se refiere a la diferencia de ingresos entre Estados Unidos y México, España y Marruecos, y así con todos los países del mundo.

cidente fueran mayores que los ingresos medios en Asia. Un mundo como ése sería muy familiar para cualquier lector de Carlos Marx y, de hecho, para cualquier lector de la literatura europea canónica del siglo xix. Sin embargo, todavía no hemos llegado ahí. Nuestro mundo actual es un mundo en el que el lugar en el que nacemos o el lugar en el que vivimos importan de manera fundamental, determinando quizá hasta dos terceras partes de nuestros ingresos a lo largo de nuestra vida. La ventaja que posee la gente que nace en países más acaudalados es lo que llamo “prima de ciudadanía”. Al final del capítulo 3 discuto su importancia, las implicaciones de su filosofía política y su consecuencia directa: la presión de migrar de un país a otro en busca de un ingreso más alto. Tras haber observado por separado los componentes de la desigualdad mundial, podemos volver a considerarla de manera integral. En el capítulo 4 discuto la posible evolución de la desigualdad mundial en este siglo y en el próximo. Evito las proyecciones aparentemente exactas de la desigualdad global porque en la realidad son engañosas: sabemos que incluso las proyecciones mucho más elementales sobre el pib per cápita de los países la mayoría de las veces ni siquiera valen el papel en que están escritas. Yo creo que es mejor tratar de

aislar las principales fuerzas que rigen los ingresos de las naciones y de los individuos actualmente (convergencia de ingresos y ondas de Kuznets) y ver a dónde pueden llevarnos en el futuro. Sin embargo, debemos recordar que cuando hacemos predicciones a menudo entramos en el terreno de la especulación. Mientras escribía el capítulo 4 volví a leer algunos libros que fueron populares en las décadas de 1970 y 1980, y que trataron de predecir el futuro haciendo extrapolaciones de las tendencias del momento. Me sorprendió que estuvieran tan limitadas a su tiempo, como si no fueran sólo presas de su espacio (el lugar o el país en el que se escribieron), sino, incluso más, presas de su tiempo. Al final de En busca del tiempo perdido, Proust se maravilla por cómo parece que los viejos pueden tocar, en su propia persona, las muy diferentes épocas a lo largo de las que vivieron. O como escribe Mirad Chaudhuri en el segundo volumen de su hermosa autobiografía (Thy Hand, Great Anarch!), no es imposible haber visto en una sola vida tanto el cenit como el nadir de una civilización: la gloria romana en los tiempos de Marco Aurelio y el momento en que el foro quedó abandonado para pastoreo de las ovejas. Quizá con la edad adquirimos cierta sabiduría y una habilidad para comparar diferentes épocas que puede permitirnos ver mejor el futuro. Sin embargo, esa sabiduría no me pareció evidente en escritos de autores importantes de hace 30 o 40 años. Me parecía que algunos autores que escribieron hace un siglo o más tuvieron más clarividencia de nuestros dilemas actuales que otros mucho más cercanos a nosotros en el tiempo. ¿Sería por el cambio radical que sufrió el mundo a finales de la década de 1980 con el crecimiento de China (que no previó ningún escritor de la década de 1970) y el final del comunismo (que tampoco fue previsto nunca)? ¿Podemos descartar que vayan a existir acontecimientos igualmente inesperados en las próximas décadas? No lo creo. Sin embargo, espero, aunque de ninguna manera tengo certeza, que esta sabiduría de la que hablan Proust y Chaudhuri y que se adquiere con la edad sea más evidente dentro de 30 o 40 años para el lector de este libro. Termino el capítulo 4 con la discusión de tres dilemas políticos importantes que enfrentamos actualmente: 1) ¿Cómo manejará China las crecientes expectativas participativas y democráticas de su población? 2) ¿Cómo manejarán los países ricos varias décadas de posible falta de crecimiento entre las clases medias? y 3) ¿El crecimiento del 1% más rico a nivel nacional y mundial conducirá a regímenes políticos de plutocracia o, en un intento por aplacar a los “perdedores” de la globalización, al populismo? En el último capítulo reviso los puntos principales del libro, condenso las lecciones principales y hago propuestas que, desde mi punto de vista, serán cruciales para reducir las desigualdades internas y mundiales en este siglo y en el próximo. Para las desigualdades dentro de las naciones, sostengo que es mejor una mayor concentración en la igualación de fondos (propiedad del capital y nivel de educación) que la tributación sobre los ingresos actuales. Para la desigualdad mundial, argumento en favor de un crecimiento más rápido de los países pobres (una posición bastante poco controvertida) y de que haya menos obstáculos para la migración (algo un poco más controversial). El capítulo está dividido en 10 reflexiones sobre la globalización y la desigualdad que son más especulativas y que, a diferencia del resto del libro, surgen más de mis opiniones personales que de datos específicos. Es posible que la mejor forma para comprender la organización del libro y apreciar su simetría sea por medio de una tabla esquemática de sus capítulos principales […]. Como puede ver el lector (si tiene una copia impresa del libro o si ve el número total de palabras en una copia electrónica) se trata de un libro relativamente corto. Tiene algunas gráficas, pero espero que sean fáciles de comprender y que ayuden al lector a visualizar los puntos principales del texto.•

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Biopolítica: la vida modelable La biopolítica de que se habla aquí supone un conocimiento político específico, apoyado en la estadística, la demografía, la epidemiología y la biología, para regir individuos y grupos humanos mediante medidas correctivas, excluyentes, normalizadoras, disciplinarias, terapéuticas u optimizadoras. El libro despeja el campo abierto por Michel Foucault. Presentamos la introducción. thomas lemke

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l concepto de biopolítica tiene una amplia trayectoria detrás de sí. Hasta hace poco era conocida por unos cuantos especialistas y hoy encuentra cada vez más resonancia. La variedad de sus usos va desde el asilo político, pasando por la prevención del sida, hasta cuestiones sobre el crecimiento de la población. Describe el apoyo a productos agrícolas, así como el fomento a la investigación médica, la disposición penal con respecto al aborto y al testamento vital para el término de la vida. Pero no sólo los objetos empíricos, sino también las valoraciones normativas se disocian unas de otras. Al escuchar “biopolítica” algunos piensan en una organización racional y democrática de las condiciones de vida, mientras que otros la relacionan con la práctica de la separación, con la eutanasia, la eugenesia y el racismo. El concepto aparece entre los representantes de la antigua derecha, así como en los nuevos textos de la izquierda radical; lo utilizan los críticos de los progresos biotecnológicos y también sus defensores, racistas declarados y marxistas confesos. Evidentemente cada uno opina algo distinto en lo que respecta a la biopolítica, a pesar de que parece ser claro qué designa el concepto. Según el

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sentido de la palabra, la biopolítica se refiere a la política que se ocupa de la vida (del griego bios). os problemas, pues lo que Pero aquí empiezan los para unos parece una banalidad (¿no se ocupa la política siempre de la vida?) es para otros un criterio de exclusión: la política comienza ahí donde la vida biológica acaba.. Aquí la biopolítica es conmoron, como la fusión de dos siderada como un oxímoron, radicen, pues la política, en conceptos que se contradicen, el sentido clásico, es actuar y decidir en conjunepasa la “mera” criatura y to, justo eso que sobrepasa lo corporal. También hay poco acuerdo en lo refen histórica de fronteras: ¿la rente a la demarcación biopolítica se remonta hasta la Antigüedad, posiblemente incluso hastaa el origen de la agricultura, novaciones biotecnológicas o es resultado de las innovaciones nte y señala el “umbral de en el temprano presente una nueva era”? eberá dar claridad al caos El presente libro deberá conceptual y ofrecer una orientación básica. Ya mera introducción al campo que se trata de la primera ítica, no se puede recurrir de temas de la biopolítica, los o a un canon establecido para esta tarea a modelos ción. De igual manera le hade selección y clasificación. sciplinarios claros. La “biocen falta contornos disciplinarios mpo teórico y empírico que política” designa un campo atraviesa las fronteras de especialidades y elude la ablecida, académica e intedivisión de trabajo establecida,

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lectual. Frente a ese trasfondo, esta introducción concepto de la biopolítica señala más bien un tipo persigue dos objetivos. Por un lado, debe ofrecer de negación doble: de manera diferente a lo que una visión general de la historia del concepto de la presupone la posición naturalista, la vida no rebiopolítica y, por otro lado, explicar su significado presenta ninguna referencia estable, ontológica ni normativa. Con las innovaciones biotecnológicas, en los debates actuales de la teoría. Sin embargo, no se pretende ofrecer ninguna por muy tarde, se muestra que los procesos de la descripción neutral o una exposición representa- vida se han vuelto en cierta medida modelables al tiva de los diferentes usos históricos y contempo- hacer que parezca obsoleta cada representación ráneos; al contrario, los diversos conceptos biopo- de una naturaleza intacta del actuar humano. En líticos se analizarán bajo una perspectiva teórica relación con esto, la naturaleza ya sólo puede ser independiente. Esto se debe a una cuestión sistemá- comprendida como un componente integral tanto tic: la definición de biopolítica y la especificación de la sociedad como de la misma naturaleza. Al de su área de objeto no son actividades imparciales mismo tiempo es cada vez más claro que la biopoque siguen una lógica de investigación universal y lítica representa una transformación significativa objetiva, sino que siempre son componentes de un de lo político. La vida no es sólo objeto del actuar campo teórico-político, flexible y polémico. Cada político y entra con éste en relación externa, sino respuesta a la pregunta sobre cuáles procesos y que estimula el núcleo de lo político. La biopolítiestructuras, qué racionalidades y tecnologías, ca es menos la expresión de la voluntad de un soqué épocas y lapsos de tiempo son caracterizados berano se refiere a la gestión y la regulación de por planteamientos de problemas genuinamente los procesos de vida a nivel de la población. Tiene “biopolíticos”, es el resultado de una perspectiva que ver más bien con seres vivos que con sujetos específica que siempre conlleva algo particular y del derecho, o más exactamente, con sujetos del selectivo. Por eso, cada análisis de la biopolítica derecho que son al mismo tiempo seres vivos. La debe distinguir su potencial analítico y crítico de biopolítica tampoco se puede reducir a la política los “puntos ciegos”, los espacios vacíos y los pun- en el sentido de acciones conscientemente planeatos débiles de las propuestas de interpretación que das por actores o colectivos de actores con objetivos más o menos concretos. Esto se debe, por un compiten entre sí. El punto de partida para el esquema de análisis lado, al gran campo de las consecuencias no preaquí propuesto es la situación básica divergente tendidas de la acción; pero, por el otro, también que se presenta al reunir vida y política en el con- a que los fenómenos biopolíticos, en principio, no cepto de la biopolítica. Los conceptos presentes se pueden restringir a acciones o a consecuencias se diferencian según en cuál de los componentes de acciones, sino que, como se mostrará, también de la palabra se coloque el acento. Correspondien- abarcan formas de conocimiento, estructuras de temente, los conceptos naturalistas que entienden comunicación y modos de subjetivación. Contra la versión naturalista y la política, aquí la vida como fundamento de la política se pueden distinguir de los enfoques políticos que consideran se pretende proponer un concepto relacional y polos procesos de la vida como objeto de la política. lítico de la biopolítica que desarrolló por primera La supuesta base natural de la política se encuen- vez el filósofo e historiador francés Michel Foutra en el centro de un ensamble heterogéneo de cault. Según éste, la vida no designa ni el fundateorías que será presentado en el primer capítulo mento ni el objeto de la política, sino su límite; un y que va desde los conceptos organicistas del Esta- límite que debe ser al mismo tiempo respetado y do de principio del siglo xx, pasando por patrones superado, que aparece lo mismo como algo natural de argumentación racistas del nacionalsocialismo y dado, que como algo artificial y reformulable. La y de la Antigua y Nueva Derecha, hasta los enfo- “biopolítica” es en Foucault, ante todo, una cesura ques biológicos en las ciencias políticas contem- dentro del orden de lo político: “la entrada de los poráneas. El polo político contrario entiende la fenómenos propios de la vida de la especie humana “biopolítica” como un campo de acción o ramo de en el orden del saber y del poder, en el campo de la política que se ocupa de la regulación y la con- las técnicas políticas.” El concepto de biopolítica solidación de los procesos de vida. Esta interpre- de Foucault supone la abstracción de la vida de su tación aparece de manera esencial desde los años soporte sustancial. Los objetos de la biopolítica sesenta en dos formas: por un lado, como biopolíti- no son existencias singulares humanas, sino sus ca ecológica que persigue objetivos conservadores atributos biológicos que se formulan mediante esy defensivos y compromete la política a la protec- tudios a nivel de la población. Sólo mediante este ción y mantenimiento de los medios naturales de trabajo de abstracción es posible definir normas, subsistencia; por otro lado, en una variante rela- fijar estándares y establecer valores promedio. cionada con la tecnología cuyos defensores están Así la “vida” se convertirá en una medida indemás bien interesados en un desarrollo dinámico y pendiente, objetiva y medible y en una realidad couna ampliación económico-productiva. Según este lectiva que puede ser remplazada por seres vivos último punto de vista, la biopolítica debe designar concretos y por la particularidad de experiencias un nuevo campo político que surja como resulta- de vida individuales. El concepto de la biopolítica remite aquí al dedo de conocimientos médicos y científicos y de su realización tecnológica. Esta interpretación es sarrollo de un conocimiento político específico bastante popular hoy en día y es citada con regu- y a nuevas disciplinas como la estadística, la delaridad en los discursos de la política y los medios mografía, la epidemiología y la biología, que anapara describir o propagar las consecuencias socia- lizan los procesos de vida a nivel de la población les y políticas y los potenciales de los procesos de para “regir” individuos y colectivos con medidas innovación biotecnológica. Las diferentes facetas corregidoras, excluyentes, normalizadoras, discidel discurso político son exploradas en el segundo plinarias, terapéuticas u optimizadoras. Foucault señala que, en el marco de un gobierno de seres vicapítulo. La tesis central de este libro dice que ninguna vos, la naturaleza no representa una zona autónode las dos líneas de interpretación considera di- ma en la que, en principio, no se puede intervenir, mensiones decisivas de los procesos biopolíticos. sino que depende del actuar mismo del gobierno; Con todas las diferencias, la posición política y no es un sustrato material en el que las prácticas la natural comparten importantes suposicio- del gobierno puedan encontrar aplicación, sino su nes de base. Se basan en una jerarquía estable y correlato continuo. Aquí juega un papel imporen una relación superficial entre vida y política. tante el estatus característico sujeto-objeto de la figura política de la “población”. Por un Si los representantes del naturalismo lado, ésta representa una realidad colecven la vida “por debajo de” la política, tiva, principalmente independiente de con lo que se debe instruir y explicar el intervenciones políticas que se distingue pensar y actuar político, el lado opuespor su propia dinámica y sus competento determina la política “por encima” de cias para el autocontrol y, por el otro, la vida; es algo más que “sólo” biología esta autonomía no es un límite absoluto y sobrepasa las necesidades de la exisde intervenciones políticas, sino por el tencia biológica. Ambas perspectivas contrario, su referencia privilegiada. El fundamentales sobre el problema de la descubrimiento de una “naturaleza” de biopolítica mantienen fijo, respectivala población (por ejemplo, tasa de natamente, uno de los polos del campo seIntroducción lidad, mortalidad y enfermedad, etc.) es mántico para de ahí explicar variabilia la biopolítica la condición de posibilidad de su control dades en el otro. Con ello, sin embargo, thomas lemke encauzado. El tercer capítulo presenta omiten la inestabilidad de las fronteras las diferentes dimensiones del concepto entre “vida” y “política”, la cual se está sociología fce, México, 2017 de biopolítica en el caso de Foucault para volviendo virulenta en la coyuntura del describir en el siguiente las líneas de adtérmino de biopolítica, y no logran comhesión, propuestas de corrección y desaprender la racionalidad e historicidad de rrollos. estos polos aparentemente aislados. El

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Los escritos de Giorgio Agamben y los trabajos de Michael Hardt y Antonio Negri son sin duda las contribuciones más prominentes de la actualización del concepto foucaultiano de biopolítica. Ambas teorías asignan un papel estratégico a los procesos de la delimitación o de la disolución de límites. Siguiendo a Agamben, la separación principal entre “nuda vida”, aquella del ser reducido a sus funciones biológicas, y la existencia jurídica ha determinado la historia política de Occidente desde la Antigüedad, mientras Hardt y Negri analizan una nueva etapa de la socialización capitalista que se puede ver señalada por la disolución de fronteras entre economía y política, reproducción y producción. Mientras la crítica de Agamben, siguiendo a Foucault, dice que la biopolítica moderna se basa en el sólido fundamento de un poder de soberanía premoderno, Hardt y Negri le reprochan a Foucault que no haya reconocido la transformación de una biopolítica moderna a una posmoderna. Sus contribuciones correspondientes a la discusión son objeto del cuarto y quinto capítulos. El punto central del siguiente capítulo presenta dos vías principales de la recepción de Foucault. La primera se focaliza en el modo de lo político y se cuestiona hasta qué punto se diferencian el planteamiento biopolítico de manera histórica y sistemática de las formas “clásicas” de la representación y articulación política. El centro de la exposición se encuentra aquí en el trabajo de Agnes Heller y Ferenc Fehér y su tesis de una regresión de la política por medio de una creciente consideración de cuestiones biopolíticas, en el concepto de política de la vida de Anthony Giddens (que no se relaciona explícitamente con Foucault) y finalmente en la idea de biolegitimidad de Didier Fassin (capítulo vi). La segunda línea de recepción se interesa por la sustancia de la vida e investiga si también los fundamentos, medios y objetivos de las intervenciones biopolíticas cambian, como consecuencia de un acceso ampliado y basado biotecnológicamente en los procesos de vida y el cuerpo humano (capítulo vii). En relación con esto, como una continuación crítica frente a las tesis foucaultianas, se discutirán las ideas que se han desarrollado de una política molecular, tanatopolítica y antropopolítica, así como los conceptos de biosociabilidad (Paul Rabinow) y de etopolítica (Nikolas Rose). El noveno capítulo se dedica a un terreno de la biopolítica hasta ahora subexpuesto y presenta una serie de conceptos teóricos que muestran que la politización de la vida apenas puede ser separada de su economización. La variedad va aquí desde la idea de una «economía humana», que el filósofo social y sociólogo financiero, de origen austriaco, Rudolf Goldscheid bosquejó a principios del siglo xx, pasando por la idea de una política vital en el liberalismo de posguerra alemán y la teoría del capital humano de la escuela de Chicago hasta las visiones de una “bioeconomía” en los actuales programas de acción políticos. También se presentan algunos trabajos sociológicos más tardíos que examinan críticamente la relación entre innovaciones biocientíficas y transformaciones del capitalismo. El último capítulo sintetiza los desarrollos y correcciones del concepto foucaultiano de biopolítica en una “analítica de la biopolítica” y explica en qué consiste la plusvalía teórica de dichas perspectivas de investigación y cómo se distinguen del discurso bioético. Si estos capítulos, en parte muy heterogéneos, se juntan en un todo y de eso surge una introducción “con vida” (en el sentido de una exposición intuitiva y comprensible) en el campo de la biopolítica, entonces hay que agradecerles sobre todo a los consejeros y lectores que colaboraron con la terminación de este manuscrito de forma directa o indirecta. Recibí sugerencias e indicaciones valiosas de Martin Saar, Ulrich Bröckling, Robin Celikates, Susanne Krasmann, Wolfgang Menz, Peter Wehling, Caroline Prassel y Heidi Schmitz. Agradezco la ayuda técnica en la terminación del manuscrito a Ina Walter, a Steffen Herrmann por una lectura cuidadosa. Las discusiones constructivas con los colegas del Institut für Sozialforschung [Instituto de Investigación Social] fueron de ayuda para precisar mis pensamientos. Finalmente, agradezco a la Deutsche Forschungsgemeinschaft [Fundación Alemana de Investigación Científica] que apoyó el trabajo del libro por medio de la Beca Heisenberg.•

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El patrimonio arquitectónico reexaminado Reexamen crítico del usoo político del patrimonio arquitectónico de Mesoamérica por las “élites extractivas”. Genealogía del discurso de apaciguamiento interno y de impulso a laa presencia nacional en el mundo, que exaltó los componentes tangibles (objetos, edificaciones) y se bles (sujetos distanció de los intangibles indígenas). Presentamoss un fragmento del capítulo quinto. ilan vit-suzan

Col. Arte Universal Fragmento del capítulo 5, La Pirámide del Sol, inventario de connotación La pirámide del dictador Una de las primeras etapas del proceso gradual con el que se ha esquivado la paradoja de pérdida del patrimonio mesoamericano se logró mediante el surgimiento de una clase media urbana, imbuida por las transformaciones ideológicas de la Era del capital, mientras el resto del país seguía subyugado por la aristocracia rural. Aunque estas clases ocupaban polos opuestos en el espectro ideológico —mientras los primeros eran liberales, los segundos eran conservadores— juntos impusieron un modelo económico extractivo.1 Como resultado, el resto de la población fue sistemáticamente discriminada (social, económica y políticamente) bajo la creencia de la superioridad racial, una marca indeleble de aquella burguesía triunfante, seducida por el progreso liberal capitalista.2 En el caso de México, los primeros en imponer este modelo de dominación ideológica fueron Benito Juárez y Porfirio Díaz, quienes habrán tenido dificultad por reconocer las contradicciones de su liderazgo como parte de una élite extractiva,3 ya que ambos tenían un fuerte origen indígena. A pesar de ello, dicho origen no fue suficiente para solidarizarse con sus congéneres; incluso es posible que hayan resentido sus propios orígenes. Quizá ésta sea una de las razones por las que permitieron una desenfrenada explotación de las comunidades indígenas. Aun así, la narrativa maestra que dominaba su discurso político incluía una fuerte presencia del legado mesoamericano, con el fin de incitar el sentimiento nacionalista. En buena medida, la forma con que 1El término “elite extractiva” viene del importante estudio de Daron Acemoglu y James Robinson, Why Nations Fail (Nueva York: Crown, 2012). 2Para la ideología de la superioridad racial como soporte de las nociones de progreso liberal, véase a Eric Hobsbawm, The Age of Capital, 1848–1875 (Nueva York: Vintage Books, 1996), 265–271. 3 La distinción de Guillermo Bonfil Batalla enntre el “México profundo” y el “México imaginario” antecede las nociones contemporáneas asociadas con las élites extractivas; véase México profundo (México: Random House Mondadori, 2005). Esta dicotomía resuena, a su vez, con la oposición del pays réel y el pays légal, de Louis Philippe.

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la mexicanidad esquiva los efectos de la paradoja de pérdida se basa en aquellos esfuerzos iniciales con los que se generó un potente nacionalismo. En esta sección del texto examinaremos las condiciones que dieron vida a la narrativa maestra de la élite extractiva y la manera en que se apropió del legado mesoamericano, mientras se daba parcial respuesta al problema indígena. Irónicamente, la retórica del discurso oficial era directamente proporcional a la discriminación de las comunidades indígenas. El esclarecimiento de la historia de Teotihuacan en las primeras décadas del siglo xx se ubicó en el centro de estas contradicciones. En aquel momento, el simbolismo de esas ruinas tenía suficiente poder para impulsar su exploración sistemática. La motivación para reconstruir la Pirámide del Sol no sólo respondía al fervor nacionalista, también surgía del interés por consolidar la figura internacional de Porfirio Díaz, uno de los más eficientes artífices del progreso liberal en el mundo. La misión de Batres fue recuperar la grandeza del pasado mexicano, cuyo reflejo se hallaba en la exhibición de sus antiguas civilizaciones. La recuperación de la Pirámide del Sol era prueba absoluta de semejante progreso. Al reconstruir su presencia tangible, don Porfirio mostró la capacidad de su gobierno para restaurar un nivel de civilización equivalente, dotándole de una estatura universal.4 El legado de Mesoamérica ya había jugado un rol similar, consolidando una incipiente identidad nacional, cuando intelectuales criollos lo utilizaron a favor de la independencia de México. Su inspiración provenía de las exitosas maniobras culturales implementadas por la Revolución francesa para crear un nuevo régimen político. Para mediados del siglo xix, los escritos de Montesquieu, Voltaire y Comte tenían profundo impacto en la élite mexicana.5 Esta intelligentsia promovía el poder emancipador de la razón. La independencia necesitaba una clase iluminada 4 Mauricio Tenorio y Aurora Gómez, El Porfiriato, (México: cide, fce, 2006), 18; cf. Gene Yeager, “Porfirian Commercial Propaganda: Mexico in the World Industrial Exhibitions,” The Americas 34(1977):230–243. 5 Hobsbawm, The Age of Revolution 1789–1848, (Nueva York: Vintage Books, 1996), 109–124; y François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias (México: mapfre, 1992).

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que pudiese desmantelar la influencia de la Corona y la Iglesia. El legado indígena se convirtió en fuente de inspiración para crear una nueva identidad, una razón de ser que movilizara a los indígenas a favor de los criollos. En tiempos previos, intelectuales como fray Servando Teresa de Mier y Carlos María de Bustamante habían explotado la figura mítica de Quetzalcóatl y la devoción popular por la Virgen de Guadalupe para promover una fusión poco ortodoxa de creencias autóctonas y cristianas como base de la identidad mexicana. Esfuerzos similares buscaron unir al legendario dios azteca con santo Tomás Apóstol y a Nuestra Señora de Guadalupe con la Diosa–Madre Tonantzin.6 Claramente, el objetivo era conformar una identidad “netamente” mexicana. Siglos después, una de las políticas de transformación profunda impulsada por Juárez disolvió el control estratégico que los liberales mantenían sobre la lealtad indígena, ya que la Ley Lerdo (1856) no sólo expropió tierras eclesiásticas, también lo hizo con tierras comunales indígenas. La alteración de este modelo de tenencia de la tierra respondía a demandas internacionales por liberar el territorio para una explotación capitalista, así como para generar un excedente en la mano de obra disponible. La reacción fue inmediata, las comunidades indígenas apoyaron la defensa que los conservadores hacían de la tradición durante la Guerra de Reforma (1857–1861). Dicha confrontación se volvió un frente alterno de la competencia entre los Estados Unidos de Norteamérica y Francia por el dominio del planeta. Mientras que los primeros apoyaron a los liberales con financiamiento y armas, los segundos enviaron 30000 soldados franceses para defender a la élite conservadora.7 Desde la consumación de la Independencia, México ha permanecido en un estado de guerra intermitente, siempre bajo la sombra de poderosos caudillos (jefes militares), cuya ideología oscila entre el bando liberal y el conservador. Sólo ha habido dos periodos de “paz relativa”, impuestos por 6 David Brading, El origen del nacionalismo mexicano, (México, Ediciones Era, 1988). 7 Michael Meyer et al., The Course of Mexican History, (Nueva York: oup, 1999), 359–370.

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el patrimonio arquitectónico reexaminado

la mano dura de Juárez y la de Díaz (1870–1910, aproximadamente), así como la del pri (décadas de 1920 a 1990). Dado este contexto, tras 200 años de independencia, México sólo ha estado en paz la mitad del tiempo. Dicha inestabilidad se basa parcialmente en aquella desigualdad irresoluta que por siglos ha permitido la explotación y el abandono de grandes proporciones de la población, sobre todo de los pueblos indígenas. Dos factores los empujan a la violencia intermitente: la expropiación de tierras comunales por el Estado y la negligencia espiritual por la Iglesia. Estas condiciones han permanecido por más de medio milenio. Los periodos de paz surgen de avances relativos, apoyados en la combinación maquiavélica de apoyo económico y represión; claramente, una política que no resuelve el conflicto de origen y que sólo neutraliza los síntomas. En pocas palabras, es un método de apaciguamiento insostenible. Una de las características más dañinas de la élite extractiva es la falta de fe en sus conciudadanos. Esta condición erosiona el contrato social. México es un triste ejemplo de semejante condición. Si verdaderamente deseamos un mejor futuro para nuestro país, necesitamos evaluar críticamente este legado discriminador para dar el siguiente paso: la reconciliación y reparación del daño. En el centro de este contexto histórico encontramos la manipulación de la identidad nacional como parte de la estrategia de apaciguamiento por parte del Estado. Durante la ocupación francesa, el legado de Mesoamérica inspiró la fantasía de una “monarquía mexicana”, impulsada por el idealismo romántico de Fernando Maximiliano y María Carlota, descendientes de la más prestigiada nobleza europea. Irónicamente, trataron de crear un régimen liberal, apoyados en sus aliados conservadores. La promesa del Nuevo Mundo alentó sueños de renovación total, con la que se purgarían las viejas tradiciones de la irracionalidad de su inherente atavismo. En un grave error de cálculo, Maximiliano pretendía un balance entre las ideologías opuestas de su época. Empero, la mayoría de sus políticas terminaron traicionando los ideales conservadores. Así, “al tratar de hallar un punto medio entre liberales y conservadores, únicamente logró alienar a ambos”.8 La polarización de la política mexicana era tan extrema en aquel momento, que el sistema no pudo tolerar la participación de un moderado iluminado. Sin embargo, la visión utópica de Maximiliano dejó una huella profunda en ambos bandos, una influencia positivista. El uso de la razón sería el antídoto perfecto para contrarrestar la anarquía, entendida como la enfermedad crónica del país. En la Oración cívica (1867), Gabino Barreda consideró “Libertad, Orden y Progreso” como los medios idóneos para llevar a México a un mejor futuro. Claramente, estos principios se inspiraban en los escritos de Comte, así como en el deísmo francés. La fundación de la Escuela Nacional Preparatoria en la Ciudad de México, por Barreda, fue uno de los primeros esfuerzos por implementar la educación positivista en el mundo. La Revue Occidentale de Pierre Laffite alabó dicha fundación como un experimento pedagógico singular. El currículo se basaba en el uso estricto de la lógica, tal y como la concebían Alexander Bain y John Stuart Mill. La educación pública formó a la clase media mexicana, que pronto se convirtió en la principal impulsora de la modernidad.9 Desafortunadamente, la agenda positivista incluía un indigenismo distante, esto es, una aproximación paternalista al problema indígena. Su definición del problema era tan antigua como la propia Conquista. Desde que fray Bartolomé de las Casas la impulsó por vez primera, dicho acercamiento sufre de un rechazo a la coetaneidad de ambas partes, es decir, entre el moderno civilizado y el retrógrada indígena. Esta condición genera un serio límite a la antropología moderna.10 Por otro lado, durante la Reforma se explotó la imagen arquetípica del “indígena maltratado”, produciendo un fuerte sentimiento nacionalista, aunque el maltrato real y concreto no era relevante, era meramente simbólico.11 Estas condiciones poco 8 Ibidem, 380–381. 9 William Raat, El positivismo durante el Porfiriato (1876–1910), (México: sep, 1975), 13. 10 Johannes Fabian, Time and the Other: How Anthropology Makes its Object, (Nueva York: Columbia up, 2002). 11 William Raat, “Los intelectuales, el positivismo y la cuestión indígena”, Historia mexicana 20, 3(1971): 412–27; y T. G. Powell, “Mexican Intellectuals and the Indian Question, 1876–1911”, The Hispanic American Historical Review 48(1968): 19–36.

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afortunadas aumentaron con el abandono espiritual por parte de la Iglesia. Investigadores contemporáneos reconocen que en la célebre novela de Ignacio Manuel Altamirano, La navidad en las montañas (1871), “se atacó la conscripción forzada (leva), se demandó el desarrollo de un nuevo sistema educativo y se denunció al clero por sus fallas para responder a las necesidades reales de la comunidad mexicana”.12 Años antes, medios de comunicación nacionales convirtieron la crítica de Melchor Ocampo del abandono de la Iglesia en una cause célèbre. Este gigante de la política mexicana atacó al clero de Michoacán por rechazar el entierro de un peón paupérrimo, porque la viuda no pudo pagar la cuota sacramental. El indigenismo distante se mantiene con el paso del tiempo, a través de una valoración desproporcionada del patrimonio tangible (objetos) sobre el intangible (sujetos), ya que el primero brinda un rédito concreto, mientras que el segundo es más bien abstracto. La explotación de ruinas prehispánicas para incrementar el prestigio internacional de nuestro país empezó con el surgimiento de un interés europeo por el pasado de México, particularmente tras las expediciones de Alexander von Humboldt, que lo catapultó a un nivel de celebridad internacional. Los escritos historiográficos de Francisco Javier Clavijero, un jesuita mexicano en el exilio, jugaron un rol esencial en dicha apreciación. Juntos estimularon la fascinación europea por la historia exótica del “México Antiguo”.13 Las aspiraciones de Maximiliano y Carlota fueron influenciadas por esta moda. La visión utópica que los dominaba reconocía el gran potencial que había en la fusión de tradiciones locales y foráneas. Las fuerzas de ocupación de Napoleón III aseguraron la instauración de su reinado utópico. Entre ellas venía una “Commission Scientifique”, inspirada en el grupo de intelectuales que acompañó al tío abuelo en la Campaña de Egipto.14 El potencial del legado mesoamericano detonó una modesta emulación de aquella capacidad de Napoleón para usar la historia como un cimiento del poder. La comisión de su sucesor llevó a cabo recorridos y levantamientos en gran parte del territorio, buscando sitios arqueológicos y objetos preciosos. Désiré Charnay, uno de sus exploradores más experimentados, atravesó el país acompañado de una camera obscura, que el Ministro de las Bellas Artes, Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc, había financiado. Mientras tanto, Maximiliano estableció una prensa libre, declaró amnistía política y fundó un Museo Nacional para exhibir las “antigüedades prehispánicas”.15 Teotihuacan recibió atención especial. Se realizó un vasto levantamiento topográfico para registrar no sólo los restos antiguos, sino los pueblos vecinos y las elevaciones de los principales montículos en la avenida principal, representados en una sección longitudinal. Por primera vez en su historia, Teotihuacan fue estudiada en términos puramente científicos. Aun así, la comisión tropezó con los efectos de la paradoja de pérdida del patrimonio mesoamericano, tan pronto como la evidencia empírica demandó interpretación. Aunque su formación como ingenieros debía haberlos ayudado a despejar cualquier especulación sin fundamento, sus interpretaciones fueron bastante fantasiosas. Según Charnay, en la cima de la Pirámide del Sol había una gran estatua “con un hueco en el pecho, donde un planeta de oro puro se colocaba”.16 No hay duda que la referencia al oro debió ser un total invento, posiblemente estimulado por las expectativas de sus superiores o el interés de los periódicos. De cualquier manera, en el reporte final se mezclan datos duros con fantasías débiles. También incluye conjeturas que ya se habían usado previamente para identificar a Teotihuacan como capital de los toltecas. La misión y el trabajo de Batres estuvieron seriamente influidos por la comisión francesa. Su jefe inmediato, el ministro de Instrucción Pública, Justo Sierra (1848–1912), jugaba un papel fundamental en la consolidación de la pax porfiriana, mediante un uso magistral de la

12 Meyer et al., Mexican History, 1999, 359 & 410; cf. Eduardo Blanquel, “La revolución mexicana,” en Historia mínima de México, Daniel Cosío Villegas, ed. (México, 1974), 147–148. 13 Bernal, Historia de la Arquelogía en México, 1979, 87-9; cf. Laura Walls, The Passage to Cosmos: Alexander von Humboldt and the Shaping of America, (Chicago: tucp, 2009). 14 Bernal, Historia de la Arquelogía en México, 1979, 94-116; y Roberto Gallegos, ed., Antología de documentos para la historia de la arqueología de Teotihuacan (México: inah, 1997), 188–271. 15 Meyer et al., Mexican History, 1999, 139 & 379. 16 Gallegos, Antología, 1997, 252-253.

dominación cultural (poder suave).17 El ministerio controlaba un vasto aparato burocrático dedicado al engrandecimiento del dictador. Era una herramienta de propaganda internacional que utilizaba como principales medios de difusión los ensayos de alabanza y los pabellones mexicanos en las exposiciones universales. Se le presentaba como el “Cincinato mexicano”, una designación que estaba en perfecta sintonía con la moda del culto al héroe, promovida por Voltaire y Carlyle, hasta que Nietzsche la empujó a un límite catastrófico. En un discurso de 1904, don Porfirio revela el cimiento positivista en su política de apaciguamiento: “La opinión que gran parte del mundo civilizado tiene ahora de la llegada de esta República al camino seguro del progreso, la paz y el orden jurídico es justificada; es bien sabido que estas causas, asistidas por el buen juicio, han asegurado condiciones favorables a lo largo de la historia de México”.18 Años después, la pax priista retendría muchas de las bases de tan exitosa política. Tras décadas de caos, la paz se impuso. Sin embargo, ni el Porfiriato ni el Priato fueron capaces de reconocer el impacto de una pujante clase media sumida en el desencanto, sujetos a una distancia abismal del poder. Ambos regímenes terminarían desvaneciéndose, por su incapacidad para compartir el poder. La constante exaltación de la identidad nacional fue herramienta clave para mantener aquella política de apaciguamiento. El entendimiento histórico de Sierra permitió explotar el legado intangible del país en favor de dicha política. Mientras el pueblo tuviera algo de que asirse, aunque fuese sólo una ilusión, la paz perduraba. El poder suave produjo un sentido de dirección colectiva, creando un horizonte de expectativas que se satisfacía con la misión histórica del dictador. La reconstrucción de la Pirámide del Sol es gran ejemplo de este uso estratégico de la cultura. Sierra fue el autor intelectual. Bajo su dirección, la arqueología estableció una alianza corporativa con el estado. Batres materializó la política cultural de Sierra. La pirámide quedó lista para las celebraciones del centenario (1910). Un tren especial llevó a los especialistas del Congreso Internacional de Americanistas de la Ciudad de México a las “Pirámides”. Se ofreció un banquete en una gruta enorme, cercana la Pirámide del Sol. El discurso de Batres reveló la fuente de inspiración de Sierra, que provenía de un comentario hecho por el Duc de Loubat, “quien insistió que Teotihuacan debía explorarse y sus monumentos consolidarse, puesto que dichos trabajos desenterrarían una ‘Verdadera Pompeya Mexicana’”.19 ¡Vaya que sí acertó! Conforme se sigue desentrañando el pasado de Teotihuacan resulta tan intrigante como el de Pompeya. Al combinar una política cultural astuta con el uso efectivo de la fuerza, se logra ejercer un “poder inteligente” tal como lo define Joseph Nye. Teotihuacan formó parte sustancial de la primera parte de la ecuación, conocida como el “poder suave”, mientras que el aparato represor del Porfiriato constituía la principal herramienta del segundo, definido como “poder duro”.20 En el centro de la política cultural porfirista se hallaba una atracción poderosa por el legado mesoamericano. Artistas talentosos fundieron conceptos cosmológicos prehispánicos con los principios del cristianismo y la modernidad. Gustavo Campa compuso la ópera Le Roi Pòete, basada en Nezahualcóyotl. Saturnino Herrán pintó un Cristo crucificado, cuyo cuerpo se desvanece suavemente sobre la imagen de la Coatlicue, la diosa madre azteca. Gerardo Murillo y Carmen Mondragón crearon los primeros ejemplos de una persona mediática, al convertirse en el Dr. Atl y Nahui Ollin. Su creatividad vanguardista cautivó la imaginación de una generación entera. El Dr. Atl incluso trató de construir una ciudad utópica en las faldas del Iztaccíhuatl, donde filósofos y artistas pudiesen forjar una nueva era.•

17 La opus magna de Justo Sierra, México: su evolución social, influida por la filosofía de la historia de Hegel, ilustra cómo intelectuales como él o Benedetto Croce podían moverse fácilmente de un campo académico al ámbito de la política, ya que poseían un sofisticado entendimiento. Véase Claude Dumas, Justo Sierra y el México de su tiempo 1848–1912, 2 vols. (México: unam, 1986). 18 Raat, El positivismo, 1975, 21-22. 19 Claudia Guerrero, “Historia de la arqueología mexicana a partir de los documentos del Archivo General de la Nación” (tesis de licenciatura, Escuela Nacional de Arqueología e Hisotria, enah, n.d.), 141; cf. Gallegos, Antología, 1997, 336–338. 20 Joseph Nye, The Future of Power (Nueva York: Public Affairs, 2011).

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adelanto

Cuentos populares mexicanos fabio morábito

Nota a la segunda edición Para esta segunda edición de Cuentos populares mexicanos decidí incluir 25 nuevos cuentos, que junto a los 125 existentes suman 150, cantidad que estimo suficiente para dar por concluido definitivamente este libro. Dicho incremento supone además la inclusión de otras lenguas indígenas, llegando ahora a un total de 24. Considero que el lector tiene en sus manos un panorama si no exhaustivo sí muy amplio de los cuentos mexicanos de tradición oral. La inclusión de nuevos cuentos fue posible en gran parte a que tuve acceso a la Biblioteca Manuel Gamio, que cuenta con un acervo especializado en temas indígenas, el cual no pude consultar antes por encontrarse cerrada al público debido a obras de acondicionamiento. Agradezco al etnólogo José del Val, director del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural e Interculturalidad de la unam, el haberme permitido consultar sus archivos, de donde saqué buena parte del nuevo material que incluyo ahora. Además de más cuentos, esta segunda edición incluye más ilustraciones; de este modo, aunque viene con tapa blanda y papel más delgado, para hacer su precio más accesible, el libro ha crecido tanto en el contenido como en su parte gráfica, por lo que estoy seguro de que seguirá recibiendo la excelente acogida que le ha dispensado el público. Tres enamorados miedosos Náhuatl-Hidalgo Vivía en un pueblo una muchacha muy bonita y tres hermanos com comenzaron a enamorarla. Pero a ella no le gustaba n ninguno de los tres y no sabía cómo zafarse de la las atenciones que le dispensaban. No quería ofenderlos, ofen ni que por su culpa se pelearan entre sí, y se puso a pensar cuál sería la mejor manera de deshacerse de de aquella carga. Y de tanto pensar llegó a urdir un plan. Así, cuando llegó el mayor de los hermanos h a declararle su amor, le dijo: —¿De veras me q quieres tanto? —Haría cualquie cualquier cosa para demostrarte cuánto te quiero. cos —¿Cualquier cosa? —Te lo juro. cuida a un muerto en el cemente—¿Incluso cuidar rio? hecho —Dalo por hecho.

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—Entonces ven en la noche —le dijo la muchacha—, el muerto eestará listo y tú lo velarás en el mismísimo panteó panteón. El muchacho se fue, prometiéndole que vendría sin falta. Al rato llegó el segundo hermano a declararle su amor. —¿Harías cualquier cosa por mí? —le preguntó ella. —Lo que sea —contestó el muchacho. —¿Hasta hacer de muerto, si te lo pidiera? —Dalo por hecho. —Entonces harás de muerto esta noche. Ahora vete, te espero dentro de un par de horas en el cementerio. El muchacho se fue con el corazón desbordando de dicha. Llegó entonces el tercer hermano a rendirse a sus pies y ella le preguntó si, para demostrarle su amor, tendría el valor de hacer de diablo esa misma noche. —Eso y más, si me lo pides. —Entonces harás de diablo, ahora vete y te espero dentro de un par de horas en el cementerio. El primero que se presentó fue el que debía hacer de muerto. La muchacha, que había conseguido un ataúd para la ocasión, le ordenó que entrara en él. Con algo de recelo el chico obedeció. Después llegó el que iba a cuidar al muerto. La muchacha le dio cuatro cirios y le señaló el ataúd que debía velar. El muchacho, obediente, se paró a un lado del cajón y empezó a rezar por el alma del difunto. La muchacha salió del cementerio para esperar al tercer hermano, el que iba a hacer de diablo. Lo vistió con un traje cubierto de latas agujeradas y cada lata llevaba adentro una vela encendida, luego le puso cuernos y le ordenó que entrara al cementerio saltando y gritando, cosa que el muchacho hizo a la perfección. Cuando el que velaba al muerto vio entrar al mismo diablo en el cementerio, soltó los cirios y, gritando, se echó a correr. El que hacía de muerto, al oír ese grito, saltó fuera del ataúd y, a la vista del demonio, echó un alarido de terror y corrió en la misma dirección. El diablo, al verlo salir, gritó: —¡Un muerto que corre! —y echó a correr atrás de sus hermanos. Cuando los tres llegaron jadeantes y temblorosos a su casa comprendieron que habían sido objeto de una broma, decidieron dejar en paz a la muchacha y ni adiós le dijeron cuando la volvieron a ver.•

davi d dan i el á lva r ez

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a d emás

Linda ha desaparecido El fce anuncia la reimpresión de Linda 67: historia de un crimen, la magnífica novela policial de este laureado escritor. Un hombre cosmopolita, sibarita y vacuo asesina a su esposa y simula un secuestro para obtener 15 millones de dólares de su suegro. El azar y una compleja trama lo delatan. Presentamos el capítulo vii. fernando del paso

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urante t más á de d tres minutos Dave había contemplado el teléfono sin atreverse a dar comienzo a la farsa. A la gran farsa. Hubiera querido hablarle, antes que a nadie, a Chuck O’Brien. Chuck siempre tenía solución para todos los problemas y, además, el don admirable de tranquilizar a las personas en las situaciones más difíciles imaginables. Pero ¿de qué lo iba a consolar hoy Chuck O’Brien si tendría que ocultarle la verdad y contarle la misma mentira que a todos los demás? Desechó a Chuck O’Brien y pensó en comunicarse con el padre de Linda: al mal paso, darle prisa. Pero no. Eso no era lógico. La primera persona a quien debía hablarle era, sin duda, a Julie Simmons. Caminó hacia el teléfono y estaba a punto de descolgar el audífono cuando se dio cuenta de que estaba

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did ell iindicador di d d j encendido de mensajes de la grabadora. Prendió el aparato y escuchó. El primer mensaje ya lo conocía: “Dave, soy Bob Morrison, veo que ya estás bien, puesto que nunca te encuentro. Espero que vengas sin falta el martes. Tenemos a las nueve una junta para el lanzamiento de Olivia. Hasta pronto…” El segundo mensaje comenzaba con la voz de Linda: “Dave, querido.” Dave apagó el aparato, espantado. No esperaba escuchar la voz de Linda. Por unos instantes, titubeó. Era la voz de Linda, sí, pero de una Linda que unas horas antes había dejado de existir. Comprendió, al mismo tiempo, que era necesario conocer el mensaje que Linda había dejado. Regresó la cinta y prendió de nuevo la grabadora. “Dave, querido, estoy en Christofle con Julie, para escoger el regalo de bodas...” Volvió a apagarlo. Era como si la voz de Linda tuviera vida propia y se

h bi f i d en lla grabadora. hubiera refugiado Regresó la cinta y prendió la grabadora por tercera vez. […] Dave querido, querido Dave. Linda querida, querida Linda. ¿Por qué habían seguido llamándose así no sólo en público, sino también en privado cuando hacía tanto tiempo que habían dejado de quererse? Dave, querido, estoy en Christofle. No, Linda, no, querida, siento mucho decepcionarte. No estás en Christofle, ni estás en Macy’s, ni en Neiman Marcus. Estás en otra parte, muy lejos de Christofle, y estás muerta, no puedes hablar. ¿Me escuchas, querida? Estás muerta abajo del agua: no puedes hablar. Había un tercer mensaje en la grabadora: “Señor Sorensen, habla Dick, del taller BMW…” Volvió a detener el aparato. Les había dicho en el taller con toda claridad que no hablaran a su casa. Son unos imbéciles. Si Linda hubie-

ra escuchado este mensaje, todo se hubiera venido abajo. “… siento decirle que el parabrisas no llegará hasta el lunes…” Pero no, en realidad la culpa era de él: debió haber llevado el automóvil a un taller donde no lo conocieran y dejado un teléfono falso. Sabía muy bien que había otro servicio especializado en Broadway esquina con Samson y, sin ir más lejos, uno más, que se llamaba Petés, o algo por el estilo, en la misma Pacific Avenue, a un lado del Phaedrus… “… pero por desgracia ya quitamos el otro y al quitarlo se hizo pedazos…” Dave recordó el clavo y el martillo con los cuales él mismo había estrellado el parabrisas del BMW. Sí, si Linda hubiera escuchado ese mensaje estaría viva. “… de modo que será hasta el lunes que…” Dave corrió la cinta para pasar al cuarto mensaje, que tampoco contribuyó a su tranquilidad:

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“Dave: habla Jimmy Harris. Lo siento, pero no puedo acudir a la cita, tengo que salir de la ciudad esta misma tarde... Además, todo me parece un disparate. Creo que estás delirando. Hablaré con Linda el lunes...” La grabadora calló. No había más mensajes. Dave no podía creer que todo hubiera salido tan mal. La prueba circunstancial de más peso que, con un poco de suerte, señalaría a Jimmy Harris como el asesino de Linda: la tarjeta dorada de American Express, quedaba invalidada. Una cosa, sí, de lo que había dicho Jimmy Harris lo hizo sonreír. Pobre imbécil: “Hablaré con Linda el lunes”. No, mi viejo, nunca más en tu vida volverás a hablar con Linda. Todo indicaba que la madre de Dorothy Harris había muerto y que Jimmy había salido para San Diego, a fin de asistir a los funerales, en cuyo caso tendría varios testigos, decenas quizás, de que esa noche no estaba en San Francisco. Con un testigo bastaría, desde luego. Paró la grabadora, regresó la cinta y borró los cuatro mensajes. En ese momento se apareció la vietnamita, que se quedó inmóvil y azorada. —La señora no pasó la noche aquí. Tú no te preocupes y comienza la limpieza por el piso de arriba, por las recámaras y los baños —le ordenó. La vietnamita abrió aún más los ojos, asintió con la cabeza y desapareció. Dave se dio cuenta de que no había comido en más de dieciséis horas y sintió un hambre que, en unos instantes, se volvió intolerable. Se encaminó a la cocina y abrió el refrigerador. En su compartimento, como siempre, había paté de hígado de ganso trufado, jamón serrano, alcaparras, peanut-butter, jalea de membrillo, turrón de Alicante y dos o tres quesos: uno de cabra con ceniza, un gouda, un port salut. Antes, en el inmenso refrigerador, no había divisiones. Pero desde su transformación Linda había destinado un lugar especial para todas aquellas cosas que habían dejado de gustarle o ya no las comía porque tenían mucho colesterol, o mucha azúcar, o muchas calorías, o mucha sal, o mucho quién sabe qué. […] En su compartimento, Linda guardaba sus quesos y hamburguesas de soya, mermeladas para diabéticos y cosas por el estilo. Ambos compartían el resto del refrigerador, donde había cosas que los dos disfrutaban… Linda todavía se dejaba seducir por una langosta Thermidor y, desde luego, por una botella de champaña. Nunca faltaba la champaña en la cava ni en el refrigerador de los Sorensen. Pero si antes la champaña iluminaba, intensificaba, salpicaba de alegría con sus burbujas doradas su pasión y su sensualidad, desde hacía tiempo lo único que les provocaba la borrachera era una irritación creciente: los brindis acababan en pleitos cada vez más amargos y más vulgares. Desde luego el hambre y el ánimo de Dave no estaban como para delicatessen. Desmenuzó con las manos una pechuga de pollo, ya cocida, y se hizo un sándwich con el pollo, mayonesa y un poco de mostaza americana, y se sirvió un vaso de leche helada. Después de comer el sándwich encendió un cigarrillo. Ya un poco más calmado, regresó a la sala y se dirigió al teléfono. El aparato, de color vino, colocado en una mesa ovalada y blanca, era una bella imitación de

los teléfonos de mesa de los años veinte. Arriba de él estaba un grabado, en blanco, negro y naranja, de la Isolda de Aubrey Beardsley. Por el tono de la voz de Julie, se dio cuenta de que la había despertado. —¿Qué? ¿Cómo? ¿Quién habla? ¿Eres tú, Dave? —Sí. ¿Te desperté, Julie? Perdóname… —Sí. Pero espera... déjame ver la hora. No importa, el despertador iba a sonar en diez minutos... —Julie, dime, ¿está Linda contigo? —¿Quién? ¿Linda? ¿Cómo quieres que esté Linda a estas horas, tan temprano? Dave hizo una pausa: había escuchado los ruidos del camión que recogía la basura. Sintió un gran alivio: el trozo de manguera y con ella la chamarra, la gorra, los zapatos, todo, incluyendo el lodo y las yerbas del camino a La Quebrada, desaparecería para siempre. —¿Me escuchas, Dave? —Lo que quiero decir, Julie, es si Linda se quedó a dormir anoche contigo, con ustedes... —Claro que no. ¿Y por qué se iba a quedar? Dime, Dave, ¿pasa algo? —Linda no regresó a la casa... —¿Cómo que no regresó? Yo la puse en un taxi. […] —Sí, sí, ya lo sé. Linda llegó en el taxi, pero después nos peleamos, tuvimos un disgusto y ella se fue en el Daimler… serían las ocho, no sé… —¿En el Daimler? Pero si a ella no le gusta manejar de noche… —Bueno, una cosa es que no le guste manejar de noche, y otra que no lo haga nunca. Por favor, Julie, no me salgas con tonterías. Linda no llegó, ¿te das cuenta? No llegó en toda la noche. Aunque, claro, no sería ésta la primera vez que se largara con su coche sin decirme adónde va ni a quién va a ver… —¿Cómo que a quién? No te entiendo, Dave… —Linda tiene un amante. —Por favor, Dave… —Todo el mundo lo sabe: Linda y Jimmy Harris… —Mira, Dave, no quiero escuchar una palabra más… no sé por qué das crédito a chismes tan horribles… —Julie, entiende, por mucho que me duela pensar que Linda tiene un amante, prefiero que haya pasado la noche con él y no que le haya ocurrido un accidente… —No, no, claro que sí te entiendo, por supuesto… Dios mío, sí, ojalá que no le haya ocurrido nada serio… ¿te comunicaste ya con la policía? —Todavía no. —¿Por qué no hablas con Jimmy Harris? Dave estuvo casi a punto de decir: “Él me dijo que iba a salir de la ciudad”. Se contuvo a tiempo. —Él me dijo… —¿Cómo? —Que sí, que por supuesto le voy a hablar a Jimmy Harris. —Dave, escúchame una cosa: ¿de cuándo acá te preocupa que Linda tenga un amante? No seas hipócrita. Soy la mejor amiga de Linda y sé cómo están las cosas. Ella no te quiere ya, y tú tampoco. Lo que tú has querido siempre de ella es el dinero… —Julie, tú no estás dentro de mí. No tienes derecho a decirme que no la quiero. Tú no puedes imaginar la angustia, el dolor que tengo, la espantosa preocupación… —Perdóname, Dave. Sí, yo no soy nadie para juzgar a los demás… por favor, tenme al tanto de lo que pase, ¿quieres?

—Por supuesto, Julie, adiós… —Adiós, querido… Dave colgó el teléfono. Dave querido, querido Dave, Linda querida, querida Linda. La vida era así. Querido amigo, amigo querido. Querido cliente, querida señora, querido Chuck. Todos decimos querernos y muy pocos nos queremos. Casi nadie nos queremos. Él sólo quería a una persona en el mundo, en el universo: a Olivia. Para hablar con el señor Lagrange prefirió hacerlo con el teléfono inalámbrico. Tenía ganas de caminar por la casa mientras hablaba con él. Pensó que eso le daría fuerzas. No hacía mucho Dave había descubierto que tenía varios estilos, hasta entonces inconscientes, de hablar por teléfono. Cuando hablaba con los clientes de la agencia ponía los pies en el escritorio. […] Cuando le hablaba a Linda, antes de casarse con ella, desde su departamento de Lombard Street, más de una vez Dave se sorprendió a sí mismo contemplándose en el espejo del lavamanos, como si se preguntase qué parte de su cara: sus ojos, su nariz, su boca o su barba, le gustaba más a ella. […] De regreso a la sala encendió otro cigarrillo con la colilla, aspiró hondo el humo y marcó el número de Lagrange en Dallas. Lagrange contestó personalmente. —¿Señor Lagrange? Habla David, David Sorensen. —¿David? Pásame a Linda. Ya sabes que contigo no tengo nada de que hablar… —Linda no está conmigo, señor Lagrange… —¿Qué quieres? Te advierto que voy a colgar el teléfono. —Señor Lagrange… —Voy a colgar. —Señor Lagrange, Linda no vino a dormir. —¿Cómo? —Linda no vino a dormir. Pasó la noche fuera. Quiero saber si se fue a Dallas a verlo a usted. —¿Linda? No, Linda no está aquí. ¿Cómo que no fue a dormir? Dave sacudió la ceniza de su cigarro en la maceta de la aspidistra. —No ha venido en toda la noche. —¿Estás borracho? Pásame a mi hija. —Linda no está, la esperé toda la noche. Me quedé dormido en la sala a las tres de la mañana. Me desperté a las cinco. Tiene usted que entenderme, señor Lagrange, Linda no vino a dormir. —Pero ¿qué le hiciste? ¿Qué sucedió? —Tuvimos una discusión, señor Lagrange… —dijo Dave, aspiró el humo de su cigarro y tiró la ceniza en el vaso donde había tomado whisky. —Como le hayas tocado un cabello a mi hija, te mato, David, te mando matar… Dave caminaba a grandes pasos por la sala. —No sé de qué habla, señor Lagrange. Le suplico que me comprenda. Adoro a Linda. Lo crea usted o no, es el gran amor de mi vida y estoy preocupado, muy preocupado: Linda y yo quedamos de vernos anoche aquí, a las ocho, para ir a cenar fuera. Vino, pero tuvimos una discusión y se fue, como le dije, se llevó su coche y no regresó. ¿Entiende usted, señor Lagrange? ¿Entiende usted? De nada le sirvió a Dave gritarle a Lagrange. Lagrange le gritó más fuerte. —Sí, sí sabes de qué te estoy hablando. No toques a mi hija.

Devuélvemela intacta. ¿Ya hablaste con Julie Simmons? ¿Con Jimmy Harris? ¿Dónde está Linda? ¿Dónde? Dave sabía que el viejo tenía una intuición formidable. Nunca confió en Dave. Lo despreció siempre. No quería saber nada de él. Sólo que se largara. Que dejara en paz a Linda. Que acabaran de divorciarse de una vez por todas. No, no quería hablar con él, pero le dijo de nuevo todo lo que pensaba de él, se lo gritó, vociferó su odio, lo vomitó: —Devuélveme a mi hija intacta, Dave, ¿entiendes? No te atrevas a tocarle un cabello… Intacta o te mando matar, te lo juro… te mando matar… —Pero, señor Lagrange… Lagrange colgó el teléfono. El cigarro de Dave estaba casi consumido y la ceniza regada por todas partes: una pizca en el florero de las plumas de pavo real, otra en el vaso de whisky, otra más también en la alfombra. Dave apagó la colilla aplastándola contra la superficie de una mesa china barnizada con laca negra. Tenía deseos de ensuciar todos los muebles, de estropearlos, de manchar todo, de llenar la casa de ceniza, de quemarla hasta sus cimientos. Cabrón viejo, dijo en voz alta, hijo de la chingada. Se sentó en la mecedora blanca con cojines rojos y marcó el número de Chuck. Chuck estaba de un humor espléndido, el día está precioso, le dijo, y se iba a pescar, no tienes de qué preocuparte, la palomita se fue del nido, búscala en Cancún, en el Meliá, su hotel favorito, ¿te acuerdas?, el de los jardines colgantes, cómo que ya le hablaste a Lagrange, el viejo va a hacer un escándalo, a estas horas toda la policía de San Francisco, qué digo de San Francisco, de toda California sabe que tu mujer no pasó la noche contigo, cómo que visitar los hospitales, no, viejo, a Linda no le ha pasado nada, simplemente se fue de parranda, el mal ejemplo que tú le das… y, por supuesto, te ayudaré en todo lo que necesites, estamos en contacto. Dave tuvo el impulso de hablar a casa de los Harris. Sabía que no iba a encontrar a Jimmy y que la muerte, o en todo caso la agonía de la madre de Dorothy, había destruido la trampa destinada a su yerno: el hallazgo de la tarjeta de crédito de Jimmy ya no iba a servir de nada. Tenía que hablarle a la policía y de eso no había escapatoria. Pero podía posponer la llamada por unas dos horas, tiempo suficiente para poner el anónimo en un buzón de Daly City y llevar después el Neón rojo a un servicio donde no lo conocieran, para que, con una buena lavada que incluyera el chasís, desapareciera cualquier posible huella —yerbas, quizás lodo— del camino a La Quebrada. Y al regreso, por la misma razón, tendría que barrer el piso de la cochera. Sólo entonces hablaría con la policía, con Chuck O’Brien, visitaría con su amigo los hospitales, haría, en fin, lo que fuera necesario hasta el momento en que todo daría un vuelco cuando se comunicaran con él los secuestradores de Linda. Es decir, hasta el momento en que él dijera haber recibido una comunicación de ellos… Cuando se estaba peinando, se descubrió una pequeña herida en la frente. Recordó entonces que se la había lastimado al apoyarla en la placa del Daimler.•

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nov e la gr á f ica

N OVEDADES FOND O DE CULT UR A ECO NÓ M ICA AGO ST O D E 2 017

¿Qué hora es allá? América y el islam en los linderos de la modernidad

La globalización de la desigualdad françois bourguignon

serge gruzinski

Este ensayo centra su análisis en dos textos contemporáneos: la Histoire de l’Inde de l’Ouest, escrita en Estambul en 1580, y el Repertorio de los tiempos, publicado en México en 1606. Con ellos, siguiendo los lineamientos de la historia cultural, Gruzinski explica cómo y por qué los turcos estaban en capacidad de poseer un conocimiento sobre América y por qué los lectores de Nueva España se preguntaban sobre el Imperio Otomano. Practicando técnicas propias de la edición cinematográfica, Gruzinski hace dialogar ambos textos, rescatando las singularidades de dos visiones del mundo, la del islam y la de América. La obra hace hincapié en que el proceso de mundialización y todas sus paradojas no son exclusivos de hoy en día: así como nosotros nos encontramos en una frontera tecnológica que acorta las distancias globales y acelera el flujo de información, así las sociedades de finales del siglo xvi se hallaban ante una revolución cultural iniciada por la exploración interoceánica.

Enfocado en el estudio de la globalización y sus notorias consecuencias en la vida económica y social de nuestro mundo, este libro es un acercamiento oportuno y accesible a las vicisitudes que ésta ha traído consigo. También es un análisis de cómo la globalización ha modificado la concepción de las clases sociales y los alcances de la economía mundial. Así, Bourguignon plantea preguntas, respuestas y vetas de investigación pertinentes en el marco socioeconómico actual. El autor no sólo busca dilucidar la esencia misma de la globalización, sino también invitar a reconsiderar el efecto y posible mejoramiento de ésta en beneficio de todos. Asimismo, expone de manera ordenada y clara los principales problemas y los efectos positivos que la globalización aporta a nuestra sociedad.  breviarios 1ª ed., 2017

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De la genética a la epigenética La herencia que no está en los genes clelia de la peña y víctor m. loyola vargas

La epigenética explica la manera en que las interacciones entre los genes y el medio ambiente determinan la herencia biológica. De esta manera, los alimentos que consumimos, el ejercicio que realizamos y los factores naturales, sociales y culturales a los que estamos expuestos nos determinarán y afectarán a nuestros hijos y hasta a nuestros nietos. La presente obra nos introduce a esta innovadora disciplina científica, misma que está cambiando radicalmente la manera en que nos concebimos. La gran cantidad de imágenes que contiene el libro representa un gran apoyo visual para comprender mejor los conceptos fundamentales, y su carácter narrativo lo hace accesible a cualquier lector interesado en este tema. la ciencia para todos 1ª ed., 2017

Cristianópolis johann valentin andreä

En la ciudad ficticia de Cristianópolis, el ejercicio de la ciencia y la literatura, sumado a la justa repartición del trabajo físico y a la práctica de la moderación, la templanza, la pulcritud, el orden y el amor, constituye la base de la vida cristiana. Esta utopía, reflejo de la vida monacal de la Edad Media, es una guía de la sociedad perfecta que implica la simetría entre el adoctrinamiento religioso y las costumbres de la sociedad. Johann Valentin Andreä (1586-1654) inició su carrera eclesiástica como diácono en Stuttgart, y llegó a ser doctor en teología y canciller de la Universidad de Tubinga. Esta obra clásica, además de poseer un destacado carácter literario, invita a la reflexión sobre la idea de las sociedades perfectas, las cuestiones de la fe y la armonía entre los seres humanos. A lo largo de su viaje por esta urbe ideal, el autor denota la influencia de las innovadoras reformas luteranas, así como su propia y original visión del mundo cristiano. tezontle 1ª ed., 2017

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El misterio de Huesópolis jean-luc fromental y joëlle jolivet

La ciudad descansa, las calaveras duermen, no saben que al siguiente día comenzará la caza de huesos. ¿Quién será el ladrón misterioso del húmero de la lavandera, del peroné del carnicero, del coxis del enmienda huesos, y de decenas de huesos más de los aterrados habitantes de la ciudad de Huesópolis? La tarea de atrapar al criminal se le encomienda al gran detective Sherlock Huesos, quien deberá investigar la serie de robos en la ciudad. Sólo hay una manera de que el detective descubra al culpable de estos crímenes atroces, deberá armarse con su calculadora y su pipa para seguir las pistas y las descripciones proporcionadas por las víctimas de los robos, pues todas coinciden: es una bestia peluda la que siembra el terror entre las calacas. Este libro —ilustrado magistralmente con las alegres y coloridas calaveras de Joëlle Jolivet y su estilo de plastas de color— rememora, para los más pequeños, las historias clásicas de misterio y crímenes de Arthur Conan Doyle y sus dos personajes más famosos: Sherlock Holmes y el Doctor Watson. Además, la edición viene con un forro especial que al reverso trae un esquema con los huesos más importantes del cuerpo humano, por lo que, aparte de leer una divertida historia, el pequeño lector podrá aprender algunos nombres de los huesos esenciales del esqueleto. Este libro fue galardonado con el premio Pépites France Télévision en la categoría de álbum ilustrado en 2015. los especiales de a la orilla del viento 1ª ed. en español, 2017, 48 pp.

Fogón antioqueño

El orden de la libertad

Historia de la pareja

julián estrada ochoa

mauricio garcía villegas

jean claude bologne

Cinco ensayos sobre gastronomía corregidos y aumentados del antropólogo e historiador colombiano Julián Estrada. La mayoría de ellos analiza los hábitos alimenticios de su tierra natal, Antioquia, más otras sabrosas incursiones en otras geografías del paladar. Cuando se publicaron, estas piezas fueron calificadas como verdaderos hitos de la investigación en Colombia. Hasta entonces no se habían explorado de forma sistemática las costumbres manducatorias de ese país. Reunidos ahora en un libro, los ensayos no sólo conservan su carácter pionero, sino que permiten redescubrir a un autor célebre por su erudición, buena prosa y sentido del humor.

En América Latina nos hemos debatido entre los excesos del Estado y la falta de Estado sin explorar seriamente caminos intermedios. Por eso es tan difícil construir sociedades democráticas ordenadas que reconcilien a los ciudadanos con la autoridad. Este libro hace una defensa del orden, de la moral y de la autoridad, sin caer en la visión autoritaria que los conservadores suelen tener de estos valores. Es, para decirlo con palabras del mismo autor, “una defensa progresista” de principios que han sufrido una vertiginosa erosión en los países latinoamericanos, en particular México y Colombia. En no menor medida, el libro también es una invitación a redefinir el papel de la izquierda en el mundo contemporáneo.

Tradicionalmente el estudio de la pareja se ha enfocado en el matrimonio; todas las otras formas —vivir juntos, el amor libre, las relaciones extramaritales, los vínculos entre hermanos o la amistad exclusiva— se consideran marginales. Sin embargo, el matrimonio es sólo una forma de estar en pareja. Diversas en sus orígenes, estas uniones se han cristalizado gradualmente alrededor de la noción de amor derivada de una concepción cristiana de la pareja exclusiva. Pero, ¿qué es realmente una pareja? ¿Cómo se forma y en qué se basa? Jean Claude Bologne vuelve a trazar la evolución de la pareja desde la Antigüedad hasta el presente. Concisa y lúcida, esta gran síntesis amplía el campo de reflexión sobre este tema oportuno y de gran interés para gran cantidad de lectores.

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tezontle 1ª ed., fce Colombia, 2017

historia 1ª ed., fce Colombia, 2017

El gran desencuentro Una mirada al socialismo chileno, la Unidad Popular y Salvador Allende ricardo núñez m.

Actor relevante del socialismo chileno desde la segunda mitad del siglo xx, el autor describe con gran propiedad el difícil y nunca bien logrado proceso de convertir a la mayoría ciudadana chilena en una mayoría política consistente y durable desde la década de 1960. Especial atención presta el autor a la falta de comprensión del Partido Socialista a los contornos y exigencias de la “vía allendista al socialismo” durante el gobierno de la Unidad Popular, incomprensión que facilitó el golpe militar. El autor tiene una larga y distinguida trayectoria desde su ingreso a la Juventud Socialista en 1955, pasando por la presidencia de su partido en varios periodos, hasta ser elegido senador en varias contiendas. Es embajador de Chile en México desde 2014. política y derecho 1ª ed., fce Chile, 2017

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t ras f ond ondo

Nada que perdonar J. M. Servín juste de cuentas existencial Ajuste on el padre: realismo y comprensión comprrensión con n el contexto del terremoto dee la en iudad de México en 1985; prosa proosa bien Ciudad allibrada y tensión rítmica con n toques calibrada dee “realismo mágico de interéss social” n esta novel la de próxima publ licación. en novela publicación. resentamos uun n fragmento. Presentamos

stamos en diciembre de 1988. Yo tenía 26 años y mi padrre 63. Pese a su semblante cansado y a ratos ausente, gozaba de suficiente vitalidad como para desatender por completo las indicaciones del médico (fueron tantos) y en la medida de sus posibilidades, llevar su vida sin rendirle cuentas a nadie, incluida la diabetes. En la ciudad aún quedaba la cruda eufórica del Mundial de Futbol dos años atrás; el gobierno de Miguel de la Madrid había maquillado la tragedia provocada por el terremoto en la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985 a las 7:19 de la mañana. El terremoto sólo hizo más espectacular el derrumbe de un país centralizado que para entonces sufría la peor crisis económica de su historia. Inflación y devaluación del cien por ciento. Corrupción petrolera. Endeudados hasta el cogote con el FMI. A su llegada al poder Miguel de la Madrid había anunciado optimista que para 1985 se iniciaría una moderada recuperación económica gracias al Plan Nacional de Desarrollo. Carlos Salinas de Gortari era el autor intelectual del plan económico que abriría la puerta al neoliberalismo y a un descontento social sin precedentes. México, fábrica de políticos millonarios. Luego de la muerte del agente antinarcóticos de la DEA Enrique Camarena, Estados Unidos formalizaba la guerra contra el narcotráfico en México. El 20 de septiembre de 1985 luego de la réplica del sismo poco antes de las ocho de la noche, me convertí en rescatista voluntario. Tenía los pelos de punta del susto y eso que ya había sido testigo de la catástrofe el día previo. Estaba en “Infiernavit” Iztacalco, tomando cerveza en Viento Azul, la sección de condominios donde solía reunirme con mis amigos. Les contaba a pico de caguama lo que había visto desde el día anterior. La ciudad se había removido como Godzila emergiendo de lo profundo de la tierra y se sacudía el exceso de

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cascajo y vidrios rotos. r Nos quedamos pasmados cuando ando comenzó la réplica. Igual a cuando escuchábamos chiflidos que anunciaban que se acercaba una banda rival. Sólo que esta vez no había manera de hacerle frente al peligro o correr. Una señora que regresaba de la panadería comenzó a gritar y corrió por sus hijos a uno de los edificios. La bolsa de pan parecía un bebé en el regazo de su madre envuelto en papel grasoso. Una multitud de vecinos salió a rezar al estacionamiento. Se hincaron, se abrazaron, chismeaban y luego, cuando creyeron pasado el peligro regresaron a sus departamentos sin dirigirse la palabra. En el aire circulaba un extraño siseo de árboles meciéndose sensuales entre cables de luz sacando chispas. Hubo un apagón general pero a la media hora regresó la luz. A eso de las diez de la noche llegó el “Güero Chis”, y nos resumió lo que había visto a su regreso del trabajo como guardia de seguridad, allá por Avenida Politécnico. —Está muy culero todo, me costó casi tres horas llegar hasta acá. Hay ambulancias y bomberos por todas partes y mucha gente ayudando en los rescates. Estaba pálido, medio ido, parecía que le costaba trabajo quitarse de la mente lo que había visto. El Chis había sido custodio en el Consejo Tutelar para Menores de Obrero Mundial, luego de seis meses renunció porque le pareció insoportable lo que había visto ahí, además de haber sido amenazado de muerte por algunos internos. Fue la primera vez que escuché que había niños y adolescentes trabajando para narcotraficantes. Ahora el “Chis” trabajaba en una empresa de seguridad. Había jugado futbol americano en liga mayor como liniero y corredor de bola. Un gordo macizo, de huesos anchos, tosco y cábula. Gandalla pero leal. Era un pit bull. Fumaba mariguana todo el tiempo, se la vendía Héctor, su primo, que había estudiado conmigo la secundaria en

el mismo salón los tres años. De vez en cuando “El Macías” se dejaba j ver por Infiernavit y aprovechábamos para comprarle un “cartón”. La mañana del 19 de septiembre amanecí crudo en el departamento de mi hermana Taydé y su pareja Rafael. Secretaria ejecutiva y artista plástico. Vivían en Holbein, cerca de Patriotismo. Yo había llegado la noche anterior invitado a una reunión con su amigo Pancho y su esposa cubana. Pancho era un bebedor tremendo, de gran aguante. Había vivido muchos años en un pueblo de Florida trabajando como pintor de casas. Ahí conoció a Dori cuando aún eran unos adolescentes, en un parque donde los domingos organizaban misas evangelistas. Él quería conseguir su residencia. Ella limpiaba casas. Era ciudadana americana. Les daba dinero para vivir bien cada uno por su cuenta. Se casaron, unieron sus ingresos y les fue mejor. Procrearon dos hijos con nombres que sonaban anglos, Maic y Yeremi. Pero Pancho extrañaba México y a su hermano. Convenció a Dori de venir a México y ahora vivían con aprietos financieros sin decidirse regresar a Estados Unidos y comenzar de nuevo. Pancho vivía de hacer trabajos de mantenimiento y Dori daba clases de inglés en colegios de bajo perfil. Iban con sus hijos a todas partes. A diferencia de su hermano menor, un baterista muy reconocido como huesero profesional y uno de los capos del jazz en México, Pancho tenía buen corazón. Con su selecto grupo de amigos músicos, el hermano tenía controlados los pocos lugares para tocar jazz en el DF, interpretaban piezas facilonas, como de hotel con piano bar. Tenía mucho prestigio por formar parte de la orquesta de Emmanuel. Se las daba de buena gente. Su mujer la hacía de representante y lo tenía endiosado. Sus niños eran unos plomos y estaban ansiosos de formar parte de la farándula VIP. La

andrea garcía flores

mayor quería ser actriz, el mocoso apenas p sabía hablar pero p y tenía ya una batería. Se comportaban como enanos, precoces, entrometidos, con sus vocecillas de pito alargando la última sílaba, papáaaaaaa, me encantaaaaaa. Mi hermano Eduardo era un muy buen percusionista pero el capo del jazz nunca lo ayudó a colocarse en el medio. El capo despreciaba a los rockeros. Mi hermano inspiraba desconfianza y miedo a los cobardes. Cuando empezó el terremoto yo estaba en el baño alistándome para irme a trabajar. La fuerte sacudida provocó que me pegara en la cabeza en el espejo del botiquín, de milagro no lo rompí. Supuse un fuerte mareo de cruda hasta que oí a mi hermana gritar previniendo a Rafael y a sus hijos, que a duras penas se alistaban para ir a uno de esos colegios “activos” donde los niños aprenden a hacer lo que se les pegue la gana. A mi hermana se le iba medio sueldo en pagar un colegio donde ni siquiera entregaban boletas de calificaciones. El edificio rechinaba, se cayeron algunos vasos de la vitrina del comedor y un librero repleto de una colección de breviarios del FCE y de novelas de bolsillo de Joaquín Mortiz. Salí del baño y nos encontramos en la pequeña estancia. Las lámparas del techo se movían como péndulos. Nos miramos unos a otros, asustados y confundidos. ¡Está temblandoooo! gritaban los vecinos y los oímos bajar corriendo las escaleras a la calle. Cuando por fin pasó la sacudida, con muchas precauciones reacomodé los libros en las repisas mientras mi hermana le daba de desayunar a los futuros revolucionarios pacifistas. Mi cuñado levantó los vasos rotos con escoba y recogedor y regresó a dormir crudísimo. Poco después Taydé y yo tomamos rumbo a nuestros respectivos trabajos. Ella en un Renault 5 con sus hijos, que reían como si estuvieran en un parque de diversiones.

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na da q u e perdona r

Alcancé a tomar una combi desde Patriotismo hasta el metro Chapultepec. Me tocó un banco individual de espaldas a las ventanillas, sin cojín en la orilla contraria a la puerta, entre los asientos para cuatro personas cada uno; viajábamos apretujados, recelosos y resistiendo los zangoloteos. Del lado de la puerta corrediza había otro banco para tres ocupantes. En total éramos catorce viajeros más el chofer; la combi me recordó a las jaulas de mi madre atestadas de pericos posados en los palos. El corazón me palpitaba fuertemente. Parte cruda y parte el susto del terremoto de 8.1 en la escala de Richter. El chofer subió el volumen del radio y comenzamos a recibir los primeros reportes del desastre. En el trayecto vi gente en las calles corriendo o en pequeños grupos afuera de sus domicilios mirando las fachadas. Sin embargo no percibía aún la magnitud de la pesadilla que la ciudad comenzaba a vivir. Mientras yo me preguntaba si suspenderían las labores en los centros de trabajo y las escuelas miles de personas estaban muertas o atrapadas entre los escombros y jamás sabríamos su número exacto. Semanas después los cuerpos de rescate calcularían unas seis mil víctimas. Seguro fueron más. Al llegar al metro la gente salía despavorida de los accesos. Se había suspendido el transporte en Reforma y tuve que caminar hasta el banco donde yo trabajaba, casi en el cruce con Insurgentes. Eran ya poco más de las 9 de la mañana y en los edificios gemelos de Reforma 213 evacuaban a los empleados que ya habían llegado a sus oficinas. Un policía con altavoz orientaba a la discreta multitud para que se alejara ordenadamente del edificio rumbo a los andadores del paseo. Mi hermano Pedro estaba por ahí, lo descubrí a lo lejos fumando sus Marlboro. Le daba un aire a Héctor Lavoe. Vestía impecable siempre. Arquitecto egresado de la UNAM. De toda mi familia era el único que había llegado tan lejos en los estudios. Un dandi parrandero y brillante que le gustaba invocar al diablo en pleno delirio etílico. Pesadilla doble para todos. Pedro pasaría un par de años en el banco como supervisor de obras y luego renunciaría harto de la burocracia. Fui a encontrarlo y en su mirada había más desconcierto que miedo o consternación. Nos hicimos la pregunta de rigor: —¿Dónde te agarró el temblor? Pedro y su esposa, también arquitecta, vivían con sus dos hijos pequeños sobre la avenida Xola en un amplio departamento de cuarto piso. Al momento del sismo abría las cortinas del ventanal panorámico de la estancia que apuntaba hacia el sur de la ciudad. Mientras mantenía el equilibrio agarrado del respaldo de un sofá presenció cómo el condominio de enfrente también de cuatro pisos, se derrumbaba en bloques. Quedó convertido en un club sándwich de concreto, varillas, vidrios rotos y vecinos destripados. Contrarios a mí, Pedro y su familia pocas veces expresaban sus emociones. Eran eficientes, disciplinados y sus hijos obtenían excelentes calificaciones en la escuela. —Me ha quedado una vista increíble, sólo espero que no nos desalojen, cuando regrese a casa voy a revisar mi edificio —dijo como si tal cosa. Decidimos caminar por dentro de la colonia Juárez para ir a ver a mi hermana Lucía, que vivía

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en Marsella 3, el mismo edificio de departamentos con elevador achacoso que habitó durante diez años toda la familia cuando yo era niño. Recorrimos a pie unas cinco calles antes de llegar. Mi niñez convertida en escombros y miles de muertos en una ciudad aterrorizada que jamás volvería a ser la misma. Polvo, muerte y destrucción por todas partes. Los edificios aún desmoronándose. Gritos de auxilio, autos que se detenían intempestivamente en calles bloqueadas por los escombros y gente que trataba de ponerse a resguardo lejos de los cables de luz. Respirábamos aire viciado y hediondo a gas butano. Sirenas de ambulancias y patrullas se oían a lo lejos. En la calle de Bruselas casi con Londres pasamos con muchas precauciones frente a las ruinas de un edifico de departamentos. Yo no lo sabía pero ahí había muerto aplastado minutos antes mi bardo preferido, Rockdrigo: la voz de la neoñeriza chilanga con sus “urbanistorias” cantadas con voz de pacheco. Encontramos a Lucía frente a su edificio acompañada de su marido. Gerardo trabajaba como contador en COMAR, paraestatal de ayuda a refugiados guatemaltecos que huían de la guerra en sus país. Gerardo viajaba continuamente a los campamentos en Chiapas. Jamás había visto tanta miseria y transas, decía. Con semblante desencajado Lucía y él cargaban a sus bebés ante el aullido de las sirenas y el corredero de gente que a gritos pedía ayuda e informaba de edificios derrumbados, en mal estado y fugas de gas y agua. Nos quedamos un rato con ellos y entre todos nos tranquilizamos unos a otros con cigarrillos encendidos. Su edificio no había sufrido daños visibles y podían habitarlo sin riesgo aparente. De todas maneras no tenían de otra, nadie de la familia podía recibirlos, todos vivíamos apretados. Poco después, el gobierno destinó recursos a través de los bancos para apoyar a familias afectadas. Pedro trabajaba en el área encargada de hacer los peritajes en el banco donde trabajábamos y gracias a eso, Lucía recibió por ahí de diciembre un cheque por diez mil pesos para reparaciones. Fumábamos nerviosos sin digerir lo que estaba pasando. El edificio del bar “El Bodegón” , en Turín y Versalles tenía enormes cuarteaduras en la fachada. Tuve fugaces recuerdos de una parte de mi niñez en esas calles: las cascaritas de futbol de Marsella contra Turín o contra los chavos de la peligrosa “Romita”, algunos de ellos compañeros míos de la primaria; los “tiros” a puño limpio por cualquier pendejada, en mi caso, provocados por mi hermano Tamayo, mayor que yo, a quien le encantaba echarme a pelear. Mi rival frecuente era el “Pichi”, un pelirrojo presumido y bravucón cuyo tío había sido el luchador Valentino Romero, que durante años tuvo una zapatería en un local en los bajos de la vecindad de Turín donde vivía con su numerosa familia. Mi madre y Taydé llorando en la calle mientras nos embargaban los muebles por una deuda de mi hermana con Carnet, una tarjeta de crédito; mi padre y mis hermanos metidos en el bar de la esquina de Versalles y Marsella, “Casa Mundo”, luego llamado “El bodegón”. Se metían ahí viernes y algunos sábados; mi madre nos dejaba a Eduardo y a mí pasar más tiempo en la calle para

estar al pendiente de los hombres de la familia. Mi padre y mis tres hermanos mayores salían del bar muy borrachos a seguirla en la casa casi siempre, con amigos. Mi madre despertaba para darles de comer algún guiso bien picoso recalentado o hecho al momento. Los amigos de mi padre la saludaban con amabilidad exagerada, temerosos de que los corriera. Lejos de eso, “Teresita” se tomaba una cuba con ellos, a veces cantaba una canción o dos de Lupita Palomera y regresaba a dormir. Nunca le reclamó a mi padre sus parrandas que a veces duraban días. Se desaparecía y regresaba a casa sin dinero, oliendo a crudo y con alguna patraña que quería hacer pasar como una aventura emocionante llena de riesgos con sus amigotes. Hasta que Eduardo cumplió cuatro años dormimos en la misma recámara de mis padres, en una camita pegada a la pared del lado opuesto. Desde ahí escuchábamos los angustiosos lloriqueos y susurros de reclamo de mi madre y las justificaciones y disculpas de mi padre. En la habitación a oscuras, una deprimente penumbra iluminada por las veladoras al altar al santo Niño de Atocha, a san Judas Tadeo y a san Martín de Porres. Los monos de arcilla del tamaño de una botella de brandy me daban miedo agrandados por sus sombras temblorosas; indiferentes a tanto rezo de mi madre para que la ayudaran a salir de los interminables problemas de dinero. Teresa y Lucio, cada uno en una orilla de la cama dándose la espalda. Parecía siempre un conflicto irreconciliable, pero no, en algún momento ella le daba la vuelta a la cama para sentarse a un lado de él y abrazarlo como si fuera un héroe. Desde ahí comencé a odiar a mi padre. Pasó de ser un tipo ocurrente, noble y mordaz a un tiranillo desobligado, egoísta y mentiroso, que encantaba a sus amigos y a mis cuñados con sus anécdotas picantes y sabiduría callejera. Con su don de gentes en la borrachera. A mí no me la pegaba, sabía quien era él. Nos despedimos de mi hermana y Pedro me llevó a caminar hasta Infiernavit para seguir la ruta del desastre. Durante el recorrido Pedro me dio una clase muy completa de arquitectura y corrupción. Estructuras malhechas, materiales de baja calidad, falta de mantenimiento, abandono. Rió de la Loza, Algarín, Tlalpan, colonia Obrera, Viaducto, la Álamos, Xola hasta Villa de Cortés, en el camino poco antes de llegar a Tlalpan nos encontramos con un sujeto que cargaba una caja de cartón con cigarrillos, refrescos al tiempo y medicamentos para primeros auxilios. Compramos dos cocacolas y una cajetilla de cigarros. Todo al doble. Y era apenas el inicio. En Tlalpan ya habían comenzado los rescates en las fábricas donde trabajaban costureras. Bomberos apagaban un incendio en un edificio de oficinas partido en dos, los camilleros de ambulancias de la Cruz Roja atendían en el piso a heridos. Tuvimos que desviarnos calles adentro buscando la oportunidad de seguir hacia el oriente. A la altura de Villa de Cortés cruzamos un paso a desnivel para seguir por la calle de Playa Roqueta que al pasar la Viga se convierte en Avenida Apatlaco hasta llegar a Infiernavit, donde para entonces mi padre viudo, vivía acompañado de “Chela”, su concubina que durante muchos años fue la sirvienta de toda la familia en

diferentes etapas; la gata “Monki”, unas ratas blancas, un gallo muy bravo que siempre traía abrazado y un par de perros callejeros a los que alimentaba en el zaguán. Realismo mágico en un Macondo de interés social. Estábamos exhaustos. Mi padre sacó del refri una caguama helada y la destapó para nosotros. Se las ingeniaba para hacer todo sin desprenderse de su gallo, bien abrazado al regazo. No creyó nuestro reporte en el lugar de los hechos. Vivía indiferente a los noticieros y los chismes de los vecinos. Son la misma cosa, las cosas nunca son como las cuentan, decía mientras acercaba maíz al pico de “Giro”. En Infiernavit todo parecía normal. Era uno de esos jueves de aire contaminado y sol áspero que distingue al clima de la ciudad. Desde la calle se oían los radios y televisores dando el reporte de los hechos. Los mismos rostros de siempre, las calles soleadas y tristes pese a los árboles frondosos y altos, unos vagos jugando pelota, otros tomaban caguamas en la esquina con un churro de mariguana disimulado entre las manos con los dedos índice y pulgar. Viejos desempleados lavando sus carcachas o haciéndoles talacha. De pronto llegaba el tufo de basura quemándose a cielo abierto. Trinaban los gorriones y los mirlos desde los pirules y las jacarandas. Aún no había el ambiente festivo de los torneos callejeros de futbol, “tochito” y tenis, según la temporada del año, que daban pie a las borracheras callejeras del fin de semana. Durante una parte de mi niñez y en la adolescencia había formado parte de uno de los mejores equipos de futbol de la ciudad de México: el Necaxa, que tenía varias categorías patrocinadas por el papá de uno de mis mejores amigos. Nadie nos ganaba y luego de ser campeones en repetidas ocasiones en la liga local, fuimos subcampeones en un torneo de la capital organizado por el periódico Diario de México. El señor Barragán nos llevaba en su combi a los campos polvorientos del norte y oriente de la ciudad. De regreso nos compraba refrescos y “Gansitos”, feliz del resultado. Las semifinal la ganamos al equipo del colegio La Paz, donde jugaba el hijo de Chespirito. Aún recuerdo su berrinche al final del partido. La final la perdimos con otro Necaxa, de playeras rojas sin número ni escudo. Venían de muy lejos y su entrenador estaba cojo y barrigón. Infiernavit era un barrio de deportistas, sin duda. Ventajas de la deserción escolar y el desempleo. Desde la adolescencia nos hidratábamos con caguamas y cocacolas heladas. Al llegar la noche recuperábamos la energía derrochada en el juego con “Richardson” y ron “Alianza”, exclusivo de Aurrerá. Éramos asiduos del “ventanazo” de madrugada, de la compra de alcohol adulterado en callejones al poniente de infiernavit separados por la Avenida Troncoso, habilitadas como “tienditas” clandestinas donde a veces también nos surtían de jarabes para la tos, pastillas o mota. Eran muy visitadas por los desertores de las granjas para alcohólicos cercanas.•

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