La Gaceta del FCE, núm. 485. Mayo de 2011 - Fondo de Cultura ...

sofía de Hermes”,29 escribía en Religio medici. El gran renacimiento .... como todas las bellezas de Grecia dan lugar a una sola y hermosa Venus”.34.
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ISSN: 0185-3716

D E L F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I C A  M AY O D E 2 0 1 1

LOS JEROGLÍFICOS DE

SIR THOMAS

BROWNE ROBERTO

CALASSO KENELM DIGBY FRANCES A. YATES

THOMAS BROWNE Además SOBRE EL (N0) FUTURO DE LAS LIBRERÍAS

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ENRIQUE KRAUZE evoca a don Daniel Cosío Villegas

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485 D E L F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I C A

Joaquín Díez-Canedo DIRECTOR GENERAL DEL FCE

Luis Alberto Ayala Blanco DIRECTOR DE LA GACETA

Moramay Herrera Kuri J EFA DE RE DACCIÓ N

CONSE JO E DITO RIAL

Martí Soler, Ricardo Nudelman, Juan Carlos Rodríguez, Tomás Granados Salinas, Bárbara Santana, Omegar Martínez, Max Gonsen, Karla López, Heriberto Sánchez IMP R ES IÓ N

Impresora y Encuadernadora Progreso, S. A. de C. V. (IEPSA) D ISEÑO

León Muñoz Santini VERSIÓN PARA INTERNET

Juana Laura Condado Rosas, María Antonia Segura Chávez, Ernesto Ramírez Morales www.fondodeculturaeconomica.com

La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227, C. P. 14738, Colonia Bosques del Pedregal, Delegación Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable: Moramay Herrera. Certificado de Licitud de Título 8635 y de Licitud de Contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de junio de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro Postal, Publicación Periódica: pp 09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716

EN PO RTADA

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a Gaceta da un nuevo giro. Ahora el objetivo es relacionar las nuevas publicaciones del Fondo de Cultura Económica con el magnífico catálogo histórico que la ha distinguido desde hace más de setenta y cinco años. La idea es presentar una visión que logre maridar las distintas épocas del FCE a partir de un libro o un tema rector. En esta ocasión escogimos Los jeroglíficos de Sir Thomas Browne, de Roberto Calasso. Publicar un libro de Calasso siempre es un placer, y más si el libro es inédito y ésta su primera edición mundial. Pero lo realmente fascinante es que estamos frente al origen del pensamiento de uno de los escritores y editores más importantes de hoy en día. Los jeroglíficos es la tesis con la que se licenció en letras inglesas en 1966, bajo la dirección de Mario Praz. Sin embargo, no es una simple tesis; es la clave de prácticamente toda su obra: el poder de la imagen. Y dicho poder se concentra en una sola palabra: jeroglífico. El mundo es un libro, y los jeroglíficos, los caracteres con los que podemos leer este gran texto en el que habitamos. Pero Calasso decide presentarnos esta idea mediante la erudición enloquecida de un sabio inglés del siglo XVII, Sir Thomas Browne: anticuario, alquimista, coleccionista…, en pocas palabras, un hombre curioso, como todo buen escritor. El FCE cuenta con varios libros, publicados a lo largo de muchos años, relacionados con la alquimia y las tradiciones herméticas de la Inglaterra de los siglos XVI y XVII, justo los temas con los que vive y a partir de los cuales escribe Browne. A continuación podrán leer textos de Frances A. Yates, conocida historiadora de las ideas; de Kenelm Digby, uno de los primeros comentaristas de la obra de Browne, así como dos pequeños fragmentos del propio Browne editados por Siruela. En pocas palabras, tenemos la imagen de una época y un país a través de la mirada de uno de sus protagonistas, proyectada, a su vez, por la escritura de Calasso y reflejada en la imaginería de diversos autores. Aprovecho para despedirme como director de esta extraordinaria revista y agradezco haber sido parte de ella por más de cuatro años.

LU I S A L B E RT O AYA L A B L A N C O

Hermes Mercurius Trismegistus, mosaico en el piso de la catedral de Siena, ca. 1480 © LE NS IN I

CONTENIDO

LUZ DE ORIGEN  Leopoldo Lezama 3 FISIOGNÓMICA DE SIR THOMAS BROWNE  Roberto Calasso 5 SOBRE ERRORES VULGARES  Sir Thomas Browne 7 RELIGIO MEDICI  Sir Thomas Browne 9 LA MEDICINA MAGNÉTICA Kenelm Digby 1 1 LA FILOSOFÍA OCULTA EN LA ÉPOCA ISABELINA Frances A. Yates 1 3 EL ILUMINISMO ROSACRUZ  Frances A. Yates 1 4 NOVEDADES DE MAYO  1 5 LIBRERÍAS EN PREDICAMENTOS  Tomás Granados Salinas 1 5 ¿PODRÁN SOBREVIVIR LAS LIBRERÍAS?  Richard Posner 1 6 SALUDOS A DON DANIEL  Enrique Krauze 1 8

POESÍA

Luz de origen (fragmentos) LEOPOLDO LEZAMA

Para Luis Alberto Ayala Blanco I

III

En los tiempos del fuego nacía la fuerza eran los días de la antigua paciencia que todo lo creaba los bosques inmensos despedían la primera humedad de sus maderas el mar comenzaba apenas a levantar sus olas y la arena era tan nueva que parecía de aire.

El tiempo, confundido, se demoró en llanuras lustró su pie en espigas de aire se embriagó de polen, se quedó tumbado en mitad de la colina.

Embriagado de vacío, el cielo nocturno aún no concebía estrellas aún aquella altura carecía de luces y los picos de los montes no eran asustados por cometas. Surgió un vapor como de luz incierta era el alba despertando sobre los primeros campos tibios y cansados de ir naciendo desnudos, sin llanos ni veredas. La noche apareció como un reposo aéreo la noche, era un ánimo elegante en que la tierra guardó un silencio extraño para que las formas decidieran sus colores. El tiempo estaba hambriento de figuraciones de distancias y de límites el tiempo estaba hambriento de un vocabulario de un tacto, de una geografía el tiempo estaba hambriento de una música que fuera el transcurrir de las constelaciones. El destino era entonces energía disuelta un abismo de niebla aún sin superficie el frío se extendía como un luto de los aires un leve estremecimiento al pie de los olivos. Con los primeros rayos, las cosas parecieron adquirir una presencia un segundo antes, las formas aún dormían en un océano de agua inconcebida. Los gemidos del mar llegaron tarde de pie, los acantilados seguían teniendo sed luego de siglos, pero una noche el agua desbordó por todas partes surgieron los ríos como un gigante fértil que bajó de la montaña a grandes pasos y el agua formó chopos, ciénagas, lagunas. Los hombres examinaron el cielo la lluvia, los planetas pronto, supieron que los atardeceres eran tiernos

Sofocado, cálido, su mano dibujó un mar bajo poesía muy deficiente la luz se escondió tras una piedra delatora primero fue un gracioso brillo luego su columna vertebral se volvió etérea y el vapor, que antes merodeaba disperso por el aire se hizo nieve. El tiempo llegó tarde sin embargo, los astros le guardaron un pesebre los astros le cantaron un himno respetuoso el alba construyó un collar para sus blancos pastizales y la luna marchó en procesión sobre sus llanos tristes. Marcado por la lumbre reposó intranquilo dejó caer sus músculos pesados sobre el muelle volaron luces, gaviotas ondularon un marino respiró despacio y revisó el fruto de la pesca sintió una presión allá en el horizonte lanzó la red de nuevo, se abrió un abismo.

VI Un hombre se detiene en la orilla de un barranco y observa que en el cielo hay una estrella alza la mirada, se estremece, sabe que algo quedará. Queda la sabia resistencia, la paciencia adulta queda la tentación de subir y detenerse y pisotear la agresiva enredadera queda el miedo, el temblor en el vientre queda la corteza de una falsa profecía queda un dolor como constelación punzante queda el principio cayendo desde lejos queda dormir, dormir, dormir y levantar un espacio intermitente queda un caldero que arderá de noche queda dormir, dormir, dormir y levantar un puente entre las luces y el cordón umbilical de la muerte. Queda dormir, porque allá arderán los santos viejos y arderá el tiempo, cada vez más lento y nítido queda dormir, dormir, dormir, mientras todo se termina mientras cae la nieve sobre los mármoles de nuestras tumbas queda dormir, dormir, dormir, mientras cae la nieve sobre el mar en calma porque cuando algo se termina, corren las liebres tras el cometa antiguo queda dormir, dormir, dormir bajo el arrullo de una música que nos abre la garganta, mientras nos pide, de rodillas que no prosigamos la marcha. W

que las estrellas eran un mapa misterioso que escondía un pez, un oso, un centauro pronto, los hombres crearon rutas para acceder a lo sagrado.

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Fotografía: MO RAMAY HERRERA KURI

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FISIOGNÓMICA

DE SIR THOMAS

BROWNE ROBERTO CAL ASSO —————————————————————

La obra de Sir Thomas Browne es discreta, elusiva, difícilmente clasificable; fundada en una cultura compuesta, estratificada y ya remota; escrita en una prosa cubierta por la pátina del tiempo, con una cadencia naturalmente religiosa y ceremonial. Una obra que se presenta como una compleja figura próxima a deshacerse, como un mosaico cuyas piezas están a punto de ser separadas y desperdigadas. Algunos de los elementos que están delicadamente unidos en aquellas páginas, en un equilibrio rico y precario, nunca han vuelto a estar en un contacto tan estrecho. En Browne la medicina y la teología, la erudición anticuaria, las ciencias naturales y el simbolismo hermético se funden en un único discurso de múltiples y divergentes articulaciones. El tiempo, que ha revelado cada vez más el esplendor de su prosa, también ha confundido los rasgos de aquel discurso, ofuscando sus diversos significados. En esos escritos algunas palabras son crestas de continentes sumergidos, de manera que la exploración de las topografías ocultas debería preceder todo juicio sobre la obra. El presente estudio está precisamente dedicado a la reconstrucción preliminar de uno de aquellos mapas: el hilo conductor será proporcionado por la palabra jeroglífico, que a menudo se encuentra en las páginas de Browne. M AY O D E 2 0 1 1

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LOS JEROGLÍFICOS DE SIR THOMAS BROWNE

Roberto Calasso Sexto Piso-FCE México 2011 ISBN

9786071604354

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ara sus contemporáneos Sir Thomas Browne fue un gran anticuario, un ilustre médico y, sobre todo, un wit.1 Sus obras desencadenaron disputas teológicas y científicas; los eruditos le pedían consejo sobre diferentes asuntos;2 era famoso el museo que había conformado en su casa: allí se encontraban antigüedades, especímenes naturales de diversos tipos, monedas, curiosa. “A la vez un paraíso y un almacén de rarezas”, anotaría John Evelyn después de visitarlo.3 Los lectores más modernos, con base en las opiniones de Lamb, Coleridge y De Quincey4 —y siguiendo las tendencias de sus gustos—, descubrieron que Browne podía ser considerado ante todo como un hombre de letras, que la fascinación de su prosa, de alguna manera, no tenía nada que la igualara en la literatura inglesa, que la incomprensibilidad de sus preocupaciones volvía sus escritos aún más raros y curiosos, y que el aura de lo remoto envolvía sus páginas. Así Browne se convirtió en un escritor para refinados, una preciosidad literaria, una feliz aberración. Su fama permaneció estrechamente vinculada al sonido de su prosa —un tono de órgano—, al cual los oídos más finos han sido sensibles, desde Coleridge hasta Valéry Larbaud o Marianne Moore.5 En una época de la literatura que había puesto el estilo por encima de toda jerarquía, Browne fue elegido como justificación retrospectiva. Gosse afirmaba, por ejemplo, que en sus escritos “el contenido […] se subordina totalmente a la forma”6 y la misma opinión se sobrentiende en otros ensayos de la época; en otro pasaje, Gosse aseguraba con cándida firmeza: “Es evidente que el impulso que llevaba a Browne a escribir era la oportunidad de provocar una impresión estética en la sensibilidad del lector”.7 Sin preocuparse por el obvio anacronismo, él atribuía de esta manera a Browne una poética propia de la literatura simbolista. Muy común era también un gesto de bondadoso perdón con respecto a la insuficiencia o a la anticuada vanidad del pensamiento de Browne,8 ya que todo parecía quedar rescatado por ciertas frases inconfundi-

1Robert Boyle define a Browne como “un naturalista preciso e imparcial” (Works, vol. i, p. 345, ed. 1772). Otro gran científico de la época, el microscopista Robert Hooke, se remite a su autoridad (“A Discourse of Earthquakes”, en Posthumous Works, 1705, p. 313). En el Diary de Pepys se refiere que Religio medici es uno de los libros “más apreciados y reconocidos unánimemente en todo el mundo por su ingenio” junto con Advice to a Son de Francis Osborne y con Hudibras de Samuel Butler (Globe Edition, p. 241). El excéntrico John Aubrey, anticuario y biógrafo, y el “virtuoso” John Evelyn sostuvieron correspondencia epistolar con Browne. Aubrey había leído Religio medici recién fue publicado; obra, escribió, “que abrió por primera vez mi mente”, vid. Anthony Powell, John Aubrey and his Friends, Londres, 1963, pp. 48, 148. 2John Evelyn consultó a Browne para su tratado Acetaria, vid. Correspondence with John Evelyn, en The Works of Sir Thomas Browne, vol. iv, pp. 271-283, ed. de Geoffrey Keynes, Londres, 1964 (esta edición será de ahora en adelante citada con la forma abreviada Works). Browne también ayudó a Francis Willoughby con su Ornithology. Sir William Dugdale se dirigió a Browne mientras escribía la History of Imbanking and Drayning, vid. Correspondence with Sir William Dugdale, en Works, vol. iv, pp. 299-329. 3John Evelyn, Diary, ed. de De Beer, Londres, 1959, p. 562. 4Charles Lamb afirmaba ser el primero entre los modernos en haber redescubierto a Browne. A propósito de Urn Burial escribía: “difícilmente podría Coleridge alegar que conoce mejor ese tratado que yo, puesto que yo se lo di a conocer a él y, en realidad, fui el primero (de los modernos) en descubrir sus bellezas” (“The Two Races of Men”, en Essays of Elia). De cualquier modo Lamb nunca escribió un ensayo sobre Browne, a pesar de que frecuentemente se refería a sus obras; sobre Lamb y Browne vid. Joseph Seeman Iseman, A Perfect Sympathy. Charles Lamb and Sir Thomas Browne, Cambridge, 1937. Coleridge, en cambio, publicó un ensayo sobre Browne que sigue siendo fundamental: “Character of Sir Thomas Browne as a Writer”, en la revista Blackwood’s Edinburgh Magazine, vi, 1820. Nos quedan también algunas de sus notas sobre Religio medici, vid. Roberta Florence Brinkley (ed.) Coleridge on the Seventeenth Century, Durham, 1955. Thomas de Quincey escribió sobre Browne en su extraordinario ensayo “Rhetoric”, en Collected Writings, vol. x, Edimburgo, 1890. Jeremy Taylor y Browne son presentados allí como las dos últimas “voces oraculares de la retórica”: “podría afirmarse con certeza que, cuando ambos desaparecieron, se hundieron en el silencio las más grandes voces oraculares de la retórica”. Esta lectura “ensayística” de Browne, asentada por Lamb, Coleridge y De Quincey, domina todo el siglo xix. Varios autores seguirían esa directriz, aunque con diversos matices: vid. las alusiones a Browne en William Hazlitt, Lectures on the Age of Elizabeth, 1820; Robert Southey, Life and Correspondence, vol. v. Walter Pater dedicó un ensayo a Browne en Appreciations, Londres, 1889. Vid. también Edward Bulwer-Lytton, “Sir Thomas Browne”, en Miscellaneous Prose Works, vol. i, Londres, 1868; Leslie Stephen, Hours in a Library, serie 2, Londres, 1876; Lafcadio Hearn, Interpretations of Literature, vol. ii, Londres, 1916. En esta línea crítica debe ser considerado también el libro de Edmund Gosse, Sir Thomas Browne, Londres, 1905. Mario Praz ilustró acertadamente el significado de la obra de Browne en la tradición ensayística: “L’investigatore Thomas Browne”, en Studi e svaghi inglesi, Florencia, 1937. 5Valéry Larbaud tradujo admirablemente al francés el quinto capítulo de Urn Burial: “Chapitre v de ‘Hydriotaphia’, précedé d’opinions de S.T. Coleridge”, en la revista Commerce, cuaderno xxi (otoño de 1929). 6Edmund Gosse, op. cit., p. 205. 7Loc. cit. 8El modelo de esta actitud se encuentra ya en la introducción del doctor Johnson a Christian Morals, donde disculpa a Browne por sus errores: “esos errores que el autor cometió no por desidia o negligencia sino sólo porque no contaba con la filosofía de Boyle o de Newton” (Samuel Johnson, “The Life of Sir Thomas Browne”, en Christian Morals, 1756, p. xviii).

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bles, por aquel vocabulario fantástico, rico en latinismos y en improbables compuestos,9 que era la delicia de Lytton Strachey.10 Así como Donne fue durante años el abanderado en la cruzada contra la “disociación de la sensibilidad”, según la fórmula de T.S. Eliot, y así como Cavalcanti fue usado para fines análogos auspiciados por Pound,11 así también, aunque en menor grado, Browne ha servido de coartada para herejías menos violentas: la idea de una prosa elaborada como un tapiz, la teoría del ensayo extravagante, la planeada reducción que permite que cualquier material sea pretexto para la ejercitación formal. Sin embargo, Donne ciertamente se habría sorprendido de descubrir tan gran cantidad de presuntos seguidores y tendría dificultad, se puede suponer, para entender qué cosa podría significar su obra para ellos. Lo mismo vale para Browne y sus críticos más estetizantes: por un singular oxímoron del destino, el escritor curioso de todo pero escasamente interesado en la literatura se vería transmutado en curiosidad literaria. Sus más laboriosas investigaciones, los pensamientos más memorables, la rica doctrina, todo eso aparecería como mero fondo de una demostración estilística: él tendría que admitir, así, que es representante de una literatura que, en realidad, no existía en sus tiempos. Desde hace varios años, sin embargo, la obra de Browne ha pasado de las manos de los literatos a las de los académicos; de las de sus lectores más afines, pero con frecuencia más inexactos, a las de los filólogos más diligentes, aunque comúnmente insensibles. De esta manera resurgieron poco a poco zonas enteras de su obra, lecturas y sobrentendidos; al inicio con timidez y frecuentes imprecisiones, pero después con mayores bases, se empezó a escribir sobre su pensamiento.12 No obstante, ¿cómo hablar con propiedad acerca del pensamiento de Browne? Él huía por completo de veleidades sistemáticas y nunca pretendió introducir nuevas teorías. Para cada afirmación suya encontramos una autoridad precedente; así pues, se trata de discernir cuáles de las numerosas fuentes representan el fundamento de su pensamiento, discriminación levemente oscura, a juzgar por las fantasiosas e inconciliables suposiciones sucesivamente planteadas. De hecho, Browne ha sido definido, en su momento y con la misma seguridad, como teólogo o escéptico, como pedante o irónico, como científico retrógrado o promotor entusiasta de la ciencia nueva. Esta contienda de opiniones ha sido a menudo burda, sobre todo porque el pensamiento de Browne no se presta en absoluto a ser aprisionado en definiciones demasiado rígidas y sus obras no encajan nunca exactamente en un solo género literario.

Brow n e era ante todo un homo religiosus: satisfecho con la magnánima riqueza transmitida por la tradición, feliz de encontrarse en ese punto en el que la palabra calla.13 Escribía ocasionalmente y sería inútil buscar entre sus papeles proyectos o apuntes para un libro de ambiciosa concepción. Browne aspiraba, en todo caso, a la utopía de la glosa ininterrumpida y su obra entera es una aproximación a esa utopía. Como científico glosaba el Liber Naturae, como anticuario los vestigios del tiempo, como

9Vid. Hans Buchinger, Beiträge zur Erkenntnis des individuellen Moments im Wortschatz der Religio Medici des Sir Thomas Browne, Leipzig, 1936. Buchinger recopiló una lista de los neologismos del siglo xvii usados por Browne y algunas palabras que presumiblemente fueron acuñadas por él. 10Lytton Strachey, “Sir Thomas Browne”, en Books and Characters, Londres, 1922. En este ensayo Strachey se opone brillantemente a Gosse, quien había criticado el exceso de latinismos y palabras insólitas en la prosa de Browne. 11Vid. Frank Kermode, “Dissociation of Sensibility”, en la revista Kenyon Review (primavera de 1957). 12Los primeros estudios del pensamiento de Browne tendieron a definirlo con arbitraria contundencia. Schonack consideró a Browne un deísta, mientras que Sencourt quiso reconducirlo al pensamiento tomista. Vid. Wilhelm Schonack, Religio Medici. Ein verschollenes Denkmal des Englischen Deismus, Tubinga, 1911; Robert Sencourt, Outflying Philosophy, Londres, 1925. Mucho más prudentes son los estudios de William P. Dunn y Olivier Leroy: vid. William P. Dunn, Sir Thomas Browne, Minneapolis, 1926, reimpreso en edición revisada en 1950; Olivier Leroy, Le Chevalier Thomas Browne, París, 1931. Después del estudio de Leroy —el primero en tratar casi todos los aspectos de la obra de Browne— se multiplicaron los escritos sobre las investigaciones científicas, la cultura y las fuentes de Browne. Para todos, vid. E.S. Merton, Science and Imagination in Sir Thomas Browne, Nueva York, 1949; F.L. Huntley, Sir Thomas Browne, Ann Arbor, 1962. 13“Me encanta perderme en un misterio, seguir en mis razonamientos hasta llegar a exclamar: o altitudo!”, Religio medici, en Works, vol. i, p. 18.

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devoto los versículos de la Escritura. En su obra hay diversidad de grado, no de naturaleza: los detalles autobiográficos de Religio medici, las enumeraciones eruditas de los opúsculos, la acumulación de datos en los escritos científicos, todo es visto con el mismo ojo, desde la saturnina y subterránea quietud de la meditación, parte de una liturgia privada y silenciosa que en una más limitada cámara acústica hace sonar los armónicos de los grandes predicadores.14 Aquel que “fue uno de los primeros en explorar la entonces poco conocida región del yo cotidiano”15 debe contarse entre los escritores que han sabido borrarse soberanamente. Su biografía, pobre en hechos, no ofrece asidero a la curiosidad del biógrafo;16 queda un secreto de aventuras mentales a las cuales es vano acercarse. Browne ejerció la discreción hasta el límite; como en el caso de De Quincey, su gran lector y congénere, se puede decir de él que su vida transcurrió “en eclipses temporales”,17 o tal vez en un solo y perpetuo eclipse detrás de la apariencia de un reconocido médico en Norwich. Browne amaba despertar inquietudes, pero no imponer respuestas; le faltaba esa “voluntad de tener la razón”, que es el último gesto abogadesco del pensamiento.18 Su gesto, en cambio, es una alusión; remite a un texto diferente, ya sea una imagen de la naturaleza o una frase bíblica. En el prefacio de Religio medici, Browne llega incluso a disculparse por sus afirmaciones; pone de manifiesto que nada de lo que escribió debe ser “sometido al rígido escrutinio de la razón”.19 Somete toda oración “a razonamientos más maduros”, reivindica la naturaleza ante todo privada de sus páginas: “un ejercicio privado dirigido a mí mismo”, “más bien un recordatorio para mí mismo que un ejemplo o precepto para otros”.20 Ciertamente no es timidez ni afectación, como demostrará todo el curso de su vida y la naturaleza de sus obras. Había en él, más bien, la tendencia hacia una vía oblicua, que agota las cosas en su sombra, una fe en la impotencia del nombrar. Browne consideraba saludable el ejercicio de la duda en cuestiones de conocimiento humano. Su aparente escepticismo, que fue tomado por algunos como signo de indiferencia religiosa, apunta únicamente a evitar toda servil dependencia de las hipótesis.21 Por lo tanto prefería “temas marginales y áridos”22 y sobre ellos escribió. Anticipándose a los tiempos, Browne es ya un místico de la edad moderna y prefigura a esos fantasmales escritores que, no amparados más por una viviente retórica y una literatura devocional, escogen por vehículo materiales heterogéneos, formas en desuso o mixtas, y solamente por momentos salen a la luz, en un ocasional rasgón de la red que a la vez los oculta y los manifiesta. Es entonces cuando su voz alcanza una extraordinaria intensidad. Por ejemplo, éste es el caso de aquellos pocos renglones en los cuales, al final de Urn Burial, Browne hace alusión a la absorciónE

14Praz define la prosa de Browne como “un jeu à côté, al lado de la plena orquesta del sermón”, vid. op. cit., p. 26. 15Ibid., p. 4. 16Así escribía Strachey: “la vida de Sir Thomas Browne no ofrece un gran panorama al biógrafo […] Es evidente que con datos tan escasos y poco emocionantes ningún biógrafo puede decir gran cosa de lo que hizo Sir Thomas Browne” (Lytton Strachey, op. cit., p. 27). Después de un complejo curriculum de estudios médicos, que lo llevó sucesivamente a Oxford, Montpellier, Padua y Leiden, en 1637 Browne se estableció en Norwich, donde vivió y ejerció la medicina hasta el día de su muerte (1682). Los hechos que conocemos de su vida durante ese periodo se reducen a muy poco: en 1641 se casó con Dorothy Mileham; tuvo doce hijos, de los cuales únicamente cuatro sobrevivieron; en 1664 fue consultado como autoridad en un juicio por brujería en Bury Saint Edmunds; Carlos II lo nombró sir en 1671. En el curso de su vida publicó solamente Religio medici (1642), Pseudodoxia epidemica (1646) y los dos breves tratados Urn Burial y The Garden of Cyrus (1658). Jeremiah S. Finch intentó con escaso éxito escribir una “biografía dramatizada” de Browne (vid. Finch, Sir Thomas Browne: A Doctor’s Life of Science and Faith, Nueva York, 1950). 17Vid. Leslie Stephen, Hours in a Library, Londres, 1874, p. 349. Sobre la afinidad entre De Quincey y Browne el crítico francés Jacques Loiseau escribió algunas líneas que revelan con candor una actitud mantenida durante muchos años por la mayor parte de la crítica tanto hacia De Quincey como hacia Browne y Donne, acusados de una manera u otra de sufrir accesos: “En Browne, al igual que en Coleridge y De Quincey, vemos una voluntad incapaz de mantener el equilibrio, incapaz de contrarrestar los excesos de la desmesurada sutileza: ¿acaso la atmósfera ‘metafísica’ no provocó en Browne lo mismo que el opio provocó en los otros dos?” (Jacques Loiseau, “Sir Thomas Browne, écrivain métaphysique”, Revue Anglo-américaine, año x, junio de 1933, p. 398). 18T. W. Adorno, Minima moralia, Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 1951, p. 123. 19Religio medici, en Works, vol. i, p. 10. 20Loc. cit. 21Sobre el escepticismo de Browne, vid. Ziegler, In Divided and Distinguished Worlds, Cambridge, Massachusetts, 1943. Mary L. Wiley ilustró el significado devocional de su escepticismo y, por este carácter, aproximó a Browne a Jeremy Taylor y a John Donne. Vid. Mary L. Wiley, The Subtle Knot, Londres, 1952. 22“Los temas marginales y áridos son los que más se prestan a la invención”, The Garden of Cyrus, en Works, vol. i, p. 175.

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FRAGMENTO

Sobre errores vulgares Que el hombre tiene una costilla menos que la mujer 1

SIR THOMAS BROWNE

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ue el hombre tiene una costilla menos que la mujer es un concepto común que proviene de la historia del Génesis, donde se declara que Eva fue edificada de una costilla de Adán,2 y de allí se concluye que los varones carecen aún de esa costilla que nuestro padre perdió en Eva. Tal cosa no sólo es aceptada por muchos, sino que fue aducida contra Colombo en una anatomía suya en Pisa, donde, habiendo preparado el esqueleto de una mujer a quien le aconteció tener trece costillas en un lado, se levantó un partido que lo condenó con vehemencia y aun afirmó con juramentos que ésta era la costilla en que la mujer excedía al hombre;3 y si fuere verdad, silenciaría con ese testimonio ocular la disputa sobre el lado del cual Eva fue formada4 y determinaría la opinión de Oleastro, quien mantuvo que fue hecha de las costillas de ambos lados,5 o la de aquellos que apoyándose en la expresión del Texto6 mantienen que fue menester una pluralidad de costillas; y podría, en efecto, denunciar la exposición parabólica de Orígenes, de Cayetano y de quienes, temiendo conceder una monstruosidad, o mutilar la integridad de Adán, suponen preventivamente la creación de trece costillas.7 Pero tal cosa no acuerda con la razón ni con la inspección: porque si examinamos el esqueleto en ambos sexos, y la estructura de los huesos, descubrimos con presteza que hombres y mujeres tienen veinticuatro costillas, a saber, doce de cada lado, siete mayores anexadas al esternón, y cinco menores que no lo alcanzan, en donde, si alguna vez ocurre que su número se excede en un sexo u otro, la conformación resulta irregular y se aleja del número y tasa común, y no es más inferible a la humanidad que la monstruosidad del hijo de Rafa8 o que el exceso vicioso en el número de dedos de manos y pies; y por más que haya alguna diferencia en las figuras de ambos sexos, y que el os inominatum9

1Browne nuevamente se vale de la ciencia, además de la teología, para resolver el asunto de las costillas de Adán, y lo hace colocando la experiencia de Leandro Colombo frente a la erudición de Pereyra, aun cuando rechaza un error de Aristóteles. Ilustra las teorías sobre generación con informes de fenómenos observados por Schenck. 2Génesis 2: 22. 3R. Columbus, De Re Anatomica, i. 19 (Cat, 1559; p. 60): “Pene iureiurando affirmare”. 4Pereyra, en los Commentaria in Genesim, p. 150, explica que se pensaba que había sido del lado izquierdo, en virtud de la inferioridad de ese lado, su proximidad al corazón y la concepción de los varones por la derecha. 5H. Oleaster, Commentaria in Pentateuchum Mosi (1588, p. 20), citado por Pereyra. 6Os ex ossibus meis, Génesis 2: 23. “Hueso de mis huesos”. 7Orígenes y Cayetano son rechazados por Pereyra (pp. 153-154), quien, en la p. 151, emite la hipótesis de las trece costillas. 8I Crónicas 20: 6. 9“Hueso de mal agüero.” Así lo llaman Andrea Vesalio en De humani Corporis Fabrica, i. 29; y Galeno en De ossibus, 20, entre otros.

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femenino sea algo más protuberante para formar una cavidad más apropiada para el infante, el cóccix algo más recurvado para hacer más fácil el parto, y las costillas mismas parezcan más planas, empero son iguales en número. Y por ende, cuando Aristóteles duda de las relaciones hechas de naciones que no tenían sino siete costillas por lado y empero declara que los hombres por lo común no tienen más de ocho,10 así como él rechaza tales historias, podemos igualmente nosotros rechazar su anatomía. Y aun si concediésemos que faltaba una costilla en el esqueleto de Adán, empero sería repugnante a la razón y a la observación común que asimismo faltase a su posteridad; pues observamos que las mutilaciones no se transmiten de padre a hijo; los ciegos procrean niños que ven, hombres de un ojo, hijos de dos; y tullidos mutilados en sus propias personas resultan perfectos en sus generaciones. Pues la simiente lleva consigo no sólo el extracto y la idea única de cada parte, con los que transmite sus perfecciones e imperfecciones, sino el duplo y el cuádruplo, con lo que a veces delinea lo mismo multiplicadamente, como en los mellizos y en las generaciones mixtas y numerosas. Partes de la simiente parecen contener la idea y poder del todo; así es como los padres privados de manos procrean prole manual, y el defecto de esas partes es provisto por la idea de otras. Así en un grano de trigo, que aparece homogéneo e insuficiente para una germinación plural, yace durmiente la virtualidad de muchos otros, y de éste a veces proceden más de cien espigas, y así ha de entenderse la causa de las producciones multíparas; pues por más que los materiales seminales se dispersen y separen en la matriz, el operador formativo no delineará una parte sino que intentará la formación del todo, efectuando la misma hasta donde le permita la materia, y de materias divididas intentará formaciones enteras. Y por ende, por extraño y maravilloso que parezca, puede no ser imposible lo que se afirma en Lausdun tocante a la condesa de Holanda, ni lo que Alberto informa sobre el nacimiento de una progenie de ciento cincuenta;11 y, si consideramos las grandiosidades de la generación en algunas cosas, no controvertiremos sus posibilidades en otras, ni fácilmente cuestionaremos esa gran obra, cuyas maravillas sólo son segundas a las de la Creación, y donde una aprehensión ajustada de una podría quizá ofrecernos una luz vacilante y permitirnos una visión crepuscular de la otra. W Tomado del libro de Thomas Browne Sobre errores vulgares, traducción de Daniel Waissbein, Siruela, Madrid, 1994.

10HA, i. 15. 11De Animalibus, IX. i. 5, citado también por Schenck.

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DE ACUERDO CON SU NATURALEZA DE GLOSADOR, BROWNE ASPIRABA A LA “LITERATURA SECUNDARIA”, O, DE SER POSIBLE, A UNA “LITERATURA TERCIARIA”, CONSTRUIDA SOBRE UNA SERIE DE COMENTARIOS A COMENTARIOS, EN UNA ESTRUCTURA DE CAJAS CHINAS…

” Ey aniquilamiento en el absoluto:23 Empson observaba que es difícil encontrar palabras más apropiadas a un tema por definición imposible.24

“Pertenezco a esa religión reformada y recién moldeada, de la que me gusta todo menos el nombre”,25 declaraba Browne al inicio de Religio medici, pero veremos que su fe anglicana no era del tipo más ortodoxo, aunque él no tuviese nada que objetar en contra de la ortodoxia. Su cultura compleja y ramificada abarcaba todos los incompatibles; pero a partir de los indicios de sus escritos, de sus amistades, de cómo estaba integrada su biblioteca, finalmente de cada signo, resulta claro de qué clase era su fe. No es mera coincidencia el hecho de que el erudito alemán Levinus Nicolaus Moltkenius, autor de un valioso comentario del siglo xvii a la Religio medici,26 cite continuamente, para ilustrar aquellas páginas, a Ficino, a Hannibal Rosselli, a Böhme, a Fludd, a Van Helmont y a Athanasius Kircher.27 Todos estos autores pertenecen, en su diversidad, a lo que Daniel Colberg llamó con desprecio platonisch-hermetisches Christentum, el cristianismo platónico-hermético,28 una cadena del pensamiento que, a través de varias vicisitudes, no se ha interrumpido hasta el día de hoy. A esa cadena pertenece también Browne, testigo inobservado, voz aparte, pero totalmente segura y firme: “Las rígidas escuelas nunca me alejarán, con sus burlas, de la filosofía de Hermes”,29 escribía en Religio medici. El gran renacimiento hermético de los dos siglos anteriores encuentra sus últimos ecos en los escritos de Browne. Como aparecerá claramente en el análisis de la obra, éste es el contexto en el cual debe ser considerada la figura de Browne, así que nos preguntamos cómo ha sido posible llamar extravagancias privadas a algunos de los más antiguos principios metafísicos; o tratar como escéptico enmascarado al escritor que hizo sonar notas altísimas de la mística; o reconducir tercamente su pensamiento al de santo Tomás, cuando se le habría podido acercar con menor esfuerzo y más seguro fundamento al de otros filósofos; o definir a Browne como “apasionado discípulo de Bacon y Descartes”;30 o descubrir en él una especie de esquizofrenia metafísica, fundada en contrastes irracionales y positivistas entre “razón y fe”. La fuerza del olvido ha operado poderosamente en la cultura del siglo xvii. Una irresistible ola de fondo, que tal vez sólo hoy empieza a retroceder, sumergió durante mucho tiempo zonas vastísimas, dejando a

23Urn Burial, en Works, vol. i, p. 170. 24William Empson, “Donne, the Space Man”, Kenyon Review, vol. xix, núm. 3, verano de 1957, p. 352. 25Religio medici, en Works, vol. i, p. 2. 26Religio medici, cum annotationibus, Argentorati [Estrasburgo], 1652. 27Entre los textos citados en el comentario se cuentan: Robert Fludd, Historia microcosmi; Jan Baptist van Helmont, De elementis y De tempore; Marsilio Ficino, De lumine y comentarios a Platón; comentarios de Hannibal Rosselli a “Pimandro”; Paracelso, De morbis invisibilibus; Athanasius Kircher, Philosophia magnetica, Ars lucis et umbrae y Obeliscus pamphilius; Böhmen, De mysterio Trinitatis; Archangelus de Borgonovo, Interpretationes in obscuriora cabalistarum dogmata; Giovambattista della Porta, Magia naturalis. 28Daniel Colberg, Platonisch-hermetisches Christentum, Fráncfort del Meno, 1690. 29Religio medici, en Works, vol. i, p. 21. 30Vid. A.C. Howell, “Sir Thomas Browne and Seventeenth-Century Scientific Thought”, Studies in Philology, xxii, 1925. Las tesis de Howell fueron refutadas en el artículo de G.K. Chalmers: “Sir Thomas Browne, True Scientist”, Osiris, vol. II, 1936.

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flote solamente aquellos fragmentos que podrían prefigurar la edad nueva. En Browne todas las facetas del siglo coexisten, e ignorar aunque fuera una sola de ellas induciría a desfigurar la totalidad. Se tratará entonces de hallar ecos, teniendo presente la etiqueta de Browne, su tendencia a mostrarse acorazado y escudado. Se seguirá una vía indirecta y cifrada, para reconstruir a partir de fragmentos un diseño que no es inmediatamente visible. La verificación esperada consiste en el hecho de que al final ese diseño se revela en el centro de la superficie congestionada, agregativa y difusa de la obra de Sir Thomas Browne.

Es un lugar común y, como todos los lugares comunes,31 una verdad obcecante y por lo tanto difícil de tratar, que nuestro siglo y el siglo xvii son afines. Especulares, quizás, más que afines: considerando, por ejemplo, que en el siglo xvii se convertía en institucional una nueva observación de la naturaleza y una diferente concepción de lo visible, mientras que hoy, disuelta la naturaleza misma en manos de los científicos, parece como si se volviera por otra vía a la búsqueda del fundamento invisible de su manifestación. Así el círculo parece cerrado y se diría que, en otro plano, recorremos el siglo xvii hacia atrás. Todo lo anterior naturalmente no ocurre sin un febril contacto de sensibilidad, un involucramiento profundo en ese pasado. Tal vez también por esta razón los estudios sobre el siglo xvii han sido especialmente ricos en las últimas décadas: estratos enteros de aquella época fueron redescubiertos y el contexto de muchas obras se ha revelado sorprendentemente complejo. El siglo de las cenizas y de la Vanitas, babélico y necrófilo, embalsamador del pasado en preciosos despojos que aparecen y desaparecen en la escena móvil de un Teatro Universal, inventor de máquinas, wits y anatomías, en pocos otros casos aflora tan íntegro como en las páginas de Sir Thomas Browne. Todo el aparato de las ciencias y de las filologías, el estro y la hosquedad, la furia imaginativa y la dispersión parecen filtrados en su prosa. Como para Donne, no era principalmente la literatura lo que estimulaba su imaginación; mucho más lo hacían las hipótesis cosmológicas, la cartografía, las relaciones de mundos ignotos, la observación natural de cada especie. Muchos han afirmado que Browne es un autor libresco y tal cosa indicaría un defecto y un límite, al menos para los que rinden culto a la “libre creatividad”. Tal vez sea necesario examinar más cuidadosamente esta definición, indudablemente exacta. De hecho, la página de Browne tiene a veces la apariencia de un centón:32 presenta cúmulos de referencias, datos, citas; incluso, y sobre todo, en Urn Burial y The Garden of Cyrus, que son sus dos obras maestras. Sin embargo, ese procedimiento era un elemento fundamental en su método de redacción. Su prosa —podría decirse— tiende a la poética china jí jù (集句), o sea, “reunión de oraciones”,33 que prescribía composiciones en las cuales cada frase debía ser extraída de diferentes obras ajenas.

31Según la teoría expuesta por Léon Bloy en la Exégèse des lieux communs. 32Una situación límite es el primer capítulo de The Garden of Cyrus, compuesto por un verdadero collage de fuentes, extraídas por lo general de segunda mano de los Hortorum libri de Benedictus Curtius y de la Villa de Giovambattista della Porta. Comentando aquellas páginas, Finch escribe: “Frente a semejante ejercicio del plagio uno supondría que el ensayo completo de Browne no es otra cosa que una sarta de materiales prestados” (J. S. Finch, “Sir Thomas Browne and the Quincunx”, Studies in Philology, vol. xxxvii, 1940, p. 282). 33Vid. Robert van Gulik, Sexual Life in Ancient China, Leiden, 1961, pp. 271 y ss.

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Browne mismo había defendido elegantemente su concepción: “Una obra completa y valiosa podría deducirse de los centones de todas las épocas, tal y como todas las bellezas de Grecia dan lugar a una sola y hermosa Venus”.34 Se puede pensar también en Walter Benjamin —ejemplar de perfecta hibridación entre los siglos xvii y xx—, que planeaba un libro hecho de puras citas. Es evidente, de cualquier modo, que no se trata de una característica extrínseca, o de un vicio; no es coquetería ni erudita gravedad. De hecho, la prosa de Browne encuentra con frecuencia su tono más memorable precisamente allá donde reúne nombres, enumera cuestiones, pondera datos. De acuerdo con su naturaleza de glosador, Browne aspiraba a la “literatura secundaria”, o, de ser posible, a una “literatura terciaria”, construida sobre una serie de comentarios a comentarios, en una estructura de cajas chinas. Los caminos de la inventiva son imprevisibles y tortuosos: para Browne la aglomeración sofocante de las fuentes y la biblioteca como almacén de formas dan origen a muchas páginas espléndidas. No obstante, dejemos el discurso más detallado sobre su prosa al análisis de cada una de las obras. Baste por ahora haber evidenciado que justamente para comprender el valor literario de Browne no se precisa tanto referirse a la literatura que le es contemporánea, cuanto a diversas culturas y disciplinas extraliterarias y por lo tanto a obras predominantemente en lengua latina. Por fortuna nos ha sido conservado el catálogo de la biblioteca de Browne:35 se hallará que la poesía, el teatro, las novelas de la época están escasamente representados y casi sumergidos entre una masa de obras anticuarias, médicas, científicas, teológicas. También en los Commonplace Books, donde Browne anotaba sus lecturas, encontramos pocas y secundarias alusiones a obras literarias.36 De cualquier modo, éstas se citan por razones que nada tienen que ver con la calidad de los textos. Literatura aparte, la biblioteca de Browne ofrece una representación total del siglo. En la casa de Norwich, donde vivió más de cuarenta años, Browne había reunido, entre el museo, la biblioteca y el laboratorio, una especie de epítome del siglo. Se puede considerar su obra como el doble verbal de aquel involuntario compendio, perdido para siempre, y no es ésta la menor de las razones de su encanto.W

34Urn Burial, en Works, vol. i, p. 132. 35Catalogue of the Libraries of the Learned Sir Thomas Browne, Londres, 1710. Este catálogo incluye 2377 voces. Más de la mitad del catálogo está ocupada por libros griegos y latinos, en las secciones “Libri Theologici, Historici, Philologici, Medici et caetera”. Entre los libros ingleses, se encuentran The Faerie Queene de Edmund Spenser, los Poems de Abraham Cowley, las obras de Ben Jonson y la Arcadia de Sir Philip Sidney. Curiosamente, faltan las obras de Shakespeare, vid. Malcolm Letts, “Sir Thomas Browne and his Books”, Notes and Queries, serie xi, vol. 10, 1914; S. Finch, “Sir Thomas Browne: Early Biographical Notices and the Disposition of his Library and Manuscripts”, Studies in Bibliography, ii, 1949. R.R. Cawley, “Sir Thomas Browne and his Reading”, PMLA, xlviii, núm. 2, junio de 1933. Alwin Thaler intentó establecer algunas conexiones directas entre Browne y la literatura de su tiempo, vid. “Sir Thomas Browne and the Elizabethans”, Studies in Philology, vol. xxviii, 1931. Ecos de versos dantescos en Browne fueron observados por Mario Praz (vid. op. cit., pp. 12-18). 36Vid. Miscellaneous Notes from Commonplace Books, en Works, vol. iii, pp. 272-332.

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Philippe Ollé-Laprune

Cráneo de Sir Thomas Browne sobre dos volúmenes de Religio medici.

México: visitar el sueño Un bosquejo de la breve historia de una literatura que, desde el México de los conquistadores hasta el contemporáneo, siempre ha intentado liberarse de la influencia del poder. centzontle 1ª ed., 2011 978 607 16 0531 3 $70 FRAGMENTO

Religio medici La religión de un médico (1643) SIR THOMAS BROWNE

Enrique Dussel

1Keck reparó en el elocuente proverbio: “Se dice comúnmente (pero sólo entre los poco ilustrados) ubi tres medici, duo athei”, es decir, de cada tres médicos, dos son ateos. Pero la acusación era una exageración (véase Kocher, Paul H., Science and Religion in Elizabethan England, San Marino, California, 1953, cap. XII, “The Physician Author”). 2Científico. 3Imparcialidad.

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esa dichosa condición que vilipendiando a quienes rechazan tan glorioso título. Pero, como el nombre de cristiano se ha tornado demasiado general para expresar nuestra fe, al haber una geografía de las religiones al igual que de los países, y estando cada clima no sólo diferenciado por sus leyes y límites sino también circunscrito por sus doctrinas y sus normas de fe, por lo que a mí concierne pertenezco a la religión reformada y refundida, de la cual nada me desagrada sino el nombre;4 a la misma fe que nuestro Salvador enseñó, los apóstoles difundieron, los Padres5 autorizaron y los mártires confirmaron; pero que, a causa de los siniestros fines de los príncipes, la ambición y avaricia de los prelados y la corrupción fatal de los tiempos, tanto se declinó, se debilitó y cayó de su nativa belleza que precisó que las manos afectuosas y caritativas de esta época la restableciesen en su primitiva integridad. Pues bien, la accidental ocasión en que tan buena obra fue iniciada, el exiguo medio a través del cual lo fue y la baja y abyectaa condición de la persona que la inició,6 que en nuestros adversarios provocaron desprecio y mofa, mee n llenan de asombro, y son la mismísima objeción que los insolentes paganos lanzaron primeramente a Cristo y a sus discípulos.7W

Filosofía de la liberación Este texto ofrece con lucidez un programa de investigación filosófica que descentra las referencias dominantes, levantándose contra el machismo, el fetichismo, la ideología pedagógica occidental y los fundamentalismos. breviarios 1ª ed., 2011 978 607 16 0534 4 $130

Tomado del libro El jardín de Ciro y otros textos de Thomas Browne, traducción de María Condor, Siruela, Madrid, 2009. 4Es decir, protestante. 5Los Padres de la Iglesia de los cinco primeros siglos, en especial san Agustín, fueron las luces que guiaron la Reforma. 6Lutero era hijo de un minero. 7Marcos 6, 2-3 (“¿De dónde tiene éste estas cosas? […] ¿No es éste el carpintero, el hijo de María…?”, etc.).

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BREVIARIOS

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or lo que se refiere a mi religión, aunque hay varias circunstancias que pudieran persuadir al mundo de que no tengo ninguna en absoluto, tales como la general calumnia que sufre mi profesión,1 el curso natural2 de mis estudios, 3 la indiferencia de mi conducta y discurso en asuntos de religión, no defendiendo violentamente una ni combatiendo otra con el acostumbrado valor y empeño; sin embargo, a pesar de ello, me atrevo sin usurpación a asumir el venerable nombre de cristiano. No es que meramente deba este título a la pila bautismal, a mi educación o al clima en que nací, habiéndoseme enseñado para confi rmar los principios que mis padres infundieron en mi desavisado entendimiento, ni que por un asentimiento general permanezca en la religión de mi país; antes bien, habiéndolas visto y examinado todas en mis años y juicios maduros, me hallé obligado por los principios de la gracia y por la ley de mi propia razón a no abrazar otro nombre sino éste. Tampoco me lleva mi celo a olvidar la general caridad que debo a la humanidad hasta el extremo de odiar en vez de compadecer a turcos, a infieles y (lo que es peor) a judíos, antes contentándome con gozar de

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Grabado de Robert van Voerst a partir de un retrato de Anton van Dyck.

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El ungüento del arma y el polvo simpático eran “medicinas magnéticas” que se aplicaban no a las heridas sino al arma que las había producido o a los vendajes que se les había aplicado. Gracias a ello el paciente se curaba aunque estuviese a leguas de distancia. Estos remedios fueron desarrollados durante la revolución científica en medicina por los seguidores de la terapia química de Paracelso

LA MEDICINA MAGNÉTICA. DEL UNGÜENTO ARMARIO AL POLVO SIMPÁTICO DE KENELM DIGBY

ADELANTO

Carlos Solís FCE,

La medicina magnética Una curación extraordinaria

España 2011 ISBN

9788437506432

KENELM DIGBY

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tra de las actividades que ocuparon a Sir Kenelm durante estos años fue la religión. Tras la depresión por la muerte de Venetia cayó en el misticismo y en una religiosidad tradicional y autoritaria, volcada en la Iglesia, la monarquía y la conversión de sus conciudadanos, tareas estas que dieron como fruto escritos apologéticos y plúmbeos, alejados de nuestros actuales intereses, como A Conference with a Lady o las Letters between the Ld George Digby and Sr Kenelm Digby Concerning Religion, dedicados respectivamente a la conversión de lady Purbeck y a la de su primo. También se vio envuelto en la oposición entre los parlamentarios cada vez más radicales y el monarca con veleidades procatólicas que acabaría en la guerra civil. Ya hemos mencionado brevemente sus misiones diplomáticas ante España y el Vaticano para asegurar su apoyo en la campaña contra Escocia. El rey pretendía conseguir dinero de los Barberini (el papa Urbano VII era un Barberini) para su campaña, así como el nombramiento de un cardenal inglés, puesto para el que se rumoreó el nombre de Kenelm Digby, quien fue en misión diplomática a Roma en el año 1640. Con todo, Urbano VII tenía otros planes para la promoción del catolicismo en Irlanda que no pasaban por apoyar a un rey hereje y de futuro incierto, lo que creó tensiones entre Kenelm y el papa. En Inglaterra, las presiones de los puritanos para aplicar las leyes de Isabel I que imponían la pena capital para los curas católicos, llevaron a disturbios, ejecuciones y asaltos a las propiedades de los católicos, entre ellas la casa de Digby. Ya vimos que el Parlamento lo excluyó de la corte en 1641. A comienzos del año siguiente, la inseguridad de la situación recomendó al rey enviar a la reina Henrietta Maria a París, mientras en el continente se extendía la impresión de que la de Carlos I era una causa perdida. En agosto de 1642 Kenelm fue arrestado en The Three Tobaco Pipes (Charing Cross), junto con otros nobles, acusado de pasar un cofre con oro para los católicos y de reunir caballos, un material estratégico para la guerra que estallaría a finales del mes. Tras unas semanas en que entretuvo a sus compañeros con su amable conversación, fue puesto en libertad. Pero fi nalmente, en septiembre, fue apresado de nuevo y puesto a buen recaudo en Winchester House, un antiguo palacio arzobispal, donde pasó casi un año hasta ser exiliado.

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Imposibilitado para seguir sus actividades políticas, se dedicó con ahínco a las artes y las letras, trabajando en su proyecto de dos tratados sobre los cuerpos y las almas. Estando preso, cayó en sus manos una edición pirata de La religión de un médico de Thomas Browne sobre la que escribió un comentario, Observations upon Religio medici (1643). El libro de Browne era muy original para la época, pues constituía una biografía intelectual y psicológica del autor, nada pedante, muy libre y abierta, lo que constituía un género inusitado en Europa. Thomas Browne era muy particular, pues prefería pasar la tarde contemplando el retrato de un caballo que a una mujer, anunciando tiempos futuros en los que sabríamos procrear sin ayuda de las mujeres, circunstancia que irritaba sobremanera a Digby porque implicaba renunciar al comercio carnal con ellas. Browne también se tomaba muy en serio la medicina y el cristianismo y conservaba creencias herméticas y alquimistas, algo que se nos antoja peculiar porque no tenemos acceso generalizado a las particularidades de sus contemporáneos. No obstante, a Digby, que no era menos peculiar que Browne, le disgustaba que se prestase tanta atención a sí mismo, amén de otros temas más sólidos, como la pretensión de Browne de que el alma muere con el cuerpo para resucitar el día del Juicio, opinión más acorde con el aristotelismo (la de la muerte, no la de la resurrección), pero que un católico no podía sustentar, pues la inmortalidad del alma era uno de los pilares del cristianismo. La prisión en Winchester House no era demasiado dura para un noble por muy realista católico que fuera. Escribía, leía, hacía experimentos y recibía visitas. La única pena moderadamente desagradable era tener que oír un sermón anglicano al día. Montó allí un laboratorio con la ayuda de John Colnett, operador de una fábrica de vidrio próxima. Interesado en los procesos de fabricación de botellas, Digby introdujo un procedimiento mejorado para hacerlas de forma y tamaño estándar, así como más resistentes y oscuras merced a aumentar la temperatura del fuego mediante fuelles. Años más tarde Colnett pretendió patentar un procedimiento que todos sabían que se debía a Digby, por lo que finalmente en 1661 se le concedió a él la patente. También ensayó la fabricación de piedras artificiales. A principios de 1643 se exacerbó el mal de piedra que padecía, pero no le permitieron abandonar la prisión para ir a tomar las aguas; sin embargo, tras la intervención de Ana de Austria, reina de Francia, el 30 de julio de 1643 salió exiliado hacia París con sus bienes confiscados y con la condición de no volver a Inglaterra sin permiso. CARLOS SOLÍS

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n materia de hecho, la determinación de la existencia y de la verdad depende de la información que nos suministran nuestros sentidos. Tal es su naturaleza, pues quienes han visto el efecto y la experiencia, habiendo tenido el cuidado de examinar todas las circunstancias exigidas y habiéndose satisfecho tras reconocer que nada hay de superchería, no dudan en absoluto de que la cosa sea verdadera. Mas quienes no han visto semejante experiencia, deben remitirse al informe y a la autoridad de quienes aseguran haberlas visto. Podría ofrecer muchas de las que soy testigo ocular, e incluso quorum pars magna fui,1 pero dado que un ejemplo cierto y atestiguado afirmativamente resulta convincente para determinar la posibilidad y la verdad de cualquier materia de la que se dude, a fin de no aburrirles, me contentaré con informarles de uno solo relativo a este tema. Ahora bien, será uno de los más ilustres, brillantes, públicos y comprobados que jamás se hayan dado o que puedan darse. Y eso no sólo por las notables circunstancias que en él incurren, sino también por las personas muy por encima de lo común entre las que se ha desarrollado todo el asunto. En efecto, la curación de una herida dañina la ha llevado a cabo este Polvo Simpático en la persona de un hombre ilustre tanto por sus dotes literarias como por su cargo.2 Todas las circunstancias han sido examinadas y escrutadas por uno de los mayores y más sabios reyes de su tiempo, el rey Jacobo de Inglaterra,3 quien poseía un talento especial y una maravillosa habilidad para discutir las cosas naturales y penetrar hasta el fondo de las mismas. También lo hicieron su hijo, el difunto rey Carlos,4E

1“En las que tomé una parte importante.” Virgilio, Eneida, II, 6. 2Se trata de James Howell (1594-1666), uno de los primeros ingleses en vivir de la literatura. Tras la Restauración, Carlos II lo nombró Historiographer Royal de Inglaterra, un puesto especialmente creado para él. 3Jacobo I de Inglaterra (1566-1625), hijo de María, reina de Escocia, fue un hombre culto, autor de obras como Daemonologie, True Law of Free Monarchies y Basilikon Doron. 4Carlos I de Inglaterra (1600-1649), cuyo absolutismo y procatolicismo despertó la oposición de parlamentarios y puritanos que terminó en la guerra civil (1642-1649). Su ejecución en 1649 dio paso a la Commonwealth de Cromwell, si bien tras la Restauración monárquica de 1660 fue canonizado por la Iglesia anglicana. Se casó con la católica Henrietta Maria de Francia, quien en 1644 nombró su canciller a Sir Kenelm Digby.

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BROWNE TAMBIÉN SE TOMABA MUY EN SERIO LA MEDICINA Y EL CRISTIANISMO Y CONSERVABA CREENCIAS HERMÉTICAS Y ALQUIMISTAS, ALGO QUE SE NOS ANTOJA PECULIAR PORQUE NO TENEMOS ACCESO GENERALIZADO A LAS PARTICULARIDADES DE SUS CONTEMPORÁNEOS.

Inés Arredondo Cuentos completos Nada sobra en los cuentos de Inés Arredondo; siempre se percibe en ellos la medida exacta y la hondura de lo que ha nacido de la inminente necesidad de escribir. Letras Mexicanas 1ª ed., 2011 978 607 16 0536 8 Rústica $260 Empastado $330

” Eel difunto duque de Buquingan,5 su primer minis- tos a rogarme que le diera algún remedio para su tro, y finalmente todo está registrado en las memorias mal, especialmente (dice) dado que se había entedel gran canciller Bacon para añadir en forma de apén- rado de que yo los tenía muy buenos para casos sedice a su historia natural.6 Y creo, señores, que una vez mejantes y que su herida estaba en tan mal estado que hayáis escuchado esta historia, no me acusaréis de que los cirujanos temían que la invadiese la ganvanidad si me atribuyo el haber sido el introductor en grena, en cuyo caso sería preciso amputar la mano. esta parte del mundo de esta manera de curar. Vean En efecto, su rostro reflejaba el dolor que padecía, cómo ocurrió este asunto. que afirmaba ser insoportable, acompaEl señor Jacobo Howell, secretario del duñado de una inflamación extrema. Le que de Buquingan (bastante conocido en respondí que lo serviría de buen grado, Francia por sus escritos, sobre todo por su si bien cuando se enterase de en qué Dendrología,7 traducida al francés, me paremodo trataba a los heridos sin necesidad ce, por el señor Baudouin), topose un día con de tocarlos o de verlos, tal vez rechazase que dos de sus mejores amigos se batían en este modo de curar, estimándolo suduelo y se dispuso inmediatamente a tratar persticioso o ineficaz. En cuanto a esto de separarlos.8 Se arroja entrambos y con su último (dice) las grandes maravillas que mano izquierda ase la guarda de la espada de muchas personas me han contado de uno de los combatientes, mientras que con la vuestro medicamento no me permiten Frontispicio derecha descubierta empuña la hoja de la dudar de su eficacia; en cuanto a lo pride James Howell otra. Ambos enemigos, arrebatados de furia del libro mero, todo cuanto tengo que decir está Dodona’s Grove, el uno contra el otro, tratan de deshacerse del encerrado en este proverbio español: or the Vocall Forrest (1640, 1650) impedimento con que su común amigo tratahágase el milagro y hágalo Mahoma.9 Le pedí entonces un trozo de tela o ropa ba de evitar que se diesen muerte mutuamente. Uno de ellos, tirando bruscamente de la espada blanca manchada con la sangre de las heridas. Inque no podía ser retenida por la hoja, corta hasta el hue- mediatamente envió a buscar la jarretera que le haso todos los nervios, músculos y tendones de la palma bía servido como primer vendaje, y mientras tanto de la mano del señor Howell, y al mismo tiempo el otro requerí una jofaina con agua, como si desease lalibera su guarda y lanza un golpe con el filo a la cabeza varme las manos, y tomando un puñado de polvo de de su adversario que viene a precipitarse sobre la de su vitriolo10 que tenía en un estuche encima de la amigo el cual, a fin de parar el golpe, alza la mano ya he- mesa, lo disolví rápidamente. Tan pronto como rida que resultó así tan cortada por el dorso como ya lo tuve la jarretera en mi poder, la metí en la jofaina, había sido por la palma. Se diría que una extraña cons- fijándome bien en lo que hacía mientras tanto el setelación reinaba entonces en contra de él, que hacía de- ñor Howell, quien a la sazón charlaba con un hidalrramar su sangre sobre las armas de sus mejores ami- go en una esquina de la habitación sin reparar en lo gos los cuales, recuperada la cordura, habrían expuesto que yo hacía. De pronto se estremeció e hizo un gestoda la suya para proteger la de su amigo. Este derrama- to como si experimentase una gran emoción. Le miento involuntario de sangre desvió al menos aquel pregunté qué le pasaba y qué sentía. No sé (dijo) lo que se esforzaban por provocar el uno contra el otro, que me pasa, pero sí sé muy bien que ya no siento pues al ver el rostro de señor Howell totalmente cubier- dolor. Me parece que un frescor agradable, como si to con la sangre derramada por su mano alzada, acudie- se tratase de un paño mojado y frío, se expande por ron a socorrerlo y, tras examinar sus heridas, las venda- mi mano, lo que me ha quitado toda la inflamación ron con una de sus jarreteras para mantener cerradas que sentía. Puesto que notáis un tan buen efecto de las venas que estaban completamente cortadas y san- mi medicamento, le respondí, os aconsejo quitar todos los emplastos. Limitaos a mantener la herida graban abundantemente. Lo llevan a su casa y buscan un cirujano. El primero limpia y en un estado moderado y templado de calor que llegó sirvió para ponerle un primer vendaje, pero y frío. W al día siguiente vino a descubrir la herida el cirujano real, enviado por Su Majestad, que sentía un gran afecto por el mentado señor Howell. Yo me alojaba muy cerca de él y una mañana, cuatro o cinco días después 9Así en el original. Kenelm y Howell aprendieron español en Madrid. Howell estuvo allí en el viaje que hizo por el continente entre del accidente, mientras me vestía, vino a mis aposen- 1616 y 1622 comisionado por una vidriera, y entre finales de 1622 y

5George Villiers, primer duque de Buckingham (1592-1628). 6Bacon no registró la cura de Howell en ninguna parte. Habló del ungüento armario (del arma, no del mueble) y no del polvo simpático, señalando que no cree del todo en sus efectos, aunque recoge lo que dicen algunas personas de crédito. Véase su Sylva Sylvarum or Natural History (1626), The Works of Francis Bacon, vol. 2, pp. 670-71. 7James Howell, Dendrologia: Dodona’s Grove, or the Vocall Forrest (1640, 1650). Se trata de una historia alegórica de Inglaterra, desde el comienzo del reinado de Jacobo I en 1603 hasta 1640, en la que los personajes son árboles. Howell y Digby se conocieron en 1623 al coincidir en Madrid, donde su tío John Digby, conde de Bristol, negociaba la boda del príncipe Carlos con la infanta María Ana Margarita (1606-1646), hija del difunto Felipe II. El plan no prosperó y la infanta acabaría como emperatriz del Sacro Imperio y reina de Hungría. La pintó Velázquez en 1630 con la nariz colorada y el prognatismo acusado típico de la familia; véase la p. 46. 8Este supuesto duelo habría tenido lugar hacia finales del año 1624 o comienzos del 1625, tras la vuelta de Howell de España a finales de 1624, y en cualquier caso antes de marzo del año siguiente, cuando murió el rey. Sidney Lee (1888) dice que el episodio se desarrolló en Madrid, pero tuvo que ser en Londres, ya que al día siguiente del duelo el rey Jacobo I se interesó por la cura. La historia del herido por interponerse en un duelo era corriente. La usan Van Helmont en De magnetica Vulnerum curatione (1621), § 45, p. 757; Walter Charleton en A Ternary of Paradoxes (1650), pp. 25 y ss.; y James Howell, en Θηρολογια (1660), p. 107.

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finales de 1624 reclamando la presa de un barco inglés por el virrey de Cerdeña y ayudando a la delegación inglesa en las negociaciones matrimoniales del príncipe. Gracias a ello aprendió idiomas, publicó el Lexicon Tetraglotton (1660), un diccionario inglés-francés-italianoespañol con un apéndice con proverbios, una gramática del español (1662) y tradujo del español, según Sydney Lee (1888), The Process and Pleading in the Court of Spain upon the Death of Anthony Ascham, 1651 (Harleian Miscellany, VI, pp. 236-247). Ascham era un enviado de la Commonwealth a Madrid en agosto de 1650, donde fue asesinado al día siguiente de su llegada por realistas ingleses. 10Vitriolo era un término general y vago usado para diferentes compuestos. Por ejemplo, el vitriolo azul es sulfato de cobre; el blanco, sulfato de zinc; el de argento vivo, nitrato mercúrico; el de saturno, acetato de plomo; el de plata, nitrato de plata; etc. El vitriolo del que se habla aquí, la caparrosa, vitriolo verde o de Marte, es sulfato ferroso, que se manufacturaba en Inglaterra desde 1579. El más refinado, mencionado al final del opúsculo (p. 317) como vitriolo romano o de Chipre, se preparaba a partir de vitriolo verde común (sulfato ferroso heptahidro: FeSO4.7H2O), deshidratándolo y purificándolo por recristalización. Se exponía a los rayos solares removiéndolo hasta que los cristales verdes se tornaban en un polvo blanco anhidro por eflorescencia.

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DEL CATÁLOGO

Obras de Frances A. Yates en el Fondo

LA FILOSOFÍA OCULTA EN LA ÉPOCA ISABELINA

EL ILUMINISMO ROSACRUZ

FRAGMENTO

La filosofía oculta en la época isabelina F R A N C E S A . YAT E S ENSAYOS REUNIDOS, I. LULIO Y BRUNO

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n curioso diagrama, al que [John] Dee asignaba la mayor importancia como exposición de toda sufilosofía, fue la Monas hieroglyphica, publicada en 1564 con una dedicatoria al emperador Maximiliano II1 y un texto aclaratorio que deja al lector hondamente perplejo. La monas de Dee es una combinación de los signos de los siete planetas más el símbolo zodiacal de Aries, que representa el fuego. Debe de tener algún significado astral, además de que el símbolo del fuego parece implicar algunas operaciones alquímicas; también contiene matemática o geometría de alguna especie, pero sobre todo es cabalística, pues se relaciona con “la estupenda red de las letras hebreas”; es “gramática cabalística”, puede ser explicada “matemática, cabalística y anagógicamente”,2 y es tan profundamente secreta que Dee se pregunta si habrá pecado al publicarla. En el signo monas mismo no están contenidas letras hebreas, pero se comprende que con las partes de los símbolos planetarios de que se compone se deben de hacer maniobras análogas a las que se hacen en la Cábala con las letras hebreas. También se efectúa un proceso matemático, aunque el aspecto matemático de la Monas hieroglyphica no es tan prominente como el de los Aphorismos,3 obra publicada por Dee unos cuantos años antes (en 1558), con la cual afirma que la Monas hieroglyphica tiene una estrecha relación. Los Aphorismos, donde ya aparece el signo monas, parecen exponer en una forma más obviamente matemática el significado cabalístico de dicha Monas hieroglyphica. 1Véase C. H. Josten, “A Translation of John Dee’s ‘Monas Hieroglyphica’”, Ambix, xii (1964), pp. 155-165. 2Ibid., pp. 127-155. 3Propaedeumata Aphoristica, Londres, 1558.

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Yo creo que una fuente importante en la que se puede estudiar el modo de pensar del que Dee derivó su signo monas es De harmonia mundi de Giorgi, donde se combinan teorías numerológicas y cabalísticas presentadas como una doble clave del universo, de una manera sumamente análoga al doble significado, también numerológico y cabalístico, de la monas. Giorgi parte del Uno o monas,4 del cual proceden, según el Timeo, los números del uno al veintisiete para formar la armonía universal tanto en el macrocosmos como en el microcosmos. Combinando teorías pitagórico-platónicas con el misticismo literal cabalístico, Giorgi produce su síntesis. Posiblemente la mente de Dee funciona de modo semejante respecto a la monas. Su símbolo planetario compuesto parece implicar un correspondiente símbolo cabalístico compuesto. Tras la cosmología planetaria tal vez se encuentre la “tremenda estructura” del alfabeto hebreo.5 En el símbolo monas está incluida una cruz, símbolo cabalístico cristiano que indudablemente poseía, en la creencia de su creador, un gran poder mágico. Dee no fue únicamente un entusiasta de los estudios científicos y matemáticos, en los extraños contextos en que los encontraba, sino que también deseaba usarlos en bien de sus compatriotas y para la expansión de la Inglaterra isabelina. Actuaba según un programa político-religioso conectado con el destino imperial de la reina Isabel I. En mi libro Astraea. The Imperial Theme in the Sixteenth Century (1975), expuse las carac4Giorgi, De harmonia mundi, i, 3, i. 5Bajo el símbolo monas de Dee está escrito un versículo de la Biblia, que dice De rore caeli, et pinguedine terrae det tibi Deus (“Dios te dé el rocío del cielo y la riqueza de la tierra”, Génesis 27). Es la bendición que lsaac le da a Esaú. Ésta es una cita predilecta de Giorgi, que figura dos veces en De harmonia mundi. En la primera ocasión se da a la palabra rocío la acepción usual, que se refiere a la gracia divina (De harm. mun., ii, 7, iv), mientras que, en la segunda, figura la voz hebrea que significa rocío, diciéndose que quiere decir que el rocío es un símbolo del Nombre de Dios (que tiene cuatro letras) afirmación apoyada con referencias a autoridades hebreas (De harm. mun., ii, 7, xviii).

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terísticas del imperialismo isabelino. Éste pretendía no sólo la expansión nacional en sentido literal, sino también aplicar las ideas de carácter religioso asociadas con la tradición imperial a Isabel, representante de la “reforma imperial” y de una religión reformada y purificada que se expresaría y propagaría en toda la extensión de un imperio también reformado, el de los Tudor, rico en ideas míticas “británicas”. La glorificación de la monarquía Tudor como una institución religiosa imperial se basaba en el hecho de que la reforma de Enrique VIII había desconocido al Papa para hacer al monarca jefe supremo tanto de la Iglesia como del Estado. Este hecho político fundamental fue envuelto en una mística de “la antigua monarquía británica”, heredera del rey Arturo, personificada por los Tudor en calidad de antigua estirpe británica supuestamente descendiente del mismo Arturo, que había regresado al poder apoyando a una Iglesia británica purificada, protegida contra las potencias malignas (malas según este punto de vista) por una caballería religiosa que combatía los intentos hispano-papales de dominio universal. Aunque estas ideas eran inherentes al mito de los Tudor, Dee tuvo una intervención considerable en su fortalecimiento y difusión. Él mismo se creía descendiente de una antigua estirpe real británica y se identificaba completamente con el mito imperial personificado por Isabel I, apoyándolo con todas sus fuerzas. Las opiniones de Dee acerca del destino imperial de la reina Isabel I son expuestas en su obra General and rare memorials pertayning to the Perfect art of Navigation (1577). Según sus ideas, el fortalecimiento de la marina y la expansión inglesa en los mares se relacionaban con vastos proyectos acerca de los territorios que Isabel habría podido reclamar con base en su mítica descendencia del rey Arturo. El “imperialismo británico” de Dee coincide con la “historia británica”E

ENSAYOS REUNIDOS, II. RENACIMIENTO Y REFORMA: LA CONTRIBUCIÓN ITALIANA

ENSAYOS REUNIDOS, III. IDEAS E IDEALES DEL RENACIMIENTO EN EL NORTE DE EUROPA

LAS ÚLTIMAS OBRAS DE SHAKESPEARE

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DEL CATÁLOGO

Ede Geoffrey de Monmouth,6 que se basa en el mito de que supuestamente los monarcas británicos eran descendientes de Bruto,* a quien se creía de origen troyano, por lo que tenían una directa relación con Virgilio y con el mito de la Roma imperial. El rey Arturo, a su vez descendiente de Bruto según esta versión de la historia británica, era el principal exponente religioso y místico del sagrado cristianismo imperial británico. En los General and rare memorials figura una complicada estampa basada en un dibujo hecho por Dee con su propia mano,7 que representa a Isabel a bordo de un barco llamado Europa; su significado es que la Gran Bretaña se convertirá en una gran potencia naval para ocupar el lugar, por medio de la “monarquía imperial”, de piloto del cristianismo. Dee llamó este dibujo “Jeroglífico británico”, y hay que tenerlo presente junto con la Monas hieroglyphica porque es la representación de una expresión político-religiosa de la monas en el sentido del concepto “imperial británico”. Gran parte del material relativo a Dee que he resumido hasta aquí es bien conocido, pero tanto éste como sus actividades pueden verse en una perspectiva hasta cierto punto nueva si se ponen en relación con lo estudiado en el presente libro. Así, pues, ¿cómo fue juzgado, tanto por sus contemporáneos como por sí mismo, este profundo estudiante de las ciencias del número e intérprete profético de la historia británica? He aquí una hipótesis: la etiqueta de la época que mejor le hubiera quedado a Dee es la de “melancólico inspirado”.8 El melancólico inspirado, según Agripa y de acuerdo con la imagen que hace de él Durero en su famoso grabado, era saturnino y se sumergía en el estudio de las ciencias del número, capaces de llevar a quienes las profesaran a un profundo conocimiento de las cosas. Sin duda los estudios de Dee permiten calificarlo justamente de saturnino y de representante de la revaluación renacentista de la melancolía como temperamento inspirado. Y después de la primera fase de esta inspiración, producida por la inmersión en las ciencias de los números, dice Agripa, viene una segunda fase de carácter profético, en la cual el adepto se interesa en los acontecimientos político-religiosos y profecías; y finalmente se llega a la tercera fase, que es la melancolía inspirada, en la cual se alcanza una honda comprensión de la religión y de los cambios que la afectan. Una idea que podría parecer sugestiva es que no sólo el programa de Dee para el avance de la ciencia se basaba en los tres mundos descritos por Agripa en De occulta philosophia, sino que también las fases de su perspectiva profética tal vez proceden de la misma fuente. Primeramente, el saturnino y melancólico Dee estudia las ciencias del número, luego adquiere una convicción profética del destino imperial de la Gran Bretaña, y por último le son reveladas unas vastas visiones religiosas universales, y esto, al igual que en el caso de Agripa, sin dejar nunca de ser cristiano, un cabalista cristiano simpatizante del evangelismo y de la reforma erasmiana.W

6Véase Yates, Astraea. The Imperial Theme in the Sixteenth Century, Londres, 1975, p. 50. * Según el cronista del siglo xii Geoffrey de Monmouth, un legendario Bruto (Bryt), nieto de Eneas y desterrado de Italia, llegó a Inglaterra, donde fundó Nueva Troya (Londres) y dio su nombre al país. [T.] 7Véase French, Dee, lám. 14. 8En la carátula de la obra Lapis philosophicus de John Case (1599), se ilustra la teoría seudoaristotélica de la melancolía inspirada saturnina en un complicado diagrama que probablemente refleja algunas ideas de Dee. Esta carátula está reproducida en S. K. Heninger, Touches of Sweet Harmony, San Marino, 1974, p. 218.

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FRAGMENTO

El iluminismo rosacruz F R A N C E S A . YAT E S

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as semejanzas obvias entre Fludd y Maier estriban en que ambos eran médicos paracelsistas que publicaron trabajos en Oppenheim, en la casa editora dirigida por Juan Teodoro de Bry. Anteriormente se creía que Maier había introducido a Fludd al mundo rosacruz, pero en tiempos recientes se ha enunciado la teoría de que fue al revés, es decir que fue Fludd el que influyó sobre Maier. Por supuesto que todas estas teorías del pasado no tomaban en cuenta la situación histórica del Palatinado como factor del problema, pues si Maier conocía a Fludd y si hacía viajes relativamente frecuentes a Inglaterra ¿no podría haber sido porque, como muchos otros, esperaba grandes cosas del matrimonio del Elector Palatino con la hija de Jacobo I, y porque conocía el secreto de alguna relación posiblemente existente entre la propaganda rosacruz y las ambiciones del “León palatino”? A la muerte de Rodolfo II, Maier aceptó el cargo de médico de Mauricio, Landgrave de Hesse. Se puso así en contacto con un príncipe alemán que tenía estrecha relación con el círculo del Elector Palatino, que simpatizaba fuertemente con Inglaterra, que estaba bajo la influencia del misticismo alquímico y en cuyo territorio, en la ciudad de Cassel, fueron publicados por primera vez los manifiestos rosacruces. El puesto de médico del Landgrave de Hesse que tenía Maier no le impedía viajar mucho. En 1618, dice él mismo en uno de sus prólogos, se encontraba en Fráncfort, en un viaje de Londres a Praga. Una persona que hubiera conocido tanto Londres como Praga bien podía haber sido usada por Cristián de Anhalt para preparar el camino a la gran aventura de Bohemia. Y en verdad existe una prueba irrefutable de que Maier y Cristián de Anhalt tenían relación: en 1618 De Bry publicó en Oppenheim un libro de Maier dedicado a Cristián, príncipe de Anhalt, cuyo título es Viatorum. hoc est de Montibus Planetarum Septem. En la carátula grabada aparece el rostro, suave y soñador, de Michael Maier, acompañado por siete figuras que representan los planetas. Este libro es una exposición típica del misticismo alquímico de Maier, a quien le encanta presentar este tema de manera mitológica, oculto entre las fábulas de los poetas. El tema del libro, así disfrazado, es la búsqueda de la materia philosophica, de la verdad oculta en los arcanos de la naturaleza, agarrándose fuertemente, como Teseo, del hilo de Ariadna que conduce fuera del laberinto. Hay que empezar a estudiar a Maier en su obra Viatorum, cuya dedicatoria a Cristián de Anhalt lo coloca inmediatamente a él y a su alquimia espiritual dentro del círculo de los consejeros más importantes del Elector Palatino. En el mismo año de 1618, la editora De Bry de Oppenheim publicó otro libro de Maier, también con una carátula espléndidamente grabada. Se trata de Atalanta fugiens, libro muy apreciado por las bellas ilustraciones complementarias de su enigmático texto. El grabador que las hizo fue casi seguramente Mateo Merian, aunque no están firmadas. La Atalanta fugiens es un libro de emblemas con comentarios filosóficos. En la carátula, Atalanta, tenta-

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da a abandonar la búsqueda de la verdad espiritual, moral y científica, da una lección de perseverancia y pureza de intenciones al alquimista espiritual. Maier, por medio de los emblemas del libro, cada uno de los cuales tiene un modo de expresión musical además de gráfico, enseña una filosofía religiosa y alquímica muy sutil.1 En uno de los emblemas más llamativos aparece un filósofo que con una linterna sigue las huellas de la naturaleza. Esto recuerda en cierta forma el prefacio que Giordano Bruno dedicó en Praga en 1588 a Rodolfo II, en el que reitera su tema preferido, es decir, que hay que estudiar los vestigios o huellas que deja la naturaleza, eludiendo las luchas entre las sectas religiosas y poniendo atención sólo a ella, que por todas partes grita para ser escuchada.2 Quizás también Maier, que era cristiano luterano practicante (Fludd era un devoto anglicano), tenía presente una idea semejante cuando en esos años de feroces controversias religiosas, inmediatamente antes de que estallara la Guerra de los Treinta Años, presentó sus enseñanzas para que se adoptara una actitud religiosa y filosófica distinta mediante el simbolismo alquímico. En otro emblema de la Atalanta fugiens un filósofo señala una figura geométrica. El comentario que corresponde a este emblema lleva el título de “Monas o el Único”.3 Un editor reciente del libro de Maier ha comparado esto con la Monas hieroglyphica de John Dee, de modo que una vez más encontramos esta obra en el corazón del misterio rosacruz, oculta entre los emblemas de Maier. Quizás éste recibió la influencia de Dee en Bohemia. No hay duda de que la alquimia, de la que los emblemas de Maier son la misteriosa expresión gráfica, era de la especie condenada por Libavius, la de los manifiestos rosacruces y de la Monas de Dee. Observando un emblema, como por ejemplo el que representa a un filósofo que con su espada está a punto de atacar a un huevo, comenzamos a reconocer el huevo, símbolo del universo:4 en la Monas hieroglyphica, y el fuego, simbolizado por el signo de Aries de la Monas, que expresan los procesos alquímicos. Volviendo de nuevo nuestra atención al “alquimista” de Khunrath, expresión del tipo de alquimia representado por Dee, vemos que la perspectiva del emblema de Maier, que se extiende detrás del huevo, es comparable a la que figura en la ilustración de Khunrath.W

1En relación con la música de Atalanta fugiens, véase John Read, Prelude to Chemistry, Londres, 1936, pp. 213-254, 281-289. 2Giordano Bruno, Artieuli adversus mathematicos, Praga, 1588, prólogo; cf. Giordano Bruno and the Hermetie Tradition, pp. 314-315. 3Cf. H. M. E. de Long, “Atalanta fugiens”; Sources of an Alchemical Book of Emblems, Leiden, 1969. 4La “monas” es un símbolo comprendido dentro de un trazo oval, que figura en la carátula de Monas hieroglyphica [véasea aquí en la p. 13], y en el texto también aparece un diagrama del universo en forma de huevo. En el “Testamento de John Dee”, publicado por Elías Ashmole, Theatrum Chemicum Britannicum, p. 334, se describe misteriosamente el “corte” de la Monas con cuchillos.

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Ilustración: EM M ANUEL PEÑA

CAPITEL

DE MAYO DE 2011

Librerías en predicamentos

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LOS GRABADOS EN LA OBRA DE JUAN PABLOS

LA HISTORIA DE LAS COSAS

FUNDAMENTOS DEL LENGUAJE

Primer impresor de la Nueva España, 1539-1560

De cómo nuestra obsesión por las cosas está destruyendo el planeta, nuestras comunidades y nuestra salud. Y una visión del cambio

Mente, significado, gramática y evolución

María Isabel Grañén Porrúa

Annie Leonard

En 1539, el impresor sevillano Juan Cromberger estableció en la Ciudad de México la primera imprenta del continente, al frente de la cual estuvo el lombardo Giovanni Paoli, mejor conocido como Juan Pablos. En esta obra, un rico inventario de grabados y capitulares de los primeros incunables americanos, se hace un minucioso recorrido por los grabados salidos de las prensas de quien introdujo en nuestro país el noble arte de la tipografía, si bien, dado el analfabetismo imperante en la Nueva España, sus libros resultaron más importantes por las imágenes. El estudio se acompaña de algunos comentarios del tipógrafo Juan Pascoe sobre los recursos y las limitaciones de nuestro primer impresor.

Las cosas a las que se refiere el título de este libro son todas las que nos rodean y usamos diariamente: de dónde vienen, cómo se producen, distribuyen, consumen y adónde van cuando las tiramos en la basura. Después del éxito del video The Story of Stuff, publicado en internet y visto por millones de personas, Annie Leonard escribió este libro para presentar, de forma más detallada, un análisis contundente sobre la verdadera historia detrás de nuestras cosas y el sistema económico que les da vida. A través de sorprendentes revelaciones sobre la economía, el medio ambiente y las culturas de todo el mundo, Leonard hace un llamado a reflexionar sobre esta historia y sobre nuestro poder de comenzar a reescribirla.

Para la publicación New Scientist este trabajo es “una excelente visión de conjunto de todas las complejidades del lenguaje”. En sus páginas, Jackendoff revela nuevas perspectivas en los principales campos del lenguaje y la comunicación: gramática, léxico, aprendizaje, el origen de la lengua y la relación que la lengua y el pensamiento guardan con la realidad. Tras un examen de los descubrimientos hechos en lingüística desde los años sesenta, el autor hace un replanteamiento radical de cómo el cerebro almacena y procesa el lenguaje. Esta “arquitectura paralela” concibe la sintaxis como una más entre las muchas fuentes generativas del lenguaje que interactúan entre sí. La obra establece importantes relaciones entre psicología, neurociencia, biología, filosofía y teoría evolutiva, a la vez que plantea un revolucionario programa para la cooperación interdisciplinaria.

Tezontle 1ª ed., 2010; fce-Adabi 978 607 16 0450 7 $450

Tezontle 1ª ed., 2010; 1ª reimpresión, 2010; fce Argentina 978 84 375 0650 0 $260

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o uno sino varios fantasmas recorren el mundo librero: algunos de los principales vendedores de libros en el orbe anglohablante padecen graves crisis, en España dos grupos de tiendas han cambiado de manos, acá la que llegó a ser la más extendida cadena de librerías experimenta una larguísima agonía. Ya por la fiera competencia del comercio electrónico, ya porque las desventuras de la economía global siguen produciendo víctimas, ya porque el comercio minorista de libros exige cada vez más una estrategia multinacional, ya porque sus administradores no han sabido conducirlas por las aguas someras de un mercado que no acaba de madurar, el último año ha hecho evidente el agotamiento de la forma tradicional de hacer llegar los libros hasta el consumidor final. No es el tiempo de entonar un dolido responso por la librería como punto de encuentro entre obras y personas, pues hay razones para saber que en el corto plazo seguirán existiendo esos paraísos de papel impreso donde uno encuentra lo que no estaba buscando, pero las señales que se perciben aquí y allá son suficientes para considerar a la librería —o al menos a cierto tipo de librería— como una especie amenazada.

Ray Jackendoff

Lengua y Estudios Literarios 1ª ed., 2011 978 607 16 0530 6 $490

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a cadena estadunidense Borders, que llegó a tener 639 sucursales, muchas de ellas en centros comerciales, con más de 6100 empleados de tiempo completo y 11440 a medio tiempo, avanza por un camino fangoso. A comienzos del mes pasado presentó un plan para salir del concurso mercantil —se declaró en ese estado apenas en febrero, tras pérdidas de casi 170 millones de dólares durante 2010—; en él, reconoce de hecho su necesidad de volcarse hacia el entorno digital, pues se compromete a cerrar unas 250 tiendas de carne y hueso, y aspira a generar, para 2015, 40 por ciento de sus ingresos mediante ventas en línea, sea de libros de papel, sea de obras electrónicas, para lo cual redoblará sus esfuerzos para seguir colocando en el mercado el dispositivo de lectura Kobo, competencia directa del Nook de Barnes and Noble y del Kindle de Amazon. Los acreedores, entre los que destaca Penguin con la escalofriante cifra de 41 millones de dólares de adeudo, recibieron el proyecto con escepticismo. Borders buscará una mayor sintonía con los clientes que ya frecuentan las tiendas —por ejemplo, donde abundan las consumidoras habrá más obras para niños, sobre educación y de cocina, lo que revela al menos una anticuada por no decir sexista concepción de lo que es una lectora— y la ampliación de las secciones deE

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Ilustración: EM M ANUEL PEÑA

FRAGMENTO

¿Podrán sobrevivir las librerías? Perspectivas y consecuencias RICHARD POSNER

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os de las cadenas de librerías más grandes de los Estados Unidos (Barnes & Noble y Borders) están por declararse en ba nca rrota; esta situación nos invita a plantearnos una pregunta de carácter general sobre la supervivencia de las librerías —al menos en un número considerable— y, de no ser el caso, cuáles serían las consecuencias de su desaparición. Las librerías enfrentan dos amenazas evidentes, ambas relacionadas con internet. La primera —y más reciente— es la que presentan los libros electrónicos: el contenido de un libro puede transferirse por internet a un lector de libros electrónicos que el cliente haya adquirido; este procedimiento no requiere la intermediación de una librería. La segunda amenaza —apenas menos reciente— es la venta de libros en línea (en vez de la descarga electrónica de su contenido); en este mercado Amazon es el principal proveedor y en el proceso tampoco figuran las librerías, a menos que Amazon no tenga existencias del libro solicitado, en cuyo caso remite al cliente a una librería que sí lo tiene y que se lo puede vender y enviar a donde el cliente determine; la transacción se realiza, no obstante, a través de Amazon. La mayoría de los libros que Amazon y los otros vendedores en línea no tienen en existencia son ediciones agotadas y las librerías que tienen este tipo de libros suelen ser pequeñas (aunque hay algunas excepciones) pues atienden a un mercado verdaderamente minúsculo. Una posible tercera amenaza a las librerías es la disminución de la demanda de libros. En relación con esta posibilidad es interesante mencionar que resulta prácticamente imposible encontrar buenas estadísticas sobre las ventas anuales de libros en los Estados Unidos (la categoría libro, como

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producto, es notablemente heterogénea). Parecería, sin embargo, que las fuentes de entretenimiento e información disponibles en internet son tan numerosas que a menudo llegan a sustituir la lectura de libros y, así, deben tener un impacto negativo sobre la demanda de los mismos. A pesar de esto, cabe mencionar que la reducción en el precio de los libros vendidos en línea —generada por la eliminación del intermediario, es decir, la librería— debería estimular su demanda; regresaré a este asunto más adelante. El desplome de la venta de libros en librerías parece inevitable: los libros adquiridos en ellas son más costosos no sólo por el precio (necesariamente más alto para cubrir los gastos de la librería), sino también por el tiempo que el cliente tiene que invertir en visitar la librería, buscar el libro y comprarlo (este último paso suele ser más tardado que una compra en línea). La única ventaja que tienen las librerías para compensar esta situación es la oportunidad que ofrecen al cliente de mirar los estantes y examinar físicamente el libro antes de comprarlo. Estas ventajas, no obstante, son contrarrestadas en la venta en línea —y para algunos clientes, mucho más que compensadas— por el uso de programas de inteligencia artificial capaces de hacer recomendaciones a los clientes, por el catálogo muchísimo más amplio de un vendedor como Amazon, por la facilidad para buscar el libro en el portal de internet, por las reseñas y comentarios críticos de otros lectores, así como por la posibilidad de que el cliente vea en formato electrónico parte del contenido del libro antes incluso de ordenarlo —procedimiento que resulta muy similar al de hojear un libro impreso—. Es cierto que el programa de recomendaciones de libros de Amazon es aún bastante primitivo y que de ninguna manera puede sustituir el acto de pasear entre los anaqueles de una buena librería. Sin embargo, es obvio que dicho programa tendrá mejoras en el futuro: podemos imaginar el día en que los clientes hayan propor-

cionado (y Amazon haya almacenado) suficiente información sobre su edad, sexo, educación, profesión y gustos de lectura, para que Amazon pueda crear una lista inicial de recomendaciones de compra que se irá refinando conforme le llegue información complementaria sobre los cambios en sus gustos e intereses de lectura. Actualmente menos de 30% de las ventas de libros se hacen a través de internet (ya sea en formato electrónico o en papel) pero he revisado estimaciones según las cuales esta proporción podría crecer hasta 75% en pocos años. Si las ventas de las librerías corresponden a 25% en vez de 70% del total de libros vendidos, muy pocas tendrán suficientes clientes para sobrevivir; la excepción serán aquellas librerías que se especialicen en ediciones agotadas —cuyos clientes de cualquier modo comprarán, sobre todo, a través de internet—; pero incluso en este caso hay que considerar que, con el volumen creciente de publicaciones electrónicas, cada vez habrá menos libros “agotados”. El reemplazo de la distribución a través de librerías por la distribución electrónica producirá un ahorro social importante y, como había dicho antes, redundará en un aumento en la demanda de libros causado por la reducción en el precio de ventas al menudeo. En cuanto a las consecuencias que este reemplazo podría tener en los autores y las editoriales, existe la preocupación de que el efecto sea adverso, pero tal cosa, en realidad, parece poco probable: todo vendedor trata de minimizar sus gastos de distribución (como trata de minimizar todos sus gastos); la editorial es el vendedor principal de la cadena y la librería es un eslabón en el proceso de distribución. Hay en esto, quizá, una excepción potencialmente importante: algunos distribuidores ofrecen, en sus locales (es decir en sus librerías) servicios que pueden incrementar la demanda del producto. De hecho, en esto justamente se funda la lógica de la configuración del precio de reventa: el productor de un

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bien establece un precio mínimo para la venta al menudeo y, al hacerlo, deliberadamente incrementa el margen de los minoristas, pero con ello espera inducirlos a un tipo de competencia que incremente la demanda pero que no dependa de los precios. El personal de las librerías, con las decisiones que toma sobre la exhibición de ciertos libros y con las recomendaciones que puede hacer a los clientes podría, en principio, aumentar la demanda del producto. Sin embargo, tales servicios no pueden garantizar la supervivencia de muchas librerías, porque —a menos que se valoren con un margen mucho mayor de lo que sería realista esperar— habrá de todos modos muy pocos clientes como para sufragar los costos fijos de las librerías y, a la vez, mantener precios aceptables. Así las cosas, la pregunta se reduce a determinar si la cancelación de los servicios que ofrecen las librerías dañará a las editoriales (y en consecuencia a los autores, cuya prosperidad está ligada a la de las editoriales) más de lo que las beneficiará con la reducción en los gastos de distribución. Esto es muy poco probable. A medida que la tecnología avance, será más fácil para los vendedores en línea duplicar —e incluso mejorar— estos servicios, hasta ahora característicos de las librerías; éstas se debilitarán y tal vez incluso desaparecerán cuando las generaciones que actualmente tienen más edad —personas acostumbradas a los libros (y a los periódicos) impresos— vayan desapareciendo. A pesar de todo, esto puede representar un auténtico progreso económico, igual que las grandes tiendas departamentales y los supermercados representan una forma de progreso incluso si causan la extinción de incontables tiendas de menudeo.W

Texto tomado de The Becker-Posner Blog con autorización del autor. Posner ha publicado en el FCE El análisis económico del derecho. Traducción de Lucía Cirianni Salazar

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N OVE D A D E S

desde el creador hasta el político. Los prólogos reunidos aquí poseen un gran valor, independiente del de las obras que precedieron originalmente. Tezontle 1ª ed., 2011 978 607 16 0557 3 $185

RELATOS EN ROJO Y NEGRO Historias pictóricas de aztecas y mixtecos

Antropología 1ª ed., 2010 978 607 16 0528 3 $380

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n Inglaterra, parte de las poco más de cincuenta sucursales de British Bookshop & Stationers llevan ahora la vestimenta de W. H. Smith, la amplísima red de librerías que en los años noventa propició la desaparición del Net Book Agreement, que era el acuerdo gremial por el que en ese país funcionaba el sistema de precio único. Fundada en 1938, British Bookshop & Stationers tuvo una expansión excesiva en 2010, al pasar de 39 a 51 puntos de venta, y unas catastróficas ventas navideñas, que la arrojaron al limbo previo a la bancarrota. Del otro lado del mundo, dos cadenas de librerías, la australiana Angus & Robertson y la neozelandesa Whitcoulls —aún más viejas: la primera se fundó en 1886; la segunda, en 1882—, han sido llevadas a esa misma situación por los propietarios de sus acciones —cuesta trabajo llamarlos sus dueños, pues actúan sin el señorío que reconoce la RAE en ese término—, la controladora REDgroup, que adujo como explicación el auge de las ventas por internet y el escaso gasto de los consumidores.

Sociología 1ª ed., 2011 978 607 16 0539 9 $260

Elizabeth Hill Boone La consulta directa de códices y una exhaustiva labor histórica en el campo del arte precolombino de la cuenca de México se sintetizan en esta obra. Con un lenguaje ameno y una exposición clara, la doctora en historia Elizabeth Hill Boone analiza las historias pintadas que los pueblos conquistados conservaron como único registro de su pasado, asentando en ellas los relatos de sus pueblos y de sus gobernantes. Estos manuscritos, de vital importancia para la investigación histórica, e importantes incluso en los tribunales españoles cada vez que se necesita documentación acerca del pasado, son analizados con detenimiento para presentar al lector qué fueron esas historias, cómo se estructuraban y cómo fue el proceso que permite explicar el surgimiento de tales manifestaciones pictóricas.

Ejuegos, papelería y cafetería; en suma, para sobrevivir, la librería dejará en cierta medida de serlo.

del proyecto de investigación internacional “Reinventar la emancipación social. Hacia nuevos manifiestos”, Sousa Santos coordina en este volumen un análisis riguroso de modelos de economía solidaria popular que se aplican actualmente en Brasil, Colombia, India, África del Sur, Mozambique y Portugal, y se basan en la creación de cooperativas, empresas de autogestión, administración colectiva de la tierra y asociaciones de desarrollo social.

OBRAS II Tres novelas Severo Sarduy Exiliado de su natal Cuba, Sarduy emprendió un viaje no sólo para permanecer en la isla sino para adentrarse en ella, en sus atmósferas, sus brisas, los ritmos de su gente y de su lengua. En este segundo tomo de sus obras —en el primero aparecen sus poemas— desfilan, contrastantes y a la vez complementarias, De donde son los cantantes, Maitreya y Pájaros en la playa. En las tres surgen mundos extraños, en virtud del entrecruzamiento de culturas, espíritus, tiempos vitales. Y en las tres hay muy afortunadamente una audacia formal insólita, que tiene que ver tanto con el idioma como con la estructura de las narraciones. Tierra Firme 1ª ed., 2011 978 607 16 0541 2 $275

POR LAS SENDAS DE LA MEMORIA Prólogos a una obra

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HISTORIAS PARALELAS DE LA MEDICINA De las flores de Bach a la osteopatía Thomas Sandoz Hipócrates afirmó que el arte de curar tenía su fundamento en las leyes universales que regían a la naturaleza y confiaba en la responsabilidad del paciente en su propia curación. Sin embargo, la medicina occidental moderna se rehúsa constantemente a incluir dentro de su estudio a las llamadas terapias alternativas, que se sustentan sobre estas mismas bases, y sin reconocer además que su acercamiento a ellas ha sido benéfico para su desarrollo. Desde una perspectiva histórica, Thomas Sandoz presenta un panorama completo de dichas terapias —desde aquellas basadas en plantas y magnetos hasta las que se sirven de baños, masajes y dietas— y analiza su surgimiento y sus fundamentos haciendo una narración fascinante de las circunstancias en que sus creadores lograron establecerlas.

as noticias que llegan de España, en cambio, distan de ser desoladoras, aunque señalan la dependencia de los vendedores de libros de estructuras empresariales más resistentes. Por un lado, en febrero se supo que Planeta, el único grupo español que pinta en las ligas mayores de la edición mundial, adquiriría las ocho tiendas de la pequeña cadena Bertrand, propiedad hasta entonces de Bertelsmann, para sumarlas a la cada vez más sólida Casa del Libro. Así, la familia Lara expande su presencia librera y a la vez incrementa los puntos de distribución para los miembros de Círculo de Lectores, que desde abril de 2010 es una sociedad a partes iguales de los mencionados Planeta y Bertelsmann. Sorprendió gratamente, por el otro lado, el anuncio en marzo pasado de que La Central —una tienda que se rige con un criterio antípoda al que parece imperar en Casa del Libro, pues su énfasis está en las ingeniosas asociaciones temáticas, en la diversidad, en la audaz propuesta de lecturas— tendrá como poderoso socio a la Feltrinelli, la red de librerías más musculosa de Italia y que viene de iniciar la adquisición de uno de los mayores emblemas editoriales de España: Anagrama. Las librerías fundadas por el singular Giangiacomo Feltrinelli mantienen un inusual equilibrio entre la apuesta cultural y la exigencia comercial, y se distinguen por un diseño que a la belleza agrega la comprensión de la lectura como un fenómeno íntimo y de raigambre cultural. Resulta esperanzador parte de lo que se dijo al anunciar la nueva sociedad: que entre los planes de la renovada La Central se considera abrir librerías en América Latina; ojalá entre sus prioridades se cuente incursionar en el alicaído mercado de México.

Octavio Paz

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Los caminos de la producción no capitalista

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Ciencia y Tecnología 1ª ed., 2010 978 607 16 0526 9 $210

Boaventura de Sousa Santos (coordinador) Planteamiento de una globalización alternativa, contra hegemónica, basada en redes y alianzas que generen modos de resistencia que privilegien la existencia, más que la producción y la ganancia. Como resultado de su experiencia de trabajo con movimientos del Foro Social Mundial y a cargo

Ilustración: ELVIRA GASCÓN

Todo brilla en el formidable despliegue de las Obras completas de Octavio Paz, publicadas bajo el sello del fce, y ocurre así con los prólogos diversos que escribiera el poeta para la primera edición de aquel conjunto. Los ensayos contienen reafirmaciones, avisos de perspectivas nuevas, evocaciones autobiográficas y de ambientes. Se halla una prosa insuperable en su mayor esplendor: rítmica, fiel sin falta a la dialéctica de la inteligencia y a la música del lenguaje. Las ideas de Paz son florecimientos, revelaciones de cuestiones básicas de la cultura en planos diversos,

PRODUCIR PARA VIVIR

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ercado cuyas noticias son un tanto más entristecedoras. Nada queda de la deslumbrante Librería de Cristal que en los años cuarenta iluminaba las noches de la Alameda Central. Fundada por Martín Luis Guzmán y Rafael Giménez Siles, la cadena ha tenido diversos propietarios, sobre todo de las familias de tradición editorial, como Trillas y Noriega, y llegó a contar con más de cincuenta librerías en todo el país —único punto de venta de libros en algunas ciudades—. Hoy sufre para encontrar el tamaño que le permita honrar sus compromisos y subsistir con miras al futuro, aspiración que se antoja difícil de satisfacer pero por la que desde aquí hacemos votos.W

TOMÁS GRANADOS SALINAS

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Fotografía: LUIS MIGUEL CRUZ

Saludos a don Daniel

E NRIQUE K R AUZE

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n una de las varias entrevistas que le hice a Daniel Cosío Villegas entre 1970 y 1975 (llevadas a cabo con una de esas grabadoras prehistóricas de casete, que a él le parecían supersónicas) encontré esta frase: “Estoy satisfecho con el balance de mi vida. Fui capaz de crear instituciones que me sobrevivieron”. Tenía razón. A fines de los cuarenta había dejado el FCE en manos de don Arnaldo Orfila Reynal, y El Colegio de México en las de don Silvio Zavala, a principio de los sesenta. A su muerte, el 10 de marzo de 1976, ambas instituciones gozaban de plena salud y vitalidad. Han pasado más de treintaicuatro años y hoy podemos atestiguar que el milagro persiste. Han sobrevivido contra viento y marea. Han sobrevivido (sobre todo el FCE) a administraciones remotas que desvirtuaron sus objetivos, expandieron su burocracia, politizaron su administración. Han sobrevivido, y eso es lo más importante, siendo fieles a su vocación original. En el caso del FCE, la fe en el libro humanístico y el horizonte hispanoamericano. En el caso de El Colegio de México, el énfasis en una labor de docencia orientada a la investigación, la producción de obras originales, la perspectiva internacionalista, y aquello que fue la inquietud de don Daniel en sus años postreros: llegar al público mediante la difusión del conocimiento, en particular, del conocimiento histórico. La producción editorial de ambas instituciones en este año del Bicentenario es prueba fehaciente de esa continuidad: ni fastos académicos, ni regodeos narcisistas, ni megalomanías institucionales: obras, obras de historia, obras de difusión, obras de prospectiva. No viento verbal ni ruido político: obras. Si no me engaño, don Daniel no desestimaría tampoco otra zona de supervivencia ya no institucional sino personal. Me refiero a sus discípulos y a los discípulos de sus discípulos. A buen seguro —como solía decir— que ni unos ni otros

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estamos ni pretendemos estar a la altura de su lucidez y sabiduría, tampoco de su incidencia en el público lector y mucho menos conquistar la unanimidad y el respeto que rodeaba a su nombre. Cuando todo el mundo le llamaba “Don Daniel”, Cosío Villegas frisaba apenas los sesenta años. Ahora nadie nos llama así, aunque tengamos casi la edad que él tenía cuando lo conocimos. Y sin embargo, si hiciéramos la cuenta de los críticos de la vida pública en México a partir de los años ochenta, encontraríamos que muchos de ellos se formaron en las aulas de El Colegio de México y en los libros del Fondo de Cultura Económica. Uno de ellos es precisamente mi viejo amigo Lorenzo Meyer. No sé si su visión de La crisis de México está en el espíritu de don Daniel. Tampoco sé si la mía lo está. Sólo sé que ambos —y así como nosotros, muchos más— estamos empeñados sinceramente en contribuir, como don Daniel nos enseñó, a “hacer algo por México”, a comprenderlo, a explicarlo, a ofrecer vías de salida, sobre todo en las circunstancias dramáticas y confusas que desde muchos hace años atravesamos. Creación institucional, investigación histórica, servicio público, crítica del poder. Ésas fueron las coordenadas del hombre que recordamos hoy, al pie de su estatua. ¿Cómo ser reiteradamente fieles a su legado? La pauta está trazada. Cuidando la salud de estas instituciones protegiendo siempre su autonomía relativa con respecto al poder y a los poderes. Ejerciendo una autocrítica feroz puertas adentro para no permitir que los vicios endogámicos de la vida académica y la rigidez de la burocracia lastren la originalidad, la frescura, la creatividad, la competitividad (sobre todo la competitividad internacional) de la investigación y la producción editorial. Haciendo que la incorporación al sector público (cuando se dé) sea con el sentido de servicio que le imprimió Cosío Villegas en sus labores de economista y diplomático. Y finalmente ejerciendo una crítica del poder que no se concentre sólo (aunque sí principalmente) en el Gobierno Federal, sino en todos los poderes formales y fácticos que se disputan a esta nación. Daniel Cosío Villegas (“Liberal de museo, puro y anacrónico”, como él mismo se calificaba) fue un profeta, quizá el mayor profeta, de la democracia mexicana pero no pudo presenciar ni siquiera su alba. Y pensar que al morir tenía sólo 77 años. Al final se veía como un patriarca en overol, un poco cansado, con su bigotillo blanco, su andar lentísimo, su tos pertinaz y su mirada entre irónica y melancólica. Hoy quedan ya muy pocos exponentes de la generación inmediatamente posterior. Y aquellos jóvenes del 68 que tuvimos la fortuna de pasar por sus aulas o su tertulia, estamos cerca de cumplir la letra de aquella famosa canción When I’m Sixty Four de los Beatles. Pero a los 64, no hay para nosotros ninguna isla o retiro posible. Y mejor que sea así. Todavía hay tiempo de dejar una huella mejor. Todavía hay tiempo de hacer más habitable, más eficaz, más tolerante, más lúcida, más equitativa la democracia mexicana. Ése sería el mejor acto de agradecimiento al hombre extraordinario que ha sido siempre nuestra mejor inspiración.W Texto leído en septiembre de 2010 en la ceremonia de develación de la estatua de Daniel Cosío Villegas, que entonces se reubicó entre el Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México en la Ciudad de México.

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ELSA CECILIA FROST

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MONTERREY Raymundo Cruz León Jefe de Ventas

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Octavio Paz Por las sendas de la memoria Prólogos a una obra Estos textos constituyen sin lugar a dudas una verdadera autobiografía vital e intelectual. Entre sus líneas se despliega todo un recorrido o, si se quiere, un itinerario en el que Octavio Paz da algunas de las claves esenciales sobre la formación del poeta y las simientes del ensayista.

O C TAV IO P AZ

P o r la s s e n d d e la m e m o ra s ia

prólogos a una obra

Fotografía: ROGELIO CUÉLLAR

O PA Z PO R LA S SE ND AS DE LA M EM O RI A

Tezontle 1ª ed., 2011 978 607 16 0557 3 $185

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