Horacio Gallo. “Hoy ya no creo en el buen gusto”

21 jun. 2014 - La de Horacio Gallo es una elegancia sobria, perfecto en su saco negro, su suéter a rombos y sus anteojos de pasta. Pero tras unos minutos ...
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SÁBADO

| Sábado 21 de junio de 2014

mesa para dos

Top 5

El diseñador detrás de restaurantes como Tegui, Sudestada y Oporto asegura que este siglo, todavía, no tiene identidad de diseño

Inspiradores de la semana

Horacio Gallo. “Hoy ya no creo en el buen gusto”

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L

–¿Cómo se forma un perfil esteta como el tuyo? –Durante mi vida fui teniendo epifanías. Sentí que había conocido la belleza cuando vi Bariloche por primera vez. De chico fui a una casa y sentí que estaba frente al buen gusto. Hoy ya no creo en el buen gusto, sino en algo que tiene más que ver con el nuevo lujo, que le escapa a lo convencionalmente establecido como buen gusto. Sin ánimo de ser rupturista, no me siento identificado con la elegancia tradicional. Creo que todo deviene de cierto poder de observación que reemplazó a la educación universitaria. Eso me dio una especie de salvajismo que aprecio. –Pero luego de varias vueltas estudiaste Bellas Artes... –Sí, pero no me formé como diseñador gráfico. Bellas Artes fue una base que debía tener para entender

algo más. Desde muy chico me interesó el diseño, aun sin saber bien qué era. Diseñaba desde zapatos hasta restaurantes. El primero que hice fue a los 8 años, un restaurante de vidrio bajo el agua. Tuve una infancia muy jalonada por esos espacios. Mis padres eran separados, y tenía encuentros con papá en bares y restaurantes, donde pasaba horas mirando alrededor. –¿Quién es mejor cliente, el que sabe lo que quiere o el que da total libertad? –Me gustan ambos. Con Germán Martitegui, por ejemplo, con quien hice Tegui y Olsen, pasa lo primero. En Olsen había una impronta muy marcada, e igual se la cambiamos. Pasó del escandinavo de mitad de siglo al vikingo, más rústico. Trabajar con Germán es un placer, porque tiene buenas ideas y si algo queda mal, se vuelve a hacer sin problema. En Sudestada era raro lo que habíamos propuesto, y recuerdo que en plena obra pasó Alfred Fellinger, un decorador muy conocido, y le preguntó al dueño quién se lo estaba haciendo, porque probablemente lo estaba estafando… Habría que preguntarle qué opina ahora. ¡Quizá lo mismo! [risas] –¿Tu estilo tiene algún “no” rotundo? –Sí. No a un piso flotante o sintético, no a la dicroica en la cara o a la cuerina que quiere imitar cuero. Cuando es cuerina y no lo esconde, me gusta. Últimamente estoy pensando si usar cuero; creo que prefiero contaminar un poco más el mundo con plástico que matar animales... También no a las servilletas ni a los mozos vestidos de poliamida. Y a las cocinas muy iluminadas, que enceguecen al comensal. Los sí: buenos pisos y buena luz. Eso define un lugar. –¿Qué opinás de lo perfecto y lo simétrico? –Lo que me gusta es lo que se encastra. Soy obsesivo de los encuentros de muros de dos calidades y texturas. Un amigo me dijo que entre lo más importante de la arquitectura están los encuentros, y con el tiempo me di cuenta de que es así. Y no tienen que estar de acuerdo. Puede encontrarse una cortina de terciopelo con azulejos blancos, y si está bien puesto va a funcionar. –Si volvieras a empezar, ¿estudiarías arquitectura?

músico

^ El genio de la música brasileña cumplió anteayer los 70 años en medio de homenajes y festejos. El autor de Construcción (1971) entre más de 20 discos, es uno de los referentes vivos de una época de oro.

Texto Vicky Guazzone di Passalacqua | Foto Martín Felipe/AFV

a de Horacio Gallo es una elegancia sobria, perfecto en su saco negro, su suéter a rombos y sus anteojos de pasta. Pero tras unos minutos de charla, es evidente que la sobriedad es apenas una ilusión del vestuario. En su discurso se palpa el dejo rebelde que lo llevó a evitar sistemáticamente el estudio (“solía ratearme para sentarme en los bares por horas”, detalla), y lo hizo ir coqueteando libremente con diversos mundillos. Pasó de la publicidad al diseño gráfico (a su cargo estuvieron tapas de grandes discos del rock nacional, como Piano Bar, de Charly García, o Bares y Fondas, de Los Fabulosos Cadillacs) y luego se asomó a la escenografía e iluminación de teatro y cine publicitario. “Con cada una de estas disciplinas nos fuimos dejando mutuamente”, desliza entre risas. Porque en verdad, con la distancia que otorgan los años, cada uno de estos “mojones” puede leerse más bien como un hito en el camino hacia su gran pasión: el diseño de restaurantes. Convocado primero para la creación de Route 66 en Punta del Este, siguió con Sudestada (donde es socio), Tegui, el desaparecido Standard, La Panadería de Pablo, la renovación de Olsen y el más reciente Oporto, joya de Núñez, con su impactante frente de azulejos que va del techo al piso.

ChiCo Buarque

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Manu GinoBili basquetbolista

^ Con la última victoria de los Spurs sumó su cuarto anillo de la NBA y se transformó en uno de los deportistas más destacados de la historia argentina.

3 Cynar con lima, pomelo y salvia ^b^b^ Durante años, Horacio Gallo no tomó alcohol. “De adolescente sufrí una descompensación y desde entonces, no volví a probar hasta hace un tiempo”, relata. En ese camino de regreso, ahora desde un disfrute maduro y placentero, destaca el trago Otra Vuelta, parte de la carta de Oporto. Lleva Cynar, lima, pomelo, salvia y soda. Ideal para tomar en la recién inaugurada terraza del restaurante.

–No me desvela. Igual de los arquitectos aprendí la recirculación de los lugares, el resignificar los espacios dados. Eso hay que aprenderlo en la facultad, pero yo me copié. Soy como un alumno japonés que copia a los maestros. De Clorindo Testa por ejemplo, la Biblioteca Nacional me parece conmovedora, casi infantil de tan bruta y genial. También me gusta Bustillo, pero me gusta un baño suyo en vez de una fachada. Creo que no tenemos una identidad de siglo todavía; estamos haciendo síntesis de todo lo que vivimos del 50 para adelante, y por eso hay tanta copia. Yo no puedo darles lo mismo a todos los clientes, y entonces debo buscar mucho en los clásicos. Eso también podría definir mi trabajo: el remix de clásicos, pero uno muy salvaje. –Usás mucho el concepto de salvajismo... –Sí, me encanta. Cuando digo salvaje me refiero quizás a lo valiente. Si hay que hacer un frente de azulejos como el de Oporto, me mando. Aprecio mucho todo lo que es construcción de techo a piso y de pared a pared. –¿Te gustan otros restaurantes de Buenos Aires o te parece que

en general falta esa valentía que mencionás? –Olsen me gustaba desde antes de hacerlo. De los que vi últimamente, Basa me voló la cabeza. Es industrial, pero con una elegancia de mitad de siglo increíble. Mi director favorito es Hitchcock, y creo que ese restaurante sería ideal para una película suya. –Solés relacionar tus creaciones con películas. ¿Cuál sería Oporto? –No tengo una película concreta, pero veo escenas, contraluces. Imagino quién va a comer, el fondo de persianas, cómo da la luz. Más que en la arquitectura, pienso en la experiencia. Cuando me pidieron hacer Oporto no tenía ni nombre. Querían un restaurante de vinos, así que pensé en el taller de un enólogo suizo, por lo prolijo, que debía ser de azulejo blanco, con piso de madera de barril. Lo que resultó es una arquitectura industrial racionalista. Esas cosas no son casualidades. Hay algo de inspiración que no es mía, porque el proyecto empieza a andar solo. A veces no aguanta ciertas cosas, como un color o un material. Tiene sus propios caprichos, y los respeto mucho.ß

SalMan ruShdie escritor

^ El autor angloindio recibió el premio PEN Pinter no sólo por su trabajo como escritor sino también por su defensa de la libertad de expresión y su solidaridad.

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luiS Suárez Futbolista

^ El delantero uruguayo puso a la “celeste” bien arriba con los dos goles que le convirtió a la selección inglesa luego de un comienzo del Mundial bastante aciago.

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PaBlo neruda poeta

^ El hallazgo de 20 poemas inéditos del autor chileno que mejor le habló al amor fue una grata sorpresa que revitalizó su figura literaria.

Ideas

Sandbox, un foco de mentes jóvenes en ebullición El festival, presentado por primera vez en la región, reunió a emprendedores, artistas y líderes menores de 30 años Fernando Massa LA NACIóN

Que en plena fiebre mundialista, con Inglaterra y Uruguay jugando en ese momento, el auditorio Buenos Aires, en Recoleta, estuviera atestado de gente no es un dato para menor. Lo remarcó Diego Golombek, doctor en ciencias biológicas y anfitrión del Festival de Innovación Joven Sandbox Buenos Aires, una comunidad global que llegó anteayer por primera vez a la región y que reúne a emprendedores, artistas, líderes empresariales o académicos menores de 30 años para ayudarlos a que su impacto local sea una influencia global. Para explicar el espíritu de Sandbox (“caja de arena”, en inglés), Golombek se valió de Borges, de su Libro de Arena, ese que comienza diciendo que la línea consta de un número infinito de puntos; el plano, de un número infinito de líneas… y así. La propuesta, dijo, es atender a ese número infinito de ideas por descubrir, conectándose unos con otros para potenciarse y hacer más. Fueron ocho oradores y cuatro bloques temáticos: innovación, ciudades inteligentes, educación para el futuro y emprendimientos. El inglés Nathan Miller abrió el primero yendo a los orígenes de todo esto: ¿cómo empieza la creatividad? Co-

piando. Propuso un ejercicio: apoyar la mano sobre la del vecino sentado al lado, palma con palma, y experimentar lo que se siente. La respuesta del público llegó enseguida: es algo extraño. “Sí –respondió él–, el cerebro copia la mano del otro como si fuera la nuestra”. Y ahí el primer paso para poder innovar: copiar la base, luego transformarlo y combinarlo con los “valores compartidos” que tienen otros productos. Educación, tecnología y creatividad fueron esos valores compartidos con los que llegó a Kano, una computadora del tamaño de un celular que se puede armar como si fueran Legos, y que fue la invención tecnológica y educativa que más recursos recaudó en un mes en la plataforma Kickstarter. “Descubran los valores escondidos, prueben nuevas cosas y miren cómo reacciona el mundo”, fue la última frase que dejó Miller sobre el escenario. Antes, los embajadores argentinos del evento habían anticipado estas ideas para explicar qué es innovar: desafiar el status quo. Y hacerlo ya, “porque no existe el momento perfecto para empezar algo”. Para Kalsoom Lakhani, la clave está en encontrar soluciones sencillas para las cosas de todos los días, como lo hizo Ladislao Biro con la birome, o el brasileño Alfredo Moser con la botella de plástico con agua

Anteayer, en Sandbox, los jóvenes innovadores hablaron y dieron que hablar y cloro que puede iluminar el interior de una casa durante el día. Ella misma lo hizo en Paquistán con la empresa que fundó, Invertir para innovar, una iniciativa que apoya y acelera proyectos de alto impacto en mercados emergentes. Un ejemplo exitoso fue el que partió del problema más común de Paquistán: uno de cada cuatro medicamentos es falso. La solución por desarrollar fue una

aplicación en el celular que leyera el código del medicamento para comprobar su calidad. El otro bloque temático, el de la Educación para el futuro, se enfocó en la creación de portales de formación y cursos online abiertos, denominados MOOC. Matt Brimer entonces presentó General Assembly, una plataforma online que ya opera en nueve campus para ense-

MArCElo góMEz

ñar las habilidades necesarias para desenvolverse en el siglo XXI, y Léa Peersman Pujol, por su parte, dio a conocer La escuela de Filantropía, una asociación que promueve el desarrollo de habilidades y acciones filantrópicas en jóvenes y niños. “Es posible transformar una idea en realidad con una computadora”, fue el mensaje que inspiró el bloque de emprendimientos. Como el de

Kaushal Dugar, creador de Teabox, una especie de “Starbucks online” del mejor té indio, que ya repartió más de cinco millones de tazas en todo el mundo. O Bel Pesce, fundadora de FazInova, escuela de innovación y emprendedores en Brasil que hoy tiene más de 30.000 estudiantes. Patricio Gigli, presentador del bloque “Ciudades inteligentes”, citó a Italo Calvino para plantear qué camino tomaremos como sociedad: ¿aceptar el infierno y hacerse parte, o buscar y reconocer qué no es infierno y hacer que eso crezca? Rand Hindi, arquitecto de logaritmos de Sandbox París, aclaró que no sólo los edificios o los centros de operaciones deben ser inteligentes. También el estilo de vida de los ciudadanos. ¿Cómo? Entendiendo cómo se relacionan ellos con la ciudad: ¿A dónde van? ¿A qué hora toman el subte? ¿A qué hora el tren? Una vez reunida esa data agregarle contexto: cuándo hay un concierto en tal estadio, o qué pasa cuando llueve, o en vacaciones. “Cuando ya mediste todo, se aplica la inteligencia artificial para predecir, por ejemplo, cuántos van a tomar el subte a determinada hora. Esa información vuelve al consumidor para ayudarlo”, explicó. Tia Kansara, especialista en desarrollo sustentable y ciudades del futuro, también miró hacia adelante. Y mientras insistía en que reutilicemos los materiales, que pensemos antes de tirar algo al tacho, que separemos los desechos, dejó en el aire un desafío: carbono cero y basura cero para 2050. ¿Será posible? Lo que es seguro es que quedan aún ideas por descubrir y mucho por hacer.ß