Historias paralelas

9 ene. 2015 - Trópico de Villa Diego. MArio CAstells. Editorial Municipal de Rosario, 84 páginas. Evaluación y acreditación universitaria. Actores y políticas.
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Viernes 9 de enero de 2015 | adn cultura | 15

Libros reeditados Un clásico del espionaje

Literatura europea

Historias paralelas Escrita en 1935, la novela del checo Egon Hostovský cruza con exquisita precisión los dobleces íntimos de una familia con la pesquisa de tres incendios acaecidos en un pueblo de Bohemia

El incendiario egon HostoVský

Fiordo Trad.: Elena Buixaderas 188 páginas $ 130

Débora Vázquez Para La nacion

P

ara los críticos, muy a menudo, es más práctico catalogar a un escritor que dejarlo suelto, sobre todo si se trata de uno poco conocido. Pariente lejano de Stefan Zweig y joven promesa de las letras en su patria, Egon Hostovský (Hronov, 1908 - Nueva Jersey, 1973), doblemente exiliado en Estados Unidos –primero, en 1939, cuando los nazis ocuparon Checoslovaquia y, más tarde, cuando los comunistas tomaron el poder en 1948–, es considerado lisa y llanamente un escritor de novelas psicológicas. Mucho antes de que Borges lo señalara en el prólogo a La invención de Morel, las novelas psicológicas y las de acción ya se encontraban en veredas enfrentadas. Sin embargo, en ese jardín de profusos senderos que es el género novela, hay especies curiosamente híbridas: El incendiario de Hostovský es una de esas rarezas. La razón por la que la narración avanza pisando firme en una y otra vereda es simple: en la novela del autor checo existen dos tramas. Una de ellas, la doméstica, hace foco en lo que los miembros de una familia se esconden unos a otros. La otra, más bien policial, se centra en la pesquisa del culpable de tres incendios llevados a cabo en el transcurso de dos meses en Zbečnov, un pequeño pueblo fronterizo perdido en las colinas de Bohemia. Con la habilidad de un titiritero, Hostovský va digitando las historias sin enredar los hilos y sin que las elipsis en una y otra levanten prematuras sospechas en el lector acerca de la identidad del pirómano. El lector es una presencia ubicua en esta novela porque, co-

Hostovský (1908-1973) fue admirado por Graham Greene

mo en los orígenes del cuento –tan indisociables de la oralidad– la figura del que escucha, aunque mudo, está siempre a tiro. Uno de los tantos ejemplos de esta dinámica se evidencia cuando el narrador se disculpa por no haber introducido antes al poeta oriundo de Praga: “Tendrán que perdonar que no lo haya presentado en un momento más oportuno, para que vieran su interior y las cartas que juega”. La prosa de Hostovský no tiene un especial vuelo lírico, tampoco busca provocar al lector de un modo sensacionalista ni sensiblero. Es más bien un mecanismo de relojería en el que sobresale la precisión en el armado y desarmado de los engranajes. La economía y justeza con que describe a los personajes es otro de sus talentos. Sabe qué contar de cada persona para dejarla al descubierto y cómo lograr que una vida quepa cómodamente en un par de párrafos. De los cuatro integrantes de la familia protagónica, es posible que la madre sea la más rica en matices. Solitaria, reservada, distante, indiferente a los chismes de Zbečnov y al microcosmos que se reúne a diario en la posada de su rústico marido, atesora en su habitación una vida interior que prefiere cerrar con llave cada vez que abandona la casa para que nadie

husmee en sus ensoñaciones. Si no fuera porque ama con locura a sus hijos, Eliška y Kamil, sobre todo al varón, se la podría considerar una suerte de Madame Bovary checa. Los extranjeros en El incendiario vienen invariablemente a sembrar el caos. Tal es el caso de Dora, la diabólica amiga de Eliška que consigue enfermar de amor a Kamil durante su estadía en la casa; y lo mismo ocurre con el joven poeta, blanco predilecto de Hostovský para desplegar su vena humorística –un humor negro, según Graham Greene, gran admirador de su obra–, que pretende fugarse a Praga con Eliška. Aunque sin duda el más peligroso de los forasteros es el misterioso prusiano que, luego de ser acusado por tres parroquianos por haberles ganado a las cartas, amenaza con prender fuego al pueblo entero y se transforma en la ausencia más inquietante de la novela. El temor hacia los alemanes es una constante tanto para los personajes como para el propio narrador: “De la frontera nunca viene nada bueno. Brujas sobre palos de escoba para asustar a los chicos traviesos, soldados de maniobras para irritar a los campesinos, leyendas intimidatorias sobre una inminente guerra como nunca antes hubo”. Leer El incendiario en clave histórica es una de las posibilidades que ofrece este libro, que terminó de redactarse a mediados de 1935, entre aquel incendio –tan oportuno para el nazismo– del Parlamento alemán y la declaración de la Segunda Guerra. Pero esto no quiere decir que el libro dependa exclusivamente del contexto sociopolítico, porque si la historia hubiera sido otra, el libro no sería por eso menos loable. La ficción de Hostovský se sostiene con la liviandad intempestiva del viento, ese viento que lleva y trae los relatos que se murmuran en los pequeños pueblos, ese viento que a veces aviva fuegos y otras veces los apaga. C

Agente del Servicio Secreto británico, a los treinta años John Le Carré escribe su tercera novela, sin saber que sería la obra a partir de la cual su vida y el género de espionaje cambiarían definitivamente. Esta nueva edición, hecha en conmemoración del 50° aniversario de su publicación, incluye una introducción del autor que constituye, junto con el texto conocido, una verdadera celebración literaria. El doble agente Alec Leamas, hastiado de estar escondido en las sombras de la Cortina de Hierro, ¿cuánto tuvo en común con su creador, que vio, por ejemplo, cómo el Muro de Berlín “pasó del alambre de espino al cemento”? Cincuenta años después, esta novela tiene siniestros ecos de verosimilitud en la actual realidad política mundial. Su lectura sigue siendo imprescindible. El espía que surgió del frío Por John Le Carré Debolsillo, 248 páginas

La primera versión

Por cuarta vez, Cristina Piña traduce una de las piezas redescubiertas de Williams. En este caso, Especie fugitiva (Fugitive Kind) es una primera versión de una obra que conocerá otras dos más, e incluso una versión para el cine, El hombre de la piel de víbora. Escrita y estrenada en 1937, aquí ya están planteados los temas y personajes que lo han hecho uno de los más grandes dramaturgos contemporáneos. Especie fugitiva Por Tennessee Williams Losada, 205 páginas

otras impresiones Trópico de Villa Diego MArio CAstells

Editorial Municipal de Rosario, 84 páginas

Evaluación y acreditación universitaria. Actores y políticas en perspectiva VArios Autores

Universidad de Palermo, 260 páginas

No es amor, es solo París PAtriCiA engel

Grijalbo, 240 páginas