El poeta de las dos orillas

23 dic. 2014 - Oscar Fresedo; Hernán Genovese;. Raúl Garello; Fernando Suárez Paz ... de la ciudad, Hernán Lombardi, y de Laura Escalada, última esposa.
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espectáculos

| Martes 23 de dicieMbre de 2014

El tango llora a uno de sus poetas más brillantes, además de investigador y estudioso del género porteño

1933 - 2014

Horacio Ferrer.

El poeta de las dos orillas

Viene de tapa

Pero, además, Horacio Ferrer nos legó varios libros más de investigación y otros que fueron frutos de su relación con pintores y demás artistas. La enorme ola levantada por él con “el Gato” (como llamaba Troilo a Piazzolla) ha sepultado también su condición de periodista en algunas publicaciones. Desde aquel inicio en la redacción del diario El País, de Montevideo, al que lo había conducido Hermenegildo Sabat en la primera mitad de los años 60; tanto como para que ya en 1980 pudiese mostrarse como brillante disertante sobre tango en la universidad parisiense de La Sorbona. Su prolífico don poético brilló en un bellísimo libro en el que no asoman los delirios de la invención surrealista, sino pinturas magistrales de este Buenos Aires y de “Las Dos Orillas”. Su “Romancero canyengue”, que compuso en Montevideo en 1967, con el que enriquece el repertorio en nuevas palabras y jergas de fascinantes hallazgos. De esta revolucionaria poesía de Horacio Arturo Ferrer se embebieron inspirados músicos, como Aníbal Troilo, Julio De Caro, Pedro Láurenz, Roberto Grela, Osvaldo Tarantino, Armando Pontier, Raúl Garello, Jairo… y casi siempre Ástor. Como el tango argentino es finalmente representativo “de las dos orillas”, su enorme talento permitió que le “perdonásemos” haber nacido en Montevideo el 2 de junio de 1933, hijo de Horario Ferrer y de su siempre amada mamá, Alicia Ezcurra. Y que veintiún años más tarde fundara el Club de la Guardia Vieja, sin sospechar que la posteridad lo ubicaría definitivamente, por estilo y generación de poetas, mucho más aquí de la Guardia Nueva del tango; en plena vanguardia poética. Y así pudo ser uruguayo y porteño, en amigable compañía y en gentil y genial amalgama. En tren de conjeturas, es probable que a punto de recibirse de arquitecto haya incorporado en su poesía todas las audacias que se fue permitiendo el diseño en insólitas construcciones edilicias. O que el don musical que brota de los laberintos de sus versos se lo haya proporcionado ese guitarreo con un tío que le enseñó “una docena de tonos milongueros”, y que luego consolidó con serios estudios de música (teoría y solfeo) y bandoneón, para entregarse de lleno a nuevas experiencias renovadoras en aquella orquesta de la Guardia Nueva, si bien el más decidido empuje hacia el tango lo recibirá del genio del “fueye”, Aníbal Troilo. Entonces, como asiéndose al hilo de Ariadna (de la mitología), Horacio Ferrer encuentra la luz. Pero una luz nueva que le permite vislumbrar nuevos giros poéticos para el tango Horacio supo confesar que, como poeta, pergeñaba sus versos casi como una puesta en escena. Lo dramático en cuanto significa la palabra drama, que es acción. Entrever personajes, situaciones, pinturas, descripciones, climas. La inspiración de Ho-

racio le permitía “ver” cada cuadro, como en la operita “María de Buenos Aires”, otra vez con Ástor, que él hizo pasear por insólitos países del mundo. Y lo más curioso, desde el punto de vista de la conjunción o conjugación entre el músico y el poeta (no versificador, porque él pertenecía al olimpo poético), Ferrer sintió como el mejor acicate escribir “sobre” la música ya compuesta. Se la aprendía de memoria, la iba canturreando por la calle y entonces irrumpían el argumento y las palabras. Empezando las del amor. Incluso con toques de erotismo. No el burdo de nuestros días, lindante con la pornografía, sino el profundo de Eros, el dios del amor, el pequeño lanzador de flechas. Horacio supo esparcir encanto con su exquisito don, casi confidencial, de recitador, siempre sugerente, siempre en voz baja y acomodando sus labios como parte un estilo inimitable. Todo hacía juego con una personalidad de señorito inglés, refinado, pulcro en vestimenta y modales. Se lo veía venir con la elegancia de un dandi desde su departamento en el Hotel Alvear, donde compartía sueños y proyectos con Lulú, su compañera. Eterno clavel en el ojal, corbatín, vestido de personaje sin tiempo…, pero en lo más profundo, un ser humano de entrañable sensibilidad, fidelísimo amigo de los amigos, bondadoso, generoso, sencillo, cordial. Quizá la mejor despedida a un poeta sea repasar alguno de sus descubrimientos de la lengua de Cervantes, trastocados por el misterio de esta eterna Buenos Aires. La ternura en estos versos: “Por las noches, cara sucia/de angelito con bluyín,/vende rosas por las mesas/del boliche de Bachín… Chiquilín/dame un ramo de voz,/así salgo a vender/mis vergüenzas en flor. Baleame con tres rosas/ que duelan a cuenta/del hambre que no te entendí/Chiquilín”. Su profecía, de 1968: “Moriré en Buenos Aires, será de madrugada/ guardaré mansamente las cosas de vivir;/mi pequeña poesía de adioses y de balas/mi tabaco, mi tango, mi puñado de esplín… Flotará en mi silencio la mufa perfumada/de aquel verso que nunca yo te supe decir”. Y en 1969, premonitoria: “La última Grela”. “Del fondo de las cosas y envuelta en una estola/de frío, con el gesto de quien se ha muerto mucho/ vendrá la última grela, fatal, canyengue y sola/taqueando entre la pampa tiniebla de los puchos… Qué sola irá la grela, tan última y tan rara/sus grandes ojos grises trampeados por la suerte/serán sobre el tapete raído de su cara/los dos fúnebres ases cargados de la muerte.” Sin duda, al final, y junto a su creación perdurable para la música de Buenos Aires, que él presidió hasta último momento: la Academia Nacional del Tango, quedarán impresos en la memoria colectiva estas estrofas a las que nos convocaba Horacio, con la voz queda, confidencial, sutil: “Quereme así piantao, piantao, piantao./Abrite a los amores que vamos a intentar/ la mágica locura total de revivir… ¡Vení, volá, vení!...”.ß

opinión

Personalidad, humor y voz cálida Gidon Kremer —PARA LA NACIÓN—

“T

uve el privilegio de haber conocido, trabajado y entablado amistad con Horacio Ferrer, una de las personalidades más grandiosas que conocí en mi trayectoria artística. Su espíritu y carácter enriquecieron nuestra colaboración en la grabación y gira mundial de María de Buenos Aires, un proyecto que se convirtió en una experiencia de vida inolvidable para todo el equipo. Fue la voz extremadamente original de Horacio la que inspiró a los maravillosos músicos y cantantes con los que tuve la suerte de trabajar en esta producción. Fue la poesía de Horacio la que hizo de la gran música de Piazzolla una

experiencia duradera para todos los que tocamos, cantamos, interpretamos o escuchamos esta mágica partitura, un precioso y único monumento en la historia de la música. La María de Buenos Aires de Horacio y Astor fue capaz, con su espíritu, de unirnos a todos los participantes de tantos países distintos y nos permitió convertirnos en amigos eternos. Todos nosotros extrañaremos a nuestro querido Duende-Horacio. Su cálida voz y su personalidad, sin dudas, dejaron una profunda impresión en nuestros corazones. Por otra parte, mis sinceras condolencias para Lulú, la inspiración y musa de Horacio.ß

Ferrer junto a su socio artístico Ástor Piazzolla, en 1970

ADoLfo PAssALAcquA/ARchivo

Buenos Aires despidió con honores al poeta de la bohemia y la metáfora Todo el ámbito del tango y la música popular rioplatense se acercó a la Legislatura Cuando se conoció la noticia de su muerte, el mundo tanguero se conmocionó. Si bien Horacio Ferrer ya había tenido algunos episodios que habían puesto su salud en jaque durante el último año, la noticia pegó en el ambiente. Alejandro Dolina, a quien se lo vio muy conmovido; Julia Zenko; Amelita Baltar; Rodolfo García; Gustavo Mozzi; Fabián Bertero; Oscar Fresedo; Hernán Genovese; Raúl Garello; Fernando Suárez Paz; Juan Carlos Cuacci; Inés Rinaldi, y Julián Peralta fueron algunos de los artistas que pasaron ayer por la Legislatura porteña, donde concurrieron a darle el último adiós, antes de que sus restos fueran cremados en el cementerio de la Chacarita. Los restos del compañero de aventuras estéticas de Astor Piazzolla, junto a quien conformó una dupla que modificó el color del tan-

go, fueron exhibidos a cajón abierto y con una bufanda de Huracán, club del que era hincha. Su compañera, la artista plástica Lulú Michelli, acompañada de familiares y amigos cercanos al poeta, hizo vigilia en el salón Montevideo de la Legislatura porteña durante toda la noche. Entre los músicos de tango que lo recordaron, Julián Peralta, director de la orquesta Astillero, señaló: “Era un campeón. En pleno 2001 sabía que nosotros no teníamos un mango y que debíamos hacer una vaquita para pagar los colectivos de los colegas para poder ensayar. Horacio nos consiguió que tocáramos en una fiesta de los virreyes en el Alvear; o sea no pegábamos con nada pero siempre nos defendía. También aprendí mucho de las cosas que me decía: «Julián, hay que hacer lo que no está hecho»”. Otros que no llegaron a pasar por allí, pero expresaron sus condolencias a través de las redes fueron Sandra Mihanovich: “Un poeta, un caballero, un mago de la palabra... te vamos a extrañar”. El cantautor español Ismael Serrano lo recordó

así: “Se fue Horacio Ferrer. Y a su paso los maniquíes le guiñan, las naranjas del frutero de la esquina le tiran azahares”. Pipi Piazzolla, el nieto de Astor, con el que compuso una serie de obras como “Bicicleta blanca”, escribió: “¡Que en paz descanses querido amigo! Gracias por tanta buena onda y compañía”. Por su parte, el cantante Guillermo Fernández expresaba en las redes su tristeza: “Querido Horacio Ferrer, buen viaje, te esperamos en Buenos Aires en el año 3001. Nos daremos cuenta cuando los dioses de casa digan bajito: «Volvió». Cómo te voy a extrañar amigo... cuánto”. Hasta el mundillo del rock le hizo su guiño. Palo Pandolfo escribió: “Ahora vas rodando vos con la luna por Callao y más allá: ¡buen viaje!”. Otro que no pudo dejar de escribir en su página oficial de Facebook fue el músico Pedro Aznar, que le dedicó una carta: “Querido Maestro, Querido Amigo, Querido Padre-en Poesía: La luna para de rodar por Callao para hacerte reverencias. No fue de madrugada como tu tango quería; pero toda hora de este

día de madrugadas llora; porque tus duendes amaban la noche; y esta, primera del verano; será por siempre tuya”. Su paso por la escena cultural, como agitador y creador de instituciones como la Academia Nacional del Tango (último lugar donde se detuvo el cortejo fúnebre antes de llevar sus restos hasta Chacarita) se reflejó en la cantidad de ofrendas que dejaron en el velatorio. A la Legislatura llegaron coronas de Sadaic; del Ministerio de Cultura de la Nación (firmada por su titular, Teresa Parodi); la Academia Nacional del Tango (que Ferrer fundó y presidía); el Café Tortoni; la Asociación Argentina de Intérpretes; el ministro de Cultura de la ciudad, Hernán Lombardi, y de Laura Escalada, última esposa de Piazzolla. Su familia cumplirá con el último deseo, que sus restos descansen en el Río de la Plata. Con ese ritual, Horacio Ferrer volverá simbólicamente a su origen, navegando entre la ciudad que lo vio nacer (Montevideo) y la ciudad que lo vio triunfar (Buenos Aires).ß

Su última obra: duendes, murgueros y un homenaje sentido a la cultura montevideana Con Dandy, el príncipe de las murgas, el poeta volvió a pasear y crear en su ciudad natal MONTEVIDEO (De nuestro corresponsal).– Para un poeta uruguayo, urbano y popular, una canción de murga va justo como última obra. Y como no podía ser de otra manera, Horacio Ferrer escribió la mejor canción de murga que se recuerde. Y lo hizo para una ópera, retomando el camino de María de Buenos Aires, pero en esta ocasión con Dandy, el príncipe de las murgas. Su idea fue trasladar el Hamlet de Shakespeare al ambiente montevideano, que para Ferrer tiene mucho del trágico príncipe: son melancólicos, dubitativos y nobles. Fue su última herencia artística. Tiempo atrás, el propio Ferrer contó a LA NACION cómo había concebido esta operita murga que logró reunir a artistas de primer nivel de Uruguay, como al propio Rubén “Negro” Rada. Y lo hizo con el entusiasmo propio de alguien que va a estrenar su primera obra. El estreno fue en el verano de 2014, en el Auditorio del Sodre, el escenario más moderno de Uruguay, que adquirió mayor notoriedad con el éxito de la compañía de ballet nacional, que dirige Julio Bocca. Pero hubo años de trabajo previo junto al músico uruguayo Alberto Magnone y los artistas que se iban sumando. Ferrer escribía la letra, Magnone ponía la música y cuando se juntaban el poeta acompañaba con pasitos de baile murguero su decir popular sobre la vida de un príncipe montevideano que vivía en la duda. “Pasen a ver, soy el murguista / filosófico y artista / pura estirpe popular / Yo soy Cachela y soy Pepino / y por juglar, actor y mimo / soy Chaplín del arrabal...”, es una estrofa del Hamlet criollo. La primera versión del tema fue

En 2011, en el escenario del Teatro 25 de Mayo cantada por la principal voz carnavalera de la historia: Washington “Canario” Luna. Pero cuando la operita fue estrenada, ese papel fue para un gran murguista de la guardia nueva: Pablo “Pinocho” Routín. La canción resume lo que es el murguista uruguayo. Pero además tiene el sentimiento de cultura montevideana y suma personajes a una galería ferre-

AXEL ALEXANDER

riana que conmueve siempre. “Durante un mes, qué maravilla, soy Benedetti, soy Zorrilla, soy golondrina, soy zorzal, y voy sembrando en cada esquina la más valiente serpentina, de mi altiva libertad…” Este murguista que protagonizó la última obra del poeta rioplatense era “vago, bardo y laburante”, pero además de la letra de la canción Ferrer lo transmitía con esa mezcla de locura bohemia.

Lo imaginaba con “las botamangas del pantalón bien metidas en las medias”, probablemente con “una banderita de taxi libre”, “caballero y atorrante”, con un “frac de pajaritos” y juntando “estrellas como en ramos”, o “con un melón en la cabeza” y pedaleando en repecho “silbando una polkita”. El poeta tanguero vanguardista –que a fines de los años sesenta formó un peculiar binomio con Astor Piazzolla– vivió en esos viajes a Montevideo de los últimos años, otra experiencia como aquella, según él contó a LA NACION con su estilo tan particular. De aquella sociedad artística con el músico argentino, había nacido María de Buenos Aires, operita que se estrenó en la porteña sala Planeta en 1968. Además de la orquesta de Piazzolla con sus diez músicos, participaron Héctor de Rosas y Amelita Baltar como cantantes. El propio Ferrer actuó como recitante en el papel de “El Duende”. En los últimos años, María… se ha representado en Japón, Estados Unidos, Alemania, los países bálticos y Francia. Precisamente, esa imagen de “duende” volvió el verano pasado con la operita murga. Este 2014, con el “bombo, platillo y redoblante”, el Dandy murguero cantó los versos de Ferrer sobre esos instrumentos musicales populares: “Dan a mi lírica ambulante / su chimpún sensacional / y al ver la mímica tarea /baila la ropa en la azotea / con los duendes del zaguán”. Y en los zaguanes de Buenos Aires y de Montevideo bailarán la porteña María y el uruguayo Dandy, un tango o una murga, para despedir al genio poeta rioplatense. En su última obra, Horacio Ferrer, haciendo hablar a ese duende que recorre las noches, caminando por adoquines, dejó su propio saludo final: “Y al entonar mi despedida, sabrán que en ella va mi vida, con mi mueca y mi disfraz”.ß Nelson Fernández