El mundo según Twitter

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GRITOS Y SUSURROS De qué habla la gente de la cultura cuando casi nadie la escucha

CONDECORACIÓN. Con sus palabras más cálidas y un buen humor que logró quebrar la solemnidad habitual, el embajador de Francia, Frédéric Baleine du Laurens, distinguió con la orden de Chevalier des Arts et des Lettres a la historiadora María Sáenz Quesada, el politólogo Isidoro Cheresky, la editora Haydée Giacone y la periodista y editora de Artes Visuales de adncultura, Alicia de Arteaga. Para comenzar, el embajador demostró su erudición sobre las virtudes, trabajos y publicaciones de los flamantes caballeros. Acaso en uno de los discursos más elocuentes de la velada, celebró –además de la capacidad de la nueva “caballera” De Arteaga para transmitir el amor por el arte a las multitudes con la gracia de sus escritos–, su condición de cordobesa de ley. Recordó la tradición cultural de la Docta, rica en matices, y no disimuló la simpatía que siente por los cordobeses. Lo dijo sin reparos. Y sus palabras, claro, culminaron con una ovación. De Arteaga asumió de inmediato el papel de caballero, ataviada estilo George Sand, con ajustados pantalones negros y quimono corto plisado (a la manera de Issey Miyake). Agradeció las palabras de Du Laurens y recordó que allí mismo, en el pomposo palacio que fue de los Ortiz Basualdo, su padre, Juan José de Arteaga, fue distinguido con las Palmas Académicas. Para celebrar estaban el ministro Hernán Lombardi, Beatriz Sarlo, Ivonne Bordelois, Pancho Pagés, Guillermo Alonso, Jean-Louis Larivière, Dudu von Thielmann, Jack Batho, Magdalena Faillace, Adrián Figueroa, Orly Benzacar, Adrián Gualdoni Basualdo, Fabio Grementieri y la directora de la Fundación Proa, Adriana Rosenberg, entre otros. En su nuevo papel de documentalista, Rosenberg realizó entrevistas a varios invitados con su cámara pocket. A pesar del terror confeso al virus de la gripe A, todos estuvieron a los besos, codo a codo, mientras bebían torrentes de champagne y devoraban los bocaditos. Tan cómodos estaban los invitados que los más atrevidos rompieron el protocolo para pedir más: con salmón rosado, “s’il vous plaît”.

Qué están leyendo » Roberto Cossa VIGILIA DE ARMAS, DE HORACIO VERBITSKY.

“Otro notable trabajo de investigación, esta vez sobre la acción política de la Iglesia Católica argentina, que no se caracteriza precisamente por la generosidad para abrir sus archivos.”

PERLAS EN LA RED

El mundo según Twitter POR CARLOS GUYOT De la Redacción de La Nacion

C

macanudoliniers.blogspot.com

MIEDOS Y CONFESIONES. Alejandro Dolina, Marcos Aguinis, Gustavo González y el filósofo Ricardo Álvarez presentaron La sociedad de los miedos, el nuevo libro de Pacho O’Donnell, en la librería El Ateneo Grand Splendid. Fue una tarde de recuerdos y confesiones. González, director de la revista Noticias, sorprendió a O’Donnell con un regalo: una nota de su autoría, ilustrada por Tabaré, que le entregó enmarcada, lista para colgar. El artículo en cuestión, que el autor no recordaba, se refería a los miedos. Había sido publicado en la revista Retruco, que dirigieron González y Jorge Fernández Díaz durante la dictadura, de la que O’Donnell fue un asiduo colaborador. De todos los presentadores, Dolina fue el único que no improvisó: leyó un cuento sobre los temores y las dudas que le provocan esa clase de encuentros públicos, protagonizado por un supuesto borracho. Hizo reír a todos. Entre el público se vio a Carlos Ulanovsky, Paula Viale y Pablo Avelluto, de Sudamericana,

Natu Poblet, y los sobrinos de Pacho, María y Santiago O’Donnell. Leonor Benedetto leyó algunos fragmentos del libro. Por lo bajo, algunos de los hombres presentes elogiaron su belleza y vitalidad y hasta hubo uno que recordó su famoso desnudo, boca abajo, en una escena de la película El poder de las tinieblas, de Mario Sabato.

d BIEN IMPRESOS Y EDITADOS. Juana Azurduy, libro de O’Donnell ilustrado por Guillermo Roux, ganó el primer premio en la categoría Literatura General del concurso “Los libros mejor impresos y editados en la Argentina” durante 2008, organizado por la Cámara Argentina de Publicaciones. El primer premio, en la categoría general, fue para Que no se entere Piazzolla, ilustrado por Hermenegildo Sábat, que también ganó en la categoría Arte, Diseño, Arquitectura y Fotografía en tapa blanda. Otro ganador fue Oops!, de Liniers y Kevin Johansen. © LA NACION

omo herramienta nueva —que nació hace 3 años, pero se popularizó en los últimos 12 meses—, Twitter aún tiene un uso disperso y diverso. Originalmente se propuso como un canal para compartir la vida en tiempo real respondiendo a la pregunta “¿qué estás haciendo?”. Pero la imaginación y el tiempo libre le han encontrado otras funciones. Debo admitir que sólo entendí cómo funciona Twitter una vez que empecé a usarlo. Su funcionamiento básico es el siguiente: cada persona tiene una cuenta o nombre de usuario (el mío es el poco original @carlosguyot). Luego, se suscribe a otros usuarios para “seguirlos” (yo estoy suscripto a unos 85 usuarios), pero la suscripción no es necesariamente recíproca (es decir, pueden “seguirme” 10 o 1000 usuarios). Cada vez que una de las 85 personas a las que sigo escribe un mensaje de hasta 140 caracteres (límite máximo), éste se actualiza en mi Twitter para que pueda leerlo. Algunas personas han encontrado usos particularmente interesantes a la herramienta. David Pogue (@pogue), editor de Tecnología de The New York Times, durante dos meses envió, cada noche, una consigna a sus seguidores: “Identifica una paradoja de la vida” o “Escribe un haiku con tu historia”. Algunos de sus 604.716 seguidores le respondían directamente a él, que seleccionaba las mejores y las retransmitía al resto. Ahora promete publicar el libro El mundo según Twitter con las mejores respuestas. Guy Kawasaki (@guykawasaki), con 145.603 seguidores, decidió utilizar la herramienta como medio de comunicación: por día genera más de 40 mensajes con información útil y links que recomiendan lecturas o videos. Para ello cuenta con cinco ghostwriters, a los que identifica con sus iniciales. “Twitteratura” es una ocurrencia de dos estudiantes de la Universidad de Chicago, que planean reducir algunos clásicos de la literatura universal a un máximo de 20 tweets (es decir, 20 frases de 140 caracteres cada una). Penguin Books amenaza con publicar el experimento dentro de unos meses. La idea, afirman, tiene pretensiones humorísticas, lo que de alguna manera lo convierte en un proyecto serio. © LA NACION

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