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CÓMO DECIDIR ANTE LAS COSAS DUDOSAS Por Roberto Lloyd G. ¿Debo hacerlo? Esta es una de las preguntas que más viene a nuestra mente en el transcurso de la vida. Vivimos en días en que el mundo nos ofrece muchas opciones, y nos encontramos en situaciones en que tenemos que detenernos para meditar y contestar esa interrogante. Podemos darle gracias a Dios de que la Biblia es muy clara en su condenación de ciertas prácticas. El decálogo es una serie de prohibiciones contra todo lo que se le opone al carácter de Dios. Muchas veces quisiéramos tener mandatos tan directos acerca de las llamadas cosas dodosas. Por supuesto, estas prácticas no existían en tiempos bíblicos y, por ello, no había por qué condenarlas o aprobarlas. Infortunadamente, vivimos en una cultura en que muchas cosas indiferentes nos rodean. En cuanto a los asuntos indiferentes, Dios en su sabiduría dejó asentados en su Palabra principios que son aplicables en cualquier tiempo y cultura. El apóstol Pablo, bajo inspiración del Espíritu Santo, es el autor que expone esas normas conductuales. Dedica capítulos enteros a este tema y para tener un estudio completo habría que investigar a fondo los siguiente pasajes: Romanos 14:1-15:7; 1 Corintios 8 y 10:2311:1. En estos capítulos, podemos encontrar casi la totalidad de la enseñanza bíblica sobre las cosas dudosas. Sin embargo, en este artículo sólo analizaremos la instrucción de tres textos tocante a este tema: 1 Corintios 6:12; 10:23; Gálatas 5:13. En esos versículos hallamos un resumen de los principios que podemos aplicar al tomar una decisión acerca de cualquier cosa en donde la Biblia no da instrucción explícita. Consideraremos tres principios básicos: (1) En Cristo, somos completamente libres, (2) voluntariamente hemos de limitarnos en el uso de nuestra libertad, y (3) Dios nos capacita para utilizar bien nuestra libertad. El primer principio nos da la regla general: Somos libres. El segundo es una advertencia: Limítese. El tercero proporciona la confianza que tenemos de escoger bien en cada situación: Dios nos ha capacitado para elegir bien. EN CRISTO, SOMOS COMPLETAMENTE LIBRES Veamos nuestro primer principio: Somos libres. En los textos que estudiamos, este es el principio que más se destaca. En 1 Corintios 6:12 y 10:23, cuatro veces encontramos la frase “Todas las cosas me son lícitas” (en el original, esta frase es igual en los cuatro lugares). Parece que Pablo quiere recalcar este mensaje. Hace hincapié en que somos libres. Por supuesto, esa libertad no incluye el participar de cosas explícitamente condenadas por la palabra de Dios. Fuera de eso, nuestra libertad es completa. La frase “son lícitas” es traducción de la palabra griega exestin y es término que estrechamente se relaciona con la ley. Referente a las cosas indiferentes, no hay ley que impida mi libertad. Todas las cosas me son permitidas. Todo me es legal. Soy el 100% libre. Al pasar a Gálatas 5:13, descubrimos la misma verdad, somos libres. Pablo afirma, “a libertad fuisteis llamados”. Nos llamó a fin de que viviéramos disfrutando la libertad que tenemos en él. También el versículo 1 recalca la verdad de la libertad. Nuestra posición en Cristo es la del hombre (mujer) libre. Nada ni nadie nos puede privar de esta libertad. Es nuestra posesión en Cristo. VOLUNTARIAMENTE HEMOS DE LIMITARNOS EN EL USO DE NUESTRA LIBERTAD Sí, hermanos y hermanas, la verdad muy clara de la palabra de Dios es que en Cristo somos completamente libres y que debemos vivir nuestras vidas de acuerdo con la posición que tenemos en él, la libertad. Mis alumnos saben que una de mis palabras favoritas es “pero”, y aquí hay otra ocasión en que es importantísima. Somos libres, PERO eso no nos da licencia para hacer todo nuestro antojo. ¡De ninguna manera! Entonces, ¿qué es que limita mi libertad? Poseyendo libertad para hacerlo todo, ¿qué me impide hacer ciertas cosas? Aquí entra en juego nuestro segundo principio: Voluntariamente hemos de
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limitarnos en el uso de nuestra libertad. Nadie me obliga a negarme ciertas prácticas, pero yo sí me privo de ellas. Tomando en cuenta todos los factores, llego a la conclusión de que debo abstenerme de algunas cosas indiferentes. Entonces viene la pregunta, siendo libre, ¿cómo sabré de cuáles cosas debo negarme? Nuestros textos nos proporcionan cinco normas que podemos seguir al analizar toda situación. En esencia, enseñan que hemos de tomar en cuenta nuestro propio bienestar y el de los demás. Si hay algo que me perjudica a mí o a mi hermano(a), por un acto de mi voluntad, yo decidiré no practicarlo aunque estoy en libertad para hacerlo. Veamos las primeras tres normas que enfocan lo personal y lo global. “No todas convienen” En 1 Corintios 6:12 y 10:23 se repite la frase “no todas convienen”. Hay muchas cosas que en sí no son malas, pero que no son convenientes. A veces es a mí que no convienen, a veces a mi prójimo. “Convienen” es traducción del vocablo griego symfero que también podría verterse ser útil, ventajoso o provechoso. Parece que el enfoque principal de estos textos es en uno mismo. Symfero es verbo compuesto de dos palabras griegas, syn = con y fero = cargar, y literalmente significa “cargar juntamente con”. La cosa inconveniente es la que no puedo cargar juntamente con mi hermano(a). La misma palabra se utiliza en 1 Corintios 12:7 donde encontramos que los dones espirituales fueron dados “para provecho” de todo el cuerpo. Debemos privarnos de lo que no es útil, lo que no causa provecho. Para poder decidir cuáles cosas son de provecho y cuáles no lo son, se requiere de mucho discernimiento. ¡Qué tengamos “los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”! ¡Qué sepamos “aprobar lo mejor”! “No todas edifican” En 1 Corintios 10:23 hallamos otra norma que atañe a mí y a mi hermano(a), “no todas edifican”. Aquí el apóstol enfoca el propósito que debemos tener en mente al tratar las cosas dudosas. Todo lo que hacemos debe contribuir en algo a la edificación. Si alguna cosa propicia mi destrucción, no voy a participar de ella. En la vida, mi propósito es constantemente edificarme hasta llegar a la madurez. Si algo no contribuye a ese proceso, debo abstenerme de ello. En esta norma, el aspecto global o corporativo es más fuerte. Algunos comentaristas limitan la edificación a los otros(as). Según el versículo 24, nuestra preocupación principal debe ser el bien del otro(a) y no el nuestro. Sólo haré lo que edifique a mi persona y a mi hermano(a). “Servíos por amor los unos a los otros” La expresión más clara de la tercera norma se encuentra en Gálatas 5:13, “servíos por amor los unos a los otros”. Llegamos a nuestra libertad máxima cuando nos hacemos esclavos de los demás. Esto sólo puede suceder cuando somos impulsados por el amor genuino. Es por medio del amor que nos esclavizamos los unos a los otros. El llamado aquí es a que estemos enteramente entregados a los demás. Ahora pasaremos a ver dos normas que tienen que ver exclusivamente con el creyente como individuo. Aquí vemos dos peligros que acarreamos si sin discernimiento usamos nuestra libertad. “No me dejaré dominar de ninguna” Parece que Pablo reconoce su propia debilidad cuando en 1 Corintios 6:12 dice, “no me dejaré dominar de ninguna”. Él sabe que las cosas dudosas tienden a convertirse en vicios que esclavizan. Las cosas indiferentes son muy atractivas y el creyente débil fácilmente se deja dominar por ellas. Esta es una anomalía. El que es libre se vuelve esclavo. Sacrifica su libertad al aprovecharse de ella. Para remachar su idea, el apóstol se vale de un juego de palabras. Hovey traduce y comenta en la siguiente forma: “Todas las cosas están en mi poder, éjestin, pero yo no seré metido en poder de ellas por ninguna, ejusiodzo. La
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lección es clara: que uno no tiene que usar su libertad de tal manra que venga a ser esclavo de la misma cosa en la cual alega tener libertad”. ¡Cuidado hermanos(as)! Al abusar de nuestra libertad, podemos convertirnos en esclavos de alguna cosa, y eso sería una tragedia. “No uséis la libertad como ocasión para la carne” Es muy fácil aprovecharse de la libertad para satisfacer los deseos del yo. Este egoísmo no tiene cabida en la vida del creyente que en todo quiere agradar a Dios. El vocablo “ocasión” es término militar y se refiere a una base de operaciones, un lugar desde donde se lanzan los ataques. En otro lugar Pablo manda, “ni deis lugar al diablo”. Éste es muy listo, y cuando abusamos de nuestra libertad aprovecha la oportunidad para lanzar un ataque de su base de operaciones, la carne. Recuerde que, “el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”. ¡Qué su libertad no se vuelva base de operaciones del diablo! DIOS NOS CAPACITA PARA OCUPAR BIEN NUESTRA LIBERTAD Hemos analizado cinco normas que nos pueden guiar en tomar una determinación correcta al enfrentarnos con las cosas dudosas. Son fáciles de declarar pero difíciles de aplicar. ¿Ha hecho Dios alguna provisión para que siempre acertemos al tomar esas decisiones? Nuestro tercer principio dice que sí: Dios nos capacita para ocupar bien nuestra libertad. Él nos capacita por el Espíritu Santo que mora en nosotros. En 1 Corintios 6:11 y 19, tenemos referencias a la obra del Espíritu en nosotros. Sólo cuando tomamos en cuenta su obra en nosotros (v. 11) y nuestra posición en él (v. 19) podremos juzgar bien las situaciones y valernos de la libertad que poseemos en Cristo. El contexto posterior a Gálatas 5:13 es aun más claro en hacer hincapié en la obra del Espíritu. El versículo 16 dice, “andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”. Este es el remedio perfecto para el peligro expresado en el versículo 13, “ no uséis la libertad como ocasión para la carne”. El versículo 18 nos da más seguridad, “pero si sois guiados por el Espíritu no estáis bajo la ley”. Él se encarga de guiarnos en relación con las cosas indiferentes. Nuestra responsabilidad es asegurarnos de que estamos andando en él y permitiendo que nos guíe. ¿Quiere siempre escoger bien? Deje que el Espíritu Santo lo controle y no fallará. Roberto Lloyd G. es misionero de CAM International, editor administrativo de ObreroFiel.com, y traductor de Ediciones las Américas.
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