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TRIBUNA Por José Antonio Pérez Tapias*
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ómo nos libraremos de la vergüenza o cómo responderemos a lo intolerable? Este interrogante, formulado con palabras prestadas por el filósofo Gilles Deleuze, me persigue desde la noche electoral, cuando el 26 de junio terminó con un resultado imprevisto. Que cada cual cifre lo imprevisto donde quiera. Yo lo pongo en los 137 escaños conseguidos por el Partido Popular. Aparte de recuperar votos que antes fueron a Ciudadanos o que se quedaron en la abstención, tan abultada victoria es correlativa al descenso del PSOE hasta 85 escaños y a la parada en seco de Unidos Podemos en 71. Trabajo le está costando a las izquierdas hacer autocrítica, pero más aún situarse ante el escenario inmediato, con Rajoy como candidato del PP procurando la mayoría parlamentaria que le posibilite ser de nuevo presidente del Gobierno. Ése es su papel, sólo el suyo. En medio de tareas trabajosas hace bien el PSOE en mantener su posición: ni apoyará, ni se abstendrá ante la investidura de un presidente popular. Es decir, votará no. Son muchas las razones de peso que se pueden aducir a favor de esa posición. Lo que está por ver es hasta dónde podrá mantenerla el PSOE. Después de una primera sesión de investidura viene la segunda vuelta si no se consiguió en aquélla, con presiones para la abstención…, para que se dé paso a un nuevo Gobierno, aunque sea de la derecha. El problema de fondo, sin embargo, no viene dado sólo porque sería un Gobierno de la derecha. Eso, ciertamente, es ya un asunto mayor, tratándose de una derecha que ha
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4–10 de julio de 2016. nº 1162
pasado por un anterior Gobierno antisocial y autoritario. Pero, aun así, cuestión más fundamental si cabe es que se trataría de un Gobierno constituido por un partido contaminado por una corrupción sistémica que es una evidencia política –es cuestión de los jueces abordar los casos de presuntos comportamientos delictivos–. Pero el PP, antes de tener 137 diputados y después, es el mismo: el partido de casos de corrupción cuyas denominaciones resuenan en la opinión pública como Bárcenas, Gürtel, Púnica… Y un partido que ha pagado fianza de 1,2 millones de euros para evitar embargo judicial de su sede por presunta financiación ilegal. Es el partido de un ministro del Interior que aparece en escabroso caso de conversaciones para utilizar instituciones públicas contra adversarios políticos. Nos podemos ahorrar en estos momentos la lista de ministros de gobiernos populares anteriores o condenados por los tribunales o investigados en determinadas causas. Tenemos claro el papel de la Judicatura. Pero, igualmente, lo que significa la responsabilidad política, en especial de Mariano Rajoy, candidato que ha sido presidente del partido cuando han ocurrido los hechos señalados, eludiendo una palabra seria sobre los mismos. Su desprecio a la democracia, a la ciudadanía, fue motivo suficiente para haber presentado una moción de censura contra él como presidente del Ejecutivo. No se hizo, pero no por eso ganó la legitimidad perdida. La pregunta: ¿todo eso queda redimido, borrado por los millones de votos recibidos por el Partido Popu-
EUROPA PRESS
No nos vale una democracia indecente
Los millones de votos recibidos por el PP plantean una grave autocontradicción de la democracia española: lo que los ciudadanos han escogido con el núcleo ético-político que da sentido a la democracia como sistema político
lar en las recientes elecciones? Creo que no. Y sostener eso no es falta de respeto a millones de votantes que apoyaron candidaturas del PP. Como ciudadanas y ciudadanos han de contar con el respeto que se debe a quienes en democracia ejercen su derecho. Pero eso no quita nada de fuerza al cuestionamiento que se haga de lo que su voto propicia. Una democracia constitucional, que además de contar con procedimientos para la participación ciudadana y la representación política, es democracia en un Estado de Derecho, no puede permitirse la indecencia de un Gobierno al que el apoyo obtenido no salva del bagaje antidemocrático que desde el principio lo deslegitima. En ese sentido, los millones de votos recibidos por el PP plantean una grave autocontradicción de la democracia española, pues colisiona el resultado de lo que los ciudadanos escogieron con el núcleo ético-político que, como meollo de la legalidad democrática, da sentido a la democracia como sistema político. No debe apoyarse, por tanto, un Gobierno del PP presidido por Rajoy. Y si las fuerzas que debieran presentar una alternativa no lo hacen, queda bajo su responsabilidad la culpa por su propia impotencia. Como indica Avishai Margalit al reflexionar sobre una sociedad decente, no lo es aquella en la que se humilla a su ciudadanía haciendo que se sienta avergonzada por la quiebra de lo que legítimamente puede esperar por pertenecer a la misma. ¿No había millones de indignados? Pues habrá que poner freno a la indignidad política. l *Miembro del Comité Federal del PSOE