Fronteras líquidas - El Siglo de Europa

13 dic. 2016 - Para hablar de estas fronteras líquidas me voy a centrar en tres aspectos con tres ejemplos muy concretos que me sirvan para provocar una ...
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SUPLEMENTO ESPECIAL / TRIBUNA

Fronteras líquidas

Por José Ramón García Hernández, secretario de Relaciones Internacionales del PP

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omo prestado el título por la comparación de la Sociedad líquida del Premio Príncipe de Asturias, Zygmunt Bauman, como esa sociedad donde todo cambia y donde lo nuevo no llega a consolidarse. Y es que vivimos en una época de fronteras líquidas, donde se ponen en juego dos factores teóricos fundamentales sobre los que se basaba todo el orden internacional y nacional desde la Revolución Francesa y que parece que también está cambiando. Si Bauman atribuye al consumismo todo ese trajín moral de la sociedad y la vida líquida, nosotros no podemos dar ese salto con pirueta sin preguntarnos si de verdad no estamos atravesando un cambio de paradigma cultural que va más allá de la revolución tecnológica, de la forma en la que viajamos o de la composición de la población. Como político en ejercicio y como teórico de la política veo que los cambios ya están aquí y los ha traído la globalización, pero no es que las instituciones se queden obsoletas, es que estos cambios superan los recursos de las instituciones y no las invalidan. Para mí es más una cuestión de recursos económicos que institucionales y las crisis del Estado del Bienestar no ayudan precisamente. Para hablar de estas fronteras líquidas 10

me voy a centrar en tres aspectos con tres ejemplos muy concretos que me sirvan para provocar una conversación en voz alta y sin ánimo de querer tener razón a todo precio. Esos tres aspectos son jurídicos, económicos y funcionales, y a lo mejor al final de mi argumentación se sienten con ganas de completar ese análisis. La primera frontera líquida en el orden internacional es la jurídica y está muy ligada a la funcional. Cuando algunos países de la comunidad internacional se aprestaron a reconocer a Kosovo, se estaba realizando un ilícito internacional. Poco importó que el Tribunal de la Haya hablase de excepción. Se menoscabaron unas fronteras por la fuerza, es decir, por el amplio consenso de la fuerza de la mayoría de países que se brincaron el Derecho Internacional, aunque esta vez Rusia no parecía seguir en el juego. Sin embargo el aviso ya estaba sobre la mesa, ese aviso que Edmund Burke en otra época en

“No es que las instituciones queden obsoletas, es que los cambios superan sus recursos”

19 de diciembre de 2016 –8 de enero de 2017. Suplemento Especial

cambio ya nos avisó: “El que un Estado no cumpla una ley en el presente es la mejor garantía de que puede no llegar a cumplir ninguna ley en el futuro”. La fuerza de la ley como institución que favorece la justicia se vio menoscabada en esta pequeña esquina del mundo y aunque España explica muy bien su postura, Rusia se empeñaba en que la repitieran aquellos que predicaban su independencia basada en el derecho de su población. Por eso el día que se produjeron miles de declaraciones sobre Kosovo, Rusia supo que podía aplicar lo mismo en Crimea. Aquí, como en España hemos mantenido lo mismo, pues nos encontramos que las fronteras líquidas parecen no aplicarnos. Para el resto del mundo ya están aquí provocado por sus propios comportamientos antes y durante la globalización. Como si se hubiera desarrollado un peligroso “dilema del prisionero” en el que el primero que no coopere en la prisión lleva ventaja. La segunda de esas realidades que demuestra esas fronteras líquidas nos la ha enseñado la crisis del euro. Ningún país por sí solo ha sido capaz de dar una solución, ni tan siquiera la maniquea Grecia del ministro de solapas levantadas Varoufakis. Esa solución ha tenido que labrarse Consejo Europeo a Consejo Europeo. Las amenazas han venido tanto de

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supuesto, se libra de las fronteras líquidas y no obedece exclusivamente a los parlamentos nacionales. Y, por último, la tercera de estas demostraciones sobre las fronteras líquidas nos lleva al concepto central de soberanía, que es el que está cambiando junto con el de legitimidad, de ahí que el cambio operado sea tan profundo. Sólo eres soberano de lo que seas capaz de defender, por eso la soberanía es funcional y ya no es legal. ¿Existen las fronteras? Se lo pregunto de otro modo más atinado para el título de mi artículo. ¿Existen las fronteras para las mafias que traen por igual a refugiados que a inmigrantes irregulares? ¿Existen las fronteras para Daesh? ¿Existen las fronteras para los ciberataques? ¿Existen las fronteras para las pandemias? Recuerden la crisis del Ébola. No existían fronteras en África y sólo parecían existir

“Si tú no ejerces tu soberanía parece que habrá otro dispuesto a ejercértela”

dentro de la Unión Europea como de fuera y las políticas expansivas por parte de todos los grandes bancos centrales del mundo parecen haber contribuido a que pase la inflamación pero no a solucionar todo el problema, que aún necesita mucha audaz reforma. No se trata sólo de la crisis del euro, es la facilidad con la que vuela y se asusta el capital financiero, la disparidad de legislación bancaria dentro

y fuera de Europa, las cifras de comercio internacional que parece que sólo los grandes acuerdos comerciales pueden encauzar o los mecanismos de solución de controversias internacionales que proponen una institucionalización rápida de arreglos jurídicos. Por eso la política fiscal también pide escala, porque de nuevo esta crisis nos ha enseñado que ya ni ese prerrequisito de la soberanía clásica, el pre-

en los países que con recursos pudieron lidiar con ellas, con sus aparatos para medir la fiebre de los viajeros o con hospitales especializados. No existen fronteras para los refugiados hasta que se pone en marcha el acuerdo de la UE con Turquía y ahora por una cantidad ingente de recursos se quedan en el país vecino y no se ahogan. No existían fronteras entre Siria e Irak con Daesh y ahora parece que los valientes peshmergas nos dicen en qué ciudad entran y en cuál no. Todo muy revelador de un concepto de soberanía que teniendo las mismas coordenadas que nos propusiera Bodino, de facultad última, parece movible y que demuestra que si tú no ejerces tu soberanía parece que habrá otro dispuesto a ejercértela, desde una empresa, desde Rusia entrando en Ucrania, o desde un modesto médico perseguido en su país en guerra que clama con su razón los mismos derechos de tus nacionales. l

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