vuelve el conflicto de civilizaciones - El Siglo de Europa

30 mar. 2015 - religión”. La importancia que Huntington confería a la religión en sus ... ensayo El conflicto de civilizaciones (Ed. Paidós, 1997), célebre obra.
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DE LA CULTURA Y LA CIENCIA

Debate en Europa sobre la vigencia de la teoría de Huntington

VUELVE EL CONFLICTO DE CIVILIZACIONES Las ideas del ensayo El conflicto de civilizaciones (Ed. Paidós, 1997), célebre obra del politólogo estadounidense de la Universidad de Harvard Samuel P. Huntington (1927-2008), han adquirido un renovado eco. Los últimos ataques terroristas vividos en Europa, en París y en Copenhague, así como el más reciente de Túnez y la mediatizada violencia del Estado Islámico (EI) en Oriente Próximo parecen vigorizar las tesis del académico norteamericano, que ya levantaron un animado y polémico debate intelectual tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. En dicho debate quedaron expuestas las importantes fallas que presenta una teoría de Huntington que no pocos pretenden ahora resucitar otra vez.

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Por S. M. (Berlín)

n un número reciente, la revista mensual alemana de política y cultura Cicero, una publicación destinada a un público más bien intelectual, dedicaba buena parte de su contenido a lo que en portada se presentaba así: “El choque de civilizaciones: la profecía de Huntington y la yihad en Europa”. “Puede que sencillamente no guste escuchar lo que dijo, porque sus conclusiones son muy amargas”, pero “Huntington tenía razón”, escribía en su editorial el director de dicha revista germana, Christoph Schwennicke. “El choque de civilizaciones” que daba por cierto Schwennicke, antes de ser afirmación, como figura en el título del célebre libro de finales del siglo pasado, fue un interrogante. “¿El choque de civilizaciones?”, era, de hecho, el título que dio la prestigiosa revista estadounidense de política internacional Foreign Affairs al seminal artículo de Huntington publicado en el verano de 1993. En dicho texto, el académico de Harvard presentaba sus tesis, que después desarrollaría en su libro. Él escribía en Foreign Affairs “que el origen fundamental de los conflictos” en el mundo tras la Guerra Fría no sería “político ni ideológico”. “Las mayores divisiones en

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la humanidad y las principales fuentes de conflicto serán culturales”, preveía el politólogo de Harvard. “Los Estados-nación seguirán siendo los actores más poderosos en los asuntos internacionales, pero los principales conflictos políticos globales ocurrirán entre naciones y grupos de diferentes civilizaciones”, añadía Huntington en las primeras líneas de dicho artículo antes de plantear categóricamente: “El conflicto de civilizaciones dominará la política global”. En la definición de “civilización” que ofrecía Huntington –“la mayor agrupación cultural de personas y el nivel más amplio de identidad cultural”–, el concepto de civilización aparece caracterizado por “elementos objetivos, como la lengua, la historia, la religión, las tradiciones, las instituciones” y por elementos “subjetivos de identificación”. Lo que diferencia a las civilizaciones unas de otras, según indicaba el académico estadounidense, “son la historia, la lengua, la cultura, la tradición y, lo más importante, la religión”. La importancia que Huntington confería a la religión en sus explicaciones, y el modo en que señalaba lo problemático que resultaba el islam, ha permitido que se sientan legitimados no pocos planteamientos oportunistas a la hora de generalizar sobre dicho

credo. Así viene ocurriendo en el contexto de la lucha contra el terrorismo internacional, marcado por atentados como los ocurridos en la redacción de Charlie Hebdo, en el supermercado parisino de la Puerta Vincennes o en las calles de Copenhague. En base a esos atentados citaba recientemente a Huntington el político germano Konrad Adam, vicepresidente del partido euroescéptico y conservador Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán): “El islam tiene unas fronteras sangrientas”. EI ‘no es una civilización’. A finales de 2014, en las páginas del diario francés Le Figaro, se dejaba un amplio espacio para discurrir sobre este tema a Frédéric Saint Clair, que fue consejero del Gobierno galo que liderara hace unos años Dominique de Villepin. “¿Es inevitable el choque de civilizaciones?”, se preguntaba este economista y matemático, haciéndose eco del debate generado a nivel global debido a la emergencia del Es-

Huntington fornulaba en su teoría la tesis de que los conflictos tras la

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tado Islámico (EI), otro de los actores internacionales en los que se suele ver uno de los beligerantes del supuesto conflicto entre civilizaciones que define al nuevo siglo. “Las reivindicaciones del Estado Islámico sobre su interpretación del islam como único y verdadero islam entran en resonancia con el famoso ‘choque de civilizaciones’”, escribía Saint Clair en Le Figaro. “Sin em-

bargo, para que haya choque de civilizaciones, haría falta que el Estado Islámico encarne él mismo una civilización, y no lo es para nada”, señalaba el exconsejero gubernamental galo. Porque el EI, según Saint Claire, no ha “construido nada digno de interés”, “nada destacable”, sólo “destrucción y muerte”. “El Estado Islámico, por ello, no es una civilización”, sino “el desecho de una civi-

La revista alemana ‘Cicero’ proponía en sus páginas el debate en torno a la ‘profecía’ de Huntington.

la

Guerra Fría no vendrían de la mano de la política ni de las ideologías, sino que tendrían un trasfondo cultural.

lización”, comparable al nazismo o al estalinismo, que resulta “imposible de reciclar y que hay que eliminar”. Por su parte, el intelectual angloirlandés Malise Ruthven, profesor de Literatura en la Universidad de Cambridge y experto en Oriente Próximo y cuestiones relacionadas con el fundamentalismo religioso, prefiere subrayar que el EI se inscribe en esa tradición de “movimientos apocalípticos” que desde siempre “han atraído a gente que sufre alienación o que están en búsqueda de un sentido para sus vidas”. Pero, independientemente de la relación con otros movimientos, la emergencia del EI en Oriente Próximo no confirma la existencia del “choque de civilizaciones” de Huntington. Más bien da cuenta de la continuación de la “guerra civil” que está viviendo el islam, según afirma desde hace un par de lustros Joseph Nye, otro prestigioso politólogo de la Universidad de Harvard. “La batalla contra el terrorismo islamista no es un choque de civilizaciones; es una lucha entre moderados y extremistas” dentro del islam, ha escrito Nye en Foreign Affairs. Apenas hay espacio para matices en las dos categorías de fieles identificadas por este académico y miembro desde el año pasado del grupo de consejeros del secretario de Estado estadounidense John Kerry. Ahora bien, las categorías de Huntington eran aún más rígidas. Precisamente por ahí le llegaron las críticas más duras. Así, el intelectual estadounidense de origen palestino fallecido en 2003 Edward Said, otrora profesor de Literatura en la neoyorquina Universidad de Columbia, se refirió a las tesis de Samuel P. Huntington como el producto de un “ideólogo” que “quiere convertir las ‘civilizaciones’ y las ‘identidades’ en lo que no son: entidades cerradas y selladas que han sido purgadas de las innumerables corrientes y contracorrientes que animan la historia de la humanidad”. Según escribía Said en el semanario progresista estadounidense The Nation pocas semanas después del 11-S, esos movimientos internos en las civilizaciones son los que “han posibilitado que la historia no sólo esté compuesta por religión y conquistas imperiales, sino también de intercambios fértiles”. Gran parte del problema, sin embargo, ha radicado –y todavía radica– en la tendencia que existe en ciertos sectores occidentales que nº 1104. 6–12 de abril de 2015

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invita a ver materializada la teoría del choque de las civilizaciones conforme golpean los terroristas. “El horrendo, patológico y cuidadosamente planeado ataque suicida de un pequeño grupo de militantes dementes se ha transformado en una prueba de la tesis de Huntington”, lamentaba Said, aludiendo al 11-S. En la actualidad, y según en qué sitios, la violencia desatada por el EI en Oriente Próximo o los últimos ataques de yihadistas en Europa también se leen a la luz del célebre bestseller de Huntington.

Francis Fukuyama reivindica el triunfo de la democracia liberal como sistema, con su correlato ‘neocon’ en EEUU.

Respuesta belicista al “final de la historia” Más que una profecía, el “choque de civilizaciones” constituye el esfuerzo de alguien que no creyó en su día en “el final de la historia”. Esa expresión daba el título a otro de los libros más célebres de finales del siglo pasado y obra del politólogo estadounidense Francis Fukuyama. En su libro El fin de la historia y el último hombre (Ed. Planeta, 1992), ese influyente autor celebraba, tras la caída del comunismo, el triunfo de la democracia liberal, un sistema que no volvería a tener contrapeso, según él. Sin pensar en que el final del comunismo podría ser el principio de algo nuevo, ese triunfalismo –que dio paso en términos políticos a la arrogancia de la Administración de George W. Bush–, alimentó al movimiento neoconservador es54

tadounidense de principios de siglo. Esa actitud nutrió a buen seguro la osadía de aquella Administración, que convirtió Irak, con la ayuda de la Comunidad Internacional, en el caos que es a día de hoy el país regido hasta 2003 por Saddam Hussein. En el Washington de principios de siglo, también se dio gran credibilidad a las tesis de Samuel P. Huntington, quien ofrecía una descripción diferente de lo que era el mundo tras el ocaso del comunismo. Para él, tras el final de la Guerra Fría, comenzaba un nuevo conflicto en el que Occidente se veía enfrentado al resto de civilizaciones. “El paradigma básico de Occidente contra el resto” reformula, en realidad, “la confrontación de la Guerra Fría”, decía Edward Said sobre

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el libro de Huntington. “El choque de civilizaciones” constituye pues, una respuesta al “final de historia” de Fukuyama. Y es una respuesta belicista. En palabras de Huntington, “el mundo no es uno”, pues “las civilizaciones unen y dividen la humanidad”. “La sangre y la fe, en esto se identifica la gente, es por lo que combaten y mueren”, se lee en el superventas del difunto politólogo americano. En vista de la importancia que se sigue dando en Occidente a un libro con semejantes afirmaciones, parece quedar claro que las supuestas amenazas civilizacionales no sólo están en los desiertos del Oriente Próximo. También radican en aquellos foros occidentales desde los que se anima a vivir en conflicto, por ejemplo, con el islam.

Críticas persistentes. Con todo, el paso de los años no ha hecho que las críticas al trabajo de Huntington dejen de estar vigentes. Así ocurre con las que formulara Edward Said, por ejemplo. O las que planteara el excoronel del Ejército estadounidense y académico de la Universidad de Boston Andrew J. Bacevich. Para éste último, “el papel que juega la religión es un problema en el paradigma de Huntington”. Porque en el “choque de civilizaciones” la religión resulta clave a la hora de definir “quiénes somos” y “quiénes no somos”, pero, según Bacevich, “atribuyendo a la religión el papel de DNI cultural, Huntington yerra en el significado de su importancia política, entre otros cosas”. “Huntington tiene derecho a ver la religión como un factor en la política internacional”, pero “el papel de la religión va más allá de servir de piedra de toque para la cultura”, pues “la religión es más que cultura”, es un fenómeno que “trasciende las civilizaciones”, apuntaba a finales del siglo pasado este ex militar, que en 2007 perdió un hijo en Irak, cuyo conflicto Bacevich ha calificado de “error catastrófico” estadounidense. En favor de su argumento contra el trabajo de Huntington basado en la religión, este intelectual apuntaba que si bien en Occidente la religión más practicada es la cristiana, “la cristiandad no sólo está confinada en Occidente”, del mismo modo que “Occidente no está confinado en la cristiandad”. En este sentido, cabe recordar la definición de religión del influyente antropólogo estadounidense fallecido en 2006, Clifford Geertz, para quien cristianismo, islam o judaísmo son ejemplos de “sistemas culturales”. En definitiva, más que fenómeno de civilizaciones, la religión es un elemento propio a la condición humana. l