Hallan restos óseos de un reptil en urnas precolombinas

30 dic. 2008 - algunos caracoles, partes de artrópo- dos y restos vegetales –concluye Albi- no–. Esto muestra la importancia de revisarlos con lupa, porque ...
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CIENCIA / SALUD

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Martes 30 de diciembre de 2008

ARQUEOLOGIA Y CURIOSO DESCUBRIMIENTO EN EL YACIMIENTO DE TOLOMBON, SALTA

Y TRASPLANTES

Hallan restos óseos de un reptil en urnas precolombinas

“Podemos y debemos tener más donantes” Lo dijo Carlos Soratti, titular del Incucai

Podría haber tenido un uso ritual, vinculado con el pedido de lluvia o buenas cosechas NORA BÄR LA NACION Cuando Débora Kligmann, investigadora del Instituto de Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, tamizó y observó detenidamente los sedimentos que ocupaban el interior de la vasija de cerámica recuperada durante las últimas excavaciones realizadas en el yacimiento de Tolombón, en Salta, no pudo salir de su asombro: mezclados entre las partículas minerales, había miles de lo que parecían ser pequeñísimos restos óseos. Intrigada, Kligmann decidió enviarle fotos de los extraños huesitos a la doctora Adriana Albino, herpetóloga de la Universidad Nacional de Mar del Plata e investigadora independiente del Conicet. “Mi sorpresa fue muy grande porque los restos óseos no sólo correspondían a reptiles, sino a anfisbenas, unos animalitos ápodos parecidos a las serpientes, pero que viven bajo tierra. Son las vulgarmente llamadas «víboras de dos cabezas» –cuenta Albino–. Como son muy raras [no son serpientes ni lagartos] y como una de las urnas tenía el esqueleto de un niño, además de los diminutos huesos de las anfisbenas, el hallazgo es una novedad muy interesante. Significa que los indígenas les atribuían algún significado mágico o ritual, pues la inclusión dentro de las vasijas fue intencional.” El descubrimiento, motivo de un trabajo firmado por Albino y Kligmann cuya publicación fue aceptada en la Revista Española de Herpetología, es una verdadera primicia. “Nunca antes se habían reportado hallazgos de reptiles dentro de objetos manufacturados por las culturas aborígenes”, cuenta Albino. Aunque conocido desde la década del 40, el yacimiento de Tolombón fue reexcavado con la dirección de

la doctora Verónica Williams entre 2000 y 2005. Dentro de una de las urnas recuperadas había alrededor de 7000 restos óseos bien preservados de por lo menos 21 individuos de la misma especie, Amphisbaena heterozonata. La cantidad y variedad de los fragmentos en relación con el tamaño de la vasija indican, para las especialistas, que se trata de una acumulación intencional Las anfisbenas son pequeños reptiles de forma alargada, de unos 15 cm de largo, que suelen vivir en el interior de hormigueros y termiteros, y se alimentan de larvas, hormigas y termitas. Tienen una cabeza fuerte y compacta, con la que cavan galerías, que es similar al extremo de la cola, cuya punta también es redondeada, de allí el nombre con que se las conoce popularmente. “De hecho, «anfisbenas» significa «animal que se mueve en dos direcciones opuestas» –explica Albino–. El mismo término también fue reiteradamente utilizado por arqueólogos y antropólogos para designar en forma general las representaciones iconográficas de serpientes bicéfalas.”

FABIOLA CZUBAJ LA NACION

FOTOS DE ALBINO Y KLIGMANN

La pequeña anfisbena o “víbora de dos cabezas” 

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Un enigma ancestral Estos reptiles emergen de la tierra en pocas oportunidades, particularmente después de fuertes lluvias, si se les inundan las galerías subterráneas. En esas ocasiones se las puede observar en los jardines, y a veces se las confunde con lombrices. Precisamente por esta asociación con los días de lluvia, al parecer, las culturas indígenas del noroeste del país les atribuían un valor ritual. Según las investigadoras, distintas mitologías en culturas de todo el mundo asignan a estos animales toda una variedad de significados. “En general, hay una gran vinculación de animales serpentiformes con la lluvia en los pueblos precolombinos de esa región –detalla Albino–. Tal vez

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La vasija de cerámica

Adriana Albino

las relacionaban por el movimiento serpenteante con los rayos, aunque las anfisbenas no se mueven como las serpientes y debían verlas muchísimo menos, porque viven bajo tierra. Probablemente esta creencia surge de su particular comportamiento derivado de su modo de vida. También, en algunas culturas de la Argentina se las creía venenosas [tienden a morder cuando se las atrapa y sus dientes son muy agudos], pero no lo son. Incluso se las utilizaba en la medicina indígena. Y, si no recuerdo mal, hay un libro de Borges sobre seres mitológicos que incluye la descripción de las anfisbenas.” Una búsqueda bibliográfica indicó

que sólo había un registro previo de hallazgo de restos óseos de anfisbénidos. “Fue en el yacimiento arqueológico Mesada de Carrizal, pero sin un estudio riguroso ni hipótesis alguna de por qué se encontraban allí –cuenta Albino–. En todo el mundo, lo único que se encontró que puede tener algún parecido son restos de serpientes que estaban intencionalmente ubicados en un templo de Medio Oriente.” Para Albino y Kligmann, la explicación de por qué los indígenas las incluyeron en las vasijas de cerámica es todavía un enigma, pero, además de su posible vinculación con un ritual para pedido de lluvias o buenas cosechas,

  

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no puede descartarse que les hayan conferido un papel protector contra las profanaciones, contra la vejez y la muerte o, incluso, aunque menos probable, que hayan tenido alguna simbología asociada con la reproducción (como símbolo fálico). “Entre los sedimentos de la urna que fueron tamizados había también algunos caracoles, partes de artrópodos y restos vegetales –concluye Albino–. Esto muestra la importancia de revisarlos con lupa, porque se pueden encontrar restos mucho más pequeñitos que nos dan una idea acabada de la relación del ser humano con su medio ambiente.”

En nuestro país, cada año hay sólo 13 personas en terapia intensiva por cada millón de argentinos que reúnen todas las condiciones necesarias para convertirse en potenciales donantes de órganos para trasplante. Aunque esa cifra podría ser mayor, representa la tercera tasa de obtención de órganos y tejidos de América latina. “La Argentina puede y debe superar la cantidad de donantes”, aseguró ayer a LA NACION por vía telefónica el doctor Carlos Soratti, titular del instituto nacional que centraliza la donación y el trasplante de órganos, tejidos y células, el Incucai (0800-555-4628, las 24 horas). La notificación anual promedio de diagnósticos presuntivos de muerte encefálica –el criterio legal de certificación de muerte– está por encima de los 40 a 50 casos por millón de argentinos. Sin embargo, cuando se tienen en cuenta los factores que contraindican la donación (infecciones, tabaquismo o tumores, entre otras tantas) más la expresión de la voluntad de no donar, la cantidad de donantes presuntos se reduce a 13 por millón de argentinos por año, y de donaciones reales a 5 por cada 1000 fallecimientos. “Sólo un 2% de los decesos se produce por muerte encefálica [se destruyen el cerebro y el tronco encefálico], generalmente por lesiones causadas por heridas de bala, traumas graves de cráneo, hemorragia cerebral, infarto cerebral extenso o asfixia por ahogamiento”, explicó Soratti, que es también secretario de Políticas, Regulación e Institutos del Ministerio de Salud. Esas lesiones causan la muerte porque dañan la estructura que concentra los centros que regulan funciones indispensables para la vida, como respirar o percibir estímulos. En esos casos, por un tiempo muy corto, se mantienen en terapia intensiva las funciones respiratoria (para oxigenar los tejidos) y circulatoria mediante asistencia mecánica y con drogas vasoactivas. La búsqueda del posible receptor se hace con un sistema informático llamado Sintra, según las características biológicas del donante y la compatibilidad donante-receptor. Por eso, aunque por ley todos somos donantes, la disponibilidad de órganos parece tan reducida. “En la vida, tenemos más probabilidades de necesitar un trasplante que de ser donante de órganos”, indicó Soratti.

Pastillas Un mouse para personas con ELA Dos alumnos de la Escuela Técnica ORT desarrollaron un mouse para que las personas con esclerosis lateral amiotrófica (ELA) u otras enfermedades discapacitantes puedan operar la computadora con el movimiento de los ojos. El software desarrollado por Nicolás Amaro y Nicolás Ponieman se puede descargar gratis de Internet en ticbelgrano.blogspot.com.