Hallan un área cerebral que nos ayuda a aprender de

mera prueba de galera y que, desde entonces, había sido de la orden. El padre Clemens cambió su historia y empezó a decir que el manuscrito siempre había ...
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CIENCIA / SALUD

I

Jueves 3 de junio de 2010

HABIA DESAPARECIDO DURANTE AÑOS

              

    

     



 

  

 

 

Es el documento en el que Mendel detalló sus experimentos, origen de la genética moderna

   

GENTILEZA RAMIRO SALAS

Ramiro Salas, en su laboratorio del Baylor College of Medicine

 

NEUROCIENCIAS s TRABAJO DE CIENTÍFICOS DE UN INSTITUTO NORTEAMERICANO

Hallan un área cerebral que nos ayuda a aprender de los errores Es diminuta, pero permite reconocer cuándo la recompensa es menor de lo esperado NORA BÄR LA NACION La decepción es un sentimiento con connotaciones poéticas. Un experimento que acaba de publicarse en la revista científica Frontiers in Human Neuroscience lo vuelve un poquito más prosaico, aunque no por ello menos importante: según afirman científicos del Baylor College of Medicine (BCM), un instituto que forma parte del centro médico más grande del mundo, lo experimentamos cuando se activa una pequeñísima región ubicada en el centro del cerebro, la “habénula”, y nos indica que nuestras expectativas no se cumplen. “Cuando la recompensa es menor de lo esperado, el cerebro necesita aprender cómo evitar acciones que conducen a ese resultado”, escribe el profesor Read Montague, director de la Unidad de Psiquiatría Computacional del BCM. “«Habénula» (diminutivo de «habena») significa «riendita», en latín –explica Ramiro Salas, químico graduado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA radicado hace 18 años en los Estados Unidos y primer autor del estudio–. De esta región emergen dos grupos

de axones que parecen las riendas de la glándula pineal.” Aunque conocían varias de sus funciones (está involucrada en el comportamiento alimentario y sexual, la memoria, la ansiedad, la adicción...), hasta ahora los científicos no le asignaban a la habénula ninguna en especial. Es más, se hablaba de ella como “un conductor de orquesta escondido” o una especie de modulador de comportamientos. Salas y sus colegas comenzaron a interesarse en sus capacidades después de trabajar varios años con ratones mutantes en los que estudiaban cuál era la función de los receptores nicotínicos en los mecanismos de la adicción al tabaco. Habían descubierto que los llamados Beta 4 y Alfa 5 eran absolutamente necesarios para que se presentara la abstinencia. “Cuando nos fijamos dónde se expresaban, nos encontramos con que era precisamente en la habénula –cuenta, desde su casa en Houston–. Les inyectábamos a ratones adictos un bloqueante nicotínico solamente allí y veíamos que entraban en síndrome de abstinencia: se ponían nerviosos, se rascaban, se sacudían, miraban de un lado a otro... Después

de observarlos con mucha paciencia, vimos que se puede precipitar la abstinencia de la nicotina solamente bloqueando estos receptores y se nos ocurrió probar si en los seres humanos pasaba lo mismo.” El área en cuestión es tan chiquita (6 por 4 mm) que los científicos se vieron en problemas para localizarla en las imágenes de resonancia magnética, cuyas unidades mínimas de resolución volumétrica (3 por 3 por 4 mm) hacían casi imposible visualizarla. “Como cada cerebro es distinto del otro, tuvimos que desarrollar un método nuevo de «normalizar» las imágenes”, subraya Salas. Partiendo de estudios previos en monos a los que se les habían insertado electrodos en esa región (les ofrecían uvas en la palma de la mano y cuando no había la habénula comenzaba a desarrollar una actividad frenética), los investigadores decidieron someter a prueba su hipótesis de que era la “sede” de la decepción en 50 personas. “Pusimos a las personas en el equipo de resonancia magnética funcional y les dimos un chupete por el que salía jugo del gusto que hubieran elegido seis segundos después de ver una pelotita amarilla

El manuscrito más importante de la biología, en disputa

–continúa el científico–, mientras les tomábamos una imagen cerebral cada dos segundos.” Después de repetirlo unas cincuenta veces, en lugar de permitirles saborear el jugo a los seis segundos, los investigadores hacían que demorara diez segundos en salir. “Así, vimos que durante ese tiempo extra se activaba la habénula”, detalla Salas. Para los científicos, esa señal de decepción tiene una importancia vital en el aprendizaje: “Hace que uno no vuelva a cometer el mismo error”, dice Salas. La investigación, financiada por los institutos nacionales de Abuso de Drogas, y de Desórdenes Neurológicos y Stroke de los Estados Unidos, entre otros, también ofrece pistas para entender la abstinencia. “Tanto con el tabaco como con otras adicciones, la habénula que está acostumbrada a recibir un estímulo queda superactivada –explica–. La abstinencia es una especie de decepción constante.” Y agrega: “Ha habido una larga discusión acerca de si la gente fuma por la recompensa o para evitar la abstinencia. Para mí, la respuesta es lo segundo. El fumador necesita otro cigarrillo para calmar su habénula”.

NICHOLAS WADE THE NEW YORK TIMES NUEVA YORK.– El manuscrito más importante de la historia de la biología moderna, que estaba perdido desde hacía mucho tiempo, reapareció en medio de una gran disputa sobre su titularidad. El documento contiene los pasos que siguió Gregor Mendel en sus experimentos con guisantes y de los que dedujo las leyes de la herencia y estableció las bases de la genética moderna. Mendel leyó el manuscrito en 1865 en dos reuniones de la Sociedad de Historia Natural, de Brünn (hoy, Brno). Era monje agustino, luego abad, de la Abadía de St. Thomas en Brno, República Checa. El documento fue publicado al año siguiente en la revista de la sociedad, pero el trabajo de Mendel pasó inadvertido durante casi toda su vida. Recién 16 años después de su muerte otros científicos redescubrieron las leyes de Mendel. El manuscrito original, en inglés, llamado Experimentos de hibridación en plantas, pasó una larga época de oscuridad. “Es el documento científico más relevante del siglo XIX –dijo Robert C. Olby, historiador de ciencias de la Universidad de Pittsburgh–. No existe nada parecido en cuanto al diseño y la interpretación de un experimento. No tiene precio.” Pero la Sociedad de Historia Natural lo descartó en 1911 y, por suerte, lo rescató una maestra de secundaria que lo encontró en un cesto de basura de la biblioteca de la sociedad. Se volvió a incorporar a los archivos de la biblioteca, pero durante la ocupación alemana de Checoslovaquia pasó un tiempo en el maletín de un profesor alemán de botánica a cargo de la sociedad. En 1945, el manuscrito desapareció casi medio siglo. Los primeros que volvieron a oír sobre el manuscrito fueron des-

cendientes de las dos hermanas de Mendel, Verónica y Theresia. La familia se había mudado a Alemania occidental tras la Segunda Guerra. Después de 1988, Erich Richter, descendiente de Mendel conocido como padre Clemens, también monje agustino, les dijo a otros familiares que tenía el manuscrito. Se lo había mandado un monje de Praga y quería ponerlo legalmente en posesión de la familia. En 2001, ocho integrantes ya mayores de la familia, incluido Clemens, formaron una empresa para preservar el documento como un tesoro cultural alemán. Colocaron el manuscrito en una caja de seguridad en un banco de Darmstadt, Alemania. La doctora María Schmidt, una descendiente de Verónica Mendel e integrante de la empresa familiar, dijo que el padre Clemens había cambiado de opinión sobre la titularidad del manuscrito luego de que el padre Dominic de Viena, responsable de los agustinos del sur de Alemania y Austria, exigiera la entrega del documento a la orden religiosa. “Presionaron mucho a Clemens –aseguró Schmidt–. Lo amenazaron con expulsarlo del claustro.” El padre Dominic dijo que Clemens había recibido el manuscrito “para custodiarlo como monje agustino”. Aseguró que no había pertenecido a la Sociedad de Historia Natural de Brno, sino que el impresor se lo habría enviado a Mendel con la primera prueba de galera y que, desde entonces, había sido de la orden. El padre Clemens cambió su historia y empezó a decir que el manuscrito siempre había pertenecido a los agustinos, indicó William Taeusch, esposo de Schmidt. El 9 de mayo pasado, algunos familiares se lo entregaron a Clemens y los agustinos lo depositaron en la firma legal Wahlert, en Stuttgart, donde permanecerá hasta que se resuelva su titularidad.